Con una bomba, censura en todo el mundo y acusaciones de blasfemia se estrenaba “La última Tentación de Cristo”

Hace 35 años se proyectaba por primera vez la obra más controvertida de Martin Scorsese. Los múltiples problemas que tuvo el director para filmarla y llegar a las salas por la presión de grupos conservadores. Quiénes fueron los actores que rechazaron la propuesta y las prohibiciones en cadena que tuvieron lugar en diferentes partes del mundo, incluso la Argentina

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Hace 35 años se estrenaba en Estados Unidos La Última Tentación de Cristo de Martin Scorsese (Grosby)
Hace 35 años se estrenaba en Estados Unidos La Última Tentación de Cristo de Martin Scorsese (Grosby)

El 21 de octubre de 1988 un cine parisino voló por los aires. Hubo once heridos, algunos de gravedad. Unas semanas antes 10.000 personas se habían manifestado frente a los estudios Universal. Al mismo tiempo una institución conservadora (Tradición, Familia y Propiedad) publicó una solicitada a página entera en el New York Times clamando por un boicot. La película se pasó en muy pocas salas de Estados Unidos y en cada una de ellas, en cada función, había manifestantes con carteles insultando y escupiendo a los que ingresaban a verla. Fue prohibida en muchos países: Argentina, Israel, México, Turquía y Chile, entre otros.

Hace 35 años se estrenaba en Estados Unidos, La Última Tentación de Cristo, la película dirigida por Martin Scorsese que fue tildada de blasfema y de hereje. Es probable que ningún film haya causado tanta conmoción y generado tantas discusiones (y prohibiciones) en las últimas décadas del Siglo XX.

El estreno estaba pensado para inicios de octubre de 1988. Pero el estudio lo adelantó seis semanas. El motivo no quedó demasiado claro. Las especulaciones eran dos. La primera era que La Última Tentación de Cristo no tenía ambición de blockbuster, sino de una película de culto, cine arte de casi tres horas de duración, con un público limitado. Pero que ante el escándalo, los ejecutivos vieron la chance de convertirla en un fenómeno de taquilla; creyeron que las discusiones, los enfrentamientos mediáticos y hasta las manifestaciones públicas de repudio empujarían la venta de entradas. La otra es que ante tanto revuelo previo creyeron que no aguantarían seis semanas más en el candelero mientras la película, sin ser vista por nadie, se convertía en el enemigo público número uno, en la obra artística más hereje de las últimas décadas: el cálculo habría sido, entonces, que si no la estrenaban en esa fecha, ya no lo iban a poder hacer.

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Barbara Hershey que interpretó a María Magdalena fue la que en 1972 le regaló a Scorsese la novela de Kazantzakis (Grosby)
Barbara Hershey que interpretó a María Magdalena fue la que en 1972 le regaló a Scorsese la novela de Kazantzakis (Grosby)

La culpa, parece, fue de la hermosísima Barbara Hershey. A principios de los setenta, en el rodaje de Boxcar Bertha, la actriz le regaló a Scorsese la novela de Niko Kazantzakis.

El libro impactó al director. Aquellas cosas que lo atormentaban, que lo preocupaban desde hacía años, estaban allí. La colisión entre el alma y el cuerpo, la tentación, la culpa católica y un Jesús diferente al habitual, torturado, mostrado (imaginado, en realidad) más en su faceta humana que en la divina. Con emociones como la culpa, el temor, la lujuria, el miedo y hasta la depresión. Desde el momento en que terminó de leer supo que él haría una película basada en ese texto. Su mundo, sus obsesiones, estaban allí.

No le preocupó enterarse que a Kazantzakis, autor también de Zorba, El Griego, tras la publicación de su obra sobre Jesús había sido excomulgado por la Iglesia Ortodoxa Griega.

La religión era uno de los temas de Scorsese: “En mi barrio, en Little Italy, cuando éramos chicos nuestros padres sólo nos dejaban ir solos a dos lugares: a la Iglesia y al cine. Ahí los jóvenes sólo querían ser dos cosas cuando fueran grandes: gángsters o curas. Hasta a mí en algún momento se me cruzó por la cabeza la vocación religiosa”.

El otro aspecto de la novela que cuajaba a la perfección con Scorsese es que ese Jesús era un personaje torturado, que luchaba contra sus debilidades, al que atormentaban las tentaciones. Como a él.

Lo explica el mismo director en una entrevista incluida en el libro Scorsese por Scorsese editado en español por Editorial El Cuenco de Plata: “Me parecía que el énfasis en el lado humano de la representación de Jesús sin que la cuestión de Dios esté desmerecida era un gesto accesible. La dimensión divina no comprende del todo lo que la parte humana desea; él debe transformarse a sí mismo y eventualmente sacrificarse en la cruz, y el Cristo hombre solo es capaz de asimilar esto paso a paso”.

Cuando todavía era un niño, en una de sus excursiones al cine, vio El Manto Sagrado. A partir de esa tarde se instaló en Scorsese el deseo, casi la necesidad, de hacer una película con Jesús como protagonista. Pero claro, la suya no sería Rey de Reyes o Jesús de Nazareth, o como las otras típicas películas bíblicas que durante años coparon la programación televisiva durante Semana Santa.

Martin Scorsese no era tonto. Sabía que podía tener problemas. Sabía también que la película la estaba haciendo a destiempo. Una década antes, cuando la imaginó, el mundo, Estados Unidos y Hollywood eran otros. Una película como La Última Tentación de Cristo era posible en el Hollywood de los setenta. En el momento del estreno la Era Reagan estaba en su apogeo.

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Scorsese debió achicar el presupuesto, aceptar la negativa de varios actores y hacer películas por encargo para poder filmar ésta (Grosby)
Scorsese debió achicar el presupuesto, aceptar la negativa de varios actores y hacer películas por encargo para poder filmar ésta (Grosby)

Para resguardarse, al inicio un cartel avisaba –como si fuera imprescindible- que se trataba de una obra de ficción: “Esta película no está basada en los Evangelios, sino en la exploración ficcional de los eternos conflictos espirituales”. Después le seguía otro cartel, un texto extraído de la novela del escritor griego, un epígrafe que desnudaba el corazón de la película, que explicitaba la obsesión y los dilemas que atormentaban tanto a Kazantzakis como a Scorsese: “La sustancia dual de Cristo, el anhelo, tan humano, tan sobrehumano del hombre por alcanzar a Dios, ha sido siempre un profundo e inescrutable misterio para mí. Mi principal angustia y la fuente de todas mis alegrías y tristezas ha sido desde mi juventud la incesante, despiadada batalla entre el espíritu y la carne, y mi alma es la arena donde esos dos ejércitos han chocado y se han reunido”.

Después del regalo de Barbara Hershey, Scorsese llevó con él la novela muchos años. Encargó el guión a Paul Schrader que supo extractar lo esencial, la esencia de la novela. Después de Toro Salvaje, parecía que a Scorsese le producirían cualquier proyecto que presentaba, pero este en particular siempre se topaba con algún tipo de reticencia. Hasta que después de terminar El Rey de la Comedia, esa gran película algo subestimada durante años con Jerry Lewis y Robert De Niro, en 1983 pareció que estaba todo dispuesto para empezar el rodaje. Un gran presupuesto, locaciones en Israel y Marruecos y Paramount como el estudio a cargo. El elenco ya estaba elegido, los días de rodaje establecidos y el dinero asegurado. Pero grupos conservadores comenzaron a mandar cartas de queja al estudio y a las empresas que eran las propietarias como Gulf & Western. Los productores se fueron bajando de a uno hasta que le comunicaron a Scorsese que el proyecto se suspendía por tiempo indefinido. Él, sin entender de todo la situación, reescribió el guión y recortó el presupuesto a la mitad. Le volvieron a decir que no. No se trataba de una cuestión de dinero.

Cuando averiguó más sobre el tema, descubrió que el presidente de la cadena de cines más importante de la Costa Este había asegurado que ellos nunca pasarían la película en sus salas. Y que como también tenían acciones en los canales de cable, tampoco sería emitida por ellos. Scorsese quiso reunirse con él. Lo primero que se enteró cuando llegó al encuentro que el hombre jamás había leído el guión, tampoco lo habían hecho ninguno de sus colaboradores más cercanas. Pero todos estaban convencidos de que se trataba de una película blasfema.

En algún momento existió la posibilidad de reflotar el proyecto con auspicio del gobierno francés, en especial de Jack Lang, el Ministro de Cultura. Pero en simultáneo explotó otro escándalo que combinaba religión y cine: Godard había estrenado Yo Te Saludo María. Y era imposible seguir adelante.

Mientras lograba convencer productores, y para mostrarse confiable, Scorsese filmó por encargo (aunque poniendo su firma en cada plano) After Hours y El Color del Dinero, con Tom Cruise y Paul Newman. Pero no fue lo único que hizo para poder rodar La última Tentación de Cristo. También cambió de representante porque Michael Ovitz le prometió conseguirle la financiación (lo hizo) y redujo el presupuesto y modificó las locaciones.

Para el papel de Jesús hubo varios candidatos: Eric Roberts, Christopher Walken y el que más le gustaba a Scorsese, Aidan Quinn. Finalmente fue Willem Dafoe que venía de descollar en Pelotón. Durante años se sospechó que varios no aceptaron porque recibieron presiones de grupos católicos extremos.

Judas fue Harvey Keitel y Barbara Hershey se quedó con María Magdalena casi 15 años después de haber dado el empujón inicial al proyecto. Sting declinó el rol de Poncio Pilatos porque se le superponía con la gira de Amnesty (otro integrante de esa gira participó de otra manera: Peter Gabriel tuvo a cargo la banda sonora) y Scorsese recurrió a otro músico que deseaba tener una carrera cinematográfica: David Bowie.

Tanto Scorsese como Willem Dafoe tuvieron problemas para continuar en la industria. Les fueron negados muchos trabajos después de este film (Grosby)
Tanto Scorsese como Willem Dafoe tuvieron problemas para continuar en la industria. Les fueron negados muchos trabajos después de este film (Grosby)

El pastor evangelista Bill Bright realizó una oferta a Universal. Pagaba varios millones de dólares por el negativo. Una vez en su poder lo destruiría. Algún directivo del estudio con el tiempo se lamentó de no haber aceptado: se hubieran ahorrado varios problemas y, en especial, hubieran ganado algo de dinero.

Entre los (múltiples) detractores, estuvo Franco Zefirelli que años antes había dirigido Jesús de Nazareth: “Quisiera ver quemada la película de Scorsese. Y, quizás, a él también”, dijo.

Si bien las películas que trataban la figura de Jesús y que se alejaban del estricto texto de los evangelios y de lo hagiográfico, como Jesucristo Superstar y La Vida de Brian, habían tenido dificultades y habían generado algún tipo de polémicas, lo que desató La Última Tentación no había sido visto antes.

La escena más controversial era la que Jesús tiene sexo –bastante casto- con María Magdalena. Pero se trataba de una escena onírica. Jesús soñaba con esa situación.

En la Argentina, el film no se estrenó. La polémica llegó a la tapa de todos los diarios y revistas. Todo el mundo opinaba. Y la mayoría, desde obispos a periodistas televisivos, de políticos a grupos tradicionalistas, pedían a gritos la censura. Y amenazaban con ataques directos si algún cine osaba exhibirla. Todos ellos coincidían en algo más: no habían visto la película.

La película soportó censura, protestas y hasta una bomba. Se la acusaba de blasfema y hereje (Grosby)
La película soportó censura, protestas y hasta una bomba. Se la acusaba de blasfema y hereje (Grosby)

Ocho años después, la polémica tomó nueva vida. Un canal de cable la anunció en su programación. Otras vez las cartas, las solicitadas, las protestas, los editoriales en los diarios. Y también hubo una presentación judicial pidiendo que se prohíba su emisión. El juez hizo lugar a la solicitud.

La película fue un gran fracaso económico, provocó que durante algunos años Martin Scorsese debiera moverse con guardaespaldas y le hizo perder varios trabajos tanto a él como a Willem Dafoe. Sin embargo la crítica la trató bien y sus colegas lo reconocieron con una nominación al Oscar como mejor director.

Muchos años después cuando le preguntaron cómo veía a esa película, qué conclusión sacaba del proyecto y de todos los disgustos que le ocasionó, Martin Scorsese respondió: “Consideré que se trataba, en cierto modo, de una señal religiosa, que Dios había dicho que yo no estaba preparado para hacer la película y necesitaba sufrir más humillaciones. Es cierto, estoy convencido de ello”.

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