La Ciudad de Buenos Aires tiene un nuevo museo y abrirá sus puertas al público en general mañana, a las 14, de forma libre y gratuita. Se trata del Sitio Arqueológico La Cisterna que nace del hallazgo que se produjo mientras se construía el actual edificio, situado en Moreno 550, en pleno centro porteño.
El Ministerio de Cultura de la Ciudad, a través de la Gerencia Operativa de Patrimonio, cortó la cinta inaugural esta tarde el espacio con las piezas arqueológicas restauradas y la organización de una programación especial de actividades gratuitas, para que sea un punto fundamental de visita dentro del recorrido cultural de Buenos Aires.
Durante el siglo XIX este mismo espacio pertenecía a la familia Rosas Ezcurra y fue un importante escenario en el que gravitaba la política. Entre la finalización de la Campaña de Rosas al Desierto en 1835, y la inauguración de la estancia San Benito de Palermo (actual Parque Tres de Febrero) en 1848, fue centro político de la Confederación Argentina. Tras la Batalla de Caseros en 1852, que marcó la caída y el exilio de Rosas, funcionó como Casa de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, y fue la última sede antes de la fundación de la Ciudad de La Plata en la década de 1880, adonde se trasladó definitivamente.
Tiempo después funcionó como Correo Central de la Nación Argentina y a principios del siglo XX en el solar se estableció un conventillo, que fue demolido para convertirse en un estacionamiento en planta baja. Actualmente se levanta un edificio que alberga este Sitio Arqueológico La Cisterna.
Quien lo visite se encontrará con el museo en la planta baja. Y lo que se exhibe son las piezas que encontró en la excavación el equipo de arqueólogos de la Ciudad, que cuentan la historia del agua en Buenos Aires. A estas piezas, se le suman otras, aportadas por Patrimonio de la Ciudad, gerencia que supervisa todo el proceso de conservación del lugar.
La inauguración oficial del espacio contó con la presencia del ministro de Cultura de la Ciudad, Enrique Avogadro; el secretario general de la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires Emiliano Michelena; el gerente operativo de patrimonio Martín Capeluto, y el propietario del inmueble José Kohon.
“Estamos inaugurando un nuevo museo de la Ciudad de Buenos Aires que nos permite asomarnos a nuestro propio pasado desde una perspectiva única. Hacerlo en este contexto del país significa la posibilidad de generar una noticia cultural de primera magnitud. Si además tomamos conciencia de todo lo que tuvo que pasar hasta llegar hasta acá, realmente es un momento milagroso. Mucha gente trabajó para que esto fuera posible. El sitio es muy lindo, no es menor que la experiencia estética sea la que es”, expresó el ministro de Cultura de la Ciudad, Enrique Avogadro.
Mañana, a las 14 horas, el sitio abrirá al público general de manera libre y gratuita, con actividades culturales para disfrutar tales como talleres de Fanzine, de “Selfie Ilustrada Patriótica”, cocina, o visitas guiadas teatralizadas alrededor del emblemático edificio.
Los hallazgos
Cuando se realizaron las tareas de demolición para la construcción de un edificio de 14 pisos y dos subsuelos, las excavaciones para los cimientos dejaron al descubierto lo que los arqueólogos describen como un “monstruo histórico”: una descomunal cisterna de 8,30 metros de diámetro externo, de unos tres metros de altura, revestida de paredes de ladrillo de un grosor de medio metro. Su función: la de almacenar agua, un bien preciado en la ciudad.
Los arqueólogos sostienen que fue construida entre 1860 y 1870, cuando la vivienda había dejado de ser residencia particular para transformarse en sede de gobierno luego de la caída de Juan Manuel de Rosas y de correos y telégrafos entre 1886 y 1900.
Y si bien allí se hallaron importantes vestigios de nuestro pasado, el verdadero tesoro lo brindarían los cuatro pozos de balde (para extraer agua de las napas); las dos cisternas (que almacenaban agua de lluvia); los cinco pozos ciegos; tres pozos de basura, una letrina y una olla de descarte, construidos cuando se levantó la vivienda, se calcula que a fines del siglo XVIII. Ellos fueron depositarios, durante siglos, de testimonios de la historia urbana y social de la Buenos Aires colonial.
Ese terreno, situado en la manzana comprendida entre Belgrano, Perú, Moreno y Alsina, por entonces el sector más acomodado de la ciudad, había sido comprado por Juan Ignacio Ezcurra, el futuro suegro de Juan Manuel de Rosas. El todopoderoso gobernador vivió allí con su familia y hasta sería su despacho oficial hasta 1838, ya que el Fuerte (donde actualmente se levanta la Casa Rosada) era un edificio muy venido a menos, lleno de humedad y plagado de roedores. Solo lo usaba para actos oficiales. Luego de 1838, Rosas se mudaría al caserón que había mandado hacer en Palermo.
La doctora Ana Igareta, investigadora adjunta del Conicet e HiTePAC (Instituto de Historia, Teoría y Praxis de la Arquitectura y la Ciudad), perteneciente a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de La Plata, lideró un equipo de arqueólogos, arquitectos e historiadores de rescate del sitio. Cuando comenzaron los trabajos, remarcó a Infobae, debió solicitar el auxilio de más profesionales, debido a la magnitud de la obra, que suponía la exploración de 1500 metros cuadrados.
Otra de las dificultades era la inexistencia de planos originales de la vivienda y el equipo debió recurrir al auxilio de diversas descripciones.
Solo basta decir que con la tierra extraída de la cisterna se llenaron 14 camiones. Demoraron dos meses y medio en vaciarla, a pico y pala. Y solo se excavó la mitad que quedó en pie, ya que el resto había sido destruido por la construcción que había comenzado y que la justicia alcanzó a frenar.
El verdadero tesoro fue hallado en los otros pozos. Ellos contenían objetos cotidianos descartados tanto por los dueños de casa como por los empleados domésticos durante varias décadas. Son miles de objetos fichados, entre los que se encuentran cientos de botellas y frascos hallados enteros y miles de trozos de loza inglesa y francesa, muy de moda entre las clases altas. Inclusive los arqueólogos se sorprendieron al toparse con hasta ocho platos enteros, que así fueron descartados, seguramente para comprar otros.
Asimismo, llamó la atención el hallazgo de frascos de veneno y de pequeñas botellas de agua bendita con formas de la virgen o del Vaticano. También se encontraron platos con la leyenda “Federación o Muerte”, típicos de la época rosista. El valioso patrimonio incluye ropa, zapatos, monedas, juguetes, herramientas, huesos de animales.
“Todo lo que se ha encontrado es una magnífica posibilidad de mostrar el pasado y que la gente se pueda conectar directamente a él”, destacó Igareta.
Mano de obra esclava
El interrogante que enfrentaron los arqueólogos fue quién hizo esos pozos, de 15 metros de profundidad y de una vara (0,86 cm) de ancho. Era difíciles cavarlos y revestirlos en ladrillo. No todas las viviendas los tenían aunque sí podían verse en lugares públicos. Para ello se habrían empleado a esclavos que se distinguirían como poceros. Este oficio fue desapareciendo con la abolición de la esclavitud luego de 1853. Otro aspecto apasionante de estudio que se abre es sobre el cambio de tecnología aplicada a partir de un cambio en el sistema de mano de obra.
Con la caída de Rosas, la casa fue ampliada y durante una década, cuando funcionó como sede de gobierno, se construyó la monumental cisterna, que “nada tiene que ver con Rosas”, aclaró la doctora Igareta.
Lo sorprendente fue que los arqueólogos dieron con vestigios dejados por los albañiles que construyeron la casa original, encontrándose muchos elementos en los antiquísimos cimientos relacionados a la cultura afroamericana y guaraní. Se sospecha que de esa obra participaron indígenas y esclavos que los jesuitas -que habitaban lo que es hoy la Manzana de las Luces- los cedían temporariamente a cambio de dinero para determinados trabajos.
Luego de funcionar como sede del correo, a comienzos del 1900 la casa fue comprada por los hermanos Raggio, demolida en su totalidad y en su lugar se construyó un edificio de dos plantas para que funcionase como inquilinato. A la cisterna gigantesca le levantaron dos muros internos para sostener -se presume- la estructura que sobre ella se levantó.
El equipo de profesionales dejó para lo último excavar el decantador, un pozo ubicado en el medio de la cisterna. Las ocho botellas, una pava y algunos otros elementos allí hallados fueron un premio extra de los que se contribuyen a desentrañar un rico pasado que aún está y que descansa bajo nuestros pies.
Horarios de visita
Abre los miércoles, jueves y viernes, de 13 a 19 horas. Sábados y domingos, de 14 a 18 horas. Lunes, martes y feriados cerrado.
Visitas guiadas para escuelas: Las visitas para instituciones educativas están destinadas a todos los niveles. Para reservas hay que dirigirse al siguiente mail: consultaspatrimonio@buenosaires.gob.ar.
Visitas guiadas generales: miércoles y jueves 15, 16:30 y 18 horas sin inscripción previa y capacidad limitada. El recorrido tiene una duración aproximada de 40 minutos. Todas las actividades son gratuitas.
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