Emanuel Pereyra (17 años) solía escuchar los relatos de la aventura en la Antártida vivida por su padre Claudio. Tenía 7 años en ese entonces cuando su padre hizo esa invernada. El chico estaba atento a los relatos de pingüinos, témpanos, la nieve, los hielos y soñaba conocer ese mundo blanco. Mientras estaba cursando 4 año en el Liceo 11 de 15 Cornelio Saavedra, de Villa Urquiza, se enteró de que su padre, Claudio que es suboficial principal volvería a hacer una invernada, esta vez como encargado de la Base Antártica Conjunta Esperanza y acompañado por su familia. La invernada 2023. “Me sentí muy emocionado. No lo podía creer. Fue un milagro. Una oportunidad que se nos dio. Fue un sueño cumplido”, cuenta el adolescente que partió desde El Palomar con su mamá y hermanos el 31 de marzo de este año para reunirse con su padre que ya estaba en la base con la dotación. Antes de vivir en la Capital, habían vivido en Cosquín, Córdoba. Claudio Pereyra es oriundo de Río Segundo, su mujer Adriana Novakoski es de la cálida Overá, Misiones. Emanuel y Sofía son cordobeses y Nicolás, de 10 años, es porteño.
La familia no tenía una fecha específica para viajar. Estaban preparados, con los bolsos listos, para salir en cualquier momento. Y llegó el día y la hora. “Nos avisaron que viajábamos el día anterior por la tarde”, cuenta Emanuel Pereyra en diálogo telefónico con Infobae.
— ¿Cómo se prepara una valija para ir a la Antártida?
— Hay que tener la ropa de invierno que te dan en el comando. Y ropa invernal como pantalones de jean, buzo, camperas, gorros, guantes.
— ¿Y qué les dan para estar en la intemperie?
— Nos dan una campera, pantalones y botas para la nieve preparadas para el frío extremo.
La temperatura de hoy en la Base Esperanza es de - 18 grados. Y una sensación térmica de - 25 grados.
Emanuel contó cómo es su vida cotidiana con unos videos que se viralizaron en las redes sociales, especialmente desde su cuenta de TikTok (@emanuel_pereyra_ok). Se sintió sorprendido por el interés. Sus videos muestran una cara desconocida de la Base. La vida no solo de él, sino de su grupo con el que estudia y comparte salidas. Se sientan a tomar mate y sorprenderse con la fauna marina. Son adolescentes con ganas de pasarla bien y estar en grupo, como todos, solo que son poquitos y están en un mundo lleno de sorpresas que descubren día a día.
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El viaje desde El Palomar hasta la Base Esperanza duró 4 días. El tiempo que se tarda para ir y volver de China, aproximadamente. “Salimos de El Palomar por la tarde y llegamos a Río Gallegos por la noche. Desde allí tomamos un avión hasta la Base Marambio. Y al llegar nos subieron en helicóptero hasta el rompehielos de la Armada Argentina Almirante Irizar. Estuvimos dos días y dos noches en el barco”, repasa.
Emanuel quedó fascinado con el viaje en helicóptero. Recuerda haber visto la imagen de la base, desde las alturas. “Nosotros llegamos cuando todavía no había mucho hielo. Las montañas estaban descongeladas, también las piedras. Pudimos ver témpanos”, describe.
Fueron 6 familias las que viajaron para hacer “soberanía y servir de apoyo logístico a los científicos”. En uno de los videos explica que la Argentina mantiene una permanencia constante desde hace 119 años y la Base Esperanza es la única en el mundo que recibe familias para invernar durante un año. La última frase la termina con una sonrisa en los labios. Emanuel está viviendo un año que sabe que lo marcará para siempre.
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De cuarto año pasó a 6to, que sería el equivalente a quinto, según el esquema de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. “Estoy cursando el último año. Me gradúo acá. En el secundario somos 4. Está mi hermana Sofía, que está en quinto año; Luisana, que está en primer año y Stefano, que está en segundo. En primaria hay 11 chicos y en jardín hay uno solo. Y también tenemos dos universitarios, Maxi de 20 y Kiara de 18″, cuenta. Tiene una profesora que es la “tutora” y los dos universitarios brindan apoyo para el aprendizaje.
Dice que al tratarse de una comunidad de muy pocas personas el cambio que experimentaron fue enorme. Más llegando de ciudades. “Acá tengo buenas notas. Apruebo todo y no me llevo ninguna materia”, expresa con satisfacción. Y agrega: “Además es el último año. No me tengo que llevar ninguna”. Emanuel tiene clara su vocación. Quiere ser psicólogo.
— ¿Qué salidas organizan en grupo? ¿A dónde van?
— A veces vamos a tomar mate a la orilla del mar. Salimos a caminar por sectores por donde podemos ir. No vamos a cualquier lado. Nos juntamos en alguna casa a ver una película, con pochoclos. A veces salimos al mediodía o a la tardecita, antes de que oscurezca . (actualmente empieza a oscurecer a partir de las 15.30). Y aprovechamos los fines de semana. Si está lindo salimos tempranito, nos juntábamos en algún lado y después nos volvemos para nuestras casas.
— ¿Sus casas están próximas entre sí?
— Sí, están a 50 metros.
— Subiste a TikTok un video muy espectacular con la llegada de pingüinos mientras ustedes estaban sentados en la orilla
— Sí, ese día habíamos salido y justo cuando estábamos por ahí caminando, vimos que venían los pingüinos allá a lo lejos, nadando. Entonces como ya sabíamos que iban a venir, porque siempre salen por ahí. Nosotros dijimos ‘sentémonos acá para poder ver como regresan del mar’. Porque es muy lindo ver a los pingüinos cuando saltan del agua para salir afuera.
Dice que a algunos mucho no les gusta ver a los lobos marinos, pero a él sí. “Más cuando duermen. Uno se los encuentra por acá cerca y a veces hay que tener cuidado porque uno se los confunde con piedras. Pero cuando estás a unos metros te das cuenta porque se mueven o te miran. Y ahí te das cuenta de que no te tenés que acercar mucho ni rodearlo”, explica.
Respecto de la fauna marina, también alcanzan a divisar en el agua dos enormes mamíferos, las ballenas y las orcas. Aves hay muchas también. Observan skúas, palomas antárticas y gaviotas, más en verano.
— ¿Cómo te resultó adaptarte a días tan cortos y a regular el sueño?
— Fue difícil porque me da sueño mucho tiempo. Tenés más sueño, estás más cansado al no recibir luz solar da mucha apatía.
— ¿Y con el frío?
— No podemos estar sin guantes mucho tiempo porque las manos se endurecen y te hace mal. Y no las sentís.
Emanuel tiene anécdotas divertidas en la nieve. Cuenta que un día se tiró con el culipatín y se llevó puesta una piedra que lo hizo volar metros. En otra oportunidad, estaba yendo a camino a la escuela tras una intensa nevada y sin darse cuenta terminó hundido con la nieve por la cintura.
— ¿Y qué es lo que se experimenta en la Antártida a nivel psicológico?
— Al principio te sentís medio mal, no estás acostumbrado. No estás con tus amigos. Esto lo cambia todo. Pero al estar con las mismas personas nos apoyamos en lo emocional y en lo psicológico y no nos dejamos de lado. Nunca dejamos de lado a nadie. Todos somos amigos acá.
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