Monseñor Vincenzo Paglia: “Acompañar siempre, paliar el dolor, pero no dar muerte; la eutanasia es una derrota”

“Que el trabajo sucio de la muerte lo haga la muerte”, dice el presidente de la Pontificia Academia para la Vida, de gira por Sudamérica con el propósito de impulsar “una nueva concepción de la vejez”. El gobierno italiano le ha confiado a este alto funcionario vaticano la redacción de una ley para reflejar esos cambios en la atención a los ancianos

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Entrevista con monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida

El arzobispo italiano Vincenzo Paglia es presidente de la Pontificia Academia para la Vida desde agosto de 2016. Está de visita en la Argentina donde dictará varias conferencias con el objetivo de promover una nueva mirada hacia la vejez -tema caro al papa Francisco- y, en palabras del alto funcionario vaticano, “crucial en este siglo”, ya que, en razón de la baja natalidad y la mayor longevidad, es una franja de la sociedad que no para de crecer.

Un enfoque al que la Santa Sede le ha dado un carácter interreligioso. De hecho, el rabino argentino Fishel Szlajen, que acompaña a Paglia en sus actividades porteñas, también integra la Pontificia Academia para la Vida, por decisión de Jorge Bergoglio.

Este martes, Paglia dictará dos conferencias sobre políticas de protección de la ancianidad. La primera, a las 11 de la mañana, en el Senado de la Nación; la segunda, a las 18 horas en el Rectorado de la Universidad de El Salvador (Rodríguez Peña 640).

El presidente de la academia pontificia analizará el fenómeno sociodemográfico del envejecimiento de la población mundial y los desafíos que en consecuencia se le presentan a las sociedades, además del aporte que las religiones hacen a la dignificación de la ancianidad y los dilemas del final de la vida.

“Entre el encarnizamiento terapéutico y la eutanasia hay todo un espacio del cuidado del otro”, dice monseñor Paglia en esta entrevista exclusiva con Infobae, en referencia a los cuidados paliativos, que la ciencia y la práctica deben profundizar. “Aun cuando no se puede sanar, se puede cuidar, y aun cuando no se puede hacer nada, se puede estar junto al otro”, afirma.

Unos días antes de viajar, monseñor Paglia estuvo con el papa Francisco quien le recomendó que probara el asado y justamente le habló de su abuela, persona clave en su formación religiosa y en su vocación. Aunque no lo volvió a evocar con él, cree que es seria la intención de venir a Argentina el año próximo.

Vincenzo Paglia tiene el physique du rôle para tratar los temas de familia: con estilo campechano y toques de humor, desgrana en lenguaje sencillo los temas de hondura existencial que ocupan a los sabios de la Pontificia Academia para la Vida que él preside.

— Monseñor Paglia, usted tiene esencialmente entre sus preocupaciones la situación de los ancianos. Para algunos, éstos son nada más que una carga, pero ¿qué pierde una sociedad que descarta a los ancianos?

— Mire, yo fui encargado por el gobierno italiano de preparar una ley para organizar la asistencia a los ancianos; la hemos preparado, la hemos presentado y fue aprobada sin ningún voto contrario, y ahora estamos preparando el decreto reglamentario. Es una ley de avanzada, gracias al trabajo de esa comisión gubernamental que tuve el honor de dirigir. Esto es de una novedad absoluta; es curioso que un obispo sea llamado por el gobierno, pero así fue. Durante todo el año 2022, el papa Francisco dedicó todos los miércoles a una catequesis sobre la vejez. Un tema crucial en este siglo. En Italia somos 14 millones de personas mayores de 65 años.

— Se considera anciano a partir de…

— De 65 en adelante. Lo mismo pasa en España y en muchos otros países. Nacen pocos niños, somos cada vez más longevos, por lo tanto, tenemos una población que vive 30 años más sin preocupaciones. De 0 a 30 años: guardería, primaria, secundaria, liceo, universidad, especializaciones. En eso se van los primeros 25, 30 años de la vida: luego el trabajo, otros 30 años, y después vienen otros 30 años… de vacío. Es una edad a inventar. Por lo tanto es muy complejo pero indispensable porque es como si hubiese surgido un nuevo pueblo, una nueva generación, sin preocupaciones políticas, económicas, sociales, culturales y esto para mí es un compromiso nuevo que los gobiernos deben empezar a considerar. Es una franja social que necesita respuestas y poder darle un sentido a su vida: atención sanitaria, cercanía familiar y afectiva para no abandonarlos, pero también diálogo entre generaciones.

— ¿Puede decirme qué propone esa ley?

— Proponemos que la sociedad entera cuide a todos los ancianos y responda adecuadamente a sus necesidades a través de un continuum asistencial que prevé la centralidad del hogar. Los ancianos deben quedarse en casa y no en los institutos. Primero porque es imposible meter a millones ahí, y segundo si se quedan en casa cuestan menos y están mejor. Debe haber una asistencia sanitaria basada en un principio sencillo: en la medida de lo posible, hay que dejar que los ancianos vivan en sus propios hogares, construyendo a su alrededor una red de protección, tanto médica como asistencial, sobre todo a los más frágiles, para proporcionar hospitalización, cuando haga falta, pero siempre con el objetivo de devolverlos a su entorno vital. O sea, la idea básica es dejar a las personas en sus lugares de vida, restableciendo un diálogo entre generaciones, para que nadie sea descartado o dejado solo ante eventuales momentos de fragilidad o necesidad. Todo esto requiere una reflexión nueva, una concepción nueva de la vejez, porque además muchos ancianos todavía son válidos, todavía pueden trabajar, por eso hay que cambiar el modo de considerarlos, no como algo a descartar…

El arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, en los estudios de Infobae
El arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, en los estudios de Infobae

— Hay también una experiencia, una sabiduría que pueden ofrecer…

— Sí, y en la Iglesia debemos preguntarnos cómo ese patrimonio de la experiencia y la vida de las personas mayores contribuye a hacer más vivas nuestras comunidades. El Papa Francisco siempre insiste en la inhumanidad de la “cultura del descarte”: nadie debe ser excluido de la vida, nadie dejado atrás. Hoy este tema toca a los ancianos. Está por ejemplo la relación de los abuelos con los nietos, que es muy importante, porque los padres no tienen tiempo de estar con los hijos, deben trabajar, traer el sueldo a casa, y los hijos se quedan solos. Es un problema porque un niño que crece solo crece en un mundo sin afecto y ahí vienen las desviaciones. Por eso, a través de la ancianidad, se rediseña la relación entre generaciones. Debemos favorecer una sociedad que tenga más emociones, más sentimientos, más vínculos… Además porque el virus más peligroso, más que el Covid, es el individualismo. Cada uno pensando para sí mismo. El individualismo trae soledad, abandono y también violencia, porque el otro es un enemigo.

— ¿Y la vacuna contra el individualismo cuál sería? ¿La familia?

— La vacuna contra el individualismo es la capacidad de crear vínculos más estables y por lo tanto también la familia. El individualismo no crea vínculos estables, sino líquidos. Nosotros en cambio debemos favorecer vínculos estables, y eso es la familia y la familia debe seguir multiplicando la estabilidad de los lazos entre generaciones.

— Recuerdo que en 2013 usted dijo que la soledad de los ancianos era el camino hacia la eutanasia. ¿Cuál es la posición de la Iglesia y la suya sobre esto?

— Mi posición y la de la iglesia es la de acompañar siempre, no abandonar nunca, quitar el dolor, y por lo tanto el sufrimiento, pero no dar muerte. Que el trabajo sucio de la muerte lo haga la muerte. Nosotros debemos hacer el trabajo bello del afecto, de la compañía, porque la gente no quiere morir, no quiere sufrir, no quiere estar sola, no quiere ser abandonada, En este sentido, los cuidados paliativos deben ganar mucho más espacio tanto en la ciencia, como en el conocimiento y en la práctica, porque esto ayuda… la eutanasia es una derrota…

— Es la admisión de una derrota.

— Pero también por esto debemos decir no al ensañamiento terapéutico, no podemos convertirnos en una máquina. Ahora, entre el encarnizaminento terapéutico y la eutanasia hay todo el espacio del cuidado del otro, y aun cuando no se puede sanar, se puede cuidar, y cuando no se puede hacer algo, se puede estar, estar junto al otro. Los cuidados paliativos nos hacen entender el sentido de la medicina. La medicina no sirve solo para curar sino para acompañar. Al final nos hace descubrir que el sentido de la vida es cuidar los unos de los otros.

Monseñor Vincenzo Paglia fue convocado por el gobierno italiano para redactar una ley, que ya fue aprobada, sobre el cuidado de los ancianos
Monseñor Vincenzo Paglia fue convocado por el gobierno italiano para redactar una ley, que ya fue aprobada, sobre el cuidado de los ancianos

— Respetar el deseo de la persona de no recibir más tratamiento…

— Esa es una decisión que puede ser tomada en conjunto, lo puede decidir la propia persona, o con la familia. Tenemos que humanizar, no mecanizar el último momento. Y la Iglesia tiene algo que decir en la última fase de la vida de las personas: tiene una enseñanza, un Evangelio de la vida que no termina y que se basa en la experiencia vivida por Jesús, el Cristo.

— ¿A qué cree que se debe esta caída tan grande de la natalidad?

— Es un problema político y económico, pero no solo eso. Si no se tienen relaciones estables, todo es fluido y la fluidez teme al futuro. Es una sociedad que se priva de futuro, que se contenta con el hoy. Es un problema profundo. Si es más importante la realización individual, no me caso, convivo. Si no tejo relaciones estables, no se me da por hacer un hijo, no puedo traerlo al mundo.

— Estos temas, eutanasia, familia, hijos, se asocian con la iglesia católica como si no concernieran a toda la humanidad. ¿Qué eco, qué respuestas, han encontrado en esta preocupación en otras confesiones, como el judaísmo o el islamismo, o en sectores laicos?

— Le puedo decir que hemos tenido encuentros muy significativos con judíos y musulmanes, y con laicos. Hemos firmado textos comunes con las tres religiones abrahámicas, porque creemos que la vida no puede ser concebida de modo individual, la vida es relación, es complicidad, es sentimiento, emociones, necesidad de futuro, seguridad para el presente pero también para el mañana. Es necesaria una alianza mayor entre religiones para un nuevo humanismo que vuelva a las sociedades más estables, más solidarias. La visión del papa Francisco es la más bella porque en un mundo donde todo está fragmentado, el Papa dice tenemos un casa, es nuestra casa común, tenemos una familia, el pueblo. Una única familia que habita esta única casa, y esa única casa todos debemos habitarla, comer, todos debemos sentirnos hermanos. Son las encíclicas Laudato Si’ y Fratelli Tutti. Esa es la visión del papa Francisco y es única porque en la política internacional están creciendo los soberanistas. América First, primero los italianos, primero los argentinos. Y en el interior de las sociedades, primero yo. Mac Luhan hablaba del mundo como una aldea global. En una aldea no podemos pretender como hoy levantar cincuenta muros; una aldea es pequeña, o vivimos juntos o es una tristeza increíble. Esta es la visión que nos da el Papa Francisco y que debería convertirse en cultura y política.

— El papa Francisco es justamente un ejemplo de lo que un anciano puede aportar porque es una persona que tienen ya ¿cuánto? ¿ochenta y…?

— Ochenta y seis

— No sólo ejerce un liderazgo mundial sino que siempre habla de su abuela, de la nona, eso habla de la importancia que tienen para un niño las cosas que le dice su abuelo o su abuela. Quedan para toda la vida.

— Hay una razón. Sobre todo en una sociedad individualista, entre abuelos y nietos hay una complicidad afectiva porque es gratuita, y esta complicidad afectiva despierta las emociones, los pensamientos los recuerdos, y debo decir que en la comisión que presido en Italia sobre los ancianos hemos hecho un cálculo económico de cuánto costaría económicamente el compromiso de los abuelos con los nietos. Vale un presupuesto: 15.000 millones. Si no estuvieran los abuelos, los padres o el Estado deberían pagar 15.000 millones de euros. Es decir que la Comisión ha demostrado, datos en mano, que la capilaridad de una red territorial de cuidados permite ahorrar dinero al Servicio Nacional de Salud, haciendo más humana la fase final de la vida.

— Quería preguntarle cómo está el Papa Francisco y si cree que tendremos la dicha de recibirlo aquí el año próximo.

— Lo he visto el 21 de agosto, antes de partir, está muy bien, más allá del bastón. Me he recomendado la cocina.

El papa Francisco y monseñor Vincenzo Paglia
El papa Francisco y monseñor Vincenzo Paglia

— ¿Qué le recomendó?

— Una carne…

— ¿Asado?

— Eso, ¡asado! El está muy contento con mi venida y los temas de esta gira, y me ha recordado a su abuela, obviamente (risas). Creo que él tiene intenciones de venir, no he hablado de esto con él ahora, pero creo que es seria su intención de venir, como dijo hace un tiempo. Francisco es un Papa para este tiempo. Mirando la historia del papado, me parece casi ver una providencia: cada Papa en el momento justo. Si pienso en Juan XXIII, la crisis de Cuba, 1962; si pienso en el Concilio (Vaticano II), Pablo VI; si pienso en la crisis del comunismo, Juan Pablo II; si pienso en la necesidad de una reflexión teológica, el papa Benedicto. Y hoy una iglesia que debe salir al mundo: el papa Francisco es eso. Es por eso que a pesar a todo, incluso a pesar de la crisis de tantas parroquias, el Papa Francisco, Benedicto XVI y Juan Pablo II, siguen siendo los grandes líderes espirituales de nuestro tiempo. Y nuestra responsabilidad como creyentes es tratar de recoger la profecía de cada Papa porque tenemos una tarea muy importante por delante. No podemos encerrarnos en nosotros mismos. Hemos entendido por ejemplo que debemos vincularnos con todas las otras religiones, de cara a la crisis de lo humano. Pensemos en todos los problemas que crean las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial, la nanotecnología, la manipulación genética…

— ¿Esos son los temas que trata la Academia que usted preside?

— Sí, la Pontificia Academia para la Vida fue creada por Juan Pablo II en 1994, para promover y proteger la vida humana. En 2016, ante los nuevos desafíos médicos, tecnológicos y sociales, el papa Francisco amplió los temas que son de nuestra incumbencia. El compromiso con la defensa de la vida contra el aborto y la eutanasia, ciertamente, pero también la protección de la vida en todas las etapas de su desarrollo y, como dije, el compromiso con los desafíos que traen las nuevas tecnologías que tienen un rol cada vez más importante en la sociedad.

— ¿Quiénes la integran?

— Tenemos una sede central en el Vaticano y trabajamos con un grupo de académicos, actualmente son 159 en los cinco continentes, son expertos en los diversos campos científicos y humanísticos, creyentes y no creyentes, hay exponentes de otras tradiciones religiosas, porque el objetivo de una Academia Pontificia es el diálogo con el mundo de la cultura. En febrero de 2024 nos reuniremos para debatir cómo los avances de la ciencia y la tecnología desafían nuestra comprensión del ser humano y nos impulsan hacia una nueva visión del papel de la humanidad en el mundo. Entre los temas tratados o por tratar están la robótica y la inteligencia artificial, la pandemia y la salud pública, los cuidados paliativos, etcétera [N. de la R: al pie de esta nota hay inks donde se pueden leer algunos de los documentos producidos]. Si frente a todos estos temas esenciales para la vida, no hay autoridades espirituales que tengan lo humano en lo alto, hay un serio riesgo. Por suerte, de cara al diluvio universal, existe un Noé: el papa Francisco, que construye el arca y ayuda a salvar a todos, incluso a los animales.

[Documentos de la Pontifica Academia para la Vida: Libro Blanco sobre Cuidados Paliativos, y Ética Teológica de la Vida]

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