La modelo angoleña Elsa Soares Martins (25 años), más conocida como Zuri, conversa con los usuarios de su cuenta de TikTok (Zurilym Limber) con una sonrisa que contagia su alegría. Muestra las vestimentas típicas de su país, su raros peinados (que asegura que son los más clásicos, que no tienen idea cómo se peinan en su país africano), comparte sus ritmos y bailes tradicionales. Su expresión no tiene nada que ver con la chica de 19 años que aterrizó por primera vez en la Argentina en 2018. Había llegado becada con el mejor promedio de su país, por sus estudios de enfermería, para hacer la carrera de medicina con mucha ilusión, pero los planes no salieron como esperaba. Para la estudiante, el premio resultó ser un castigo.
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Zuri nació en una provincia del norte de Angola, llamado Malanje. Angola es un país tropical del vasto continente africano, muy cercano a la línea del Ecuador, donde siempre hace calor. La temperatura más baja del año no desciende de los 16 grados. Por eso, los pocos angoleños que viven en la Argentina, no más de 100, asegura la modelo, les cuesta mucho adaptarse al frío de nuestro clima. La lengua que hablan es portuguesa, porque fueron colonia de ese país hasta 1975.
Ella tiene cuatro hermanos y es la del “medio”. Vivió toda su infancia en una comunidad solidaria. De hecho, ella cuenta que hoy a la distancia se ocupa de la alimentación y materiales de estudio de seis niños de su barrio, a quienes quiere como si fueran sus hijos. La más chica lleva su nombre, Elsa. Zuri practicó desde siempre muchos deportes, volley, handball y fútbol. Más tarde, en la Argentina la invitaron a jugar en la selección de Handball, pero por razones religiosas no pudo aceptar. “Soy adventista del 7mo día. Y los partidos, torneos y competencias se hacían los sábados y domingos. Yo los sábados no podría entrenar, ni jugar. Por eso no podía unirme a la selección”, argumenta.
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El sueño de estudiar en el exterior
Cuenta la joven angoleña que por haber sido el mejor promedio del país en su escuela profesional de enfermería - tiene el título de enfermera- recibió como reconocimiento una beca completa para estudiar la carrera de medicina en nuestro país. Junto a ella, también fueron seleccionadas 9 personas de cada provincia de su país con quienes viajaría. La Fundación José Eduardo dos Santos que los becaba era más que conocida, pertenecía al ex presidente de su país entre 1979 y 2017, que murió en Barcelona en julio de 2022 y tenía muchas obras de caridad.
“Cuando faltaban horas para viajar nos llamaron a una reunión, en la sede de esta fundación, en la capital de mi país, Luanda y nos explicaron algunas reglas, nada tan grave que no pudiéramos aceptar. Llegamos el 20 de junio de 2018 a Entre Ríos, a Libertador San Martín, una comunidad adventista. Ahí hay una universidad que se llama Universidad Adventista del Plata. Y al llegar, fueron convocados a otra reunión para comunicarles que la beca la iba a dar finalmente otra fundación, una “filial” de un consejero del ex presidente, Ismael Diego Da Silva, por eso la sigla IDS. Nos enteramos que sería ese otro grupo el encargado de cubrir nuestros gastos”, explica la modelo.
Aclara la estudiante que los que vinieron de Angola no tenían muchos recursos y no son parte de familias pudientes. “Estábamos bien pero no teníamos recursos para subsistir en un país extranjero”.
Cuando empezaron a estudiar, les informaron que tenían que ir a Brasil a unas reuniones anuales de la fundación que los sostenía y les pidieron que firmaran una serie de documentos con cláusulas nuevas con las que ellos no estaban de acuerdo. “Como no poder volver a nuestro país y someternos a castigos físicos en caso de sacar notas bajas o indebidas. Muchas de las personas que ya estaban en esa fundación por más tiempo nos comentaban cómo era esa especie de castigo que se les daba a los estudiantes que no tenían las mejores calificaciones. Yo nunca estuve en esa posición. De hecho, era la mejor estudiante de esa fundación, pero sí he visto lo que la fundación llama como corrección, que son castigos, onda ejercicios en el campo militar, mujeres, hombres, todos pasaban por lo mismo, estar arrodillados en piedras, sostener por mucho tiempo peso en las manos, hacer muchas flexiones, - personas que no están acostumbradas a hacer actividad física- y de repente les ponen a hacer mucho ejercicio físico, demasiado. Era un círculo de tortura”, sostiene.
Así que cuando les presentaron ese contrato los pusieron en una disyuntiva: si se quedaban tener que obedecer las reglas, sino los regresaban a su país. “Teníamos que volver a Angola todos, con lo ilusionados que estábamos. Los gastos previos a llegar a Argentina lo cubrieron nuestras familias. Lo dieron todo para que pudiéramos tener el pasaporte, la visa, ropa adecuada para el clima de Argentina, valijas. Veníamos ilusionados con el sueño de estudiar en un país extranjero y salir adelante. Así a pesar de todo con lo que no estábamos de acuerdo, decidimos quedarnos. Algunos tuvieron que pasar por esto, pero no pensábamos que podía empeorar”, relata joven angoleña.
Cada año tendrían que ir a esa casa de vacaciones, que está en Río de Janeiro, donde algunos de los que no tenían mejores calificaciones eran sometidos a esos castigos. A veces tenían poca disponibilidad de alimentos y pasaban estrés, mucha angustia. “La universidad aquí en Entre Ríos nos empezó a avisar que la Fundación no estaba pagando los aranceles. Fueron tres años y medio de cursada sin poder asistir a las clases en tiempo y forma porque no estaban cumpliendo. Tampoco se nos permitía viajar a nuestro país, aunque nuestros familiares quisieran comprarnos un pasaje juntando plata porque iba contra las reglas y si nos íbamos nos iban a echar”, detalla.
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A fines de 2021, una visita a la casa de un grupo de angoleños en Concepción del Uruguay la llevó a plantearse un cambio de rumbo. “Ahí me topé con un diseñador, Matías Anchorena y me invitó a modelar una colección. Justo la había terminado y quería hacer fotos. No tenía mucho para pagarme y era mi primer trabajo como modelo, así que acepté”, cuenta.
Al poco tiempo, el diseñador la llevó a modelar sus prendas en el programa La Jaula de la Moda, aún cuando el programa ya tenía sus modelos. Se presentó en agencias de modelos y también en castings. Cuando la llamaron del programa Trato Hecho, conducido por Lizzy Tagliani, entendió que era un momento de toma de decisiones. Continuar con la fundación, que le generaba más daño que malestar o empezar una nueva vida en Buenos Aires. “Creo que Dios me iluminó y decidí tomar esa oportunidad. Hablé con mi familia y decidí que iba a tomar esa oportunidad que era un camino que se me estaba abriendo y no lo podía dejar ir. Me mudé a Buenos Aires, al microcentro”.
Sobre su rol en las redes sociales, la angoleña busca arrojar luz sobre las preguntas que le hacen, que no se las toma a mal, lo considera inocente. “La típica pregunta que siempre nos hacían cuando llegamos fue ‘¿cómo vinieron desde África?’ Hay aviones, la gente no está en cuevas. Hay sociedades civilizadas’”, dice cuando asumen erróneamente que los africanos viven entre los animales, con monos y que no hay ciudades. “Está bueno investigar un poquito. Podés googlear Luanda, capital de Angola. Benguela, Huambo. Son lugares hermosos y modernos. África no es el safari siempre lleno de leones. Está bueno investigar un poquito, está bueno preguntar”, concluye. Actualmente, cursa 4to año de medicina en la Uces, tras un pase que logró llevar adelante al hacerse cargo de la deuda que había dejado la fundación que la había “premiado”.
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