Horacio Pino vive en San Martín de los Andes, provincia de Neuquén, y practica deportes desde que era muy chico. A los 14 años corría carreras, siguió con salidas en bicicleta y cuando cumplió la mayoría de edad se adentró en el mundo de las montañas y se entrenó para hacer cumbre por primera vez. Fue acumulando conocimientos que hoy hacen posible el proyecto Trekking Punto Cero: se trata de un grupo de amigos que desde 2014 realiza recorridos gratis con todo aquel que quiera participar. Empezaron siendo menos de diez y hoy son 176 personas, entre las que hay abogados, médicos, amas de casa, carpinteros, jubilados y adolescentes. Los fines de semana salen a disfrutar de los paisajes patagónicos, y cuando alguien no dispone de ropa alpina o de algún elemento necesario, entre todos se ayudan y de manera colaborativa buscan soluciones.
De voz calma, con una serenidad que invita a bajar las revoluciones desde el primer minuto, Horacio confiesa que lo caracteriza el bajo perfil, y que aunque fue precursor de muchos eventos de índole social y ambiental, nunca salió en los titulares. Al principio tampoco tenía redes sociales, pero la iniciativa fue creciendo, y la recomendación del boca a boca fue haciendo de las suyas. “Creo que el que quiere hacer algo por el prójimo o por la Tierra lo hace callado, y yo soy más bien el fotógrafo de las actividades que el que aparece en las fotos”, expresa en diálogo con Infobae. Humilde y transparente, reflexiona acerca del anonimato que lo caracteriza, y se decide a contar sus vivencias con la esperanza de que pueda motivar a alguien, o tal vez su filosofía de vida toque algunos corazones.
Cuando tenía 17 años conoció a su esposa, y están juntos desde ese día. Tuvieron dos hijos, y ambos forjaron su camino en otros lugares: el mayor vive en la provincia de Mendoza, y el menor en Andorra. “Son 30 años con mi señora ya, con una familia hermosa que formamos, y ella es mi soporte; es la que me banca que me vaya los fines de semana, la que me apoya cuando algo me sale mal, y la que me felicita cuando algo me sale bien”, expresa, y cuenta que ella tuvo un rol clave cuando dio sus primeros pasos como baqueano.
Te puede interesar: La pareja que se fue al campo en la pandemia y resucitará una pulpería para darle vida a un pequeño pueblo
Cuando tuvo una oportunidad laboral como empleado en el correo se mudaron desde la capital neuquina a San Martín de los Andes, y cuenta que él “estaba en su salsa”, por la posibilidad de conocer nuevos senderos todos los días. “Salía de trabajar y en las tardes me iba a recorrer, fui a todos lados para conocer lugares nuevos, porque siempre me gustó”, recuerda. También su esposa cambió su rutina y empezó a practicar atletismo. Más adelante creó su propio grupo con amigas, ganó maratones y se reencontró con la vocación deportiva que sentía en la infancia. “Lo mismo que hago yo, ella lo hace con las carreras”, dice con orgullo y admiración.
En 2012 Horacio leyó un artículo sobre una acción comunitaria en Mont Blanc, el pico más alto de Europa Occidental, a donde una agrupación había ido a limpiar la montaña ad honorem, y ese fue el puntapié para proponer algo similar en suelo argentino. “Busqué si había algo así acá y no encontré nada; entonces le dije a mi esposa: ‘Qué bueno que estaría hacer lo mismo en el Parque Nacional Lanín’”, relata.
La primera salida
Habló con algunos amigos y les contó la idea, que consistía en ir a recoger los residuos de los senderos y remarcarlos para favorecer la seguridad y el cuidado ambiental de los caminos. Todos aceptaron sin dudarlo, y con el entusiasmo a flor de piel incluso presentó un proyecto formal, y tuvo reuniones durante diez meses con algunas autoridades que habían recibido otras propuestas de limpieza de parques nacionales. “¿Y vos qué ganas?”; “¿Cuánto querés cobrar por ese servicio?”; “¿Vas a ir gratis a sacar basura a 2300 metros de altura?”, fueron las preguntas que más le hicieron en ese entonces, aquellos que no comprendían que tanto él como sus amistades estaban dispuestas a hacerlo simplemente por el deseo de ayudar.
“Empecé a tocar puertas y a pedir cosas a personas que conocía, así conseguimos guantes descartables, bolsas, estacas, pintura, mientras esperaba la respuesta del proyecto”, explica. Dos días antes de hacer la fecha pautada para la salida le comunicaron que no le brindarían recursos en cuanto a transporte, algo esencial para realizar la tarea. Se sinceró con el grupo y les dijo que no disponía de movilidad por el momento, pero que un empresario podría donarles el combustible si conseguían vehículos prestados. Así, a pulmón, el 13 de diciembre de 2014 cumplieron con la meta.
“Bajamos 35 kilos de basura, fuimos remarcando el sendero, y trajimos todas las bolsas al pueblo. No se había hecho nunca el evento, y desde que arrancamos no paramos”, indica. A medida que se iban enterando de lo que hicieron, los contactaban para pedirles asesoramiento y apoyo en determinados objetivos, tanto con fines ecológicos como deportivos. “Siempre tuve en mente que uno cuando se vaya de este mundo no se va llevar nada, así que lo que uno sepa tiene que compartirlo, y nos fuimos ampliando, con un promedio de 110 personas cuando arranca la temporada y ahora mismo somos 176″, revela.
Con la ayuda de conocidos también les donaron remeras estampadas con un logo que crearon para identificarse, y fueron sumando convocatorias, como bicicleteadas, salidas con acampe incluido y también recorridos nocturnos. “Golpeé puertas por todos lados, iba a las estancias a contarles lo que hacía, les decía que la actividad es gratis y no me entendían, pensaban que yo me quería meter al campo a guiar sin pagarles, y me preguntaban cuál sería su ganancia; hasta que logré convencer a varios de hacerlo de forma gratuita, pero necesitaba presentarles un seguro deportivo que cubriera cualquier eventualidad que sucediera en sus terrenos”, explica, y aclara que afortunadamente nunca sufrió accidentes, ni él ni los participantes.
“Ni siquiera un esguince de tobillo, porque nosotros no corremos, no tenemos apuro, disfrutamos del paisaje, no nos exponemos a nada que nos pueda llegar a perjudicar, y siempre les digo que vamos a ir al ritmo del más lento, porque la montaña va a seguir ahí, en la vida también alcanza con llegar hasta donde se puede; muchas veces eso también es un triunfo”, sostiene. Otra de las claves es que nunca hace un recorrido sin haberlo estudiado previamente y haberlo probado él mismo varias veces.
“Tengo gente de edades variadas, la menor es una nena de 15 años, hay varios de 17 y 19 años, y otros arriba de los 70, entonces busco a fondo para elegir por qué sendero ir, tengo que saber a dónde los llevo, qué es lo que tengo adelante mío, si vamos a pasar un tronco, si vamos a pasar por un arroyo, si hay una laguna, qué desnivel tiene, y tener una referencia de tiempo, porque si yo lo hice en tres horas sé que con el grupo me va a llevar más del doble, y voy definiendo los grados de dificultad según eso”, detalla. Por supuesto, el otro gran factor que acompaña o amilana, es el clima. “Trato de buscarles es el mejor día, les doy indicaciones de qué viandas traer, qué ropa les puede servir, y nos hemos ido prestando también bastones, guantes, siempre teniendo en cuenta qué temperatura va a hacer”, describe.
Te puede interesar: Tiene 84 años y cocina para 90 personas en su pueblo: la historia de Doña Irma y el secreto de sus ravioles
Hizo las averiguaciones pertinentes y consiguió finalmente el seguro que le pedían para poder hacer salidas de trekking gratuitas. “Llamé a una aseguradora que tenemos hasta el día de hoy, les conté que éramos 60 personas, lo que estábamos haciendo, y me ofrecieron un muy buen valor, y actualmente por persona sale 1950 pesos por año”, indica. Ese es el único costo que afronta cada participante, y en caso de ser una distancia más larga que requerirá de transporte, se dividen entre todos los gastos de combustible.
El dolor que transformó
Muchas veces le han consultado de dónde nace su pasión y su vocación solidaria, y brinda una respuesta con los ojos cristalinos y brillosos. Tiempo atrás Horacio trabajaba en una empresa petrolera, casi no veía a su familia porque implicaba estar muchas horas en servicio fuera de su casa, y en ese contexto su hermana se acercó para pedirle un favor. “Me preguntó cómo andaba, y me pidió que le prestara plata para comprarse una bicicleta, y yo que pensaba que estaba haciendo las cosas bien y creo que en realidad no las hacía tan bien, le dije que no; le negué el dinero que necesitaba”, narra. Y devela: “A las dos semanas fui a donde estaba mi hermana, le di un beso en la frente y fue la última vez que la vi porque después de eso se accidentó y murió”.
Esa tragedia y el shock que sintió lo hicieron replantearse varios conceptos. “Ella era empleada doméstica, y así como le pasa a mucha gente que vive en San Martín y no conoce ni el Cerro Chapelco, que está a 17 kilómetros, ella no pudo conocer el mundo, y en gran parte por eso le quiero brindar a otros la posibilidad, porque son esos momentos los que uno se va a llevar para siempre”, confiesa. Había escuchado muchas veces la frase “la plata va y viene”, pero ahí fue donde lo entendió en carne propia.
“Uno se tiene que bajar del caballo, no todo hay que hacerlo plata ni pasa por ahí”, sentencia. Y aclara: “Respeto a los guías que cobran su tarifa, porque son cosas distintas, pero hay muchas actividades que a veces se asocian a lo elitista, a que solo determinada clase social lo puede hacer, y por qué no darle la oportunidad a la ama de casa que no puede pagar una agencia o una guiada y no sale a conocer simplemente porque no tiene cómo pagarlo”. Siempre hace todo lo que esté a su alcance para que las personas que participen gasten lo menos posible, y desde hace un tiempo comparte postales de las experiencias en el Instagram @trekkingpuntocero.
“Hay un evento que hacemos siempre en Lanín, pero este año fue particular y chequeé varias veces que no había nada de nieve, entonces les dije a todos que no gasten en un par de raquetas, porque alquilarlas por un día cuesta 5000 pesos, y no era necesario”, ejemplifica. Hizo varios cursos más para ampliar su formación, algunos especializados en rescate, impulsado por la necesidad de ofrecer herramientas. “Todo lo que sé, se lo vuelco a los que caminan conmigo, porque es importante saber cómo manejarse, no solo chequear el pronóstico, asegurarse por dónde van, ir marcando para poder volver, monitorear los tiempos, avisar a alguien cuando van a subir, y soy un agradecido por la confianza con la que me han elegido mis amigos y todos los que se fueron sumando por recomendación”, asegura.
El grupo fue creciendo e incluso se han formado parejas y nuevas amistades que eligen las salidas al aire libre como parte de sus vidas. En 2022 también hicieron eventos de limpieza en un tramo de la ruta conocida como “El Camino de los 7 lagos” , de manera anónima. “Entre el Lago Villarino y el Lago Falkner caminamos 17 kilómetros alzando basura, y llenamos cinco camionetas de basura; en pleno bosque alzamos hasta colchones”, comenta.
En diciembre cada año celebran el aniversario, tomando como punto de referencia la primera vez que salieron todos juntos rumbo al Parque Nacional Lanín. “Les hago un asado, ni bien terminamos el trekking arrancamos a preparar el fuego y hacer el asado: en 2022 fuimos 60, y cada uno ayuda en algo, porque al ser gratis hacemos las cosas entre todos”, argumenta. Algunos llevaron palos de leña para ahorrar gastos en carbón, otros parrillas, y colaboraron para la compra de 37 kilos de asado.
Para costear todos esos gastos, desde hace algunos años se organizan con anticipación, y cada mes el que puede va aportando de a 500 pesos en una cuenta colaborativa que abrieron para ese fin. “No es una obligación, y el que quiere retirar el aporte también lo pude hacer, pero esta vez nos sobraron 30.000 pesos, y les avisé, les mostré todo el balance de lo que se compró, y que quedaba ese saldo, para ver qué podíamos hacer y cómo lo querían aprovechar”, cuenta, con la transparencia que lo define.
El viaje a Perú
Más de una vez mandó a hacer camperas alpinas al por mayor, consiguió buenos precios y se dividieron la inversión entre todos, les recomendó comercios a los que ir para conseguir buena calidad al menor precio posible, y así realiza gestiones constantemente para que nadie se quede sin ir por no tener el equipamiento necesario. “Antes de la pandemia tuve la posibilidad de organizar un viaje fuera del país, al Machu Picchu”, revela.
Gracias a su amplio círculo social y a la tarea constante de consultar a otros colegas, obtuvo un presupuesto que fuese lo más accesible posible para llevar Trekking Punto Cero al exterior. “Fuimos 20 personas, y siempre digo que el viaje no nos salió 10 puntos, sino 11 puntos porque fue realmente soñado; no tuvimos un solo problema en 14 días, siendo la primera vez que estábamos tanto tiempo todos juntos”, destaca. Durante un año tuvieron reuniones todos los meses, y la única regla era “ser sinceros y no guardarse nada”, para que cuando llegara el momento se hubiera limado cualquier aspereza previa.
Horacio cuenta que conviven odontólogos, abogados, amas de casa, carpinteros, empleados administrativos, y cuando salen a caminar lo más importante es el compañerismo. “Ahí, en medio de la naturaleza, todos somos lo mismo, no hay diferencia, no hablamos de trabajo, religión ni política, porque estamos concentrados en otra cosa, y no importa a qué te dedicas, ni cuánto ganas, y lo importante es lo que están compartiendo, porque todos tenemos algo para brindar”, sentencia.
Una de las frases con las que suele definir la experiencia es: “El cansancio de tu trekking al final se convierte en tu felicidad”, por las caras de alegría que ve en las personas que por primera vez hacen cumbre en sus vidas. Parecen objetivos inalcanzables, que entre todos van conquistando, y hace hincapié en que cuando las metas son exigentes, es muy importante el entrenamiento. “Cuando son metas más específicas les explico que sino se entrenan directamente es ir a sufrir, y no es la idea”, dice con humor.
Todas las actividades las hace en su tiempo libre, porque luego de prestar servicio al correo durante 25 años, aceptó un trabajo en una obra social. Por el momento organiza salidas para los miércoles y domingos, con algunas bicicleatadas los jueves. “Siempre atentos al clima, y a la disponibilidad que tenga fuera de mis compromisos laborales, y le voy avisando al grupo con tiempo para que se organicen”, explica. Con la condición de cuidar el medio ambiente, disfrutarlo y vivirlo, Horacio está convencido de que no se trata solo de una caminata, sino de algo mucho más simbólico e inolvidable. “Es un día ganado con buena gente”, concluye.
Seguir leyendo: