Cuando se enteraron de la recuperación de las islas Malvinas, Colombo reunió a sus pilotos y les explicó que volaría todas las misiones por el riesgo que implicaban y que solo su derribo le impediría continuar. Como sus pilotos se negaron a aceptar semejante condición -lo harían en parejas distintas cada vez- Colombo señaló que integraría la primera de las misiones, la que más incertidumbres generaría.
Jorge Luis “Pity” Colombo -“Capi” o “Skipper” para sus compañeros pilotos- acaba de fallecer, a los 84 años. Los que lo conocieron lo describen como un marino de esos “de toda la vida”, con un carácter frontal con sus superiores y leal con sus subordinados, características que puso en evidencia durante el conflicto del Atlántico Sur. Tan frontal era que, según recordaba, estuvo a punto de ser fusilado durante el conflicto.
Se había retirado como capitán de navío y fue considerado como una de las personalidades más lúcidas durante el conflicto de Malvinas.
Como comandante de la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque del Comando de Aviación Naval estuvo a cargo de los aviones Super Étendard y los letales misiles Exocet, que hundieron al destructor HMS Sheffield el 4 de mayo y al portacontenedores SS Atlantic Conveyor el 25 de mayo, y participaron de las misiones de ataque al portaaviones HMS Invincible y el núcleo de la flota británica el 30 del mismo mes.
Había ingresado al Liceo Naval en 1953, a la Escuela Naval Militar en 1958 -pertenecía a la promoción 89- y obtuvo sus alas de aviador en 1965, entrenándose luego en Estados Unidos.
En agosto de 1980, junto con los técnicos y pilotos de la escuadrilla que ya lideraba, estuvo en Francia para conocer y entrenarse en el recién adquirido Super Étendard, un exigente avión naval que era de los más modernos en el mundo.
Menos de dos años después, la guerra sorprendió a la escuadrilla con un nivel de adiestramiento básico y sin que los misiles Exocet estuvieran integrados al avión. Mediante su liderazgo, los aviones y el personal se pusieron a punto para enfrentar el conflicto armado.
El 1 de mayo de 1982 despegó con su avión, acompañado por el del Teniente de Fragata Carlos Machetanz. Ambos cargaban misiles Exocet y tenían por misión destruir buques que se encontrasen cerca de Puerto Argentino. Un problema en el reabastecimiento en vuelo con el avión Hércules de la Fuerza Aérea, que era indispensable para llegar con combustible suficiente al blanco, hizo abortar la misión. “Yo ya estaba arriba, acababa de desengancharme del Hércules. Los muchachos del Hércules empezaron a decirme ‘Jefe, pierde combustible’, y encima Machetanz me dice ‘Señor, nos tienen en los radares’, explicó entonces el piloto.
La revancha vendría en los días siguientes cuando el 4 de mayo pilotos de su escuadrilla hundieron al HMS Sheffield.
Pero la guerra no sería fácil. La superioridad, en la Base Aeronaval Comandante Espora, no tenía acabado conocimiento de las capacidades y limitaciones de los aviones que comandaba Colombo, y a los pilotos se le impusieron misiones de difícil realización, como por ejemplo la de hallar al buque Queen Elizabeth II en la inmensidad del océano y atacarlo. “Nosotros basábamos los éxitos de nuestros ataques en dos aspectos, la discreción y la sorpresa, pero sobre todo la discreción. Éramos el enano que iba a atacar a un hombre que mide tres metros, en una noche oscura y por la espalda, en puntas de pie. No de frente”, explicó didáctico.
“Un mérito muy importante de esta unidad -escribió años después Augusto Bedacarratz, uno de los responsables del ataque al destructor Sheffield- ha sido el poder solucionar los problemas para operar eficientemente el sistema por parte de los pilotos y los problemas técnicos por parte del personal de mantenimiento desde su anonimato, en el tiempo tan reducido que tuvimos para hacerlo. Fue el liderazgo de nuestro comandante de Escuadrilla, el capitán de navío Jorge Colombo, quien supo conducirnos con un destacado criterio profesional en una situación límite, como es el caso de una guerra, lo que nos permitió prepararnos de la forma en que lo hicimos”.
Colombo, con su fuerte personalidad, siempre se interpuso frente a órdenes que consideró erradas. “Casi me fusilan durante la guerra”, repitió más de una vez. Pero a él no le importaba: las órdenes eran relevantes, pero más importante era poder cumplir las misiones en forma efectiva y sin correr riesgos innecesarios.
Debió adaptarse a los cambios que impuso la guerra y lideró a la escuadrilla en los ataques contra el Atlantic Conveyor y contra el corazón de la flota, ambas misiones efectuadas en forma impecable por sus subordinados.
El final de la guerra encontró, junto a sus camaradas, entrenándose para ataques nocturnos con misiles.
Luego del conflicto tuvo varios destinos: fue comandante de la Escuadra Aeronaval n° 3, de la Fuerza Aeronaval n° 2 y Jefe de Estado Mayor del Comando de la Aviación Naval, a cargo del Comando de la Aviación Naval, antes de pasar a retiro como capitán de navío.
Cuando en mayo de 1987 la fragata estadounidense USS Stark fue atacada por error en el Golfo Pérsico por aviones iraquíes con dos misiles Exocet, en el que fallecieron 37 tripulantes, Colombo se encontraba en el Naval War College, en Estados Unidos.
Allí fue convocado por el director de esa casa de estudios -la más antigua de su tipo- para que integrase una comisión que dilucidara lo que había ocurrido en ese ataque, así como las cuestiones que podrían mejorarse para evitar que se repitiera. Los norteamericanos se sorprendieron del nivel de sus conocimientos. “Nadie conocía tanto de Exocet en Estados Unidos como él”, remarcaron.
Es considerado como uno de los mejores comandantes argentinos durante el conflicto por Malvinas, no solo por los hundimientos y ataques de su escuadrilla, sin ninguna pérdida propia, material o humana, sino también porque la lideró con entereza, profesionalidad y humanismo. En la posguerra y hasta la actualidad, siguió siendo un líder.
El recuerdo de un camarada
“Fue un comandante para la guerra”, destacó a Infobae Roberto Curilovic, que en Malvinas era una capitán de corbeta de 35 años. “Protegió a sus pilotos y puso todos sus valores a disposición de la escuadrilla”. Curilovic lo recuerda con cariño y respeto. Colombo fue su instructor de vuelo en la Escuela de Aviación Naval, allá por 1969.
Remarcó que Colombo que ante todo velaba por su escuadrilla y que tuvo más de un encontronazo con sus superiores cuando desde miles de kilómetros de distancia le indicaban misiones irrealizables. “Algunas eran incumplibles, como cuando se ordenó un ataque nocturno. Los Super Etendard eran aviones nuevos, y aún no estábamos familiarizados. Colombo se negó. De haberla cumplido, hubiésemos atacado a pesqueros. El ofreció ser relevado si no estaban de acuerdo con su decisión. Obviamente, eso no ocurrió. Tal vez por su carácter es que no fue condecorado ni ascendió a almirante”, señaló.
“Fue querido y apreciado y se llevó la mejor condecoración, que es el cariño de sus subordinados”, expresó Curilovic.
Hacía unos años que Colombo había perdido a su esposa Isabel. Tiene cuatro hijos.
La Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque, bajo su liderazgo, cambió los paradigmas de la guerra naval y, lo que ella hizo, aun cuando han pasado más de 40 años, resulta objeto de estudio en las academias navales de todo el mundo.
Hoy se ha ido un héroe. Y se lo va a extrañar.
Seguir leyendo: