“Soy el comandante de las fuerzas de Marte”: el día que 5.000 personas esperaron a una flota de OVNIS en Chascomús

50 años atrás una pequeña multitud se reunió en la laguna de Chascomús. Fueron ilusionados con presenciar un espectáculo único, con vivir una experiencia irrepetible: el aterrizaje de naves marcianas para defender a nuestro planeta. Francisco García, (”marciano por parte de madre”), era el que anunciaba el arribo

El diario de Chascomús anunciando la llegada de miles de personas para presenciar el evento

Si se tratara de un guión cinematográfico, la primera escena sería esta: una multitud, algo más de 5.000 personas, alrededor de la laguna de Chascomús mirando al cielo, ansiosos, esperando la llegada de algo muy especial. Lo que aguardan es el arribo de una flota extraterrestre: medio centenar de naves marcianas. De ahí saltaríamos al principio. Toda la película sería un largo flashback. Pero, por desgracia, se parecería más a una perezosa película de Porcel y Olmedo que a Encuentros Cercanos del Tercer Tipo.

Pero no. Si ya sabemos el final. Tal vez sea mejor construir la historia desde el principio, acompañar como la idea de la llegada de vida exterior se fue formando en esos miles que terminaron con tortícolis y desilusionados.

Antes hay que hacer una aclaración. Esta historia de la que se cumplen 50 años, aunque muy popular en su tiempo de tan absurda quedó olvidada con el correr de los años. Quién la rescató del olvido, rastreó a los protagonistas y logró entrevistar a varios fue el periodista Alejandro Agostinelli en su magnífico libro Invasores. Historias reales de extraterrestres en la Argentina (Bs.As, 2009, Sudamericana) (Si pueden búsquenlo, vale la pena).

Todo empezó en un programa de la tarde, esos en los que se debaten las cuestiones más insólitas pero con gestos serios y disfrazando lo ridículo con algún dato deformado y palabras solemnes.

Los conductores eran dos maestros en eso de manipular la credulidad pública. Víctor Sueiro y José de Zer. El policía bueno y el policía malo. Una tarde de agosto de 1973, en Teleshow, entrevistaron a Francisco García, un setentón jovial, con un pico alargado de barba blanca en la pera: no tenía bigotes y ni demasiados pruritos. Iba hablar de ovnis y de vida extraterrestre, un tema que por esos años -por esas décadas- gozaba de un enorme auge. Fabio Zerpa era el ufólogo por excelencia. Pero había muchos otros también que eran del elenco estable de los magazines televisivos, publicaban libros y editaban revistas.

Apenas se presentó, García logró atrapar la atención. “Soy comandante de las fuerzas de Marte en la Tierra”. Pero con el título no alcanzaba; como recomiendan los maestros en los talleres literarios, García le agregó conflicto: “Me dieron una misión que cumplir en este planeta”.

Para justificar la misión apeló a su linaje. “Soy marciano por parte de madre” dijo y conquistó a la audiencia. Y tenía una explicación para eso: su cuerpo era humano pero su alma marciana que murió en Marte, trasmigró a la tierra y tomó el cuerpo de su madre. De ahí pasó a él.

El magnetismo del hombre era innegable. La gente fluctuaba entre la credulidad absoluta, los que dudaban ante su convicción, ante la catarata de frases asertivas que lanzaba, y los fascinados por la desfachatez de este viejo pícaro.

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El periodista Alejandro Agostinelli investigó y rescató el episodio en su excelente libro Invasores

Este marciano por parte de madre a nivel de la tercera reencarnación cautivó a todos. En especial a los productores del programa que lo invitaron a la siguiente emisión. Para explicar por qué estaba en la Tierra y cuál era su papel desarrolló una breve historia de las guerras interplanetarias. Si hasta ese momento el mundo estaba preocupado por el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética, ahora debía prestar atención a algo más grande: “Hace más de trescientos años Marte y Júpiter están en guerra. Y Júpiter, en breve, atacará la Tierra”.

Explicó que su papel en la Tierra era reclutar aliados para esta lucha y si fuera posible hasta recibir fondos. Los marcianos eran nuestros aliados; defenderían nuestro planeta porque les éramos útiles. Acosados por los de Júpiter necesitaban agua y la tomaban del Río de la Plata por medio de naves invisibles.

El marciano por parte de madre sonaba convincente. Hablaba con fluidez, como el que sabe lo que dice. Con gran habilidad narrativa brindaba pequeños detalles que le daban vida a su historia inverosímil. García era de esas personas que generan un magnetismo que atenta con la lógica.

Tanta era la fascinación que generaba que pocos se dieron cuenta que su linaje era una variación de la historia del Sr. Spock, el de Star Treck (Terrestre por parte de madre, vulcano por parte de padre).

Al programa siguiente, García fue el invitado principal de Teleshow. Siguió contando sobre su origen marciano, sobre guerras interplanetarias y cuando estaba en lo mejor de su discurso, fue interrumpido por el llamado de un televidente. Era un tal Martínez y deseaba intervenir.

La polémica fue inmediata. Acusó a García de mentiroso, de fabulador. Pero no por los motivos que los lectores están imaginando. Martínez vino a mejorar la historia. Era la contrafigura, el oponente que se necesitaba. Dijo que él había sido enviado por Júpiter para cazar a los agentes marcianos ocultos. Porque la (verdadera) historia era exactamente opuesta a la de García: los marcianos eran los agresores, los villanos.

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Víctor Sueiro fue a cubrir el evento y debió salir corriendo antes de que la multitud lo linchara

El debate que siguió fue épico. Martínez adujo que los marcianos venían por el agua, un acto hostil confesado por su rival. Y afirmó que los de Júpiter conocían el secreto de la inmortalidad y que él era la mejor prueba de ello: había nacido en 1804. Para estar por cumplir 170 años se lo escuchaba envidiablemente bien. Y se burló de los marcianos que sólo vivían 1.500 años. García contraatacó con la habilidad de los de su planeta para convertirse en piedras, vegetales, animales o adquirir aspecto humano. Los reyes galácticos de la metamorfosis. La discusión se hizo cada vez más virulenta y cuando estaba por llegar a su clímax, una vez más los conductores apelaron a uno de los grandes secretos de su oficio: impedir que eso sucediera, posponerlo. Así organizaron un debate en vivo para el día siguiente entre los dos contendientes interplanetarios. Un careo que iba a tener un rating sensacional.

El debate presencial cumplió con las expectativas. Los dos sostenían historias inverosímiles sin que apareciera una sonrisa o una duda. Las imputaciones cruzadas iban escalando. Que usurpaban y se atrincheraban en asteroides para atacar desde allí a los otros planetas. Que los que eran amigos de los terrícolas eran ellos y no los otros. García se indignaba con los dichos de su rival. Sueiro rápido de reflejos les pidió alguna prueba de lo que decían. Nunca se sabrá si este paso de comedia fue ensayado o todo fue resultado de la extraordinaria capacidad de improvisación de García, de su vocación por no perder centralidad, por no perder la atención del público. “El sábado 25 de agosto, a las 17 horas, cincuenta naves marcianas descenderán sobre Chascomús. No serán cuarenta y nueve, ni cincuenta y uno. Serán cincuenta”, dijo con autoridad. Y nos enteramos que los marcianos, además de usar el agua del Río de la Plata y de ser enemigos de Júpiter, confiaban como nosotros en el sistema decimal y tenían la superstición de los números redondos.

El anuncio provocó una pequeña revolución. El canal, naturalmente, envió un equipo encabezado por Víctor Sueiro para filmar lo que sucediera en la laguna. Pero el periodista no fue el único en ir a Chascomús esa tarde. Las reservas hoteleras se agotaron con varios días de anticipación. La municipalidad de la ciudad al ver el interés autorizó a poner puestos de venta de productos regionales alrededor de la laguna. Llegaron más de cinco mil personas. El diario local habló de La Hora de la Credulidad.

José de Zer era uno de los conductores del programa que lanzó a la fama al Marciano por parte de madre

En la supuesta película aquí terminaría el flashback, retomaríamos la escena inicial. García encabezaba la espera. La gente ansiosa miraba el cielo. 16.59. García, parado sobre un montículo, con los brazos abiertos esperando la llegada de sus compatriotas por parte de madre (¿o será complanetarios?). El resto había llevado cámaras de fotos, binoculares, telescopios. A las 17 todos seguían esperando. El silencio era absoluto. La expectativa, inmensa.

Pero nada pasó.

La gente se impacientó. García pidió esperar un poco más. Pero cuando ya estaba por oscurecer y era (más) evidente que nada sucedería, algunos comenzaron a increpar a García. Hubo empujones, gritos, intentos de agresión, corridas. Sueiro y el camarógrafo corrieron a refugiarse al auto. Varios rodearon el vehículo y lo zarandearon un buen rato pero regresaron a Buenos Aires antes de ser linchados. García, sin la prestancia acostumbrada, sostuvo que la flota marciana se acercó a la Tierra pero que desistió de aterrizar por la gran aglomeración de gente. Le preguntaron si fue por miedo. “Sí, por miedo de lastimar a alguien en el descenso”, dijo.

Al día siguiente, con más tiempo para pensar, la explicación fue de otro tenor. No se habían cohibido, la desilusión había tenido una razón científica: una erupción solar había imposibilitado que las naves se acercaran a la tierra.

Francisco García fue invitado a la televisión unas pocas veces más. Y después no se supo ya de él. El desprestigio lo había alcanzado y ninguno de sus delirios era creído. Aunque hay otro que creen otra cosa. Para estos la explicación es evidente.

Francisco García fue abducido por una nave marciana.

Y regresó a su planeta (por parte de madre).

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