Simón Bolívar: su infancia con el futuro rey de España y la amante que le salvó la vida en un atentado

Inteligente, egocéntrico, brillante estratega, luchó contra el poder colonial español en el norte de América del Sur. Descartó que San Martín se pusiese a sus órdenes y así el argentino le dejó la escena en la última etapa de la campaña libertadora. Amado y odiado al mismo nivel, eludió varios atentados, uno de los cuales fue salvado por su compañera Manuela Sáenz

El venezolano Simón Bolívar fue el otro gran libertador que tuvo la América española

A sus 42 años Simón Bolívar está en la cumbre de la gloria. El 9 de julio de 1825, estando en Cuzco, recibió correspondencia. Una de las cartas la releyó especialmente varias veces, solo porque lo hizo transportarse a su infancia. Al día siguiente la respondió. “Mi querido tío Esteban y buen padrino”, la empezó. Es que esas líneas lo regresaron a sus tiempos felices de niño y a ese tío querible y melómano que el rey español Fernando VII había puesto al frente del Teatro de la Ópera de Barcelona.

Nacido en Caracas el 24 de julio de 1783, tuvo la suerte de haberlo hecho en cuna de oro. Perteneció a la oligarquía caraqueña. Sus antepasados estaban entre los primeros en llegar a Venezuela en 1559. Era el cuarto hijo de Juan Vicente de Bolívar y Ponte, coronel de las milicias de los valles de Aragua y un mujeriego incorregible, cuyas correrías entre solteras y casadas la iglesia intentó parar. Su madre se llamaba María de la Concepción Palacios y Blanco y tenía 23 años cuando lo tuvo. Vivían en una amplia casa frente a la plaza de San Jacinto.

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Perdió a su padre a los 3 años y a su madre a los 9. Primero fue su abuelo materno y luego ese tío y padrino Esteban Palacios los que se ocuparon de su crianza. Sin embargo, la que se preocupaba por el muchacho era la negra Hipólita, la esclava y nodriza de la familia.

Apasionada y guerrera, Manuela Sáenz estaba casada cuando conoció a Bolívar, y dejó todo por él. En más de una oportunidad le salvó la vida

Se formó con los mejores maestros locales y luego lo enviaron a España a continuar su formación. Se alojó en la casa de su tío, que era el favorito de la reina. Simón acostumbraba a jugar al croquet con un príncipe, que terminaría siendo el rey Fernando VII, y al que en una oportunidad le pegó con un palo en la cabeza. Cuando su tío perdió el favor de la corte, quedó al cuidado del marqués de Ustáriz, quien lo influyó en el estudio. En esa casa conoció a la que sería su esposa.

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Se llamaba María Teresa Rodríguez del Toro, una caraqueña dos años mayor que él. El padre de ella amagó poner algún reparo a la relación, consideraba algo apresurada la decisión del casamiento, pero terminó dando el visto bueno. Tuvieron dos años de noviazgo y solo ocho meses de matrimonio, porque María Teresa murió de fiebre amarilla. No habían tenido hijos. Él cumplió su promesa de no volver a casarse nunca más, y fue un gran mujeriego durante toda su vida.

La batalla de Carabobo fue clave para la derrota definitiva de los españoles en Venezuela

Regresó a Europa, donde disfrutó de las fiestas y de algunas amantes. Influenciado por las ideas de la Revolución Francesa, y por las charlas con intelectuales, en una visita al Monte Sacro en Roma, hecha en agosto de 1805 juró que dedicaría su vida a la liberación de las posesiones españolas en América.

Llegó a Francia en los días en que Napoleón fue coronado emperador, y quedó fascinado con el respeto y veneración que le brindaban los franceses. En París, pudo relacionarse con personalidades influyentes gracias a los contactos de su amante, Fanny du Villars, a quien le decía “prima”, porque descubrieron que tenían antepasados en común.

Hubo una persona que lo influyó notablemente, el naturalista y geógrafo alemán Alexander von Humboldt, quien le aseguró que para que América lograse el desarrollo, primero debía desembarazarse de los españoles, que en las naciones americanas había un sentimiento en ese sentido, pero que hasta el momento no habían hallado al hombre adecuado para guiarlos hacia esa independencia.

Histórica entrevista de Guayaquil, donde San Martín decidió abandonar Perú y dejarle a Bolívar la dirección militar de la campaña libertadora

En 1808 puso manos a la obra, relacionándose con los grupos revolucionarios más extremistas. El proceso independentista comenzó cuando en la Semana Santa de 1810 los venezolanos rechazaron a los comisionados del Consejo de Regencia de Cádiz, el órgano que gobernaba en nombre de Fernando VII. Se formó una Junta, de pronto Bolívar se vio como coronel y con una misión a Londres a buscar apoyos. El joven Simón no tuvo suerte con el gobierno inglés, que prefirió mantenerse prescindente, pero sí pudo reunirse con Francisco de Miranda, el motor de la independencia de América.

Bolívar lo convenció de regresar juntos. Influyeron para que el Congreso Constituyente declarase la independencia el 5 de julio de 1811 y se lo proclamó libertador. “Es el título más superior que puede recibir el orgullo humano”, dijo. Pero las diferencias entre los criollos -los moderados rechazaban al ideólogo independentista- más la superioridad de los españoles, llevaron a Miranda, en una decisión inconsulta, a capitular, lo que enervó a Bolívar, acusándolo de traidor, a tal punto que fue uno de los responsables de su detención y terminó prisionero de los españoles.

Huyó a Cartagena donde esperaba contar con apoyo de las recientemente creadas Provincias Unidas de Nueva Granada para reconquistar Venezuela. Luego de desbaratar un complot del fraile Corella para asesinarlo, en mayo de 1813 comenzó una campaña militar en su país, y anunció una guerra a muerte. Pero, nuevamente, el ejército español hizo que los patriotas dejasen el país en julio de 1814.

Se dedicó a recorrer algunos países americanos predicando la necesidad de la independencia. Se estableció en Jamaica y cuando se enteró que un grupo de españoles tramaba matarlo, se fue a Haití. Luego de una fallida expedición para liberar a Venezuela.

Llegó a demorar una expedición militar para esperar dos días a Pepita Machado, una de sus amantes, que había partido sin él.

Finalmente, pudo triunfar, derrotando al general realista Pablo Morillo. Comenzó en 1817 y luego de derrotar a los españoles en Boyacá, en 1819 y en Carabobo, en 1821, logró la independencia de Venezuela y Colombia. En el medio, estuvo a punto de ser muerto por los españoles y enfermó de tuberculosis.

En 1819 se lo eligió presidente y llamó una constituyente para dictar una constitución y propuso la creación de la “República de la Gran Colombia”, que abarcaban los territorios actuales de Venezuela y Colombia. Cuando fue el triunfo de Pichincha, en 1822, sumó los territorios de Quito y Guayaquil.

En este último punto, el 26 y 27 de julio de 1822 se reunió con José de San Martín, al que recibió con gran pompa y honores. El general argentino no abrigaba ninguna esperanza del resultado de las reuniones que mantuvieron y nunca se supo a ciencia cierta el detalle de lo que conversaron. Lo que ocurrió es que San Martín, debilitado por el gobierno de Buenos Aires, le dejó lo que quedaba de su ejército y se retiró de la escena de la guerra.

El 1 de septiembre de 1823 Bolívar entró en Lima, donde obtuvo plenos poderes. Al año siguiente se formó la República de Bolivia, a cuyo frente quedó Antonio José de Sucre, su lugarteniente.

En 1821 conoció a Manuela Sáenz, que había nacido en Quito y que cuatro años antes había sido obligada a casarse con un comerciante inglés llamado James Thorne, mucho mayor que ella. La mujer ya se había involucrado en los movimientos independentistas, a tal punto que San Martín la condecoró, por sus servicios, con la Orden El Sol del Perú.

El deslumbramiento por Bolívar fue tal que dejó a su marido. Luchaba como uno más, e intervino en los combates de Pichincha, Junín y Ayacucho y hasta fue ascendida a coronela. No le importó sus infidelidades ni de la corte de mujeres que tenía cerca.

Su visión de un estado fuerte centralista pronto encendió la mecha de las diferencias y los conflictos y percibió que su obra de una gran nación americana se deshacía. Más aún cuando se convirtió en dictador. Así se proclamó en 1824 luego de recuperarse de una enfermedad.

Las disensiones llevaron al parlamento a pedirle su renuncia al cargo de comandante supremo. Y fue Sucre quien terminó la campaña militar contra los españoles.

El 28 de julio de 1826, cuando asistió en Lima al Teatro de Variedades, en el que se conmemoraba el quinto aniversario de la jura de la independencia, se retiró del palco instantes antes en que un grupo intentase apresarlo. Muchos fueron detenidos, entre ellos el argentino Mariano Necochea. Al regresar a Buenos Aires, indignado por la acusación infundada, devolvió las condecoraciones y dijo que “del Perú solo quiero llevarme las heridas”.

Entre 1827 y 1829 no le irían bien las cosas. En Perú, donde había sido nombrado presidente vitalicio, fue destituido. En Colombia, el que había sido jefe de estado mayor durante la guerra de liberación, Francisco de Paula Santander, se dedicó a difamarlo públicamente a través de la prensa. El 7 de agosto de 1828, en el aniversario de la batalla de Boyacá, a la salida del Teatro Coliseo, Manuela Sáenz lo salvó de ser apuñalado.

En medio de una convulsionada Bogotá, en 1830, cuando se reunió el nuevo parlamento colombiano, renunció a sus cargos y manifestó su deseo de exiliarse. “Hemos arado en el mar”, se lamentaría.

El 8 de mayo de ese año partió al exilio, primero a Cartagena, a la que años atrás había bautizado como “Ciudad heroica”, por su resistencia a los españoles. Su idea era irse a Europa. Pero se sentía muy enfermo y fue a la isla de Santa Marta. El 6 de diciembre se alojó en San Pedro Alejandrino, la hacienda de Joaquín de Mier.

A pedido del general Montillo, lo asistió allí el médico Alejandro Próspero Révérend, un cirujano francés de 36 años. El catarro se le había hecho crónico y había derivado en una tisis tuberculosa. El médico comprobó que su paciente estaba mal y aconsejó que escribiera su testamento. La primera reacción del paciente fue un ataque de cólera.

A Bolívar le impactó la noticia del asesinato de Antonio José de Sucre, quien además de haber sido su lugarteniente, era su amigo.

Murió el 17 de diciembre de 1830 y, tal vez, uno de sus últimos pensamientos fue cuando se lamentó que "aramos en el mar"

Bolívar falleció el 17 de diciembre de 1830 minutos después de la una de la tarde. Su mismo médico le realizó la autopsia, confirmando su diagnóstico. El cuerpo embalsamado, hasta el día 20 fue velado en la Casa de Aduanas. Fue inhumado en la catedral basílica de Santa Marta, a pesar que había dejado indicado su deseo de ser enterrado en Venezuela.

Por miedo a que el sepulcro fuera atacado, por algún tiempo no colocaron ninguna placa identificatoria. En 1842 sus restos fueron llevados a Venezuela.

Manuela Sáenz quedó desamparada y no cedió a los insistentes pedidos de su marido, que aún la amaba, para que volviese con él.

Ella siguió adorando a su amante. Cuando se enteró que en una procesión, habían hecho muñecos de paja de ella y de Bolívar simbolizando la tiranía, irrumpió a caballo, armada, y los destruyó. Se estableció en Perú y murió de difteria el 23 de noviembre de 1856. Se había ganado el mote de la “Libertadora del Libertador” por haber demorado a los asesinos de su enamorado.

Fuentes: Rufino Blanco-Fombona – Mocedades de Bolívar; José Ignacio García Hamilton – Simón vida de Bolívar.

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