¿Unitario o federal?: cómo se ubicó José de San Martín frente a la grieta de su época

Este tema suele soslayarse, porque la imagen transmitida por Bartolomé Mitre en su biografía ha sido la de un brillante militar absolutamente neutro en materia política. Pero el creador del Ejército de los Andes no fue prescindente en los asuntos políticos de la naciente Argentina

José de San Martín, Protector del Perú, proclamando la Independencia del hermano país

En este nuevo aniversario de la muerte del general José de San Martín -ocurrida el 17 de agosto de 1850 en Boulogne-sur-mer, Francia-, una cuestión sobre la que vale la pena detenerse, en este país tan acostumbrado a las grietas, es la de con cuál de los dos sectores enfrentados en aquellos tiempos se identificaba el Libertador: unitarios o federales. Este es un tema que suele soslayarse, porque una de las consecuencias de la visión transmitida por Bartolomé Mitre ha sido la de hacernos ver a San Martín como un brillante militar pero absolutamente neutro en materia política. Ahora bien, ¿fue realmente así? ¿O más bien tenía ideas firmes y profundas?

Es verdad que fue el mismo Libertador quien dijo: “No pertenezco a ningún partido; soy del Partido Americano”. Sin embargo, esa frase obedecía a la aversión que sentía hacia las divisiones internas y su afán por lograr la unidad. Del mismo modo que se caracterizaba por resaltar el espíritu americanista. Ello no obsta a que sus ideas puedan ser analizadas y, a partir de eso, definir si era más afín a las ideas de unos u otros.

Tradicionalmente se afirma que los unitarios sostenían que el gobierno del Estado Nacional debía ser dirigido en forma centralizada desde Buenos Aires, en tanto que los federales pensaban que las provincias debían contar con autonomía, respetándose la voluntad de las mismas para elegir a sus autoridades, dictar sus normas y administrar los recursos económicos.

En relación a este tema, claramente habría que decir que el Gran Capitán se encontraba del lado de los unitarios. En efecto, con sólo leer su correspondencia se lo puede comprobar: “Me muero cada vez que oigo hablar de federación. ¿No sería más conveniente trasplantar la capital a otro punto, cortando por este medio las justas quejas de las provincias? ¡Pero Federación!” Esta cita es contundente. San Martín consideraba que el nuevo Estado debía gobernarse de un modo centralizado, evitando las divisiones localistas. Ahora bien, es importante aclarar que esta visión probablemente obedecía a una razón coyuntural: el contar con un gobierno firme en tiempos de guerra para lograr la independencia.

“Me muero cada vez que oigo hablar de federación. ¿No sería más conveniente trasplantar la capital a otro punto, cortando por este medio las justas quejas de las provincias?" (San Martín)

Esta es la distinción clásica y la que se transmite en la gran mayoría de los libros. Ahora bien, si nos quedáramos tan sólo con este criterio de administración territorial, estaríamos pecando de una gran dosis de simplificación. En tal sentido, son muchos los autores que señalan que existían también discrepancias de orden socio-culturales, económicas e inclusive religiosas.

En relación a las primeras, corresponde marcar una distinción en cuanto al carácter doctrinario, “libresco” y alejado de la realidad de los unitarios, al mismo tiempo que presentaban un espíritu extranjerizante, inclusive al punto de perjudicar los intereses nacionales. Por el contrario, los federales tenían un espíritu mucho más realista, no de gabinete, sino de campo, apegado a las tradiciones criollas y firmemente defensor de la independencia.

En este aspecto, a diferencia del anterior, es bien clara la inclinación de San Martín hacia el federalismo. Esto se corrobora con palabras escritas a su amigo Bernardo O’Higgins en 1833: “Yo estoy firmemente convencido que los males que afligen a los nuevos Estados de América no dependen tanto de sus habitantes como de sus constituciones que los rigen. Si los que se llaman legisladores en América hubiesen tenido presente que no se les debe dar las mejores leyes, pero sí las que sean adecuadas a su carácter, la situación de nuestro país sería diferente”. Además, confirmando esa idea, podemos consultar una carta al chileno Pedro Palezuelos, en la que se refiere a los pésimos resultados que tuvo el gobierno de Bernardino Rivadavia y sus seguidores. “Tenga Ud. presente la suerte que se siguió en Buenos Aires por el célebre Rivadavia. Sería de no acabar si se enumeraran las locuras de aquel visionario, creyendo improvisar en Buenos Aires la civilización europea con sólo los decretos que diariamente llenaba el Archivo Oficial.” Claras palabras que muestran el desprecio del Libertador hacia las medidas basadas exclusivamente en teorías y alejadas de la realidad.

Por otra parte, en relación al carácter extranjerizante de los unitarios que los llevó a unirse al extranjero combatiendo a su Patria, basta como ejemplo la postura sanmartiniana ante el Bloqueo Anglo Francés: “Lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española: tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.

Bernardino Rivadavia, el mayor enemigo interno de San Martín (Oleo de autor anónimo, 1815)

Pasando a otro de los elementos distintivos, hay que destacar las diferentes ideas económicas, que derivaban en una disputa entre proteccionismo por parte de los federales y librecambismo por parte de los unitarios. ¿Y bien? ¿De qué lado se encontraba San Martín? En esto, también se inclinaba más hacia el sector federal. Vayan dos claros ejemplos. En primer lugar, las medidas económicas que impulsó como gobernador de Cuyo, siendo un gran defensor de la producción nacional y apoyando firmemente los reclamos de los cabildos cuyanos para que el Directorio bajase los altos impuestos que gravaban a la producción local de vinos y frutas secas. Por otra parte, como Protector del Perú, creó el Reglamento Provisional de Comercio de 1821, en el que se establecía un arancel proteccionista del veinte por ciento sobre las importaciones con el fin de ayudar a las industrias locales. Evidentemente, tales medidas se orientan en una dirección proteccionista y tranquilamente se las puede emparentar con lo que sería en 1835 la famosa “Ley de Aduanas” dictada por Rosas.

Además, también constituía una diferencia entre los dos sectores el aspecto religioso, destacándose una defensa de las tradiciones religiosas por parte de federales, en tanto una actitud contraria a la Iglesia y amistosa hacia las logias masónicas en los unitarios. En este tema hay distintas opiniones. Algunos muestran a un San Martín masón, en tanto que explican su religiosidad como un mero seguimiento de costumbres sociales.

Al respecto, vale hacer algunas aclaraciones: es verdad que San Martín no era un católico tan fervoroso como sí lo era su amigo Belgrano, y también que en su vida privada no parece haber sido un practicante completo de la religión. Pero en cuanto a su conducta como político y militar, cuesta entender a un San Martín tomando ciertas medidas claramente incompatibles con lo que haría un masón. En honor a la brevedad, mencionamos solamente dos: en el Estatuto que hizo sancionar en Perú, se establecía que “la Religión Católica, Apostólica y Romana es la religión del Estado; el gobierno reconoce como uno de sus deberes el mantenerla y conservarla, por todos los medios que estén al alcance de la prudencia humana”; en tanto que se “reservaba los puestos públicos a quienes profesen la Religión del Estado”. Asimismo, dentro de la reglas para el Ejército de los Andes se disponía que aquél que “blasfemare contra Dios o la Virgen, sería atravesada su lengua por un hierro candente y arrojado del cuerpo de Granaderos”. Ante estos ejemplos, cabe descartar la idea de un San Martín masón. Por lo demás, a pesar de lo instalada que está la versión, la filiación masónica del Libertador no ha podido ser demostrada hasta el día de hoy. Sorprende el arraigo de esta errónea creencia cuando hace más de cien años un masón del más alto grado como Mitre afirmaba: “Las sociedades secretas compuestas de americanos revestían todas las formas de las logias masónicas: pero sólo tenían de tales los signos, los grados, los juramentos”.

La filiación masónica del Libertador no ha podido ser demostrada hasta el día de hoy

Finalmente, resta analizar los vínculos del Libertador con los principales referentes de uno y otro bando. Si observamos la relación que mantuvo con el líder del sector unitario, Bernardino Rivadavia, la respuesta no puede ser más contundente: Rivadavia fue el mayor enemigo interno de San Martín. A tal punto era su enemistad que en 1823 San Martín estuvo a punto de ser apresado y juzgado por orden de Rivadavia. Asimismo, en 1825, San Martín quiso retar a duelo a Rivadavia en Londres, siendo convencido de no hacerlo por sus compañeros Juan Agustín García y James Paroissien. Para más claridad, leamos lo que pensaba sobre Rivadavia en carta a O’Higgins de Abril de 1829: “Los autores del movimiento del 1° de diciembre son Rivadavia y sus satélites y a Ud. le consta los inmensos males que estos hombres han hecho no solo a este país sino al resto de América con su infernal conducta.”

¿Y en cuanto a su relación con los caudillos federales? ¿Cómo era ella? Es claro que se alarmaba ante el surgimiento de los caudillismos locales que amenazaban con dividir la Nación. No obstante, a pesar de esas diferencias, no se encuentra una sola palabra de San Martín hacia los caudillos del tenor de las que supo dedicarle a Rivadavia. En efecto, en plena crisis de las luchas civiles les escribió al caudillo oriental José Gervasio de Artigas y al santafesino Estanislao López en estos términos: “Divididos seremos esclavos: unidos estoy seguro que los batiremos: la sangre americana que se vierte es muy preciosa. Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas. Transemos nuestras diferencias; unámonos para batir a los maturrangos que nos amenazan y después nos queda tiempo para concluir de cualquier modo nuestros disgustos en los términos que hallemos convenientes”. Y así sería como, ante la negativa a desenvainar su sable para luchar entre hermanos, se produciría la famosa desobediencia sanmartiniana que jamás sería perdonada por los unitarios.

El sable corvo que San Martín legó a Rosas por su defensa d ela soberanía (Adrián Escandar)

Restaría comentar la relación que tuvo con el líder del federalismo a partir de 1829, Juan Manuel de Rosas. Tampoco en este tema caben dudas, a pesar de que la historiografía oficial posterior a Caseros intentó disimular o incluso atribuir a la vejez del Gran Capitán: San Martín fue un gran amigo de Rosas y le epxresó su reconocimiento en varias ocasiones. En primera instancia, se suele citar el testamento en el cual San Martín lega su glorioso sable a Rosas. En relación a ese gesto, muchos son los que argumentan que obedeció a lo importante que era para San Martín la independencia, pero que ello no implicaba que coincidiera con la forma de gobierno de Rosas. No obstante, en clara contraposición a esa idea, aparece la última carta enviada por el Libertador al Restaurador, en la cual, además de transmitir una sincera amistad, realiza un marcado elogio de su obra de gobierno: “Como argentino me llena de un verdadero orgullo al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor, restablecidos en nuestra querida patria: y todos esos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados, yo felicito a Ud. como igualmente a toda la Confederación Argentina. Que goce Ud. de salud completa y que al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino. Son los votos que hace y hará siempre a favor de Ud. Éste, su apasionado amigo y compatriota Q.B.S.M.” Indudablemente, San Martín no sólo valoraba de Rosas su defensa de la soberanía sino varios otros aspectos de su gobierno.

En conclusión, ¿era San Martín unitario? Claramente no. Su opinión sobre su líder Rivadavia, sus seguidores y su obra de gobierno, indica que estaba en sus antípodas. ¿Era entonces federal? Tampoco podemos afirmarlo categóricamente. De todos modos, luego de haber analizado el resto de los elementos distintivos entre ambos, podríamos afirmar que se encontraba mucho más cerca de las ideas federales.

En otras palabras, si una vez concluidas las batallas militares, San Martín hubiera tenido la posibilidad de sentarse a debatir las características de la organización nacional (lo que no pudo precisamente debido a la persecución unitaria), con seguridad habría coincidido en muchas de las ideas federales. Esto es, habría defendido inobjetablemente la independencia, habría implementado las instituciones más idóneas para la realidad social, habría impulsado un proteccionismo económico y habría sostenido la Religión Católica (aunque consagrando la libertad religiosa). Finalmente, habiéndose superado las dificultades de la guerra, seguramente habría admitido los reclamos autonomistas de las provincias.

[El autor es profesor de Historia Constitucional en la Universidad Nacional de Rosario y miembro de la Asociación Cultural Sanmartiniana Cuna de la Bandera]

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