La Cooperativa de Transporte Transfeminista, el servicio que nació del miedo

Mujeres y personas del colectivo LGBTIQ+ se organizaron para generar una opción de transporte libre de violencias. Una manera autogestiva de capacitarse y trabajar que se suma al crecimiento sostenido de contratación de población travesti trans y no binaria en el Estado Nacional, a dos años de la Ley de cupo laboral trans

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Florencia, Lorena y Charlie, de la Cooperativa Transfeminista de Transporte (Foto: Franca Chaher)
Florencia, Lorena y Charlie, de la Cooperativa Transfeminista de Transporte (Foto: Franca Chaher)

“Dado que todas conocemos de sobra las malas experiencias con taxistas, remiseros y afines y el alivio de subir a un auto en el que no maneje un macho es que decidimos crear la Cooperativa Transfeminista de Transporte”. Así se presentan desde un grupo cerrado de Facebook las y les integrantes de un proyecto autogestivo de trabajo que ofrece servicios amigables de mensajería, envíos, traslados de personas y mascotas, fletes y mudanzas para mujeres e identidades sexodisidentes.

“Nuestro grupo surgió en 2016 luego de que una compañera posteara en una red social que había sufrido una agresión sexual por parte de un taxista volviendo a su casa. Ese relato dio pie a un montón de comentarios de otras mujeres y disidencias sexuales que habían vivido episodios de violencia, de discriminación e intimidaciones durante viajes en taxi o por personas dedicadas al trasporte. ¿Quién quiere salir a tomar algo con amigues y subirse a un taxi que conduzca un tipo que te puede acosar o instalar miedo? El posteo, entonces, nos generó la necesidad urgente de organizarnos a quienes ya nos dedicábamos por nuestra cuenta a tareas de reparto y remisería para dar una solución entre nosotras. Hacía falta una acción inmediata y concreta”, explica Charlie, uno de los fundadores.

(Fuente)
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Se reunieron en una casa, pensaron un nombre que las/les representara y se mandaron. Hoy la cooperativa está formada por 21 mujeres y personas del colectivo LGBTIQ+: 12 dedicadas al transporte; seis para ayudar a cargar y descargar bártulos; “Tere”, que se ocupa de atender clientas, cotizar y coordinar los viajes que llegan a través de Facebook, Instagram y un número de Whatsapp; y tres para administrar la estructura general.

“Nuestra clientela por lo general son mujeres con hijes y de la comunidad, muchas que han sufrido violencia de género o viven solas. Nos buscan y recomiendan porque prefieren no contratar o meter en sus casas a varones cis. O nos pasa que actuamos un poco de psicólogas. A veces se sube una piba, te cuenta que se separó, se larga a llorar y nos toca contener. También hemos atravesado situaciones violentas, porque nos llaman para un flete y está el chongo esperando que no te deja sacar las cosas de nuestra clienta o que nos quiere perseguir para saber dónde está la piba. Pero como hay tristezas, hay alegrías: mujeres que nos contratan para mudarse a su primera casa o que nos esperan con empanadas”, recuerda Florencia que se sumó a la cooperativa en 2021.

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Lorena conoció a “las chicas” con 20 años de práctica a cuesta como transportista. Primero en Plottier, la ciudad neuquina donde nació, después en el conurbano bonaerense: “Estaba trabajando en una empresa horrible, llena de chongos maleducados que no me respetaban, y buscando buscando encontré a las chicas. Pero lo cierto es que no me imaginaba a cargo de fletes. `¿Yo? ¿Cargar una heladera?´ Y sí, porque me enseñaron, mis compañeras me capacitaron para aprender a mover cosas pesadas y a ubicarlas aunque tengamos utilitarios medianos. Nos suele pasar que nos ven con una camioneta y acotan `acá, no va a entrar nada´. Al final, el lavarropas entra en un determinado hueco, la heladera en otro, la cocina, el sommier arriba. Cuando nos ven con todo cargado, se asombran. En la coope generas tus propios ingresos sin tener que emplearte para alguien más”.

La capacitación y expertise les permiten acomodar airosas el tetris de piezas en los vehículos pero también lidiar con colegas acostumbrados a interactuar entre parecidos.

“Sufrimos la violencia de los tipos del rubro. Especialmente en Buenos Aires los fines de semana, que somos un montón de camionetas mudando o haciendo fletes. Los tipos nos miran mal por el lugar o ponen la camioneta antes. Nosotras ya aprendimos y no aflojamos. Encaramos y si tenemos que bajar a discutir, bajamos. A nadie le gusta discutir, pero lamentablemente si no hacemos respetar nuestro lugar los hombres nos pasan por arriba. Encima, nos tildan de locas. Yo igual prefiero pasar por loca así les digo `Soy loca y te voy a romper toda la camioneta si no me dejas el lugar que era mío´”, cuenta Lorena. Y se ríe.

Luchas que comparten cicatrices

En la Cooperativa Transfeminista de Transporte las decisiones se resuelven de manera horizontal. Se convoca a una reunión, se juntan en una casa, charlan, se enojan y se vuelven a amigar para lograr los acuerdos. En esos espacios de encuentro, a su vez, eligen a qué luchas ponerles el cuerpo.

Para Charlie no hay plan B, el camino se transita en red: “Acompañamos diferentes luchas porque somos un grupo transfeminista que tenemos conciencia de género, de clase y sabemos que no podemos conseguir nada soles y sí colectivamente. Por eso organizamos fletes solidarios, acercamos donaciones a merenderos, apoyamos la iniciativa “Sueños de mariposa” para que compañeras lesbianas tengan un geriátrico donde envejecer en comunidad, apoyamos al Bachillerato Popular Travesti-Trans Mocha Celis… ¿cómo no ayudarnos entre nosotres si conservamos heridas por nuestra sexualidad?”. Hacia adelante, se imaginan muchas “sucursales” de transporte transfeminista a lo largo y ancho del país.

“Queremos que se replique lo que estamos haciendo para que compañeres del interior tengan la posibilidad de organizarse como cooperativas. Que sea política pública y que el Estado, por ejemplo, ayude en la compra de vehículos de transporte. Es decir, que faciliten herramientas de autogestión de un laburo colectivo. Lo instalado es depender de un empleador que contrate. Nosotres apuntamos a laburar cómodamente, autogestionándonos y compartiendo la horizontalidad”, sigue Charlie, para quien la posibilidad de que el colectivo travesti-trans se autogestione para trabajar no invalida la importancia de un cupo laboral.

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“El cupo laboral travesti-trans es una posibilidad para que las compañeras trabajen y es el resultado de la lucha de muchas de nuestras referentas. Pero hay falencias. Y nosotras somos un termómetro de lo que falta porque trabajamos con personas trans, porque brindamos servicios a personas trans y nos cuentan sus vivencias. Falta mejorar la implementación de la ley para que efectivamente signifique una conquista de derechos”.

Según el último informe del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación (MMGyD) que releva datos de la implementación de la Ley 27.636 de Promoción de Acceso al Empleo Formal para Personas Travestis, Transexuales y Transgénero “Diana Sacayán-Lohana Berkins” ─más conocida como “Ley de cupo laboral trans”─, 574 personas travestis, transexuales y/o transgénero trabajan en el Poder Ejecutivo Nacional, organismos centralizados y descentralizados. Los datos reflejan un incremento del 468,32% respecto a septiembre de 2020, cuando se registraron 101 personas empleadas.

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