José camina al lado de Montserrat Rodríguez Jiménez, quien le hizo de nodriza apenas supo que unos cazadores habían matado a su mamá cuando tenía sólo unos días de vida.
“Fue un amigo el que me lo trajo luego de encontrarlo solo, con sus hermanitos, en un campo. Creemos que mataron a la madre porque los cachorritos estaban dando vueltas. Él quedó conmigo y el otro se lo llevó otro chico, también para criarlo como mascota”, cuenta la mujer de 32 años.
El pasado viernes 18, José fue asustado por unos perros que lo atacaron, se alejó de ellos y se perdió en una zona de meseta. “Fue desesperante porque un vecino me dijo que salió corriendo. Por suerte, a los dos días regresó solo. Le dejé su alimento esparcido en el camino y, por suerte, pudo volver a casa. Es mi gran compañero”, cuenta sobre el animal de 3 años.
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La historia
Lo nombró José y con él inició una relación que ni ella imaginaba. “Yo sabía algo sobre los jabalíes, porque en Patagonia tenemos muchos, hay por todos lados, así que sabía cómo era la vida más o menos de de esta especie”, asegura y cuenta como cambió su forma de pensar.
“Su llegada a mi vida cambió, sobre todo, mi manera de percibir la caza, que en esta zona se produce mucho porque está lleno de jabalíes y como la gente que tiene plantaciones, piden que los maten, porque son muchos y hacen desastres en el ambiente. A ellos se los caza con perros, y es tremendo. Lo ves a José y es un animal muy tierno, dócil, parece un perro. Yo sé que es un animal salvaje, y que no dejará de serlo, yo estoy consciente de eso. Mucha gente comenta sobre eso, justamente”, dice respecto a si debió o no domesticarlo de la manera en que lo hizo.
“Definitivamente, cambió mi visión respecto a eso y además, José es muy bueno, nunca actuó mal con nadie, ni con ningún perro. Incluso mis perros por ahí lo molestan, pero es como un juego mutuo”, detalla.
La llegada de José, además, hizo que Monserrat entienda que hay otra manera de ver a los animales y de las necesidades que tienen, del amor que necesitan porque “por más salvaje que sea, siempre necesitan amor”.
Aunque no cambió sus hábitos alimenticios, admite cómo puede ver ahora a las demás especies animales ya que también convive con conejos y chanchos. “Si bien no me hice ni vegetariana ni vegana, sí sé que el amor está por sobre todas las cosas. Tanto nosotros como humanos o los animales, el amor es importante. Creo que es importante crecer con animales. A mi me criaron con animales y siento que es importante tener una mascota de niño porque demostrarle amor a un animal es algo único, distinto, porque sentís cómo lo recibe y sabés que ellos nunca te van esquivar ese amor. Siempre lo van a recibir de una manera distinta a como, quizás, podemos hacerlo los humanos”.
Hace unos años, en las afueras de Neuquén, vio un flamenco en una zona muy lodosa. “Cuando quise acercarme ya me enterré hasta la rodilla, pero lo que vi fue tremendo: estaba atado todo con tanzas, con anzuelos en las patitas... Estaba todo lastimado y noté que ya se estaba dando por vencido porque ya se le caía la cabecita dentro del agua, la sacaba con fuerza y como justo estábamos en la época de la gripe aviar, la gente que estaba cerca me decía que lo dejara ahí, pero no puedo dejar morir a un animal así que me metí, me metí y lo saqué. Corté las tanzas, lo abracé un poco porque no creo volver a repetir tener un flamenco en mis brazos, lo limpié con agua y cuando se recuperó se fue con el resto de flamencos que estaban a unos metros”.
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Volver a casa
El 18 de agosto, unos perros ingresaron en la casa de Monse, que vive en una zona de campo abierto. Según cuenta, se trataba de una jauría que entró al terreno porque había un espacio abierto. “Lo empezaron a corretear porque él anda suelto, entonces con el susto, salió corriendo. Yo estaba entrando don mi hija porque, como me dolía la espalda, le pedí que me la hiciera sonar, cosas que hacemos... Mientras yo estaba en el suelo, escucho que el vecino toca bocina, tocaba sin parar y salimos a ver qué pasaba y me dijo: ‘¡José se fue! Salió corriendo y unos perros lo iban persiguiendo...’ ¡Imaginate mi desesperación! Salimos de inmediato con Vicky, mi hija, a buscarlo y una chica que lo vio me señala hacia donde corría. Seguí el camino y otro hombre me dice ‘se fue para allá' y era era zona de campo abierto... Ese hombre me había dicho que estando allí ya era difícil encontrarlo y además lo seguían muchos perros... acá cazan jabalíes con perros. ¡Esperé lo peor!”, lamenta.
Al otro día, le tocaba volver al trabajo (es petrolera en el área de perforación y, desde hace 7 años, su tarea está en la actividad de los hidrocarburos). “Trabajo en el campo viste y me quedo 14 días, entonces se me iba a complicar buscarlo, tenía el corazón en la boca viste y le decía a mis hermanos que, por favor, lo buscaran. Dejé avisos ofreciendo recompensa en todos lados. Hubo gente que hasta me mostró fotos de las cámaras de seguridad donde se lo veía que andaba caminando. Hasta que cuando lo vieron en el barrio, más cerca, por consejo de un amigo, le dejé bolsas de maíz abierta. Mis hermanos lo habían salido a buscar y cuando llega mi mamá, después de buscarlo y dejar todo abierto, por las dudas, entra y lo ve, asustado que se le acercaba, le ponía la cabeza en la pierna como buscando consuelo. ¡Volvió solito!”, finaliza.
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