Alejandro Vannelli y Ernesto Larresse habían pasado 34 años juntos. Ya se habían elegido y declarado su amor a los cuatro vientos, pero sentían que algo les faltaba: el derecho a convertirse en esposos ante la ley. El sueño que cuando se conocieron, en 1975, apenas se animaron a soñar, lo hicieron real el 30 de julio de 2010 cuando se convirtieron en la primera pareja de hombres en contraer matrimonio en la ciudad de Buenos Aires.
Aunque fue el momento más importantes de sus vidas también significó un acto colectivo coronado por la convicción política y el recuerdo de los amigos reprimidos y los fallecidos a la espera de que la ley fuera real.
“La sensación al firmar fue muy fuerte. ¡A mí me temblaba la mano, pero logré dominar el pulso y firmé bastante bien”, recuerda se emociona Ernesto y revive: “La jueza nos pidió que habláramos porque era la culminación, para nosotros de 3 años de lucharla, y para la Federación y las otras organizaciones de la diversidad de lo que hacía bastante más tiempo que venían peleando... Pensamos en nuestros amigos que murieron esperando, los que fueron reprimidos y sentimos sobre nuestras espaldas todo ese peso y al mismo tiempo el cariño y el afecto de todas las personas que estaban, y toda esa energía...”. “¡Era como que nos llevaban en andas!”, describe Alejandro.
La historia
El de ellos no fue amor a primera vista, pero cuando se enamoraron, al tiempo de conocerse, en 1976, decidieron vivir sus vidas juntos aún cuando la Argentina vivía su peor etapa y las personas homosexuales, lesbianas y trans eran detenidas por su orientación sexual e identidad de género. Su sentir los hacía delincuentes ante las miradas de quienes impartían la ley.
Los dos estaban ligados al mundo del espectáculo y se conocieron en 1975 en el teatro Estrella cuando Vannelli hacía prensa y difusión en la obra de Antonio Gasalla, Gasalla For Export, y Larresse integraba el elenco de Las mil y una Nachas, protagonizada por Nacha Guevara, que debió exiliarse luego de que una bomba de la Triple A matara a un iluminador la noche del estreno, y el espectáculo fue levantado.
Casi en paralelo, Alejandro (que ya había cruzado miradas con Ernesto) recorrió Europa durante dos meses y a su regreso a Buenos Aires volvió al teatro. “El 13 de junio del ‘76 es la fecha que nos pusimos como comienzo de la relación. Habíamos tenido encuentros en enero, pero ese día cuando llegué al teatro en vez de ir a saludar a Gasalla o a las chicas, que eran parte de la obra a la que le hacía la prensa, giro y cuando me abren la puerta estaban Ernesto y sus compañeros. Yo estaba muy guapo después de un viaje y con el ego muy alto, y nos fuimos todos a comer. Después Ernesto vino para casa, con un cepillo de dientes, y acá está después de 44 años”, resumía Vannelli sobre el inicio de la relación que ya lleva 47 años.
Para Ernesto no hubo flechazo sino todo lo contrario: Alejandro le cayó mal. “Cuando nos conocimos estábamos ensayando y entre la platea aparece un señor que por su aspecto, su forma de ser, su forma de hablar me pareció un cheto; no me gustaba, me caía muy mal. Sentí rechazo y durante los primeros días casi ni le dirigí la palabra y casi lo miraba con desprecio... Hasta que un día estábamos ensayando para la obra de Gasalla y aparece de nuevo. No me acuerdo qué me preguntó, el tema es que nos pusimos a hablar y ahí ya no me cayó tan mal: tenía ojitos celestes y pensé que era una persona agradable que, a pesar de ser cheto, pensaba... Tenía un pensamiento interesante”.
Dicen que los opuestos se atraen y ellos creen que eso es así: “Él viene del Conurbano y yo de Libertador y Salguero; fui fundador del Instituto San Martín de Tours y monaguillo”, cuenta Alejandro y Ernesto agrega: “Y yo ¡un zurdito de Lanús...!”.
Cuando cumplieron 34 años como pareja se presentaron en el Registro Civil de Coronel Díaz y Beruti a pedir turno para casarse, pero no por el deseo de unirse en matrimonio sino por una decisión política. Es que días antes, Alejandro había recibido un correo electrónico que, sin saberlo, cambió la historia de la pareja e inició el camino a la ley tan esperada.
“Llega un mail con un pedido de Bruno Bimbi, un periodista que era secretario la Federación Federación Argentina LGBT que pedía que los actores que yo representaba firmaran una solicitada en pos del matrimonio entre personas del mismo sexo. Me parecía que era un poquito disparatado, pero nos reunimos”, detalla Vannelli sobre el encuentro que los señaló como la pareja indicada para que el pedido pudiera instalarse en la opinión pública y en el Congreso, que era lo que buscaban y que tenía como modelo a la ley lograda España el 3 de julio de 2005.
Antes, las activistas María Rachid y Claudia Castro se había presentado en el Registro Civil a pedir turno para casarse y se lo habían negado, por lo que entonces necesitaban a una pareja de hombres para que los dos casos pasen a la Corte Suprema. “Eran recursos de amparo”, recuerdan casi a la par el camino judicial iniciado por Rachid el 14 de febrero de 2007 y que significó el primer amparo judicial para que se declarasen inconstitucionales dos artículos del código civil que impedían el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Como entonces la carrera actoral de Ernesto estaba en plena escala, sus amigos y allegados les aconsejaron no sumarse a ese pedido, pero lo hizo y Alejandro aceptó salir del anonimato: el 13 de junio de 2007 llegaron al Registro Civil para pedir fecha de matrimonio.
“Decidimos hacerlo con el gran terror de que nos casaran porque nosotros éramos enemigos del casamiento como institución”, asegura entre risas el representante de artistas a lo que Ernesto agrega: “¡Y lo seguimos siendo! Yo abomino la institución matrimonio que tiene que ver más que nada con el patrimonio, porque regulariza patrimonios”.
Ambos admiten que esperaban que les dijeran que no y que la escribana que llevó la Federación levantara un acta, lo que necesitaban como base para empezar el recurso de amparo. Llegaron con los testigos e invitados, sumaron unas 70 personas en el salón y el juez nos sentó en el lugar de los novios, pero no para casarlos sino para decirles que aunque lo lamentaba no podía unirlos en matrimonio.
Para su sorpresa, al retirarse del edificio de la Comuna 14, decenas de personas los esperaban con los aplausos que no sonaban como los del teatro. En esos sonidos había un pedido de ayuda que los traspasó, emocionó e hizo entender que detrás de lo que acaban de hacer había miles de personas esperando por ese logro para también poder casarse con quienes amaban.
“A partir de ahí trabajamos mucho por la ley”, recuerda Alejandro y Ernesto reconoce que, además, lograron que el tema se instalara en la mesa familiar, que los padres hablaran con los hijos, se puso sobre la mesa la sexualidad y se empezó hablar de la diversidad. “Eso nos superó”, admite.
Eso trajo viento de cola: esa exposición hizo que el actor y el representante tuvieran problemas laborales a causa de esa decisión. Pero los convocaban de todos los programas televisivos y radiales para hablar de la ley.
No estaban solos en esa lucha pública: un grupo de músicos, entre ellos Fito Paéz, Vicentico y Pedro Aznar, participó de un festival por la diversidad frente al Congreso y incluso reunieron a 44 artistas (Alfredo Alcón y Norma Aleandro, entre las grandes figuras) para una campaña a favor de la propuesta.
A los tres años, en los que el amor y la militancia los unió más, según reconocen en el libro “Rechazo a primera vista”, el 14 de julio de 2010, el proyecto de ley entró a debate en el Senado. Afuera, una multitud acompañaba desde la plaza el acto legislativo.
Cuando el pedido se hizo ley, los planes de casamiento comenzaron: lo planeaban para el siguiente aniversario, pero fue tanto lo que ellos influyeron en esa gesta que les pidieron que fueran los primeros hombres en hacer uso de la flamante ley y se casaron durante la fría y lluviosa mañana del viernes 30 de julio de 2010.
Estuvieron acompañados por una multitud acompañó y en la sala había más cámaras televisivas de las que entraban, llegaron periodistas de otros países, gente por todos lados y otros cientos se agolpaban en la vereda.
“Hoy vemos a parejitas que se toman de las manos, de chicas, de chicos, que van tranquilos en una plaza y digo: ‘¡Dios mío! ¡si supieran lo que hemos y han padecido tanta gente!’”, confiesa Vannelli, feliz al ver en las nuevas generaciones el fruto de los derechos por los que tanto lucharon.
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