La tarde del lunes 29 de julio de 1963, los canillitas porteños y del Gran Buenos Aires vocearon el nombre de un diario desconocido, que salía al ruedo para competir con el que hasta entonces era el único vespertino en circulación, el viejo diario La Razón.
El nuevo diario se llamaba Crónica y buscaba diferenciarse desde el primer número. El formato tabloide proponía una lectura más cómoda durante los viajes en los trenes y colectivos, y contrastaba con el tamaño sábana de su competencia, más adecuado para ser leído en un sillón o desplegado sobre una mesa.
También apuntaba a un público nuevo, fundamentalmente obreros y empleados, a los que se proponía seducir con titulares llamativos, fotos grandes y textos cortos pero claros y contundentes, centrados en la información general, las noticias deportivas y los casos policiales.
En la nota de presentación de ese primer número anunciaba: “Nada de eufemismos ni retorcimientos idiomáticos. La voz popular ha de recogerse para el mejor entendimiento de la información. El idioma argentino será nuestra manera de decir las cosas. A la verdad hay que gritarla en su mayor sencillez”.
Comparado con los dos diarios de mayor circulación del momento, si La Nación era “tribuna de doctrina” y Clarín “un toque de atención ara una solución argentina de los problemas argentinos”, Crónica prometía estar “firme junto al pueblo”.
La tapa del primer número ya marcaba esa tendencia. El título principal rezaba a todo lo ancho de la portada “Guido con la CGT”, sobre una reunión clave del presidente provisional, el radical José María Guido, con los representantes de los trabajadores para tratar la cuestión salarial, y como nota de color anunciaba una entrevista con Paulo Valentim, autor de los dos goles de la victoria de Boca sobre River el día anterior. La foto mostraba al delantero boquense tocando la guitarra en la intimidad de su casa.
Su fundador y director era un periodista joven pero curtido. A los 31 años, Héctor Ricardo García, ya había puesto en circulación tres medios – las revistas Sucedió, Así es Boca y Así, las dos últimas de gran éxito – y se proponía pegar el gran salto al mundo de los diarios.
Para lograrlo formó una redacción con muy buenos periodistas y un fuerte equipo de reporteros gráficos.
Con el correr de los años, por su redacción pasarían nombres como Alfredo Bonatto, Américo Barrios, Roberto “Tito” Jacobson, Carlos Achával, Andrés Bufali, Fernando “El Colorado” Ferreira, Jorge Spilimbergo, Norberto Filighera, Elvira Migale, Francisco “Pancho” Loiácono, Martha Ferro, Eduardo Kragelund, Gabriela Navarra y Fernando Capotondo, entre muchos otros.
Sin embargo, salvo raras excepciones, las notas no llevaban firma. La única estrella a la que García se proponía hacer brillar era el diario.
Desde el principio marcó dos reglas de oro a sus periodistas. La primera decía: “Nosotros nunca editorializamos, no vendemos ni ideas ni análisis. Vendemos la realidad”.
La segunda definía la línea periodística: “El diario y yo pertenecemos a una única ideología, la del Partido Periodista”.
Aquel primer número del 29 de julio de 1963 – una Quinta Edición que salió poco después del mediodía – tuvo una tirada de 5.000 ejemplares y se agotó. No pasó mucho tiempo para que pasara de una edición diaria a tres – Matutino, Quinta y Sexta – y la cantidad de ejemplares saltara a medio millón.
Una década después, Crónica llegó a un pico de 800.000 ejemplares y se convirtió en el segundo diario más leído de la Argentina.
El primer gran salto hacia la cima lo pegó a los pocos meses de su aparición, con una impresionante cobertura de un caso policial.
El caso Penjerek
La adolescente Norma Mirtha Penjerek, de 16 años, llevaba casi un año desaparecida cuando Crónica salió a la calle. Se la había visto por última vez el 29 de mayo de 1962 cuando salió de su casa hacia una clase de inglés y desde entonces, embrollado por un gran número de pistas falsas, el caso parecía estancado.
La revista Así venía informando semanalmente sobre lo que ya se conocía como “El Caso Penjerek”, pero cuando en julio de 1963 una trabajadora sexual llamada María Sisti le dijo a la policía que conocía a los asesinos de la adolescente y señaló a Pedro Vecchio, dueño de una zapatería y concejal electo por el partido Unión Vecinal en Floreció Varela, como autor material, y a Laura Muzzio de Villano, como su cómplice.
Por entonces, Crónica apenas superaba los 20.000 ejemplares, un volumen de venta muy bajo para la época, cuando la prensa gráfica era el principal medio de información.
García le encargó a uno de sus cronistas, Ricardo Gangeme, que se ocupara del caso. Con estrechas vinculaciones policiales, Gangeme empezó a conseguir “primicias”, algunas realmente increíbles, como que Vecchio practicaba el vampirismo.
El punto más alto lo alcanzó cuando obtuvo una serie de fotos del chalet Los Eucaliptos – donde habría estado secuestrada la chica - y de las supuestas orgías que se realizaban allí.
En pocos días, con las “revelaciones” que Gangeme obtenía sobre “Caso Penjerek” en la tapa, Crónica pasó a vender cien mil ejemplares diarios.
Para septiembre, su tirada había superado a la de La Razón.
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El vuelo a Malvinas
El segundo gran golpe periodístico de Crónica ocurrió tres años después, en septiembre de 1966 y tuvo a Héctor Ricardo García como protagonista excluyente.
El 28 de septiembre de ese año, un grupo de 16 jóvenes argentinos tomó un avión DC4 de Aerolíneas Argentinas que se dirigía a Río Gallegos y lo desvió a las Islas Malvinas, para reivindicar la soberanía argentina sobre el archipiélago ocupado por Gran Bretaña desde hacía más de un siglo.
Lo llamaron Operativo Cóndor y – para lograr más repercusión – decidieron embarcar a un medio argentino en la acción.
La tarde anterior al día planeado para la operación, uno de los líderes del grupo, Dardo Cabo, llamó por teléfono a García y en tono conspirativo lo invitó con un café en la confitería El Ciervo, a dos cuadras de la redacción. Nada mejor que la intriga para despertar el olfato de aquel animal del periodismo.
Al rato estaban sentados y Cabo no dio detalles, sólo le habló de una nota sensacional a la medida de Crónica. Tras resistirse un poco, García aceptó ir a ciegas. Cabo usó pocas palabras y le dejó en claro que esa misma noche tenía que ir al aeroparque y sacar pasaje en un avión. Así García subió al DC4 de Aerolíneas Argentinas en el vuelo 648 con destino a Río Gallegos.
Poco después de despegar, el piloto fue abordado por Cabo y Alejandro Giovenco. El hombre, tras pensar que era una broma, les dijo que no conocía el rumbo y ellos le dieron las cartas de navegación. Tuvo el combustible suficiente como para llegar, hacer tres pasadas por la pista hasta aterrizar ese frío y ventoso miércoles 28 a las 8.42 en lo que los ingleses llamaban Puerto Stanley, al que los jóvenes argentinos bautizaron “Antonio Rivero” en memoria del gaucho que en 1833 resistió como pudo la ocupación británica.
Héctor Ricardo García se convirtió en el único periodista argentino en presenciar y contar de primera mano los pormenores de toda la operación y acompañar ese relato con fotografías exclusivas.
Las tiradas de Crónica y de la revista Así se dispararon con la noticia y la crónica en primera persona de García titulada: “Yo vi flamear la bandera argentina en las Malvinas”.
Los grandes titulares
Los títulos potentes fueron desde el principio uno de los rasgos distintivos – y una de las razones fundamentales del éxito- de Crónica. A principios de la década de los ‘70, García decidió redoblar la apuesta, con titulares de mayor envergadura para atraer a los lectores desde la exposición en los kioscos.
Por esa época, Crónica enfrentaba la competencia de otro medio, nacido a su imagen y semejanza, Diario Popular, que además había apostado fuerte con fotos en color, en lo que fue pionero entre los diarios argentinos.
“Hacía falta un diario estridente, con grandes letras en la primera página con titulares muy fuertes al estilo de los diarios centroamericanos, porque los nuestros eran muy tranquilos”, dijo entonces García, explicando la nueva tipografía de Crónica, a la que muy pronto sumó también las fotos en color.
Los titulares en tapa eran su obsesión. Casi siempre, poco antes del cierre de las ediciones, se lo podía ver entrando a la redacción para escribirlos él mismo o evaluar los que le proponían sus periodistas.
Alguna vez contó qué tapas lo habían dejado más satisfecho. Su preferida tenía un titular farandulesco de su autoría, donde anunciaba la ruptura amorosa de Carlos Monzón y Susana Giménez. Al hacerlo, decidió jugarla por la contraria en el título de dos líneas a todo lo ancho de la tapa: “Monzón y Susana se fueron juntos”, decía, y recién en la bajada –con caracteres más chicos, pero de gran tamaño – daba la noticia de la separación: “Rumbo a Miami. Fin del idilio. Carlos dice que va por negocios”.
Otra tapa que solía mencionar entre las mejores tenía una gran noticia deportiva: “¡Campeones del Mundo!”, prácticamente gritaba desde un título a dos líneas con letras enormes sobre la foto del segundo gol de Mario Kempes en la final contra Países Bajos del Mundial de 1978.
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La muerte de Perón
A juicio de este cronista, la mejor tapa de la historia de Crónica es la que anunció la muerte de Juan Domingo Perón el 1° de julio de 1974.
Es una obra maestra de periodismo, equiparable a “Dolor”, el título que eligió Rodolfo Walsh para el diario Noticias.
La tapa de Crónica, obra de García, el tradicional lugar del logo está ocupado por una cinta negra (no importa que esté más abajo: el ojo del lector mirará arriba, buscándolo por costumbre, y encontrara la cinta de duelo).
El título tiene una sola palabra, en letras tamaño catástrofe: “Murió”, dice sin nombrar a Perón, porque no hace falta y, además, porque sirve para destacar de entrada su ausencia definitiva.
La bajada parece a primera vista meramente informativa. Dice: “Misa de cuerpo presente a las 9 en la Catedral, desde las 12.30 en Congreso, el homenaje popular”.
Casi que se puede leer como una agenda, pero es mucho más que eso, sobre todo si se la articula con las fotos que la acompañan y marcan una posible articulación del futuro institucional de la Argentina: un casi abrazo entre Isabel Perón y Balbín y el frente del Palacio del Congreso, el espacio donde se encuentran – para bien o para mal – todos los partidos políticos que participan de la frágil democracia argentina.
Héctor Ricardo García fue el autor exclusivo de esa portada magistral. Decidió el título, eligió esas dos fotos entre casi un centenar, y escribió tecleando en una vieja Olivetti de la redacción cada palabra de la bajada.
La edición se agotó en menos de una hora.
La lenta caída
Conducido por García – aunque nombrara directores para cada una de las ediciones del diario – Crónica se mantuvo como uno de los más grandes diarios argentinos hasta mediados de la década de los ‘90.
Para entonces, “El Gallego” – como se lo nombraba en la redacción – había construido un verdadero multimedio con las tres ediciones del diario, las revistas ¡Esto! Flash y Ahora, y sus desembarcos en la televisión, primero con Teleonce, después con Teledós y finalmente con un canal de noticias por la señal de cable Crónica TV, que marcó una época con sus 24 horas continuadas de información.
A mediados de los ‘90, las ventas del diario comenzaron a bajar. No era un fenómeno que afectaba exclusivamente a Crónica sino a todos los medios de papel. La comunicación estaba cambiando y el mundo del periodismo también.
El mal manejo de las finanzas, con mucho dinero para Crónica TV en desmedro del diario y las revistas, sumado a un entorno de malos administradores que, en algunos casos, llegaron a hacer negocios personales con el diario, contribuyeron a que el diario rodara por una pendiente que ya no podría volver a subir.
En el año 2002, García dejó la dirección del diario y vendió las acciones de Editorial Sarmiento – la empresa editora – al Grupo Olmos.
Héctor Ricardo García murió en Buenos Aires el 28 de junio de 2019. Su nombre y el de su mayor creación, “Crónica”, siguen indisolublemente ligados en una de las mejores páginas de la historia grande del periodismo argentino.
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