Durante el apagón nacional de junio de 2019, donde el país entero se quedó sin luz, y también en el más reciente -en marzo de 2023, con 20 millones de usuarios afectados-, hubo una localidad argentina que se enteró del histórico blackout a través de las redes sociales y de los noticieros. En Ticino, ubicado en la provincia de Córdoba, en el Departamento General San Martín, los televisores estaban encendidos, gracias a la planta de generación de energía renovable, que utiliza la cáscara de maní como recurso biomásico, y pudo autoabastecer al pueblo donde viven alrededor de 3000 personas.
En plena llanura pampeana, a 200 kilómetros de la ciudad de Córdoba, se accede a través de la Ruta provincial Nº 6. Las 60 manzanas impactan por su simetría, orden y limpieza, y esa primera impresión forma parte del compromiso de los vecinos, que tienen como eje central el cuidado de los espacios de recreación y de sus calles adoquinadas. Al recorrer el boulevard Sarmiento, que lleva a la Plaza San Martín, se refleja la valoración por el patrimonio a través de distintos monumentos que rinden tributo a sus raíces y su historia, e incluso compusieron un himno para compartir el orgullo tinicense.
En diálogo con Infobae, el Secretario de Gestión y Comunicación de la Municipalidad de Ticino, Pablo Margiaria, asegura que el sentido de pertenencia es una de las cualidades que los define, además del espíritu de progreso, que está presente desde los inicios del poblado. “Este es un lugar que siempre se abrió camino solo; la red de gas se hizo a pulmón, con recursos propios, lo mismo para pagar las cloacas, la red de agua, la energía, siempre fue un esfuerzo conjunto de los habitantes, generación tras generación”, indica.
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Ubicados en el corazón de la zona manisera, donde se produce el 80% del maní de la Argentina, y se procesa el 100%, porque las plantas de procesamiento están instaladas allí. “La parte industrial se hace completa, desde producir las semillas, sembrarlas, arrancarlas, y todo el proceso hasta el producto final y la exportación, por lo que en toda la cadena de valor se genera mano de obra, y hoy es el motor del pueblo, además de la producción agrícola y algo de lechería con tambos robotizados”, explica. Incluso están experimentando un fenómeno de inmigración interna, porque trabajadores de Salta y Corrientes llegan en búsqueda de puestos de trabajo, y como no siempre se alcanza a cubrir la demanda con la población local, existen oportunidades laborales que motivaron una modificación demográfica los últimos diez años.
Así como obtuvieron beneficios productivos, también implicó algunos desafíos que supieron convertir en oportunidades. “La acumulación de cáscara año tras año era un problema, porque es difícil de transportar, liviana, se vuela, y se prende fuego sola en ciertas condiciones de humedad y temperatura, por lo que necesitábamos darle un destino a la generación de este residuo”, explica. Solían depositarlo en predios alejados, pero era habitual que el viento trajera humo al pueblo. A esto se sumaba el problema energético, porque había proyectos de crecimiento de nivel industrial que no podían ser llevados adelante por falta de energía.
En ese contexto surgió la idea de utilizar lo que originalmente era un desperdicio, y transformarlo en un subproducto para generar energía. En 2017 comenzó la construcción de la planta Generación Ticino Biomasa, y abrió sus puertas el 12 de octubre de 2018, como una de las primeras centrales de generación de energía renovable del país. Forma parte de la empresa madre Lorenzati, Ruestch y Cía –dedicada a producir, transformar y comercializar maní, cereales y oleaginosas- que se asentó en la localidad hace más de medio siglo y es de valor histórico para los habitantes.
“Al haber una planta procesadora de maní, donde la primera etapa de su proceso de selección es el pelado del maní, que al año genera 45.000 toneladas de cáscara de maní, cerraba por todos lados; teníamos la disponibilidad de la materia prima, pero hubo que hacer muchas pruebas”, sostiene Margiaria. En este sentido, Diego Menta trabaja hace 23 años en la compañía, y vivenció todo el proceso, desde la puesta en marcha hasta el funcionamiento de lo que al principio parecía imposible.
La chala del maní como recurso
“Cuando arrancamos prendíamos la caldera, funcionábamos 15 minutos y nos sacaban de servicio; para nosotros cada minuto era una victoria, después funcionamos una hora y festejábamos, y la vez que llegamos a trabajar un día completo, pensábamos: ‘¡Todo el día generamos energía!’; era una tremenda alegría, y es increíble que hoy estamos todos los días en marcha, a toda hora”, rememora Menta en diálogo con este medio, y define esos desafíos como “pequeños triunfos”.
Por la complejidad del proceso, requiere de trabajo en equipo y de formación constante. “Fue mucho aprendizaje, porque para formar un calderista, que es quien opera la caldera, genera el vapor y después pone en marcha la turbina del generador, se requiere un año y medio de capacitación; y tampoco es algo que se pueda estudiar con un libro, hay que estar en el campo, los propios compañeros lo capacitan, y también hay gente especializada en combustión de biomasa, que vienen a dar charlar para que sigamos aprendiendo”, detalla.
Actualmente Diego cumple varios roles en la planta, ya que también es el coordinador general del sistema de gestión ambiental. “Estamos certificados por la norma ISO 14001, por lo que estoy atento a las regulaciones, al mantenimiento y el personal de la planta”, comenta. Para generar energía el procedimiento comienza cuando la biomasa –en este caso el combustible es la cáscara de maní, en vez de un combustible fósil- ingresa al lugar de quema, y se inicia la combustión, que se aumenta con distintos procesos para generar en una primera etapa vapor saturado.
“Es el vapor que se ve, que parece humo, pero después lo volvemos a calentar, lo sobrecalentamos hasta que no se ve, y se transforma en un vapor como si fuera aire comprimido, sin nada de humedad ni micro gotitas de agua”, aclara. Y explica: “Cuando ya tiene la temperatura y la presión indicada va a la turbina, como si se soplara un ventilador de lado, la hace girar hasta 6500 vueltas y esa fuerza rotativa luego baja la velocidad a 1500 vueltas, y ahí se acopla el generador; ese es el circuito mecánico que da comienzo, y cuando ese vapor ya pasó por la turbina y entregó toda su energía, la absorbemos, la enfriamos, la transformamos en agua y la mandamos nuevamente a la caldera para que vuelva a iniciar el ciclo”.
Para que todo eso ocurra, la experiencia es fundamental, y lo compara con el punto de cocción de determinadas comidas, donde solo un ojo entrenado puede reconocerlo de inmediato. “Ese es el motivo por el que demanda mucho más mano de obra generar energía con biomasa, porque para quemar algo hay que controlar que el fuego sea parejo, y el último control termina siendo visual por parte del operador de la cadera, que tiene una mirilla para ver la llama, y se fija que sea uniforme para mantener estable la temperatura”, recalca. A modo ilustrativo, cuenta que por cada tonelada de biomasa se genera un megavatio, y por hora generan 3,5 megavatios.
“Consumimos 3,5 toneladas de cáscara de maní por hora, y tenemos un contrato de venta con el sistema interconectado como proveedores del Estado en el que acordamos entregar 3 MV por hora, pero a su vez generamos 0,5 más para poder estar en marcha nosotros”, explica. En caso de un apagón masivo en Ticino se corta la energía, pero a los 15 minutos se reestablece, gracias que la planta no para, y al mismo tiempo que sigue aportando a nivel nacional, autoabastece al pueblo. Frente a la pregunta de cuánto tiempo podrían mantener con luz a la localidad, la respuesta asombra: “Lo que sea necesario, días, meses, todo el año, porque mientras tengamos materia prima para quemar, podemos generar energía”.
“En un caso grande y muy grave como los que sucedieron, que no había energía en ningún lado, tenemos un generador de emergencia que nos permite arrancar el proceso y progresivamente vamos a inyectando energía al sistema nacional”, asegura. Tienen la capacidad energética para abastecer hasta 6000 familias, lo que se traduce en casi 20.000 personas, mientras que en la localidad viven alrededor de 1300 familias. No solo les alcanza, sino que les deja un sobrante, por lo que en casos extremos también brindaron servicio a cuatro pueblos cercanos.
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“Por el compromiso de energía que tenemos, trabajamos todo el año, aunque sea el Día del Padre, Día de la Madre, Navidad o Año Nuevo, no se altera nuestro funcionamiento, es 24/7 siempre, salvo una vez al año que hacemos una parada programada, previamente coordinada con CAMMESA (Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico), para salir de servicio entre 15 y 20 días para realizar el mantenimiento anual”, comenta el coordinador. Y aclara: “Distribuir la energía no nos compete a nosotros, ese es un trabajo en conjunto entre la cooperativa eléctrica de Ticino y EPEC (Empresa Provincial de Energía de Córdoba), que en situaciones así deciden cuál es el alcance, porque no es lo mismo que haya un corte general un domingo, que generalmente es de menor consumo, a que suceda en otro momento; todo eso afecta cuántas localidades podemos cubrir”.
“No es imposible quedarse sin luz acá, porque suceden cosas, pero la probabilidad bajó muchísimo”, confiesa, y explica que la ubicación geográfica y la infraestructura influyen en la tarea diaria. “Estamos asentados al final de una línea de media tensión, por lo que cualquier desperfecto que suceda nos puede repercutir a nosotros, pero cada diez cortes, un mínimo de seis el pueblo no se entera, porque lo absorbemos y seguimos generando”, manifiesta.
Recuerda que cuando inauguraron las visitas eran mayoritariamente de inversores interesados en conocer el funcionamiento, pero a raíz de la popularidad que experimentaron luego de los apagones masivos, los pedidos de paseos guiados se diversificaron y despertaron el interés de escuelas, universidades y emprendimientos que solicitan información. Una de las preguntas que más les hacen es si la iniciativa podría replicarse en otros puntos del país, y lo cierto es que la potencialidad existe, siempre y cuando se venzan ciertos obstáculos.
“Lo importante es que esté cerca de donde está la biomasa disponible. No importa tanto el tamaño, porque puede ser una planta que genere un megavatio, como una que genere 20, es crucial es la disponibilidad de la materia prima esté cerca, porque los fletes influyen muchísimo, y si se encara un proyecto sabiendo que se tiene que ir a buscar lejos, se tornaría muy complicado, y también afecta mucho el contexto climático”, asegura. La última temporada estuvo atravesada por una gran sequía, que afectó todas las cosechas, tanto de todos los productos del maní, como de la soja y del trigo.
“Frente a la escasez de cáscara de maní, nos vimos obligados a comprar chips de madera en cantidades grandes como reemplazo parcial, Tuvimos que recurrir a aserraderos grandes, y lo que antes era para resguardo, ahora fue una necesidad primordial”, revela. “Es increíble que antes nos peleábamos por quién se llevaba la cáscara de maní gratis, y ahora hagamos malabares para comprarla”, reflexiona. Y aunque la Municipalidad les donó la poda del arbolado público, la cantidad resulta muy pequeña. “Si juntáramos la poda de todo el año del pueblo y de algunos pueblos vecinos, no sé si llegaríamos a marchar un día, pero igual es bienvenido porque la poda no tiene un destino certero, va a un predio y queda ahí, entonces si pudiéramos hacerlo en conjunto con varias municipalidades que nos lo traigan, sería muy bueno”, proyecta.
Pese a los desafíos que se van presentando, Menta considera que se trata de una solución ambiental que se puede mantener en el tiempo. “Los contratos con el Gobierno son por 20 años, y teniendo esos plazos se puede proyectar, además de favorecer al medio ambiente y cambiar la mentalidad, porque en estos cinco años nosotros cambiamos mucho, y ahora cada vez que vamos a tirar algo nos preguntamos si estamos haciendo lo correcto, nos repreguntamos si no se le puede dar otro uso o un fin más propicio”, expresa.
El origen de Ticino
Margiaria revela que estos últimos años saldaron un sueño pendiente: crear un archivo histórico con información sobre los fundadores del pueblo. “Se me pone la piel de gallina porque fue una inquietud que tuve desde chico, cuando veía las dos calles con los nombres de Juan Thiele, y Ricardo Simonini, y quería saber quiénes habían sido, porque no teníamos ni una foto de ellos”, cuenta. Y agrega: “Creíamos que los dos eran suizos, que uno era empleado de otro, y en realidad uno era italiano, y eran socios con partes iguales de sus negocios”.
En búsqueda de datos más precisos sobre lo que ocurrió allá por 1909, envío varios correos electrónicos hasta que dio con un investigador del cantón del Tesino, de Suiza -que le da origen al nombre de la localidad, derivado en ‘Ticino’-, quien le brindó otro contacto con el municipio de Saló, Italia. “Se compenetraron tanto que me mandaron información de documentos que hasta el día de hoy todavía estoy revisando”, celebra. Hubo un día inolvidable en que le sonó el teléfono y del otro lado una mujer con un excelente español le dijo: “Te habla Francesca Simonini”, y supo que se trataba de la bisnieta de uno de los pioneros.
“Para ellos había sido un emprendimiento inmobiliario en un lugar lejano, y no sabían que nosotros los considerábamos fundadores; después descubrimos que había sobrinos bisnietos viviendo también en Argentina, que no se conocían entre sí, e incluso quisieron venir a visitarnos, así que fue un intercambio cultural muy valioso”, expresa, y con alegría cuenta que pudieron hacer un monumento para homenajearlos, basado en el diseño que realizó uno de los bisnietos, que es arquitecto, y otro bisnieto les donó un monto en euros para la obra. A través de la reconstrucción con cartas de la época, supieron que Thiele y Simonini pertenecieron a la élite de ese entonces. “Fueron quienes ingresaron el seguro contra el granizo para las cosechas, estuvieron muy metidos en la política de ese entonces”, explica.
En 1910 comenzó la construcción de las vías del ferrocarril y la estación Ticino, mientras que el 6 de Febrero de 1911 fue aprobado el plano del poblado. Luego comenzaron con el loteo de lo que hasta ese momento se conocía como “Kilómetro 228″. En mayo del mismo año se inauguró el ramal Cruz Alta, con el primer vagón de pasajeros que arribaba al lugar que además contó con un hotel y un almacén de ramos generales. Aunque en la actualidad el tren no pasa, Margiaria explica que todavía figura como “línea activa”. “Se le dice así porque tranquilamente si quisieran el tren podría pasar, pero es una ruta paralela a una más importante de Villa María y Rosario, y dicen que cuando se rompió un puente en un tramo salía muy caro arreglarlo, y como tenían la principal como alternativa, no la arreglaron, pero tampoco la dieron de baja, pero desde los años 90′ que no viene más”, indica.
Considera que podría ser un beneficio para la industria exportadora si se reactivara el servicio, como un posible flete de menor costo, pero por ahora son solo proyecciones hipotéticas, ya que no han recibido ninguna nueva información al respecto. En los comienzos, con un arado a mancera, Miguel Bonetto y Patricio Lescano demarcaron las manzanas y quintas de lo iba a ser Ticino, hecho que está expuesto con un monumento frente a la estación. Los primeros colonos del poblado eran de origen italiano, y se dedicaron a la agricultura, con cultivos de maíz y trigo, que luego se fueron diversificando.
En 1917 se fundó la Escuela Nacional Ley Láinez Nº 102, que funciona hasta la actualidad, y los propios habitantes pidieron la apertura de un espacio literario, que se concretó el 11 de Septiembre de 1938 cuando abrió la Biblioteca Popular Domingo Faustino Sarmiento, donde dictaban cursos para analfabetos. Esa impronta del deseo de progresar se mantuvo, y surgieron otros comercios e instituciones: herrerías, panaderías, la capilla, el Registro Civil, el Juzgado de Paz, la oficina de correos, la primera usina eléctrica -que permitió reemplazar las lámpara a kerosene-, y más tarde la Cooperativa de Luz y la construcción del gasoducto troncal. En 1932 se inauguró el Club Atlético Ticino, una entidad que perdura con los colores rojo y blanco, de gran significado para los ticinenses.
Aunque la fecha fundacional remite al 6 de febrero de 1911, el aniversario del pueblo se festeja a mediados de agosto, donde se juntan los festejos por el desfile en honor a San Martín con la conmemoración de la patrona de la localidad, la Virgen de la Asunción. “El mes de agosto para nosotros es como una religión, arranca el 5 de agosto con una peña que termina el 26, salvo el 12 de agosto que no va a haber eventos porque las elecciones a nivel nacional”, anticipa.
Capital de fiestas patronales
“Los festejos son de Ticino”, es una frase común entre los habitantes, que hacen honor al título que se ganaron años atrás, como capital de fiestas patronales. “Se hacían hasta siete bailes, y venía La Mona Jiménez, Los Wawancó, Carlitos Rolán, cada uno noche distinta, y se vendía un abono como entrada, se le ponía mucho empeño y son tradiciones que nosotros mantenemos”, cuenta Margiaria. En épocas festivas el viejo andén se convierte en un café literario, el salón de usos múltiples del predio del ferrocarril en sede de los espectáculos y exposiciones, además de un patio gastronómico.
“El 15 de agosto es el día principal, que comienza con almuerzo show hasta la tarde con un cierre bailable y desde hace un par de años hay una modalidad mixta, con una cena con tarjeta para quien pueda y quiera comprarla, y también un patio de comidas para que el que quiera llevarse un sánguche o algo para comer, sentarse y disfrutar, también lo pueda hacer”, revela. Y agrega: “Esa jornada queremos compartirla entre todos, por lo que no se cobra entrada; y también es la fecha en que nos visitan algunos que se han ido de la localidad, y vuelven a estar con sus familias”.
“Este es un pueblo donde la gente vuelve, del 100% de jóvenes que se egresan, entre un 40% y un 60% se va a estudiar a Villa María, que está a 45 kilómetros y es nuestra ciudad de consulta, o a la ciudad de Córdoba. Cuando terminan de estudiar, la gran mayoría vuelve porque hay capacidad de trabajo y ofertas de laborales”, asegura Margiaria. Los últimos tres años construyeron 100 viviendas, y una gran parte fue destinada a jóvenes menores de 30 años, porque detectaron que era un segmento castigado a nivel social, ya que sus salarios les permitían abonar una cuota accesible, pero no los montos exigidos por los créditos inmobiliarios.
“Son cosas que uno considera al momento de quedarse a vivir, lo mismo pasa con la salud, que antes teníamos solamente un médico por la mañana, pero se ampliaron los recursos, se agregó un laboratorio de análisis clínicos, sala de internación, guardia médica 24 horas, enfermería, y ambulancia”, enumera. También aplicaron la iniciativa de “presupuesto participativo”, en la que los vecinos postulan ideas, sueños y deseos, y luego de una votación se eligen algunas para concretar en el año.
“Del primer conjunto ganador surgió el polideportivo, que no teníamos y ahora sí, y son cosas que realmente cambian el el día a día”, expresa. “Tenemos farmacias, ferreterías, Banco de la Provincia de Córdoba con dos cajeros automáticos, que por ahí para quien vive la ciudad es extremadamente normal, pero para nosotros no; también fibra óptica, lo que mejoró el Internet, y desde 2006 tenemos nuestros Bomberos Voluntarios. Esto es así porque el pueblo tiene un grado de exigencia alto que nos mantiene alerta y en una misma dirección”, comenta.
Con humor, añade: “No hay cine ni shopping, y quizá muchos se pueden aburrir, pero intentamos cubrir esas deficiencias con proyectos”, y cuenta que durante la pandemia tuvieron éxito las jornadas de autocine. Se considera afortunado de ser nacido y criado en Ticino, y atesora muchos momentos de su infancia. “Este lugar te invita a criar a tus hijos con una tranquilidad inmensa: desde los 8 años más o menos se va caminando solo a la escuela, son cuatro cuadras, y se vuelve caminando, como hay un colegio primario, un secundario, un jardín de infantes y un colegio de adultos, saben a dónde ir, y después vuelven, meriendan y se van a la plaza con los amigos a jugar al fútbol; capaz hasta las nueve de la noche, porque no pasa nada, y es muy lindo vivir en paz”, describe.
Antes funcionaba un hotel en Ticino, pero cerró durante la pandemia, por lo que no cuentan con hospedajes para albergar a las multitudes que llegan en agosto, pero los poblados cercanos suelen ser una buena opción para asentarse unos días y disfrutar del cronograma de actividades. “Encontramos una revista publicada en vísperas de los 50 años de aniversario del pueblo, justo dos años antes de que se fundara la empresa que luego daría energía, y hay un párrafo donde mencionaban la falta de trabajo en el pueblo, que la gente se estaba yendo, y que ojalá algún día se instalara alguna industria y le diera valor; algo que nos emociona porque en ese momento estaban rogando y pidiendo por algo que después se dio; y por eso siempre recalcamos la importancia de saber de dónde venimos”, concluye Margiaria.
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