A los 26 años, Silvia Favaro viajó con su marido a Canadá y fue allí donde recibió el diagnóstico médico que cambió su vida para siempre: esclerosis múltiple. “No tenía ni idea de lo que era esa enfermedad, pensaba que iba a estar bien”, recuerda haber creído en el primer momento de recibir la noticia. Y buscó cualquier manera de superarla, desde médicos hasta curanderos.
Era 1988 cuando lo supo y cursaba el embarazo, a unos meses de convertirse en mamá comenzó a tener malestares en el lado izquierdo del cuerpo. “Luego de tener a Adriano, mi primer hijo, empezaron las dificultades de la enfermedad. Fue todo muy duro, no sabía qué pasaba, pero no me sentía bien. Recuerdo las veces que fui con mi bebé a ver al neurólogo para saber de qué manera seguir y cómo iba a avanzar esto. Un día me dijo que la jefa de enfermeras en otro hospital tenía la misma enfermedad y que estaba en silla de ruedas... Así supe que ahí iba a terminar también... No llegué a tomar noción de lo que me estaba pasando”, cuenta y dice que el segundo embarazo lo cursó con dificultades, en 1990.
Con el tiempo, la maestra mendocina de Matemática y Física, aceptó “lo que tocó”, se amigó con la enfermedad y comenzó a buscar algo que le diera otro sentido a la vida. Así, a sus 56 años llegó a la pintura, una pasión oculta. Comenzó a tomar clases y a pintar con un pincel en la boca.
Luego de que la Selección ganara la Copa América, pintó a Leo Messi levantando el trofeo y luego lo hizo con la Copa del Mundo, lograda en el Mundial de Qatar. “Sueño con que él vea mis cuadros”, admite.
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Las etapas de la esclerosis
Pasó por distintas etapas: desde la negación, por la depresión hasta que finalmente llegó la aceptación, acompañada de su familia y una psicóloga que la ayudó. “Llegué a sentir que el mundo se me caía encima. Me preguntaba ‘por qué a mi’, como todos se preguntan cuando les pasa algo”, admite hoy a los 61 años.
“La información que había 35 años atrás sobre la esclerosis era muy poca. Tanto así que cuando mis padres me visitaron en Canadá para conocer a su primer nieto y les conté lo que tenía, les dije que ya se me iba a pasar, pero mi papá averiguó entre sus conocidos y supo de qué se trataba”, dice.
En 1990, con su esposo y dos hijos, regresaron definitivamente al país. “Hubo nuevos problemas: le medicación que estaba tomando acá no existía” y eso hizo que la enfermedad avanzara. “Tuve brotes hasta quedar en silla de ruedas. Luego de eso, se estabilizó y terminé cuadripléjica, moviendo sólo la cabeza”.
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Corría 1994 cuando se sentó por primera vez en la silla de ruedas. “Me costaba mucho caminar aunque podía mover un poco las manos, y pese a que fue lento comencé a depender de otra persona”, lamenta. Aceptar esa nueva realidad fue duro, pero lo logró.
Tuvo su etapa de enojo también. “Luego llegó un momento de echarle la culpa a alguien o a una situación. Y ahí fue cuando comencé a escuchar las propuestas de medio mundo: pasé por cantidad de médicos, curanderos, todo lo que me recomendaban”, cuenta y admite que la vulnerabilidad hace que “te nubles y pierdas de vista lo que hay que ver para encontrar una solución”.
Con la cabeza en orden, junto a su marido decidieron que ella nunca dejaría de recibir ayuda y que la prioridad eran los hijos, aún muy chicos. “Quería que ellos, que empezaban a entender, crecieran felices y sintiéndose parte de la sociedad. Los acompaña a todos lados, como cualquier madre. Ellos me conocieron en silla de ruedas, así que no les tocó tener que aceptar nada”.
“En casa nunca se escuchó la excusa de que no porque mamá está enferma o no puede, todo lo contrario. Siempre buscamos la manera de hacer todo lo que querían”. Eso implicaba llevarlos a donde le pidiera y, con el tiempo, Silvia comenzó a amigarse con la enfermedad.
Ya en esa etapa de aceptación, llegó a la Asociación Mendocina de Esclerosis Múltiple (AMEM) y durante la rehabilitación, descubrió la pintura.
Pintar, ese cable a tierra
Tras tener a su segunda hija, se dedicó a la maternidad con ayuda de su madre. Así fue durante varios años y recién cuando sus hijos comenzaron la universidad, el hecho de sentirse sola en la casa, ya que su marido estaba trabajando casi todo el día, hizo que buscara una actividad afuera y fue a un taller donde comenzó a pintar.
“Había otra persona que pintaba con la boca y comencé a pintar en papel telado”, le cuenta a Infobae. Su primer cuadro era un valle verdoso, con montañas y un cielo azul. Ese lugar era una foto que, sin saber por qué, la emocionó. “Me gustó mucho la creación del cuadro. Ese primer cuadro tenía una vaca en el medio, se la saqué, para darle un poco de creatividad”, recuerda. El segundo fue uh gaucho y allí, sin darse cuenta, comenzó a alternar paisajes y figuras humanas.
Ya era 2012, cuando comenzó a ser parte de AMEM donde repetía: “No pinté en mi vida”, pero terminó causando sorpresa y, ella misma, no pudo evitar la alegría e ver sus propias obras. “Sin saber nada, sintiéndome torpe, empecé a pintar con lo único que podía, la boca. Desde que comencé, esto me llena el alma, me voy del planeta, hago lo que realmente amo”.
En 2016, la convencieron para que mandara sus obras a la Asociación Mundial de Pintores de Boca y Pie, en Suiza, y logró una beca. “Ese logro, tan mío, hizo que me sintiera capaz de todo, recuperé la confianza perdida en mi”.
Esa beca significa que por tres años, todos los meses le envían dinero a cambio de 15 obras. “Esto es como trabajar y una ayuda económica para mi casa”.
Messi campeón
Inspirada en los logros del capitán de la Scaloneta, Silvia le hizo caso a su hijo y pintó a Leo. “Lo hice casi en secreto, sin decir nada, porque si salía mal, salía mal. Pero comenzó a salir bien”, cuenta.
“Lo veo mucho más allá de ser el capitán. Recordé cómo superó sus propias adversidades y que pudo demostrar lo que él era y donde él se realizó como futbolista. Creo que inspira más allá de lo deportivo”, admite sobre el primer cuadro con la Copa América, de 2021. Le siguió la Copa del Mundo.
“El cuadro se llama Sueño cumplido, y es inspiración para todas aquellas personas que nos permitimos soñar y luchar por esos sueños, creyendo en que vamos a lograrlo”, finaliza emocionada.
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