Cuando sus hijos Valentina y Facundio le preguntaron por qué seguía viviendo en la misma casa de Villa Golf, Río Cuarto, donde el 26 de noviembre de 2006 habían matado a su madre Nora, Marcelo Macarrón reveló entre lágrimas:
-Es que si me voy es como perderla aun más. Acá está ella. El jardín que creó con sus propias manos. Sus cosas. La casa tal como la quería.
Macarrón le rezaba a un santuario con objetos de Nora, que mostró en exclusiva Infobae, iba a misa y al cementerio a dejarle flores.
El día del femicidio, Macarrón jugaba un torneo de golf con sus amigos. La Justicia primero imputó a dos inocentes: el “perejil”, el obrero Gastón Zárate, y a Facundo Macarrón, el hijo de la víctima. Después fue por Macarrón. Al principio se habló de la teoría del “avión fantasma” para llegar a Río Cuarto desde Uruguay, estrangularla y volver a ganar el torneo. Después, se acomodó la imputación a autor intelectual. Cabía la cadena perpetua. El viudo fue el tercer inocente imputado.
El traumatólogo fue absuelto en el juicio el 5 de julio de 2022, hace un año.
Hasta el fiscal Julio Rivero lo consideró inocente del delito de “Homicidio calificado por el vínculo, alevosía y precio o promesa remuneratoria”.
Hasta ese día, Macarrón era un alma en pena. Lloraba, le costaba caminar, se aferraba a sus hijos, a las estampitas religiosas que le regalaban sus vecinos, pacientes o personas que no conocía. Y a la sabiduría de su abogado Marcelo Brito.
Cuando pasó todo, y pudo volver a ser un hombre que busca Justicia por su esposa y no el sospechoso de haberla matado, lloró con sus hijos.
Y se prometió dar un vuelvo en su vida. Dejar atrás la tristeza, aunque sea imposible por la pérdida de su mujer, tratar de rehacer su vida.
En la actualidad está en ese cambio. Sigue con el plan de vender la casa. Es el querellante con sus hijos por el crimen de Nora y volvió a sonreir después de mucho tiempo. Hasta viajó al exterior con su hija y su nieto -el padrino es Facundo- para ver a su hijo en el país donde brilla como agregado diplomático.
Hace un año, en la única entrevista que dio en su vida, a Infobae, Macarrón decía:
-¿Qué fue lo último que te dijo?
-Te amo.
Otra vez, el llanto y el silencio.
-La extraño, recuerdo su voz. Y el día que me despidió con un beso.
-¿Seguís enamorado?
Marcelo pareciera responder con la mirada.
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-Nunca dejaré de amarla. Pero sé que es un amor que quedó entre nosotros. La realidad es que Nora no está más y sé que puedo amar a otra mujer. A Nora jamás la voy a olvidar. Voy al cementerio cada 15 días, le pongo flores y trato de que no me vea nadie. Ni que me saquen fotos. Estos días volví el dolor. Mi suegra murió estos días y sentí una gran tristeza. Es un antes y un después.
-Puede que tomes como irrespetuoso lo que voy a decirte, pero me llama la atención no ver fotos de Nora.
-Mirá. La casa estaba llena de fotos de ella. Yo las miraba y no podía parar de llorar. Me hacía mal. Y en un momento mi psicólogo me dijo que si seguía así iba a vivir en el dolor, el pasado, en lo que no volverá más. Y por eso las guardé. Pero eso no quiere decir que la haya olvidado.
-Es algo íntimo, pero llegaste a tener un santuario.
-Si. Un santuario para Nora. Con fotos suyas, de la familia. Con rosarios, vírgenes (la Virgen de Guadalupe y Nuestra Madre de Jesús Virgen María) y cosas que me regalaba la gente que me quiere. Hasta mis pacientes. Pero decidí sacarlo. Lo tuve durante cinco años. Y rezaba. Me conectaba con ella. Era muy íntimo. Entre los dos. Como estar otra vez con ella.
Macarrón se emociona.
-Pero sabés lo que me pasa. No me hace falta ni santuario, ni fotos, ni objetos para mantenerla viva en mí.
Infobae vio ese altar. Y pudo ver de cerca el dolor de ese hombre que además de vivir el asesinato de su posa sufrió la injusta imputación de su hijo y la suya.
Pasó meses sin sonreir. Sin poder hablar sin quebrarse.
Y después de que superara otro escollo en su vida, además de las acusaciones de cierto sector de la prensa, ahora va por otro objetivo: saber quién mató a Nora. Se lo prometió a ella, a él mismo y a sus hijos.
En su momento a muchos les pareció raro que siguiera en la casa del crimen, pero el siempre tuvo un motivo sentimental.
-¿Por qué te quedaste en esta casa?
-Sé que para mucha gente seguir viviendo en el lugar donde mataron horriblemente al amor de tu vida suena raro. Pensamos en irnos. Pero me quedé porque Nora sigue estando a su manera. El jardín fue creación de ella. Acá fuimos felices. Esta casa la hicimos con ella. Hay muchos afectos, recuerdos y actos de amor que no los puedo borrar.
Macarrón llora, como lloró cuando declaró y el día que lo declararon inocente. Se le pregunta si quiere parar. Dice que no. Habla entre lágrimas.
-Todo esto que ves lo hicimos juntos. Ella hizo un esfuerzo tremendo. Y yo estaba terminando la carrera de Medicina y tuvimos que vender el auto y andar en colectivo o caminar porque no la podíamos terminar. Cuidamos la plata. Desde la comida y productos que comprábamos en el mercado hasta no salir a comer. No es ninguna proeza, todo el mundo lo hace. Quiero marcar otra cosa. Hubiésemos comido pan todos los días porque soñábamos con tener nuestra casa. Algo que nos uniera siempre. Donde pudiéramos ver felices a nuestros hijos. Por eso cuando pienso en venderla es duro, es un dilema.
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-Pero en esta casa vivieron un infierno que duró años.
-En cualquier casa lo hubiéramos vivido.
-Pero acá pasó lo peor.
-Cuando me entregaron la casa, antes de volver a vivir pedí que limpiaran todo. La habitación donde mataron a Nora fue remodelada y se cambió la ventana. Quise quedarme pero transformando, todo lo que pude, las huellas del crimen. Quise mantener lo más lindo de esa casa que amamos con Nora. Por otro lado, debía enfrentarlo. Abrir placard de Nora y encontrar su ropa. Estar ante los objetos que tocó por última vez. Y parte de mi amor por mi mujer me hizo volver a la casa.
-¿Cómo hiciste para que Facundo y Valentina pudieran sobrellevar tanto dolor? Además de la asfixiante presión judicial y mediática.
-En ese momento Valentina tenía 15 años y Facundo 18 y yo tenía que ser fuerte. Estaba obligado. Sino nos hundíamos todos. Tuve que ponerme las pilas y luchar y seguir adelante. Fue tremendo, casi imposible. Pero pudimos. Un día les dije que quería hablar con ellos y los llevé al comedor y nos sentamos... (Macarrón llora, parece que va a atragantarse con el llanto, saca un pañuelo, tose y sigue hablando).
Y ahí les dije: “La desgracia que pasó es lo peor que vivimos y vamos a vivir. Su madre no está... y yo voy a ser ahora padre y madre para ustedes. Y su madre me va a ayudar porque va a seguir presente de alguna manera y por todo lo que aprendimos de ella”.
-Fue duro. Pero sobrevivimos. A mis hijos les dije que teníamos que aportar todo a la Justicia para que se supiera toda la verdad. “Hijos, tenemos que salir de esto con fuerza, trabajando y cada uno poniendo energía en sus estudios porque sino nos vamos a meter en una crisis depresiva” .
-En el juicio declaraste una decisión que ibas a tomar...
-Si. En ese momento estaba muy deprimido, quería acabar con mi vida para que se terminara el suplicio. Pero no lo hice por mis hijos. Y por Nora.
En el presente sigue atendiendo en su consultorio, nunca lo dejó de hacer, mantiene en secreto su vida privada pero en teoría saldría con una mujer desde hace tiempo, y quiere pasar momentos con sus hijos y su primer nieto, que tiene más de un año.
-¿Cómo imaginás tu nueva vida? -le preguntó Infobae hace un año.
-Llorando menos. Riéndome más. Luchar por Nora para que se haga justicia. Estoy mejor. No quiero la vida que hice de trabajar 16 horas por día por la medicina. Ya tengo 40 años de medicina entonces he elegido trabajar a la mañana o hacer consultorio y a la tarde hacer un poco de bicicleta, jugar al golf, hacer gimnasia. Estoy en otra etapa de la vida. Necesito una casa más chica. Mis hijos me apoyan. Quiero trabajar menos. Me faltan dos años para jubilarme. Y quizá apostar a una relación amorosa. Y elegir mejor a los amigos.
-¿Cuál es tu sueño de vida?
-Que se haga justicia. Que mis hijos y yo seamos felices aunque llevaremos un vacío roda la vida. Pero tenía otro que no puede cumplirse. Que Nora hubiese visto a Facundo y a Valentina ahora. En las personas que son. Y no lo pudo ver porque un hijo de puta le cortó la vida. Sin importarle nada.
Macarrón, que se jubila en un año, sueña con esa vida que ya vive. Y con que se sepa la verdad.
Toda la verdad.
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