Aunque sean invisibles a los ojos, la Ciudad de Buenos Aires está surcada por 11 arroyos. Están ahí, debajo de los pies. Olvidados. Tanto que sus ubicaciones hoy pueden verse señalizadas en el asfalto y quien preste atención los días de tormenta tal vez pueda oír su rumor. Hasta hace un poco más de un siglo formaban parte de las postales de la Ciudad.
“Uno de los mitos urbanos más populares respecto a la ciudad de Buenos Aires nos indica que es una superficie plana. Si bien no tiene alturas descomunales, entre los casi 27 metros que hay en Devoto y el metro bajo el nivel del mar de Palermo cabría un edificio de 9 pisos. Están las barrancas de Recoleta, Belgrano, Retiro y Parque Lezama. Y, por supuesto, la Capital tiene los valles por los que circulaban/circulan sus numerosos arroyos”, explican desde la cuenta de Instagram @Arroyos Libres, desarrollada por el Ingeniero Martín D. Civeira, especialista en la temática, quien propone un futuro alternativo al actual paradigma. Lo hace basándose en experiencias positivas de otros países, como Corea del Sur por ejemplo, que recuperó algunos arroyos a cielo abierto, como el Cheonggyecheon de Seúl, un paseo formidable; además, la creación de espacios verdes que puedan absorber el agua de lluvia y la integración de los arroyos con el paisaje urbano. Civeira cree que esta propuesta tendría beneficios ambientales, sociales y económicos y mejoraría la calidad de vida de los porteños.
“En Arroyos investigamos, analizamos y reflexionamos sobre la historia, actualidad y las posibilidades de mejora de muchas cuencas hídricas urbanas. También presentamos los casos de éxito de renaturalización y de regreso a la luz y al sol (en un proceso que, generalmente, se conoce como Daylighting o Deculverting) realizados sobre cursos de agua del mundo”, explica el autor.
Los arroyos, uno por uno
Por los valles circulan sus numerosos arroyos. En total la Ciudad posee 11 cuencas y corren bajo nuestros pies los arroyos Medrano, Vega, Maldonado, Cildáñez y otros menos conocidos como White, Radio Antiguo, Ugarteche, Boca-Barracas, Ochoa-Elía, Erézcano y Larrazábal-Escalada.
El soterramiento de los cursos de agua se aceleró entre fines de siglo XIX y principios del XX debido a que eran propensos al desborde frente a una gran tormenta, provocando daños y pérdidas humanas. También, por una necesidad de higiene, en una época donde no existía ningún tipo de consciencia sobre la contaminación y propagación de enfermedades. Estos arroyos recibían aguas residuales y desechos de la población. No menos importante fue otro factor: la superficie ganada al agua, para alojar las nuevas construcciones de una ciudad pujante, en permanente crecimiento poblacional e industrial.
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Algunos arroyos desembocan en el Río de la Plata, como el Raggio, Medrano, White, Vega, Maldonado, Ugarteche y Radio Antiguo y en el Riachuelo, lo hacen el Cildáñez, San Pedrito, Erézcano, Ochoa, Elía y Perdriel e, indirectamente, el Maldonado -por el conducto que lo une con el Cildáñez bajo la calle Basualdo-.
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Uno de los arroyos más conocidos por su extensión es el Maldonado, que recorre unos 15 kilómetros. Podría creerse que es el más largo, sin embargo, los conductos del Radio Antiguo lo superan con 21 kilómetros. Se trata del primer conjunto de arroyos que fueron soterrados a fines del siglo XIX. El Maldonado nace en San Justo, en el partido de La Matanza y atraviesa 10 barrios antes de desembocar en el Río de la Plata. La mayor parte de su curso discurre entubado bajo la avenida Juan B. Justo, que antes era el cauce natural. Este fue entubado en la primera mitad del siglo XX por las inundaciones que provocaba cuando llovía mucho. Sin embargo, el problema persistió y el arroyo colapsó varias veces, provocando graves daños y muertes. Por eso, el Gobierno porteño realizó obras hidráulicas para aliviar la presión del arroyo y mitigar el riesgo de inundaciones.
“Los cursos de agua del casco histórico porteño, conocidos en su momento como Los Terceros, corren actualmente de oeste a este bajo las calles Garay y México (bastante parecido a lo que era el Tercero del Sur), y Perón y Marcelo T. de Alvear (versión rectilínea del Tercero del Medio). Luego llegan a un colector bajo Paseo Colón – Leandro Alem – Eduardo Madero, que tiene desembocadura en el Antepuerto de Buenos Aires (entre Dársena Norte y Dársena A)”, explican desde Arroyos Libres.
Por debajo de qué calles se esconden arroyos
— El Medrano se esconde por debajo del eje de García del Río.
— El Maldonado por la Avenida Juan B. Justo.
— El White va por debajo de la Avenida Cabildo.
— El Vega va por la Avenida Federico Lacroze.
— El arroyo Cildañez va por el eje de Avenida Remedios de Escalada y Avenida Juan Bautista de la Salle.
— Arroyo Ugarteche y Radio Antiguo corre por Ugarteche, Juncal y Esmeralda.
— Arroyo Boca-Barracas: fluye bajo las calles Brandsen, Pinzón y Suárez
— Arroyo Ochoa-Elía: está debajo de las calles Elía, Zavaleta y Luna
— Erézcano: corre bajo las calles Erézcano, Perdriel y Osvaldo Cruz.
— Larrazábal-Escalada: está cubierto por Larrazábal y Escalada.
Un proyecto de la Ciudad que está en carpeta es dejar una parte del arroyo Medrano a cielo abierto en el Parque Saavedra, donde actualmente pasa por debajo. El objetivo es recuperar la relación entre las personas y el agua, y crear un espacio verde que pueda retener temporalmente el agua de lluvia. “El proyecto iba a ser financiado por el Banco Mundial. Los plazos que manejaba el BM no pudieron adaptarse al desarrollo del proyecto del Reservorio del arroyo Medrano. Desde el GCBA, se planteó la necesidad de seguir trabajando junto a los vecinos, un proceso que lleva tiempo y no se adecua a los tiempos del organismo. Se van a continuar realizando acciones tendientes a extender y profundizar el avance del Plan Hidráulico (con más de 30 km), en la medida que el financiamiento lo permita”, informó la Secretaría de Transporte y Obras públicas.
El Plan Hidráulico llevado adelante por el Gobierno de la Ciudad contempla un conjunto de obras para encauzar y conducir las aguas de los distintos arroyos que atraviesan la urbe y que descargan sus afluentes en el Río de la Plata y el Río Matanza-Riachuelo. Desde 2016 hasta el presente se completaron 32,2 kilómetros lineales y las obras continúan. Actualmente, avanza el plan de ampliación de 18 kilómetros de nuevos conductos hidráulicos de la Red Pluvial Secundaria sobre las cuencas de los arroyos Vega, Maldonado y Cildañez que beneficiará a miles de vecinos de 13 barrios de la Ciudad. Estos trabajos ofrecerán alivio a la red de desagües, una disminución de los riesgos de inundaciones en barrios de la Ciudad, adaptación al cambio climático, y un desarrollo de soluciones innovadoras y transformación urbana.
La señalización de los arroyos
La Secretaría de Transporte y Obras públicas de la Ciudad llevó adelante una campaña de concientización y visibilización de los conductos y colocó diferentes carteles y señalización en la superficie por las calles y avenidas por donde pasan. Se instaló cartelería, se marcaron sendas peatonales y ciclovías de la Ciudad. Los carteles también brindan información sobre las características de estos arroyos, ubicación, dónde desembocan, metros de profundidad. Hay más de 450 postes distribuidos en la Ciudad y casi 100 cruces de avenidas y calles, ya se encuentran intervenidos con esta información.
Algunas pistas para detectar arroyos
El ingeniero Martín Civeira ofrece algunos “tips para buscadores de arroyos” como él, más allá de las señalizaciones.
— En las ciudades con un clásico trazado en damero (latinoamericanas, mayormente), se los reconoce en calles y avenidas que, precisamente, se escapan de ese diseño. Así es que hay que prestarle atención a los bulevares, cortadas y pasajes (en estos últimos, más que nada si estamos cerca de una posible desembocadura en un río) y de arterias diagonales o zigzagueantes.
— Otra pista son las zonas inundables: si lugares de tu barrio se inundan casi siempre que llueve, es probable que haya un curso de agua bajo tus pies.
— Puentes que se encuentran muy cerca de la calzada (especialmente, los ferroviarios), nos dan la clave de que no fueron construidos para facilitar el tránsito; allí se debió sortear el “obstáculo” que representaba un cauce.
— ¿Hay que subir muchos escalones para poder ingresar a un lugar o, simplemente, a la vereda? Es probable, entonces, que haya un arroyo cerca. Una situación similar es observar compuertas y barricadas (principalmente, metálicas), que intentan proteger viviendas y comercios del ingreso del agua que desborda.
— Lagos y lagunas (por más pinta artificial que tengan) suelen estar por donde hubo afluentes de cursos de agua.
— Algunos desniveles topográficos nos pueden marcar también la presencia invisible del agua: una barranca, una calle con pendiente abrupta).
— Por último, la presencia de árboles nativos añosos (sauce, tala, ceibo...) son pistas de la vida que supo manifestarse en las orillas de un arroyito, que ahora corre subterráneamente.
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