La situación judicial de Emerenciano Sena, Marcela Acuña y el hijo de ambos, César, es sumamente comprometida. Las pruebas en el expediente por las que los acusaron del femicidio de Cecilia Strzyzowski se acumulan semana tras semana. Las últimas se conocieron este jueves y resultan contundentes: la sangre hallada en la casa del matrimonio de piqueteros, y en un colchón y en la parrilla de una cama que habían regalado se corresponde con el ADN de la víctima.
Cecilia desapareció a principios del mes pasado. Su última imagen con vida la registró una cámara de seguridad que reveló que ella ingresó la mañana del 2 de junio a la casa de los Sena, en Santa María de Oro al 1400, de Resistencia. Desde entonces no se la vio más. Al realizar la reconstrucción de los hechos, el Equipo Fiscal Especial (EFE) encargado de investigar el femicidio llegó a la conclusión de que la asesinaron en esa vivienda, entre las 12.16 y las 13.01 de aquel viernes.
Para los fiscales, el crimen sucedió en esa franja de 45 minutos, un margen de horario que no es antojadizo, ya que surge del análisis de los testimonios y de las antenas de celulares, además de las cámaras de seguridad. Pero, ¿cuál fue el motivo por el que Cecilia había ido a lo de sus suegros? La respuesta es uno de los firmes indicios contra los Sena: el viaje que nunca existió.
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La víctima había llegado a la casa de Oro con una valija armada y la idea de viajar a Tierra del Fuego, donde Marcela Acuña supuestamente le había conseguido un puesto de trabajo, según contó su familia. Ella estaba convencida del viaje: de hecho, había realizado en las horas previas búsquedas en internet sobre el equipaje de mano y otras cuestiones referidas a vuelos en avión.
La sospecha es que ese viaje fue parte de un plan para matarla, ya que ni siquiera se registraron reservas de pasajes. La hipótesis de la fiscalía es que detrás de todo hubo un móvil económico, apuntando a una diferencia entre la víctima y los acusados que habría surgido tras el divorcio de ella con César.
El joven de 19 años es el principal imputado. Hasta sus padres, en un intento por eludir la acusación que pesa sobre ellos, lo incriminaron directamente: “Él fue el responsable, no nosotros. ¿Será que el ser padres nos señala como criminales?”, expresó Acuña en una carta. Aquellos dichos fueron muy diferentes a los que dio ante la prensa cuando estaba en libertad y había sido convocada a declarar en calidad de testigo.
César también fue señalado por Gustavo Obregón -otro de los detenidos; en su caso, imputado por encubrimiento-, quien confesó en su indagatoria que lo había acompañado a descartar los restos de Cecilia a un descampado, donde fueron hallados más tarde distintas pertenencias de la joven y huesos humanos triturados que están siendo analizados para establecer a quién corresponden.
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Luego de la desaparición de su pareja, al detenido se le vieron rasguños en el cuello. En esos días, por otra parte, hizo búsquedas internet muy llamativas: indagó sobre la mente de un criminal y el remordimiento, entre otras cosas.
Entre las pruebas contra César, los fiscales también cuentan con la declaración de amigos de la víctima que revelaron episodios de violencia de género que ella sufrió. Además, de su teléfono salieron mensajes hacia la familia de Cecilia esquivando respuestas sobre el destino de la joven, en lo que se cree fue parte de la estrategia.
Otro sucedo que compromete a los Sena es que descartaron los teléfonos que tenían con anterioridad al crimen de Cecilia: para los fiscales, su objetivo fue “hacer desaparecer cualquier rastro del delito”. El joven y su madre fueron registrados comprando un nuevo teléfono el mismo día que Gloria Romero hacía la denuncia por la desaparición de su hija.
La psicóloga de Cecilia, por otra parte, complicó con su testimonio a Acuña. Según confirmaron fuentes de la investigación a Infobae, la profesional dijo que en una de las sesiones la víctima le manifestó que había sido su suegra quien “le ofreció el viaje a Ushuaia”.
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En los allanamientos a la casa de los Sena se encontraron más evidencias. En el patio, se hallaron la billetera y la mochila de la víctima: estaban quemados. En tanto, en una habitación se detectaron rastros de sangre cuyo cotejo confirmó este jueves que era de Cecilia.
Las declaraciones de testigos -algunos de identidad reservada- también fueron revelando el crimen en los primeros días de la investigación, con la particularidad de que varios manifestaron sentir temor a represalias. Uno es identificado en el expediente con el seudónimo “Ciervo”. Ante los fiscales aseguró que aquel 2 de junio escuchó a una persona que “comentaba, de manera alterada, que había sucedido algo en la casa de César Sena. Parece que él había matado a la novia”.
Otra de las testigos que declaró en la causa fue Noelia Magalí Fernández Leyes, quien se desempeñaba como trabajadora de prensa en la organización política liderada por Sena y Acuña. La joven aportó un teléfono con presuntas pruebas en contra del padre del principal acusado. Lo hizo en una radio, mientras salía al aire, porque tenía miedo. Es más, advirtió que alguien intentó llevarse a sus hijos.
Quizá otra prueba contundente fue que Gloria y Mercedes Valois, la madre y tía abuela de Cecilia, reconocieron el dije con forma de cruz, así como un auricular, una valija, ropa quemada y un anillo que fueron recuperados tras rastrillajes en zonas como el Río Tragadero, donde un equipo de buzos tácticos ingresó luego de que Obregón, señalara el lugar en una ampliación de su declaración indagatoria.
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