La historia del Cine Club Colón invita a viajar en el tiempo hacia el sueño de un inmigrante italiano, que se hizo realidad allá por 1934. Las parejas iban en sulky o caballo para ver largometrajes, y en la mayoría de los casos, por primera vez. Fue escenario de declaraciones de amor, propuestas de matrimonio, el primer baile de los novios, encuentros de amigos, carreras de sortijas, y muchas celebraciones inolvidables. El emblemático edificio se encuentra en el partido bonaerense de Roque Pérez, en el paraje rural La Paz Chica. En 2013, tras permanecer cerrado más de 30 años, el lugar volvió a brillar, y la emotiva reapertura fue posible gracias una restauración histórica en la que participó toda la comunidad. Cada uno aportó para la recuperación del patrimonio, tanto en la etapa de obra como en la donación de fotografías y relatos orales de quienes fueron testigos de su esplendor: el esfuerzo rindió frutos y hoy es el único cine rural en funcionamiento de la Provincia de Buenos Aires.
Aunque parezca difícil de creer, está ubicado en el medio del campo, en el corredor La Paz y La Paz Chica, un tramo donde hay una gran variedad de opciones para recorrer. El acceso se encuentra en el kilómetro 135 de la Ruta Nacional N°205, y propone un tour por las pulperías y almacenes de ramos generales que continúan abiertos los fines de semana, y un paseo por las casonas históricas, que se remontan a la época en que Juan Manuel de Rosas era el Gobernador de Buenos Aires. Mucho más adelante en la línea de tiempo de sucesos históricos, se destaca el inmigrante italiano Jerónimo Coltrinari, quien ideó un proyecto que por ese entonces era de vanguardia, en medio de la época dorada del cine en nuestro país.
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Corría 1933 cuando le comentó su sueño al constructor Rómulo Mazagliari, quien dibujó en un papel los planos para hacerlo posible. Según los registros orales y escritos de aquel hito, durante un año y medio un hombre conocido como “el tano Mangalardo”, trabajó en la obra desde los cimientos y puso cada ladrillo hasta terminarlo. Un día antes de la primavera de 1934, el 20 de septiembre, tuvo lugar la inauguración, y pronto se convirtió en el espacio social y cultural más importante del paraje.
Todo sucedía ahí, desde radioteatros, proyección de largometrajes, bailes, y fiestas de la Escuela Nº 19. Luego se sumaron partidos de fútbol en la cancha de al lado, domas, carreras de sortijas, carreras cuatreras, y los eventos más esperados: casamientos, compromisos, y fiestas de aniversario. Como también funcionaba una cantina, hubo tardes de literatura, juegos y matinées. Se convirtió en una ansiada parada en el camino, y al estar en medio de dos almacenes históricos -La Paz Chica y San Francisco-, era el punto de encuentro ideal.
Vecinos ilustres
José María Pepe Guidobono fue un gran impulsor de la reapertura del cine, y era su sueño más grande volver a verlo brillar. Fue el encargado del establecimiento durante muchos años y sufrió al ver cómo se iba apagando hasta quedar casi en el olvido. En diálogo con Infobae, la secretaria de Gobierno del Municipio de Roque Pérez, Graciana Uruslepo, cuenta que el hombre dedicó toda su vida a esa misión, y afortunadamente pudo verlo abierto antes de partir.
El día de la reapertura Pepe compartió sentidas palabras, emocionado por el evento que más esperó: “Cinco o seis años tenía cuando el teatro conocí, y desde ese día intuí que el club Colón sería con el correr de los días patrimonio provincial, y llegaron de la capital contentos y divertidos en tres rollos convertidos genios de fama mundial; al cine yo me refiero con Silvia y Mirtha Legrand, otros sus sitios tendrán, Laurel y Hardy primeros, Sandrini y Wayne pioneros, Los Cinco Grandes del Buen Humor, Lolita Torres, un primor, Del Carril, Tita Merello, Iglesias y Ochoa. Hoy se restaura el Colón, con sus bailes, matinées y otros eventos que se hacían en el salón. Formemos un batallón pa’ sacarle brillo al piso, y a las paredes si es preciso; un escenario que anhelo con telón de terciopelo, como una vez se hizo aquí”.
“Falleció en 2015, y fue muy importante todo el aporte que hizo junto a Nelly Albanesi, la hija del primer carnicero de la zona y dueña del almacén La Paz Chica, que lamentablemente nos dejó el pasado 18 de julio”, revela Urulespo, invadida por la tristeza tras reciente pérdida de un ícono de la comunidad, luchadora y defensora de iniciativas que potencien el turismo de sus amados pagos. “Fueron dos pioneros, siempre estaban juntando firmas, haciendo todo lo posible para recuperar el cine, y ella además cocinaba como los dioses, siempre con sus pastelitos, sus pastas, todo lo salía rico y venía gente de todas partes para verla y comer ahí”, agrega.
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Aunque están por cumplirse 10 años de la reapertura, parece que fue ayer cuando Pepe y Nelly se acercaron a hablar con ella. Por ese entonces Graciana se desenvolvía como secretaria de coordinación y gestión, y dentro de los proyectos que tenía en marcha se había embarcado en la recuperación de galpones ferroviarios para usos culturales, una iniciativa que resonó hasta los oídos de la dupla que desde hacía décadas añoraba que oigan sus voces.
“Me contaron que hacía más de 30 años estaba cerrado, y me pidieron por favor que vaya a verlo, que ellos estaban dispuestos a reunir a todos los integrantes de la comisión vecinal para ofrecerse a colaborar”, rememora. Cuando fue en persona al lugar le mostraron que donde originalmente estaba la cantina había un gallinero, donde antes estaba la cancha había un criadero de cerdos, y el techo se había deteriorado por completo. Los pisos no se veían, pero los ilusionaba la posibilidad de que debajo de la tierra estuvieran las baldosas originales, algo que posteriormente confirmaron con mucha alegría. Había un solo baño, ya que antiguamente solo las mujeres pasaban al tocador, y los varones iban a los excusados que estaban afuera del edificio.
“Nelly me dijo: ‘Hacemos unas empanaditas, unos choricitos, nos juntamos y empezamos’ ella cocinaba como los dioses, entonces llamó a todos y pensamos en que la recuperación sea colectiva, que participen todos los que quisieran y pudieran porque había mucho trabajo por delante”, explica. La idea era reabrir en el que sería el aniversario °79 del cine, en el mes de septiembre, y solo faltaban cinco meses para esa fecha. “Desde la Municipalidad se hicieron cargo de restaurar el techo, que era el costo más elevado, y para todo lo demás hubo una gran cantidad de donaciones y la unión de voluntades que lo hicieron posible”, destaca.
La nostalgia y los recuerdos potenciaron todo el proceso, porque durante la obra se acercaban más y más personas para alcanzar sus fotos, sus anécdotas, y ser de utilidad en lo que pudieran para que la restauración fuese lo más fiel posible al aspecto original. “Un día vino una mujer que nos dijo que nos quería regalar el sulky de su papá, que lo tenía guardado porque ahí viajaba con su mamá para ir al cine, entonces lo pusimos en la entrada; el telón que era de terciopelo rojo y estaba muy deteriorado, también fue especial porque el hijo de una señora que había sido la tesorera nos donó la pana roja, vino un telonero y lo armó bien de época como las fotografías indicaban; los faroles que había como iluminación y se apagaban antes de empezar la función también los pudimos replicar, vino todo el mundo a ayudar”, detalla.
Cada vecino que llegaba le contaba algo de aquellos tiempos. “Acá saqué por primera vez a bailar a mi esposa, que me gustaba y no me animaba a decirle”; “En este lugar le propuse casamiento a mi señora, siempre la invitaba a ver cine en el palco de arriba”; “Jugábamos al fútbol y cuando terminaban los partidos íbamos adentro del club a comer en la cantina”; son algunas de las anécdotas que resuenan en su memoria. La Escuela Secundaria N°2 también participó del proyecto, lo incluyó como tema para la feria de ciencias y colaboraron en la restauración de los baños.
“Publicábamos que necesitábamos dos inodoros y una bacha, y nos las hacían llegar; un arquitecto amigo nos ayudó en el asesoramiento, que lo hizo ad honorem, un carpintero consiguió madera de pinotea para todas las ventanas y las puertas; y hasta nos donaron los ladrillos para el frente; los bomberos voluntarios vinieron para hidrolavar todas las paredes; así fue con cada detalle”, cuenta risueña y feliz por los resultados. Quedaban muy pocas butacas, y en mal estado por el paso de los años, pero un señor se ofreció a retapizarlas y restaurarlas para que volvieran a quedar relucientes.
“Tiene mucho valor el haber recuperado los relatos de cómo la gente empezó a ver cine, y el asombro que causó en esa época, porque ahora vemos películas hasta en el celular, pero en ese momento había que subirse a un caballo para ir, realmente era todo un evento para las localidades, y fue visionario Don Coltrinari”, expresa. En este sentido, revela que todavía hay un descendiente de la familia, César Coltrinari, también conocido como Coltri, porque es el nombre del vermut que creó en honor a la bebida que siempre se tomaba en su casa. “En la Noche de los Almacenes él atiende la cantina, y es la persona más indicada y apropiada porque le cuenta a los turistas toda la historia del cine, en primera persona”, comenta sobre el evento que se lleva a cabo desde 2014 cada primer sábado de enero.
El cine vuelve a brillar
Desde que volvió a abrir sus puertas en 2013, cada fin de semana hay actividades. “El día que vino un padre a dar la primera misa para inaugurarlo, llorábamos todos, fue muy emocionante, y la gente se volvió a apropiar de este lugar que tiene tanta historia, tanta magia, lo cuidan y lo visitan muchísimo”, manifiesta. Se siente orgullosa de que la esencia social del edificio regresó desde el momento en que colgaron el cartel que dice “abierto”, con el deseo de que sea para siempre.
Hay proyecciones de cortos y películas, que van anunciando en la cuenta de Facebook “Cine Club Colón - Roque Pérez”, y también es sede de otras actividades, como milongas, peñas, y en temporada del Carnaval de Antaño cuelgan las tradicionales luces de colores para estar a tono con la época festiva. “También en el cine se está dictando el Plan FinES, porque mucha gente emigra y viene a trabajar a las granjas sin haber terminado el secundario, entonces ahí pueden estudiar, estar frente a una docente, llevan a sus hijos a la ludoteca que armamos, y hasta hicieron una obra de teatro”, celebra. Y agrega: “Ahora el cine nunca está cerrado, por más que los viernes, sábados, domingos y feriados son los días donde se concentra la mayor cantidad de actividades, siempre hay algo para hacer y se sumaron emprendedores locales que ofrecen productos regionales a quienes lo visiten”.
Los talleres van rotando durante la semana, a veces de folclore, de danza, y otros de índole deportiva para disfrutar de la cancha, tal como se hacía antes. “Vienen de las escuelas, les damos una bolsita con pochoclos a los nenes, y también hay cicloturismo, con bicicletas para pasear, porque al ser un lugar que no está urbanizado los paisajes rurales son ideales para recorrer tranquilos”, recomienda, y confiesa que sueña con agregar más opciones recreativas que complementen la experiencia. A futuro también les gustaría conseguir que sea declarado patrimonio histórico de Roque Pérez.
Quienes visiten el único cine rural de la Provincia de Buenos Aires, que en septiembre celebrará los 89 años desde su inauguración, podrán recorrer el interior, ver el escenario -que conserva la cabina para el apuntador-, sacarse la tradicional foto en la boletería, la misma de 1934, y visualizar las proyecciones que incluyen en la programación cada fin de semana. Otra posta del circuito turístico es la Casa Rancho Natal, donde Juan Domingo Perón pasó su infancia, y en las cercanías también se encuentra la localidad vecina Carlos Beguerie, las vistas al Río Salado, el Refugio de Flora y Fauna Silvestre Laguna de Ratto, el predio del ferrocarril -donde se destacan la antigua estación y el Galpón de Exposiciones Jorge Caro- la plaza principal, y la Iglesia San Juan Bautista.
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