“Llegué a pesar 113 kg. Fui notando que mi movilidad empezó a ser muy reducida, me costaba levantarme, no podía jugar con mis hijos. En una oportunidad fuimos a un parque con mi hijo mayor y me hicieron bajar del juego por que no entraba. Ese día sentí mucho dolor porque nos bajaron a los dos. Al otro día pedí una consulta para hacerme una cirugía bariátrica”, relata Julieta Lahitte Reinoso, del partido de Gral. San Martín quien desde su cuenta de TikTok (@Julibariatrica) habla sobre cómo enfrentó su obesidad, a la que decidió atacar desde todos los frentes. Julieta se dio cuenta de que tenía depresión. Lloraba todo el tiempo, no tenía ganas de relacionarse con nadie y a falta de herramientas para salir de ese estado, dice que ella misma las buscó.
Al llegar a ese peso que nunca había marcado su balanza, porque Julieta siempre había sido delgada (antes de tener a su primer hijo pesaba 55 kilos) ocurrió que al llegar a la consulta, empezó un tratamiento psicológico que la ayudó a hablar, a verbalizar lo que le pasaba, a sus 30 años. “Comencé a sacar todos mis traumas, todas mis vivencias y abordar el tema de la obesidad, lo que a mí me estaba pasando con respecto a la comida”, relata sobre su primer contacto con el equipo médico, al que llegó por su obra social del personal de Maestranza. La procesión iba por dentro, por situaciones que había vivido de abuso, que no habían salido a la luz. Estaban guardadas, pero repercutiendo en su salud mental. “Eso hizo que yo empezara a comer para tapar todo ese dolor, para calmar la ansiedad. Al comer sentía que aliviaba ese dolor y fue como empecé a subir muchísimo de peso”.
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Dice Julieta que el equipo que la guió en este proceso se interesó mucho en su historia personal. Participó de charlas y tuvo acceso enseguida a la cirugía que hizo posible la pérdida de 50 kilos en 9 meses. “Si me preguntan sobre todos mis temas personales, familiares, siguen estando ahí. Para mí es muy difícil incluso ahora de sobrellevar. Yo no logro sanar, no logro perdonar un montón de cosas que intento trabajar, pero decidí ocuparme de mi salud”, manifiesta. “Todavía a esto para mí sigue siendo muy reciente. Todavía no llegué a hablar un 50% de las cosas que me han pasado. Cada vez que quiero hablar me pongo mal”, enfatiza.
La mujer, que está casada y es madre de dos chicos, recuerda su infancia como muy dura y complicada. “Nosotros somos cinco hermanos y todos somos hijos de diferentes padres. Cada uno fue haciendo lo que podía con su vida, con las herramientas que hemos ido desarrollando nosotros mismos”, explica. Entiende que a su madre le costó mucho la crianza y a veces los adultos no se dan cuenta de lo que afecta en el futuro después. “En mi caso, sufrí el abuso de mi hermano mayor. La historia es muy extensa. Cuando mis padres se separaron, quedé viviendo con mi mamá y nos dejaba mucho tiempo solos. No teníamos los cuidados necesarios porque ella tenía que trabajar, no estaba en la casa y porque decidió hacer su vida también. Una vida muy difícil para ella, donde no llegó a medir las consecuencias”, explica. Y explica que todo ese abuso que sufrió durante la niñez no lo había podido contar.
A los 30 años comenzó a volver sobre su pasado para sanar, aunque sabe que eso es muy difícil de conseguir. No solo había sufrido abusos por parte de su hermano, con el que tenía una excelente trato hasta que decidió contar lo que había pasado, también por parte de un primo, hijo de una tía por parte de su madre y por un vecino.
“Todos esos descuidos que yo tuve en mi infancia, me perjudicaron de esta forma. Dañaron tanto mi infancia, mi cabeza, sumado a que no teníamos recursos económicos y vivíamos en situaciones muy precarias con mis hermanos. Todos salimos a trabajar desde muy chicos, así que todo eso afectó bastante mi autoestima, mi salud mental”, asegura.
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A su padre biológico lo creía muerto. Al final se enteró de que era un amigo de la familia y lo volvió a ver a los 11 años. “Fue a verme a una plaza porque mi mamá lo obligó. Y recuerdo que me dijo ‘bueno, acá estoy. Qué querés saber’. Y yo le pregunté si siempre supo que yo era su hija y me respondió que sí”, recuerda. También que desde ese día no la volvió a buscar. Hoy admite que eso le da tristeza. Sí tiene vínculo con sus medio hermanos.
A pesar de que le gustaría tener otra historia que contar, Julieta puede ver, apreciar y sentirse orgullosa de lo que fue capaz de hacer para hacer de su vida un lugar mejor, lleno de afecto y logros que dependieron exclusivamente de sus esfuerzos personales. “Hice la primera, la secundaria. Un CBC y arranqué la carrera de enfermería. Al terminar la secundaria tuve un trabajo en blanco. Me esforcé muchísimo para revertir y cambiar mi historia, que dependía de mí y lo pude lograr”.
A pesar de las dificultades que tenía para relacionarse con los hombres, pudo enamorarse y confiar en Hernán, quien es su actual marido, confidente y padre de sus hijos. “Hoy tengo una hermosa familia, trabajo por mi cuenta. Hago depilación láser hace 4 años y solo me dedico a eso. Mi cuenta de TikTok me ayuda mucho a expresarme, a estar en contacto con personas que se sienten identificadas con mis videos, dicen que los motivo y ellos saben que me motivan a mi. Estoy muy feliz por tanto cariño de la gente”, asegura. Dice que recibe unos 100 mensajes a diario, de personas que transitaron su situación. Y que a veces son desgarradores. Hace poco le generó angustia por no poder ayudarlas, hasta que entendió que no es su función.
Su presente profesional le da orgullo y tiene ganas de retomar los estudios que abandonó cuando quedó embarazada. “Alquilo un consultorio en San Martín y otro en San Miguel. Tomé 11 capacitaciones sobre el tema, algunas con médicos y otras más específicas de los equipos. Me capacito mucho por eso es que tanta gente me elige. También hago contenido con la depilación láser”, cuenta.
Hoy está enfocada en que sus hijos, Benjamín y Dariel reciban una buena educación, en que no les falte su alimento, ni ropa, ni calzado, ni recreación. Que no les falte su mamá ni su papá. “Es ahí donde trato de trasladar lo que me pasó a mí para que ellos no pasen por ninguna de esas situaciones”.
El descenso de peso
Luego de la cirugía, en su caso, el descenso de peso fue impactante por lo rápido. “Los cambios fueron muy notorios, hasta en la piel, la parte hormonal. A mi me mejoró absolutamente todo, además de que lo acompañé con cambio de hábitos como actividad física y seguir trabajando la salud mental, clave para mantener todo en un orden dentro de lo posible”.
Respecto de la ansiedad, le sigue sucediendo que si está triste por algo quiere comer algo dulce. A veces lo hace y se come un chocolate. Otras veces busca otra alternativa, que supone un trabajo y una lucha diaria. “Pero mi manga gástrica ayuda a que esa ansiedad sea reducida. Solo podría comer un chocolate pequeño porque mi estómago no me permitiría comer más”, asegura. En la cirugía, una gastrectomía en manga, le extirparon parte del estómago, y le dejaron solo un 10%.
Ahora pesa 65 kilos. “Mi nutricionista no le llama peso ideal, sino peso saludable. Yo aun no encontré mi peso saludable, porque aun lo estamos averiguando. Creo que seguiré bajando unos kilos más, peor me gustaría quedarme en este peso. Mi próximo paso es retirar mi exceso de piel si todo sigue bien en noviembre.
Julieta no esconde su abdomen, de hecho, muestra cómo lo oculta dentro de fajas o jeans que promociona. Porque ahora le regalan ropa, cuenta feliz porque “se divorció” de su vieja ropa XXL y le hacía falta. Ahora sueña con ser nutricionista y proyecta en retomar los estudios. Sabe que todo depende de ella.
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