En septiembre de 1994, un grupo de vecinos de Villa Elisa, Entre Ríos, compraron a precio de chatarra, en 1.000 dólares, una locomotora de vapor Drawing 1928 (construida en Escocia), que una petrolera había abandonado en el puerto de Concepción del Uruguay. Con motor nuevo, se puso en marcha.
La idea era que las viejas vías —de 100 kilómetros de extensión y que unía las localidades entrerrianas de Caseros y San Salvador— recuperaran la vida que tuvieron hasta 1977. En plena dictadura militar, los trenes que recorrían estas localidades de la mesopotamia fueron desactivados y el Ramal U6, que unía esos pueblos, quedó sin servicio y posteriormente fue abandonado.
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“En ese momento, llegó Ferrocarriles Argentino, cargó todas sus cosas y se fue. Dejaron la estación completamente vacía. Se abandonó todo el ramal. Así, empezó a crecer a los costados de las vías la maleza y el pasto, pero nadie a nivel gubernamental le dio importancia. Excepto para usar algunos galpones que originalmente guardaban cereales y pasaron a ser depósito de materiales de alguna municipalidad”, cuenta José Luis Guillaume, presidente de la entidad.
En 1993, recuerda, se rumoreaba que se iban a levantar las vías para hacer un tránsito pesado sobre terraplenes ferroviarios y eso motivó a que ex empleados del ferrocarril, que se retiraron con el ramal, se sintieran molestos con esa idea y decidieron hacer algo para detenerlos.
“Defender el ferrocarril era para ellos ser argentinos y comenzaron a movilizarse. Empezaron a limpiar las vías, a cortar pastos, árboles y demás para preservar lo que es la historia fundacional de Villa Elisa, porque al estar en medio de la nada se empezaba a vandalizar. Cuando se hizo un grupo más grande se logra conformar la asociación y en 1994, ya se le dio forma a la institución... Fue un tiempo de pocas distracciones, sobraba tiempo y la gente buscaba alguna alternativa de hobby o alguna cosa para juntarse. Así, con una causa, empezaron a juntarse en la estación para revivirla”, resume Guillaume.
Con fines turísticos y ahora con el recorrido reducido de 3.5 kilómetros, en las últimas vacaciones de invierno unas 850 personas la visitaron y, en lo que va del año, ya pasaron uno 1.600 turistas.
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Qué viva el tren
El Ferroclub Central Entrerriano nació para defender el tren de Villa Elisa. El trabajo voluntario los encontró en la segunda mitad de la década de 1990 manteniendo a costa de mucho esfuerzo económico, y dolores de cintura, los casi 100 kilómetros de vías limpias.
La locomotora comenzó a cobrar vida: se le adaptó un motor de un viejo camión Bedford y se construyeron dos vagones capaces de llevar a 22 pasajeros “conservando y preservando la antigua formación del 1900″, explica Guillaume.
“La mayoría de las personas de la ONG se dedicaban a la mecánica y con el apoyo de los ferroviarios, ya mayores y que se limitaban a dar alguna indicación para moverse dentro de las vías, se construyó una zorra y se empezó a hacer los recorridos. Mientras otro grupo limpiaba, otro gestionaba a ver si podía conseguir algo de material rodante ferroviario que se encontraba tirado en todos lados, disperso como hay hoy; pero, el Estado nunca cedió absolutamente nada al club y eso, en un momento, los piso en la encrucijada: dejar todo o empezar a fabricar nosotros las máquinas que sean necesarias para poder transitar sobre la vía, y se hizo lo segundo. Así fue como en 1994 se consiguió la máquina que estaba abandonada en el puerto de Concepción del Uruguay y que era de un particular”, revive.
Se inició con un trencito, se hizo un vagón en los talleres, en octubre de ese año; luego, en 1995, el otro vagón al que se le incorpora un baño, ya con la idea de hacer paseos turísticos para llegar hasta el Palacio San José Museo y Monumento Histórico Nacional Justo José de Urquiza, que fue la residencia del gobernador de la provincia de Entre Ríos, general Justo José de Urquiza y de su esposa Dolores Costa. Ese era el atractivo para convocar a la gente. Y así se empezó a hacer esto paseos con los dos vagones”.
El lugar, ubicado a 36 kilómetros, era largo para la máquina que es del año 1928 y que padecía altos riesgos de roturas. “Pero para 1995, la gente estaba menos revolucionadas y más tranquilos, había más tiempo y se disfrutaba del viaje; pero ya desde 2010, cuando todo se fue acelerando, el viaje se hacía bastante aburrido para los más chicos y sólo los grandes lo disfrutaban, entonces se redujo el tiempo a 35 minutos”, explica.
Los paseos al Palacio San José se hicieron hasta 2018, cuando se rompió la máquina. “Nosotros no recibimos aporte de ningún organismo oficial, sólo lo que se generan en el club a través de paseos que se hicieron en una época con una zorrita y un vagón, cuando el tren estaba en reparaciones. Eran viajes de 500 metros, pero que permitían volver a tener ingresos para poder hacer la reparaciones. Pandemia por medio, hace dos años lo volvimos a sacar a las vías”.
“La gente grande viene y lo disfruta mucho. Hay abuelos que vienen con sus nietos y les cuentan cómo era el tren cuando ellos eran chicos... La idea es que hoy se reviva lo que fue ese tren, esa locomotora, por eso lo tecnológico queda en la estación. Al tren queremos detenerlo en el tiempo, y que se lo valore por lo que fue. Es el objetivo que nos alienta a continuar con esta idea loca de hacerlo circular por una vía que tiene 109 años”, finaliza.
Desde mayo de este año, Trenes Argentinos Operaciones les cedió el ramal a la ONG “para la custodia, preservación y mantenimiento” de las vías.
*Los paseos se realizan los sábados y domingos a las 15:30 y 17 horas, con un valor de $1500 los mayores y $700 para los menores.
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