Masacre de Ezeiza: los gestos y declaraciones de Perón que adelantaron el final del gobierno de Cámpora

Un recibimiento frío en España y el faltazo a una gala con el general Franco en Madrid. Los días previos a la vuelta del líder político y la furia al no poder bajar en Ezeiza por los enfrentamientos entre la derecha e izquierda peronista

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50 años de la Masacre de Ezeiza

Desde el 25 de mayo de 1973, la Argentina entró en La Dimensión desconocida. Como en la serie de televisión, todo alimentaba la sensación de vivir más que un sueño una pesadilla. No era ciencia ficción: las oficinas públicas asaltadas por verdaderas bandas de facinerosos; funcionarios del propio Cámpora amenazados de muerte si asumían sus cargos; las universidades y los colegios nacionales eran la imagen del caos; había secuestrados por el PRT-ERP que permanecían en “cárceles del pueblo”; motines en las cárceles; empresarios nacionales y extranjeros que se iban al exterior; copamiento del aeropuerto de Tucumán, también algunos enfrentamientos con muertos.

Nadie lograba poner orden. ¿Cómo hacerlo valer si la policía atravesaba una etapa de vejación? Se vivía una suerte de “destape” liberador y lo peor era, en ese momento, la penetración subversiva en los estamentos del Estado. Todo al compás de los bombos. Por eso la gran mayoría de la sociedad, paralizada ante los desmanes, esperó la llegada de Perón como un factor de orden, necesario para que una sociedad se desenvuelva en plenitud. Estaba en el ambiente pero nadie lo decía en público: entre Perón y Cámpora existía una fisura muy difícil de reparar. El problema nació antes de la llegada de Juan Domingo Perón a la Argentina. Por algo el diario francés Le Monde adelantó el 19 de junio: “Algunos ya mencionan la posibilidad de un reemplazo en plazo breve del presidente Cámpora por el general Perón”.

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El 26 de mayo de 1973, el presidente Cámpora, y miembros de su gobierno, caminan hacia la Catedral Metropolitana para participar del Tedeum. Debió realizarse el día anterior pero la Catedral fue asaltada y tuvo que cerrarse
El 26 de mayo de 1973, el presidente Cámpora, y miembros de su gobierno, caminan hacia la Catedral Metropolitana para participar del Tedeum. Debió realizarse el día anterior pero la Catedral fue asaltada y tuvo que cerrarse

La preocupación de la Embajada de Estados Unidos

El cable confidencial Nº 2543, de la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires, informó el 19 de junio de 1973 al Departamento de Estado, que se esperaba para el día siguiente “grandes multitudes” para recibir a Perón. “Están siendo tomadas ciertas medidas de control para el público” se dice en el punto 1º, a la vez que se adelanta: “Aparentemente Perón será el único orador que hablará en la ceremonia de bienvenida, y se dirigirá directamente a su residencia de Vicente López. Perón y Cámpora según se espera, regresarán en el mismo vuelo, pero hay dudas, dado que se dice que Perón estaría irritado por la actuación de Cámpora desde el 25 de mayo.”

El párrafo 6º del cable expresa el estado de ánimo del líder justicialista: “El vuelo de regreso seguramente resultará interesante, con Perón y Cámpora en el mismo avión varias horas. Las fuentes peronistas confirman que Perón está bastante irritado con Cámpora por una serie de asuntos, y se lo hizo saber en términos nada elusivos. Se supo que el faltazo de Perón al aeropuerto para recibir a Cámpora, o a las ceremonias en honor de éste, no se debió precisamente a la enfermedad o algo parecido. Los puntos de irritación serían:

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A). Las fallas en la organización de la multitud que derivaron en los acontecimientos de la noche del 25.

B). El apurado indulto que el gobierno debió dar la noche del 25.

C). Varios nombramientos de Cámpora. Sobre todo el del ministro del Interior (Esteban) Righi.

D). La falla de Cámpora de no actuar más enérgicamente para enfrentar las recientes ocupaciones de escuelas, hospitales y otras instituciones. Las fuentes indican que la brecha entre ambos no es del todo amplia que se cree, pero por el momento Cámpora no está demasiado cómodo”. A pesar de la prudencia del relato de la embajada de los EE.UU. ya en Madrid se hace notable el desdén con el que Perón trataba al presidente Cámpora. Benito Llambí, un testigo privilegiado, relató en sus Memorias de Medio Siglo de Política y Diplomacia que el expresidente “estaba por completo al tanto de la situación” en la Argentina. “Era manifiesta la distancia que mantenía con Cámpora, y que éste procuraba acortar por todos los medios. Ni bien llegamos a Madrid, había intentado ir verlo y Perón lo había derivado para el día siguiente.”

Juan Domingo Perón con el doctor Puigvert en Barcelona
Juan Domingo Perón con el doctor Puigvert en Barcelona

Las definiciones de Perón antes de su vuelta

En la primera semana de junio, Perón fue a la clínica del doctor Antonio Puigvert en Barcelona y como contaría en sus memorias lo hizo “para que lo revisase y para despedirse. Aunque su aspecto no lo denotara tenía ya ochenta años (para Puigvert el ex presidente había nacido en 1893). Y no volvía a la Argentina para pasar bajo arcos triunfales entre aclamaciones y en olor a multitud. Volvía para luchar (…) A mi me lo explicó muy claro y en muy pocas palabras: “No me queda otra solución que volver allá y poner las cosas en orden. Cámpora ha abierto las cárceles y ha infiltrado a los comunistas por todas partes.” En otras palabras, como dijo su amigo el periodista Emilio Romero, “de Puerta de Hierro había salido Perón no ya para hacer una revolución, sino para contenerla. Perón estaba ya más cerca de la filosofía que de la política”. También puede suceder que volvió para ser leal con su tiempo. Una perspectiva que tan bien definió a su amigo Emilio Romero: “Yo no he cambiado nada. Ha cambiado el tiempo a mí alrededor. Permanezco fiel a la media docena de cosas que merecen la pena. Y leal a mi tiempo, que es quien nos muda a todos”.

En esas mismas horas con el doctor catalán también le confesó: “Mire, Puigvert. En estos años he estudiado mucho, he revisado mucho y me he dado cuenta de los errores que cometí en mi primer período. Errores que voy a hacer lo posible de no repetir. Como yo ya tengo conciencia de lo que es gobernar, no volveré a caer en ellos”.

En el libro de Esteban Peicovich, “El ocaso de Perón”, Jorge Antonio relató que antes de partir a Buenos Aires, Perón lo visitó en su oficina. Luego de regalarle un cinturón “me dio en detalle todos los pasos del retorno, adelantándome las fases del proceso que se produciría en los primeros tiempos de Cámpora y me aseguró que Cámpora no estaría más de dos meses en el gobierno…espero que el tiempo no me haga una mala pasada”.

Luego Jorge Antonio comparó los dos procesos de “retorno” de Perón a la Argentina. Uno en el que participo (1964) y fue abortado por los gobiernos de Argentina, Brasil y los Estados Unidos. El otro, el que venía, y que no intervino, “la circunstancia internacional había cambiado radicalmente. Pienso que ya sea la CIA, o un sector del gobierno de los Estados Unidos, se complotaron para facilitar el viaje, porque ellos tenían el control de lo que podía pasar en ese momento o a continuación. ¿Está claro?...”.

Cámpora, el escribano Garrido, Perón y Vicente Solano Lima en la Base de Morón
Cámpora, el escribano Garrido, Perón y Vicente Solano Lima en la Base de Morón

La cronología del regreso del Perón

El viernes 15 de junio de 1973, a las 11 horas, el vuelo charter de Aerolíneas Argentinas que traía al presidente Héctor Campora, su esposa, algunos miembros de su gabinete, funcionarios del Palacio San Martín, de otros organismos del Estado e invitados especiales, llegó al aeropuerto madrileño de Barajas. Al pie de la escalerilla lo esperaba el gobierno español, con Francisco Franco Bahamonde a la cabeza. Se notó la ausencia del matrimonio Perón.

El sábado 16 de junio, a las 21.15 horas, Cámpora tenía previsto asistir al Palacio de Oriente con su delegación, donde Franco le ofrecería una cena de gala con todos los honores correspondientes a su jefatura de Estado (el programa preveía “uniforme de gran gala o frac con condecoraciones”). Cerca del mediodía, el Presidente se trasladó a la quinta 17 de Octubre con la idea de convencer a Perón de que asistiera. El automóvil presidencial tuvo que esperar unos minutos, a la vista de todos los periodistas, hasta que fue autorizado a entrar. El Presidente de la Nación, con un elegante traje de diario, fue recibido por un Perón que lucía una guayabera colorada y un gorrito blanco, estilo “pochito”, y no lo hizo entrar en la casa. Se quedaron en el porche. Al cabo de un rato se sentaron en un sillón, mientras el periodismo observaba, y conversaron. Tras un cuarto de hora, el presidente argentino se retiró mustio y Perón, desde lejos, saludo al periodismo levantando los dos brazos. “Perón estaba jodón” se atrevió a contar Puente.

Por la noche el presidente Héctor Cámpora, de frac, investido con la banda presidencial -que por lo general no se usa en los viajes al exterior-, el collar de la Orden de Isabel la Católica y, a la altura del bolsillo del pañuelo del saco, colgaba la medalla de la Lealtad peronista, intentó explicarle que sería trascendental su presencia a la recepción…y se refirió a las relaciones con España. Ahí, nuevamente, en presencia de unas pocas personas, Perón, irritado, le dijo que no se atreviera a hablarle a él de relaciones internacionales y le enrostró que su gobierno estaba infiltrado por “homosexuales” y “marxistas”.

Parte de la tarjeta de invitación a la cena de Francisco Franco
Parte de la tarjeta de invitación a la cena de Francisco Franco

El edecán militar de Cámpora y más tarde jefe de la Casa Militar, teniente coronel Carlos Corral, sentado entre Perón y Cámpora, hizo el ademán de levantarse y el dueño de casa le tocó la rodilla, diciéndole “no m’ hijo, usted quédese”. Luego, Perón lanzó una frase terrible: “Son una mierda, el país en llamas y ustedes haciendo turismo.” Angustiado, el Presidente intentó darle su bastón y banda presidencial y Perón comentó que “no necesito el bastón para tener poder”. Como estaba previsto, Perón no fue al Palacio de Oriente y Cámpora, como consecuencia de su visita a Puerta de Hierro, llegó tarde a la recepción.

Años más tarde el coronel Corral declaró en la causa sobre el secuestro y asesinato del coronel Argentino del Valle Larrabure y preguntado si Perón pensaba que Argentina estaba viviendo un conflicto armado interno, con una violencia sostenida, y de un importante grado de intensidad, o interpretaba los hechos cometidos por las organizaciones guerrilleras como “situaciones de tensiones internas, disturbios interiores, motines o actos esporádicos y aislados de violencia”, respondió Corral: “Perón creía que era una cuestión grave. Pensaba en un principio que eran hechos aislados y luego consideró que había una conducción centralizada, delineada con un objetivo político”. Agregó que, en junio de 1973, antes de salir de Madrid, Perón “dijo que no regresaba al país hasta tanto no se desocupen los edificios públicos”. El 20 de junio, ya en el avión, Corral supo que en Ezeiza se estaba combatiendo. Informado Cámpora, éste le preguntó: “Qué hacemos ahora, qué se le dice al general?.. “Perón se dio inmediatamente cuenta que algo anormal pasaba.”

Parte del menú del vuelo del 20 de junio firmado por algunos pasajeros
Parte del menú del vuelo del 20 de junio firmado por algunos pasajeros

Como relato Benito Llambí (quien sería ministro del Interior del “golpe blando” que derrocó a Cámpora y luego del gobierno de Perón) al ex presidente “le bastaron veintitrés días –los que mediaron entre el 20 de junio, día de su regreso, hasta el 13 de julio, en que renuncia Cámpora—para terminar con la experiencia juvenil de administración”.

Al descender en la Base Aérea de Morón, Llambí recordó que “ingresamos a una sala en la que de inmediato se le expuso a Perón el problema de Ezeiza. Sin disimular para nada su fastidio, hizo responsable de toda la situación al ministro del Interior Esteban Righi, a quien retó en términos durísimos delante de todo el mundo”. La visión del embajador Llambí es coincidente con la de Llamil Reston, un alto jefe del Ejército (llegó a general de división) que en esos días estaba cerca del teniente general Raúl Carcagno y escuchó su relato: “Vicente Solano Lima nos llamó a los tres comandantes para pedir asesoramiento de qué hacer frente a lo que sucedía en Ezeiza. Todos coincidimos en que Perón y su comitiva debían descender en Morón. Cuando bajó del avión, tras los cortos saludos protocolares, Perón se reunió con los tres comandantes y nos pidió un cuadro de situación. La reunión se realizó en una oficina que tenía un amplio ventanal y en un momento Perón, observando a Righi detrás de los cristales me dijo: ‘Sólo Cámpora pudo nombrar a este pelotudo de Ministro del Interior’”.

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