Como todas las mañanas, Jerry Ehman, un joven astrónomo de la Universidad Estatal de Ohio que colaboraba como voluntario en el proyecto SETI -dedicado a la búsqueda de señales de inteligencia extraterrestre– comenzó a revisar los registros de la computadora del Observatorio Big Ear hasta que quedó petrificado frente a una señal detectada por el radiotelescopio.
Leyó y volvió a leer, para estar más seguro de que las características de la señal de origen desconocido captada la noche anterior, la del 15 de agosto de 1977 exactamente a las 23.16 hora local, estaba registrada con el código “6EQUJ5″.
Le costó creer lo que leía. La computadora del telescopio usaba los números del 0 al 9 para representar las ondas de frecuencias bajas y las letras de la A la Z para las más altas, todas medidas en megahercios (MHz).
La presencia de la letra “U” en el código significaba que la señal había alcanzado una de las frecuencias más altas de la escala de medida de las ondas electromagnéticas, unas 30 veces más fuerte que el ruido habitual del espacio profundo.
“Nunca había visto una señal tan fuerte antes”, contó días después en una entrevista de la cadena National Public Radio (NPR).
Sin sacar los ojos del código, Ehman tomó su birome roja, envolvió la fórmula en un óvalo y al costado escribió con mayúsculas la palabra que mejor expresaba su asombro: “WOW!”, que en español se podría traducir como “¡GUAU!”.
El joven astrónomo sintió que había tocado el cielo con las manos: una señal así solo podía ser enviada por una inteligencia extraterrestre.
La señal sigue desvelando 46 años después a los radioastrónomos de todo el mundo, que buscan la respuesta a dos incógnitas: de dónde provino y si realmente fue enviada por una inteligencia del espacio exterior.
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¿Mensaje o fenómeno ET?
La señal “WOW!”, como quedó bautizada desde entonces en el mundo científico, tuvo una duración de 72 segundos y no volvió a ser detectada hasta hoy.
Su frecuencia de 1420,4056 megahercios está asociada al elemento hidrógeno, que está relativamente libre de ruido de fondo, lo que lo convierte en un buen rango para elegirla para comunicarse a través del Universo.
“Dado que el hidrógeno es el elemento más abundante del universo, es lógico suponer que una civilización inteligente dentro de nuestra Vía Láctea, deseosa de atraer la atención hacia sí misma, podría emitir una fuerte señal de baliza de banda estrecha en la frecuencia de la línea de hidrógeno neutro o cerca de ella”, escribió Ehman en un informe para la revista Live Science cuando se cumplieron treinta años de su descubrimiento.
Pero también puede ser lo contrario: la abundancia de hidrógeno en el universo hace que la posibilidad de que la señal se deba a un fenómeno natural dado en determinadas condiciones.
Para los astrónomos un camino posible para saber si es una u otra cosa es encontrar el origen de la señal. El primer paso lo dio el propio Ehman, al descartar que proviniera de un satélite, de una operación militar o de una aeronave terrestre.
Las hipótesis
En un primer momento se manejó la hipótesis de que provenía de la constelación Sagitario. Para Robert Dixon, ex director del Radio Observatorio de la Universidad Estatal de Ohio, el origen de la señal pudo estar ahí.
“Se apagó cuando (el telescopio) volvió a observar en esa dirección inmediatamente después, indicando que era de origen inteligente y no un fenómeno natural”, dijo en un artículo publicado en la red SETI.
De la misma opinión fue Seth Shostak, otro astrónomo del proyecto: “La manera en la que la señal apareció y desapareció, la manera en que aumentó de intensidad y luego se fue, hace que parezca una señal E.T.”, explicó en una entrevista con la BBC.
Pero al mismo tiempo aclaró que, si bien es emocionante pensar así “no necesariamente es verdad”.
Otros astrónomos como Paul Sutter, también de la Universidad Estatal de Ohio, descartan directamente la posibilidad de un mensaje de una civilización extraterrestre. “No sigue un patrón ni tiene señales de comunicación. La Astronomía está llena de señales misteriosas y siempre se prefiere explicarlas por causas naturales, si es que no hay pruebas abrumadoramente convincentes de lo contrario”, dijo.
El propio Ehman llegó a contradecir su hipótesis inicial de un mensaje alien. “Deberíamos haberla visto de nuevo cuando la buscamos otras cincuenta veces más; algo me sugiere que se trató de una señal con origen terrestre que simplemente fue reflejada por algún pedazo de basura espacial”, llegó a decir ya entrado el Siglo XXI.
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Dos asteroides
En los últimos años han surgido nuevas hipótesis sobre el origen de la señal que nunca se repitió.
En un trabajo publicado por la Academia de ciencias de Washington en 2015, los astrónomos Antonio Paris y Evan Davies propusieron que podía haber sido causada por un cometa, el 266P/Christensen o el P/2008 Y2, que en ese momento se encontraba viajando por el sistema solar.
Estos dos asteroides tenían algo en común: una enorme nube de hidrógeno a su alrededor, pero como recién fueron descubiertos en 2006 no se tuvieron en cuenta durante las investigaciones de la señal.
Para demostrar la hipótesis, siguió durante los últimos meses de 2016 y los primeros de 2017 a alasteroide266P con un radio telescopio. Según sus observaciones, las señales son parecidas a la descubierta por Ehman en 1977, pero no iguales.
La última teoría
En los últimos tiempos volvió a cobrar fuerza la posibilidad de que la señal proviniera de la constelación de Sagitario o de algunos cúmulos estelares aledaños a ella. El problema para probar la teoría es que se trata buscar una aguja en un pajar debido a la extensión territorio a explorar.
Frente a ese desafío el astrónomo Alberto Caballero se propuso analizar los datos ya existentes sobre miles de estrellas en la zona y propuso una nueva pista para resolver el misterio a la vez que revive la hipótesis del mensaje de una civilización extraterrestre.
Buscando entre los datos recogidos por el observatorio espacial Gaia de la Agencia Espacial Europea, con una base de datos de más de mil millones de estrellas, Caballero consiguió reducir su búsqueda de estrellas que pudieran albergar un exoplaneta con potencial para la vida a una única estrella similar al Sol, llamada 2MASS 19281982-2640123, situada a 1.800 años luz en la constelación de Sagitario.
“A pesar de que esta estrella está situada demasiado lejos para enviar cualquier respuesta en forma de transmisión de radio o luz, podría ser un gran objetivo para realizar observaciones en busca de exoplanetas alrededor de la estrella, que tiene una temperatura estimada de solo 5 grados más que el Sol, y un radio y luminosidad casi idénticos. Es un objetivo excelente para buscar exoplanetas potencialmente habitables”, escribió en un artículo publicado en Live Science.
Cuando se cumplen 46 años de la detección de la señal “WOW!” el misterio continúa, aunque los astrónomos no pierden las esperanzas de descifrarlo gracias a los avances tecnológicos logrados en los últimos tiempos.
“En los años 70 y 80, hubo muchas ondas que fueron recibidas solo una vez y nunca más se volvieron a captar, pero ahora los radares se han vuelto más sofisticados y es más fácil rastrearlas”, dice el astrónomo Shostak, y agrega: “Algún día podríamos recibirla otra vez”.
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