El sábado 4 de agosto de 1973 fue uno de los días más esperados para despejar ciertas incógnitas que deambulaban sobre la sociedad argentina. El día que debía funcionar el congreso nacional del justicialismo donde se aguardaba la palabra de Juan Domingo Perón y, particularmente, despejar la incertidumbre del candidato a vicepresidente del líder justicialista. Perón llegaba a esta encrucijada después del inesperado infarto del miocardio (pleuropericarditis aguda) del 26 de junio de 1973 a la madrugada del que fue sacado por el doctor Osvaldo Carena y su médico Pedro Cossio le aconsejo reposo absoluto; el “golpe blando” que desplazó a Héctor J. Cámpora; la disolvente actividad terrorista del PRT-ERP y Montoneros, entre otras, y hacerse cargo de las graves diferencias internas del peronismo. Como observó el doctor Antonio Puigvert “lo llenan de pequeños problemas, algunos domésticos, que solo le crean preocupaciones”. Además el día anterior recibió en su casa de Gaspar Campos a los dirigentes de La Hora del Pueblo con quienes trato la formación de una suerte de Consejo de Estado, al estilo francés, e indicó que dicho organismo debería ser aceptado por el futuro Jefe de Estado. O sea él.
No lo decía públicamente pero estaba cansado. “Sólo alejándome del país podré prolongar mis días”, algunos “quieren que me muera de pié”. Su sorpresivo confidente, Manuel “Johnson” Rawson Paz, le diría que se tome unos días y Perón le respondió: “Me ocurre a mí lo mismo que a estos caniches (a quienes llamó a su lado); yo los noto cada vez con menos bríos, sin ganas de jugar ni de ladrar… aquí estos bandidos andan como los boxeadores ‘sonados’, que solo arrastran su sombra. Más o menos, como ahora me siento yo.”
Como hecho significativo María Estela “Isabel” Martínez de Perón mantuvo previamente una extensa reunión con quinientas mujeres en la sede partidaria de la avenida Córdoba, a quienes saludo al finalizar el encuentro con una llamativa despedida “no podemos permitir que se hable de patria socialista, la patria debe ser justicialista”. Antes del congreso justicialista, Perón habló con los gobernadores provinciales en la residencia de Olivos con un mensaje descarnado donde no eludió referirse a su propia desaparición física, por primera vez desde su regreso definitivo, y sin duda aumentando la expectativa por el acompañante de la fórmula presidencial.
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Las definiciones de Perón frente a los gobernadores marcaron el rumbo de los comentarios de la prensa política por varios días y sirvieron de marco a la reunión del congreso justicialista:
-- “Gobernar no es mandar, ése es el defecto que cometemos muchas veces los militares que estamos acostumbrados al mando, mandar no es obligar, gobernar es persuadir”.
-- “No admitimos la guerrilla porque yo conozco perfectamente el origen de la guerrilla, yo conozco el origen de todo esto, he estado en París, precisamente en las barricadas y he conversado y participado con gente que estuvo allí y que estuvo para eso en las barricadas y sé bien cuáles son los procedimientos que quieren poner en marcha”.
-- “Siempre he confiado en los hombres de empresas, que son los que demuestran que saben hacer negocios, el país es como un gran negocio de manera que el que es capaz de manejar un negocio a este otro que es el país también puede manejarlo .
-- “No se puede desaprovechar un gramo de materia gris. De un hombre malo se puede hacer un hombre bueno, pero de un bruto no se puede hacer un hombre inteligente.”
Tal como exigían las múltiples solicitadas en los diarios, ese sábado 4 de agosto el congreso justicialista, reunido en el Teatro Cervantes, decidió proclamar la formula Perón–Perón para las elecciones presidenciales del 23 de septiembre de 1973, en una reunión que contó con la presencia de delegados de las ramas política, sindical y femenina, pero con la ausencia absoluta de los representantes de la JP (de Montoneros). Isabel, presente en el acto, dijo que único su mérito “era amar a Perón y el pueblo argentino”, y haber acompañado a su marido durante dieciocho años. Después de proclamar la formula una delegación integrada por Humberto Martiarena, Alejandro Díaz Bialet, Julio Romero, Norma Kennedy y Juana Larrauri se trasladaron hasta la residencia de Gaspar Campos para informar al general Perón la resolución del congreso. No integró el selecto grupo ningún representante de la Tendencia. En la ocasión el candidato no dio una respuesta definitiva. Hay quienes afirman que criticó la decisión con un: “Señores, al nepotismo se lo combate hasta en el África.” Para la “tendencia revolucionaria” la elección de Isabel como segunda en la formula fue un triunfo de la burocracia sindical. La posición de la JP expresada a través de la revista El Descamisado cometía otro error de apreciación política en la caracterización de la candidatura de Isabel: que no tenía vínculos especiales con ningún miembro de la conducción sindical, y por cierto mal podría haberla propuesto este sector. Desde el punto de vista de la política de Perón, Isabel había realizado tareas dentro de la organización del movimiento que le habían dado cierta trayectoria pública, como en 1966.
Otra convención partidaria, en este caso los demócrata progresistas, decidió proclamar la formula Francisco Manrique – Rafael Martínez Raymonda en una agitada reunión que termino con el alejamiento de un grupo encabezado por el congresal porteño León Patlis, que acuso a los miembros de la fórmula presidencial de estar al servicio de la CIA, de los monopolios y de la derecha militar.
La segunda semana de agosto mantenía en vilo a los radicales que se preparaban para la convención del sábado 11 que debía proclamar la fórmula presidencial. Si bien se aseguraba la designación de Ricardo Balbín como candidato, los comentarios en voz baja no ocultaban la frustración de los radicales por el papel de “acompañante gratis” de la estrategia del líder justicialista. Desde 1970, La Hora del Pueblo con los radicales, adherían a las exigencias de conciliación nacional y reconstrucción que proponía Perón, aguardando alguna retribución concreta que tardaba en llegar. La incorporación de un nebuloso Consejo de Estado no alcanzaba para satisfacer la ansiedad política de los radicales, alejados de cargos oficiales desde el gobierno de Arturo Illia. Si la convención expresaba semejante malestar quizás estaría llegando la hora del opositor interno Raúl Ricardo Alfonsín. Probablemente para presionar “la interna” los jóvenes de la Coordinadora lanzaron como globo de ensayo la posibilidad de una fórmula que encabezada por Alfonsín llevara como compañero en segundo término al dirigente sindical clasista Agustín Tosco, que por otra parte amenazaba con presentarse a las elecciones acompañado del representante de la izquierda combativa de Salta, Armando Jaime (a) “Osvaldo Eugenio Agudo” (a) “Fernando Jackson” del FR17 (fachada entrista del PRT-ERP). El Partido Comunista, que mantenía una influencia considerable sobre Tosco, frenó el interés electoral del sindicalista cordobés, pues ya había comprometido el apoyo a la fórmula de Perón. La proclamación de la fórmula Perón- Perón terminó con la última esperanza de los radicales ilusionados en compartir no sólo la fórmula con Balbín en el segundo término sino la miel del triunfo que sabían inexorable en manos del justicialismo. Después de álgidos tironeos, quedo al margen el senador chaqueño Luis León y se eligió como acompañante al joven senador Fernando de la Rúa. Ese mismo 11 de agosto trasciende en Córdoba que un centenar de empresarios habrían emigrado hacia otros lugares de residencia, atemorizados por la interminable sucesión de secuestros extorsivos realizados por el terrorismo subversivo.
En esos días Perón tenía un solo objetivo: superar en cantidad de votos a Héctor J. Cámpora y convertirse en un presidente “plebiscitado”. Y con esa idea tuvo aliados importantes como el Frente de Izquierda Popular del historiador Jorge Abelardo Ramos, con su consigna “vote a Perón desde la izquierda”. El “Colorado” Ramos le propuso que fuera candidato del FIP y Perón dijo que sí. Al salir de la reunión chanceó:
-- Ramos: “General, quédese tranquilo ahora, que con el apoyo del FIP tiene la victoria asegurada”.
-- Perón: “Abelardo... maíz por maíz uno come un maizal”.
Finalmente, el sábado 18 de agosto de 1973, Perón acepto la candidatura presidencial que le había ofrecido el congreso nacional del justicialismo durante un acto realizado en el Teatro Cervantes, donde pronuncia un extenso discurso que combinaba exhortaciones a la unidad, a la reconstrucción nacional, con revelaciones de su propio estado físico y la inacabada ironía de saludar a sus adversarios políticos. Para despejar rumores (que ahora se sabe que eran certezas), Perón leyó un informe médico de once días antes firmado por los doctores Pedro Cossio y Jorge Taiana, en el que se declara: “1º) El teniente general Juan Domingo Perón se encuentra restablecido de la afección comprobada el 26 de junio del corriente año; 2º) La actividad futura debe contemplar y ajustarse a la situación física vinculada a la edad y a la afección padecida.”
“Nuestros críticos deben pensar que hemos recibido el país en una situación casi caótica, donde lo primero que se ha destruido es el argentino, que es el que más vale […] tenemos que persuadir al país de la necesidad de trabajar, porque eso es lo único que construye; el trabajo que el país realice será proporcional a su propio destino”.
Por esos días, el departamento económico de la empresa Mc Graw-Hill difundía en Nueva York un análisis de la situación económica mundial sobre crecimiento del producto y aumento de los precios, donde la Argentina presentaba un escalofriante índice de inflación del cincuenta por ciento (50 %) para 1973 y la mitad para el año siguiente. Fue el mismo día que Perón recibía a Balbín en Vicente López e ingresaba en el Senado de la Nación, sin detalles relevantes para la opinión pública, un proyecto de ley destinado a reformar el Código Penal con penas más severas.
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En ese momento, las Fuerzas Armadas se hicieron escuchar a través de fuentes consultadas por la prensa. Resaltaron el discurso del presidente Raúl Lastiri del lunes 30 de julio por la noche, donde el reemplazante de Héctor Cámpora dedicó la mayor parte de su exposición a reclamar enérgicamente la búsqueda del orden y la seguridad en un país amenazado por la violencia terrorista. Ponderaron muy especialmente las palabras presidenciales respecto de respetar la marcha de la transición hacia las elecciones presidenciales del 23 de septiembre en un marco de respeto absoluto hacia la ley y la Constitución. Sin duda estaban haciendo referencia a las numerosas declaraciones de los grupos subversivos, tanto los ligados al peronismo como a las organizaciones declaradamente marxistas, que buscaban el atajo violento para llegar al poder. El ministro del interior Benito Llambí convocó a los gobernadores para advertirles que el país estaba envuelto en máximas tensiones políticas “en especial medida en el seno del movimiento peronista “. Sin pelos en la lengua Llambí insistió en el mismo tema, sabiendo que estaban presentes gobernadores ligados a Montoneros, señalando que “solo el tremendo peso de la palabra del general Perón pudo detener la posibilidad de desarrollos imprevisibles en el país”.
También una publicación alteró los nervios del peronismo ortodoxo. Fue en este caso la revista Time – en aquella época muy prestigiosa-- que publicó una extensa nota donde mencionaba un supuesto malestar físico de Perón, con el agregado de declaraciones del ministro de Educación, Jorge Taiana, médico también, que supuestamente había afirmado que “Perón puede tener pérdida de memoria”. Incluso Time pone en boca de Perón la frase “yo sé que estoy al final del rollo” o “me queda poca cuerda”. El otro médico personal del líder justicialista, Pedro Cossio, salió a desmentir los rumores, aunque años más tarde Taiana sostendrá que ese diálogo se mantuvo y que fue grabado por manos anónimas. En octubre Perón cumpliría 78 años y los comentarios sobre su estado de salud eran tan permanentes como alarmantes. Hasta Gaspar Campos llego la reconocida gerontóloga rumana Ana Arslan que fue recibida por Perón. Aunque declinó la invitación a pasar por la famosa clínica de rejuvenecimiento, señaló que “si voy a la clínica salgo de pantalones cortos”. Mientras tanto, se dedico a sermonear al dirigente radical Fernando de la Rúa, propuesto para acompañar a Ricardo Balbín en la fórmula presidencial del radicalismo. De la Rúa había cuestionado al peronismo por la falta de idoneidad para contener la ola de violencia que agitaba a todo el país. Perón respondió simplemente “yo quisiera verlo a él tratando de poner orden”.
Ya no bastaba con lo que sucedía en Córdoba, ahora una ola de éxodo de empresarios y funcionarios del comercio y la banca privada, de origen extranjero, abandonaba el país a raíz de los secuestros extorsivos que amenazaban a empresas radicadas en el país. Directivos de Coca-Cola y Otis encabezaban la nómina amenazada por los atentados terroristas. Los padres de escolares que cursaban en escuelas extranjeras cancelaban las matrículas de los alumnos. La empresa norteamericana Alston Purina comunicaba que había recibido instrucciones de la empresa matriz respecto de la salida inmediata del país de personal jerárquico que recibiera amenazas. El financista británico Charles Loockwood, secuestrado el 6 de junio de 1973 en Hurlingham por el PRT-ERP cuando se dirigía a sus oficinas en el centro de Buenos Aires, apareció tras soportar un mes y medio de cautiverio, liberado tras un rescate de dos millones y medio de dólares.
La última semana de agosto comenzaba con un episodio que no hacía sino resaltar el gravísimo enfrentamiento de la izquierda con el verticalismo, cuando un comando de las FAP, que días antes había anunciado su vuelta a la lucha armada a través de un comunicado escasamente difundido, asesinó a balazos al secretario general de la CGT de Mar del Plata, el sindicalista ortodoxo Marcelo Mansilla. Fue ultimado a balazos al cumplirse el tercer aniversario del asesinato, también por un comando suyo y de “Descamisados” (que se uniría a Montoneros), del secretario general de la CGT y de los Obreros del Vestido José Alonso. Para el terrorismo guerrillero la vida en democracia no impedía la cadena de asesinatos de civiles y la extorsión y secuestro de empresarios.
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