La advertencia de María, su vidente de cabecera, es como un himno que resuena en su cabeza cada vez que un pensamiento lo acerca a los fantasmas del peligro y la vida puerca.
-Luis, si volvés a robar será tu última vez. Ni a la cárcel vas a ir. Te esperará una tumba.
El Gordo Luis Valor nunca soportó el encierro. Ni en la cárcel ni en su casa. Pero si le daban a elegir, sin exagerar, sufría más el encierro en el hogar: tenía la libertad detrás de la puerta de su casa y era una tentación.
Las palabras de la “brujita”, como la llama él y su esposa Nancy, fueron como un final a su larga carrera delictiva. Hasta ese momento, ni los retos de Nancy podían con su compulsión por robar. “Ella me cantó la posta más de una vez, si debía arriesgar o quedarme en el molde, no falla nunca, pero debo ser discreto y guardar secretos sino ella me lo recrimina”, dice Valor.
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De hecho bate un récord: sacando los años que estuvo en prisión, unos 33, desde su época dorada de ladrón que no pasaba cinco años en libertad. Eso es lo que cumple Luis Alberto Valor, alias el Gordo Valor, el delincuente más famoso de la Argentina. El hombre que a punta de fusil robó en los años ochenta y noventa 24 bancos y 19 blindados. Ahora tiene 68 años (en dos meses cumple 69), sobrevivió a dos neumonías por las que estuvo grave y está en libertad desde el 5 de julio de 2018.
“Ya está, no robo más. Nunca pensé que iba a decir eso. Se acabó. El delito que nos impulsó a los ladrones de mi época está muerto. El delincuente de raza murió. No existe más. Hoy te matan por un caramelo, por los cordones de las zapatillas, matan a una criatura de once años. Eso es un horror. Se perdió el valor por la vida. Podés ser ladrón y no matar a nadie. Robarles a los que más tienen”, analiza el ex jefe de las histórica superbanda.
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-Suena raro escuchándolo hablar de la inseguridad como si usted no hubiese robado nunca.
-Pagué más de los delitos que cometí. Me hice cargo. Pero hay un grado de crueldad que los míos, o parte de los míos, no tenían.
-¿Cómo es un día suyo?
-Madrugo. Disfruto los días con la familia, con Nancy, el amor de mi vida, las perras, amigos con buena vida, escribo mi segundo libro, está la chance de una serie o película. Salgo a pasear. Me cuido la salud porque ya no soy un pibe.
-¿Tuvo ganas de volver a robar?
-Al principio...no sé. Ya no. Es el pasado. Me retiré. Aparte estoy viejo. Un viejo con un arma es penoso. Ya está. Me faltó el partido despedida (bromea).
-¿Nadie lo vino a buscar para delinquir?
-No, ya estoy grande. Ni que vinieran a buscarme aceptaría. Mi teléfono lo maneja mi mujer. Tampoco soy un nostálgico. Pude haber muerto en la cárcel o en un tiroteo con la policía. Y voy a morir como un ser humano decente. Quién iba a pensarlo. Tengo Muchos compañeros caídos de la peor manera.
Fuga de película
El 16 de septiembre de 1994 protagonizó una de las fugas más históricas de la historia criminal argentina. Saltó de un muro de la cárcel de Devoto junto a otros compañeros, con sábanas anudadas y una metralleta. Estuvo prófugo y no pasó más de dos noches en un mismo lugar.
Tampoco soportó quedarse en su casa, situada en Villa Rosa, partido de Pilar, cuando salió libre en 2009. Los ruegos de su esposa Nancy, y las profecías de su bruja María (le decía que si salía de su casa iba a terminar preso otra vez) nunca pudieron con sus ansias de andar en la calle. Antes de irse, le dijo a su mujer que iba a regresar para comer los fideos caseros. Pero cayó cuando intentaba robar en un country.
En su época de apogeo criminal, cuando invertía en grandes negocios y en su casa había escondites con gruesos fajos de billetes de cien de dólares, el planeaba abrir una cadena de bares con su nombre. Registró la marca y tenía un representante que planeaba vender muñequitos suyos y remeras con su imagen. En la actualidad espera que se pueda filmar una película de su historia llamada “Bandido”.
Hay un axioma delincuencial que dice que los ladrones no saben esperar. Todo, en el robo, es ir hacia adelante: es como un aquí y ahora furioso. Para los ladrones no existe la burocracia. No hay un solo ladrón que alguna vez haya esperado en una fila ser atendido en un banco: se meten y lo roban. Ni siquiera tienen cuenta bancaria. Muchos de ellos, en épocas violentas, ante una enfermedad o herida tampoco aguardan ser llamados entre los pacientes de un hospital: irrumpen y se hacen atender.
Valor ya no necesita esa adrenalina. Tampoco es un nostálgico que vive de recuerdos. Le gusta dar charlas en institutos de menores para prevenir delitos. Allí, habla de la importancia de tener un oficio o de estudiar. De lo que no hizo él y lo llevó a recorrer los penales bonaerenses. O lo convirtió en el Enemigo Público Número Uno. Valor sabe que los ladrones son como el yogur: tienen fecha de vencimiento. Ya no celebra golpes. Ni botines. Ni fugas. Cumple cinco años en libertad. Es hora de brindar.
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