La visita a la aldea Ita Poty Miri, perteneciente a la comunidad guaraní e inmersa en la selva misionera, se convirtió en un circuito turístico alternativo para aquellos que arriban a esta provincia mesopotámica para conocer las Cataratas del Iguazú y la Garganta del Diablo.
Hasta allí llegó el estadounidense David English para adentrarse en la cultura y la forma de vida de unas 260 personas que actualmente viven en este predio de 600 hectáreas sobre el río Iguazú y a unos 15 km del Parque Nacional. Se trata de la cuarta entrega de la serie exclusiva de Infobae “Costumbres y valores argentinos” que David realiza en Misiones en busca de sus riquezas autóctonas.
Tras caminar por las pasarelas que conducen a una de las siete maravillas del mundo, navegar por los ríos que conforman la Triple Frontera (donde se unen Argentina, Brasil y Paraguay) y conocer a una familia de emprendedores en Eldorado, David English optó por sumergirse en la cultura indígena local.
“El nombre de nuestra aldea significa ‘pequeña flor de piedra’ y está conformada por unas 20 familias”, explicó Alberto Noceda (cuyo nombre en guaraní es “Kuaray”, “Proveniente del sol”), representante de esa comunidad en la que también funciona una escuela donde asisten unos 50 chicos.
En la charla que mantuvo con David, “Kuaray” relató cómo y de qué manera los aldeanos se fueron adaptando a los cambios de la sociedad y reconvirtiendo sus costumbres pero sin abandonar su esencia.
Si bien hay algunas nuevas construcciones que fueron hechas con ladrillos y cemento, como la escuela; muchas otras aún conservan la forma de chozas con “techos de hojas de palmeras y paredes de madera”, remarcó “Kuaray”.
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Y así como antes la naturaleza les daba todo lo que necesitaban para subsistir, como la caza, la pesca y la agricultura; muchas de esas costumbres tuvieron que ser abandonadas porque el lugar donde viven fue nombrado reserva natural y las primeras dos actividades están prohibidas.
“Vivimos de la venta de cultivos y artesanías a los turistas”, contó “Kuaray” acerca de cómo generan sus principales ingresos. Entre ellos también se encuentra el fomento del turismo comunitario; que consiste en mostrar a los visitantes su forma de vida.
La actividad económica principal de esta comunidad proviene de las plantaciones de hojas de yerba mate, la venta de flores y la elaboración de artesanías con sus típicos diseños y materiales obtenidos del entorno natural.
De hecho, la palabra “mate” tiene su origen guaraní y deriva del quechua “mati”, que significa en calabaza. Es que los antepasados guaraníes usaban las calabazas no solo para tomar mate sino también para transportar agua durante sus caminatas por la selva. Allí colocaban la hoja de la yerba mate y se valían de una bombilla hecha de tacuarí. Como particularidad, en aquel entonces le agregaban agua fría. Es decir, se asemeja a lo que hoy conocemos como tereré.
En la aldea, además, se levanta un vivero donde los turistas pueden adquirir árboles o plantas autóctonas con el fin de contribuir a la reforestación de la región; y una feria permanente, donde exhiben y venden las artesanías.
El turismo es otro de los sustentos económicos con los que cuenta la comunidad para cubrir sus necesidades básicas. Entre ellos se promociona “El Mangrullo” para el avistaje de aves y “El Aujevete”, que es un sendero que se sumerge en la selva misionera para conocer la flora y la fauna que habita la tierra colorada.
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“Hacemos de todo”, admitió “Kuaray”. Mientras que David, lejos de sorprenderse, retrucó: “Como todo los argentinos. Es la forma de sobrevivir, no importa que seas mendocino o guaraní. Así es la vida acá en Argentina”.
En lo que respecta a su cultura, “Kuaray” explicó: “Creemos en nuestros dioses, hablamos en nuestro idioma (el mbyá) y cada uno de nosotros tiene dos nombres”.
Al respecto, aclaró: “Uno de nuestros nombre es en español y el otro es guaraní porque este último es sagrado. El nombre en español lo eligen los padres y el guaraní lo eligen los chamanes. Para ello, tenemos que llevar la hoja de yerba mate al templo para que hagan el ritual y de éste salen los nombres”.
En Misiones, a los guaraníes se los considera un ejemplo de solidaridad, amor y sobre todo respeto por la naturaleza porque siguen siendo fieles defensores y buscadores incansables de “la tierra sin mal”, espacio de felicidad eterna.
Es por eso, que son muy pocos los que eligen casarse con personas que no pertenecen a la comunidad o irse a vivir a la ciudad. “Para nosotros, los vínculos y la familia son todo. Hay muchos jóvenes que se van a estudiar y vuelven porque no están acostumbrados”, concluyó “Kuray”.
Según el último censo, el 1,2% de la población de la provincia de Misiones se reconoce indígena. Se trata de 13.006 personas sobre un total de 1.101.593 habitantes. Los grupos aborígenes que habitan la provincia de Misiones son, en su mayoría, portadores de la cultura guaraní.
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