Los incidentes de Ezeiza que fueron manipulados para justificar el asesinato de José Ignacio Rucci

El relato victimizador de Montoneros magnificó al nivel de “masacre” lo que estuvo lejos de serlo. Se trató de un enfrentamiento del que ellos mismos participaron. El mito posterior que construyeron tenía por finalidad ocultar su responsabilidad y profundizar el enfrentamiento con Perón

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La revista Evita Montonera de junio de 1975, en la nota titulada “A dos años de la matanza de Ezeiza. Ni olvido ni perdón”, luego de dar la versión de los hechos del 20 de junio de 1973, agrega un recuadro titulado “Justicia Popular”. Allí enumeran a los dieciséis “ajusticiados” en venganza por los hechos de Ezeiza. El primero: “José Rucci, ajusticiado por Montoneros el 25-09-73″. Aclaremos que el Evita Montonera era el órgano oficial de prensa de la organización Montoneros.

Olga Ruiz, investigadora de la Universidad de la Frontera, Temuco, al analizar lo ocurrido en los años setenta en Chile expresa: “Los grandes relatos sobre nuestra historia reciente se han construido centrados en el heroísmo y la victimización, esquema binario que se afirma y consolida en la figura del traidor. Se trata en realidad de una triada (héroe-víctima-traidor) en las que el quebrado concentra -como un chivo expiatorio- las contradicciones, los fracasos y la derrota de la izquierda chilena. Es más sencillo atribuir la caída sostenida de militantes a unos cuantos traidores que analizar críticamente las políticas adoptadas por las dirigencias de las organizaciones revolucionarias.”

El relato de la historia reciente de nuestro país, está construido sobre el mismo esquema: héroes-victimas y traidores. En el caso argentino, según el paradigma montado por los periodistas y escritores ex-militantes de las organizaciones ERP y Montoneros, el principal “traidor” culpable de sus fracasos se llama Juan Domingo Perón. A quien agregan la llamada “burocracia sindical”, y todos los que cuestionaban la política de la conducción de Montoneros. En ese relato, la supuesta “traición a los jóvenes”, comenzó el 20 de junio de 1973 en lo que Verbitsky bautizó “la masacre de Ezeiza”.

En mi libro La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Peron, dediqué más de 20 páginas a analizar los hechos de Ezeiza, con el testimonio de 50 protagonistas. Tal vez uno de los testimonios mas claros en términos políticos fue el de Marcela Durrieu, quien en el momento en que ocurrieron los hechos era un cuadro orgánico de Montoneros: “No sé cómo empezó el tiroteo, pero un enfrentamiento, por grave que sea, no es lo mismo que una masacre y no es cierto que los Montoneros habían concurrido desprevenidos y no imaginaran un posible enfrentamiento (...) Ezeiza fue una excusa perfecta para comenzar la estrategia de victimización y enfrentamiento frontal con el peronismo y con Perón. La insistencia en destacar que había sido una emboscada, en asignarse todos los muertos y heridos, en magnificar los hechos y en diluir la trascendencia de la imposibilidad del descenso de Perón fueron una política dirigida a convencer al país y a la tropa propia de la condición de víctimas. La Conducción de Montoneros tenía resuelto, o consideraba irremediable el enfrentamiento con Perón, desde el día en que quedó claro el regreso, sólo faltaba resolver el momento y la forma y, supongo que consciente o inconscientemente, el inicio fue Ezeiza”.

Días antes, el 9 de junio, en conferencia de prensa, el líder montonero Mario Firmenich dijo : “El control del gobierno deberá hacerse de distintas formas (…), a través de las distintas estructuras del Movimiento Peronista; y por medio de nosotros mismos como organizaciones político militares. Quienes incurran en desviaciones o traiciones serán pasibles de las medidas punitivas que establezca la justicia popular.” O sea, advertía ya, que quienes ingresaran en la categoría “traidores” iban a ser asesinados.

Ese mismo día, en un acto de conmemoración del levantamiento del 9 de junio de 1956, que se realizó en José León Suarez, en un enfrentamiento, miembros de las FAR tirotearon y mataron al dirigente sindical textil Aldo Ruben Romano.

Este era el clima político con el que se preparaba el acto de recibimiento a Perón en Ezeiza.

Los incidentes de Ezeiza

Las disputas por llegar con los carteles de una agrupación más cerca del palco son un clásico de los actos peronistas. Lo eran hace 50 años y lo son ahora. Y lo que empieza con empujones por ganar lugar, muchas veces termina con palazos y piñas.

La movilización a Ezeiza, el 20 de junio de 1973 para recibir a Perón después de 18 años de exilio fue el acto político más grande de nuestra historia, sólo equiparado o superado por lo que se vio en la Richieri el 20 de diciembre del 2022 en el recibimiento a la Selección Nacional.

Es cierto, que las columnas de la JP Regionales con carteles de FAR y Montoneros eran las más numerosas de la movilización. Pero, Carlos Flaskamp, por entonces miembro de la conducción de las FAR de La Plata, explica bien de qué se trataba: “Estaba claro que para Ezeiza el convocante era Perón. La gente se movilizaba para ir a ver a su líder. Lo que nosotros aportábamos eran la organización y el esfuerzo militante para hacer llegar a la gente hasta el lugar del encuentro. Pero, en los carteles que portaban nuestros activistas se hablaba poco de Perón y mucho de FAR y Montoneros”.

Las columnas de JP lograron llegar y colocar sus carteles bien frente al palco, eso se puede observar en las fotos panorámicas de la Richieri. Durante los incidentes nunca hubo disparos desde el palco hacia la multitud que estaba frente al palco. Eso hubiese producido un desbande y estampida, como las que hemos visto en La Meca, que se cobraron miles de vidas. Quienes estábamos frente al palco sentíamos el silbido de balas, que en realidad eran los disparos (de armas cortas) realizados desde atrás el palco, que pasaban por arriba y llegaban casi sin fuerza al otro lado.

La organización había previsto -como hoy día se hace en cualquier acto- una zona de acceso para la comitiva de Perón detrás del palco. El tramo de Richieri que va desde el aeropuerto hasta el rulo de la ruta a Cañuelas. Esa zona detrás del palco debía estar libre de público. Una parte de la columna de JP Montoneros que venía desde el sur, optó por pasar por detrás del palco para ir a ubicarse del otro lado. Pero al intentar pasar chocaron con los miembros de la custodia del palco. Primero fueron empujones y cadenazos, hasta que alguien hizo el primer disparo que desató el caos.

Carlos Flaskamp relata que la cabeza de la columna sur, pudo ubicarse muy cerca del palco, en el sector derecho. Pero la parte de atrás de la columna que no había podido acercarse hizo un giro por detrás del palco para intentar ubicarse en la izquierda. “Este movimiento parece haber sido mal interpretado por la custodia que supuso que la columna Sur se aproximaba al palco con intención de tomarlo por asalto y abrió fuego. Para nosotros, que estábamos ubicados adelante y a la derecha del palco (…), los de la custodia aparecían haciendo fuego en dirección contraria. Por lo tanto (…), optamos por permanecer en nuestra posición convencidos que nuestra columna era ajena a los enfrentamientos.”

La comisión organizadora del acto había dispuesto que la custodia del palco estuviese a cargo de militantes, excluyendo a las policías federal y provincial. El jefe operativo era el ex- tte. coronel Jorge Osinde y el ex-capitán Ciro Ahumada. Tenían presencia en el palco varios militares y gendarmes retirados muchos de ellos vinculados al COR (Centro de Operaciones de la Resistencia) dirigidos por el general Miguel Angel Iñiguez, de destacada actuación en los años de la Resistencia Peronista. Se habían sumado militantes pertenecientes al Comando de Organización (CdO) , Concentracion Nacional Universitaria (CNU) Juventud Sindical Peronista (JSP), la JPRA y otros grupos menores. Muchos de ellos estaban armados con escopetas Ithaca y ametralladoras.

Por el lado de la JP Montoneros Mario Firmenich dirá a Felipe Pigna: “Fuimos con armas cortas. No hubo ninguna directiva de ir armado... es que normalmente la gente iba armada. El activismo iba armado, el nuestro, el del Comando de Organización, cualquiera. En este sentido, en Ezeiza debió haber muchísima gente armada, pero en proporción poquísima: para dos millones de personas habrá habido 5 mil armados.”

El ex-jefe militar de las FAP de Taco Ralo Néstor Verdinelli recuerda: “Nuestros compañeros, como nosotros mismos que íbamos con la columna FAP de Capital, llevábamos armas cortas. Por si era necesario organizar una defensa. Se suele decir que también los montos llevaban nada más que armas cortas. Lo que no es cierto: en la columna Sur iban compañeros montoneros armados con metralletas y fusiles FAL.”

El ex militante montonero Oscar Balestieri dice: “En los hechos, la indicación fue ir a Ezeiza con armamento liviano. En el grupo que voy, seis u ocho compañeros llevábamos pistolas 22. Sin embargo, Quique Padilla iba en un ómnibus con una ametralladora Madsen pesada que nunca llegó a Ezeiza porque no la podía ni sacar; estaba montada en la parte de atrás de un ómnibus y solo paseó” .

Cinco mil militantes de la JP armados “con cortas” tropezando con 300 pesados del palco, equipados con armas largas era un cóctel explosivo que cualquier chispa podía hacer volar por los aires. La cifra oficial de 13 muertos es un resultado “milagroso” en un espacio donde había dos millones de personas.

Es difícil saber quien disparó el primer tiro y casi que no es trascendente. Cuando hay en un sitio tanta gente armada, lo mas posible es que ante la sola explosión de un globo, la mayoría saque sus armas y comiencen los disparos. Esto fue lo que sucedió en Ezeiza. Enfrentamientos entre grupos rivales, incluso entre ellos mismos, puesto que la confusión fue tan grande que nadie distinguía cual era su bando.

Prueba de la confusión que reinaba es la famosa foto del joven izado de los pelos al palco. En 2010 una investigación del profesor Enrique Arrosagaray develó su identidad. Su nombre es José Rincón, era militante de la JPRA, había ido en la columna de Herminio Iglesias. Con él, subieron también a Leonardo Torrilla, quien logra que lo reconozcan como parte de los mismos custodios del palco, y finalmente liberan a ambos.

El mismo caso es el de los ocho detenidos y golpeados en el hotel de Ezeiza: Dardo José González, Víctor Daniel Mendoza, Luis Ernesto Pellizzón, José Britos, Juan Carlos Duarte, Alberto Formigo, Juan José Pedrazza y José Almada, a quienes salvó la oportuna y valiente intervención de Leonardo Favio. Ninguno de los ocho pertenecían a la JP Montoneros, sino a distintos sindicatos y sectores de la ortodoxia peronista.

Los muertos de ambos bandos

La JP y Montoneros, a través de sus comunicados y su revista El Descamisado, reconocen dos muertos de su sector: Horacio “Beto” Simona, combatiente montonero y Antonio Quispe, combatiente de las FAR. Horacio Verbitsky menciona en su investigación 13 muertos y 400 heridos, nombrando como muertos de la JP, además de Quispe y Simona, a Hugo Oscar Lanvers de la UES. Hay un cuarto: Raul Obregozo que era militante de la JP La Plata.

De la custodia del palco, las víctimas fatales fueron tres: el capitán RE del ejército Máximo Chavarri y los militantes del Comando de Organización (C.d.O): Rogelio Cuesta y Carlos Domínguez.

En el listado emitido por Salud Pública figuran otros fallecidos, que seguramente fueron asistentes al acto que no tenían una militancia activa en algún grupo: Antonio Aquino, Pedro Lorenzo López, Manuel Segundo Calabrese y Hugo Sergio Larramendia.

Si los muertos fueron cuatro de un bando y tres del otro, está claro que hubo enfrentamiento y disparos de ambos lados. Luego puede alegarse que el grupo del palco tenía mayor poder de fuego, pero los cinco mil militantes de JP Montoneros provistos de armas cortas (y algunas largas) no las llevaban para un desfile. Cortas o largas, ambas son armas, disparan y matan.

Por eso insisto en afirmar que el título de “masacre” es absolutamente exagerado y tiene el claro sentido político de fundamentar un relato de victimización. Masacre fue la del 16 de junio de 1955, cuando el bombardeo sobre Plaza de Mayo dejo 309 muertos.

Un dato llamativo de como se modificará el relato, es que el comunicado de FAR-Montoneros sobre los hechos de Ezeiza, emitido el 26 de junio, dice: “Los principales responsables de esta traición histórica son el Tte. Coronel (RE) Jorge Osinde, Alberto Brito Lima y Norma Kennedy”. No está mencionado José Rucci, quien además no estuvo en Ezeiza porque venía con otros dirigentes en el avión que traía de regreso al General Perón.

El relato que dura hasta nuestros días

Horacio Verbitsky publica su libro Ezeiza recién en 1985. Mas allá de la profusión de información que contiene, algunas verificables y otras no, a mi juicio, no es el detalle de los hechos lo más importante, sino su prólogo, donde hace el análisis político y sienta los paradigmas del relato montonero, que luego será repetido por los difusores del mismo pensamiento.

Dice Verbitsky: “Lo sucedido en Ezeiza el 20 de junio se resume en una frase del discurso pronunciado por Perón la noche del 21. ‘Somos lo que dicen las veinte verdades justicialistas y nada más que eso’. En ellas no cabía el programa socializante que el peronismo se dio en la oposición (…) El hombre viejo y enfermo que descendió en la base militar de Morón no podía salvar ese abismo, conciliar tendencias antagónicas que se mataban en su nombre (…) y avaló a la derecha del Movimiento” .

Aquí aparece la remanida acusación a Perón de “traidor” al “programa socializante” que sí tenían FAR y Montoneros, pero que nunca estuvo expresado en la doctrina peronista.

Unos meses después de Ezeiza el jefe de Verbitsky, Mario Firmenich en su ya famosa “Charla a los frentes” publicada por Rodolfo Baschetti dirá: “Hay que tener claro qué es la ideología. Es un proyecto socio-económico-político que representa en forma cabal los intereses de una clase determinada. Resulta de ello que nuestra ideología es el socialismo, porque el socialismo es el estado que mejor representa los intereses de la clase obrera”

“La ideología de Perón es contradictoria con nuestra ideología -sigue diciendo el jefe de Montoneros- porque nosotros somos socialistas (…) para nosotros la Comunidad Organizada, la alianza de clases es un proceso de transición al socialismo. (...) La conducción estratégica para Perón (…) es unipersonal, es el conductor y los cuadros auxiliares. Eso es contradictorio con un proyecto de vanguardia, en donde la conducción la ejerce una organización, no un hombre, no hay conductor. A partir de allí, del desarrollo de nuestro proyecto, y de nuestra intención tal vez “desmedida”, de ser conducción estratégica, surgen confrontaciones o competencias de conducción. (…) Perón sabe que nuestra posición ideológica no es la misma que la de él, y de ahí que tiene una contradicción que vaya a saber como la resolverá.”

Mario Firmenich y los demás integrantes de la conducción de Montoneros decidieron asesinar a José Rucci para agudizar el enfrentamiento con Perón
Mario Firmenich y los demás integrantes de la conducción de Montoneros decidieron asesinar a José Rucci para agudizar el enfrentamiento con Perón

Sesenta días antes de esta charla, Montoneros había “ajusticiado” al Secretario General de la CGT José Ignacio Rucci.

Dos personalidades insospechables de pertenecer a la derecha, dijeron años después en sendos reportajes cosas similares sobre este crimen político.

El ex secretario de DDHH del kirchnerismo, Eduardo Luis Duhalde afirmó: “No tengo dudas de que a Rucci lo mataron los Montoneros y FAR, que acababan de fusionarse. Lo hicieron con un propósito múltiple: en su delirio habían acuñado la teoría de que había que negociar con Perón, ‘apretandolo con un muerto sobre la mesa’. Al mismo tiempo, buscaban congraciarse con Lorenzo Miguel (…) y ajustar cuentas con Rucci. (…) Ni el secretario de la UOM vio con simpatía este crimen, ni a Perón lo “apretaron”, sino que se enfureció realmente”

El ex montonero y poeta Juan Gelman fue más crudo aun: “Lo de Rucci no se hizo para despertar la conciencia de la clase obrera; se hizo en la concepción de tirarle un cadáver a Perón sobre la mesa para que equilibrase su juego político entre la derecha y la izquierda. Cuando se produce lo de Rucci en septiembre de 1973 y lo de Mor Roig después, hay gente de distinta procedencia que no está de acuerdo. Como conclusión, lo de Rucci iba a cercenar el apoyo de la clase obrera y lo de Mor Roig los apoyos de la clase media”.

Pero claro, esta definición de acto cuasi mafioso del asesinato de Rucci no cabía en el relato de héroes-víctimas y traidores. Entonces tuvieron que hacerlo encajar en que Rucci había sido el ideólogo y principal responsable de la “masacre” de Ezeiza, razón por la cual la “justicia popular”, representada por Quieto y Firmenich, deliberó y lo condenó a recibir 23 balazos por la espalda.

Como dice Tzvetan Todorov, “la memoria, como tal, es forzosamente una selección: algunos rasgos del suceso serán conservados, otros inmediata o progresivamente marginados, y luego olvidados.”

El relato de victimización de montoneros en la etapa 73-76 necesita magnificar los hechos de Ezeiza, en los cuales –sin dudas- fueron una parte de las víctimas; y ocultar deliberadamente otros hechos en los que actuaron como implacables victimarios, como lo fue el asesinato de José Ignacio Rucci.

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