La formoseña Julieta Agüero fue recientemente viral en las redes sociales por su emprendimiento inusual entre las mujeres, una gomería móvil. La joven de 25 años es madre soltera y vive Villa Lourdes, un apacible barrio de la capital norteña.
Antes de la pandemia, Julieta era empleada en una peluquería. Actividad que no abandonó por completo porque algunas de sus clientas fieles la siguen llamando para cortarse el pelo o hacerse las manos. Pero ya no vive de eso. Julieta cambió de actividad durante la pandemia, porque por la prohibición de su actividad por temor a los contagios, se quedó sin poder trabajar y con una bebé a su cargo. El padre, de origen paraguayo, se desentendió una vez que se separaron, al año del nacimiento de Amira. No le pasa alimentos. De él solo le queda el apellido. Julieta decidió reservarse los motivos por los cuales decidió terminar la relación con él. Es reservada, formal al conversar y a la vez cálida.
En ese contexto de cuarentena estricta, y sin trabajo buscó una salida para poder cubrir todas las necesidades de ella y su pequeña hija. Siguió los pasos de su padre y hermano. “Como ya sabes, yo crio sola a mi hija y no tenía otra ayuda, entonces como ellos habían comenzado con esa actividad, un día le dije a mi papá si le podía acompañar a ayudarle, a ver. Después, de a poco, fui agarrando confianza y conocimientos también acerca del trabajo. Y un día le dije que me animaba a salir yo sola a realizar el trabajo y así comenzó hasta hoy en día”, resume.
“Al principio el trabajo parece difícil, pero con el tiempo uno le va agarrando la mano. No es una cuestión de fuerza, sino que es más maña que otra cosa. Las motos suelen venir con caballete y otras las levantamos con un gato”, explica quien cambió las tijeras y el secador de pelo por barretas, pinzas, infladores y parches.
Su familia también tuvieron que apelar al instinto de supervivencia cuando estuvieron en la “fase cero”. Su papá manejaba un camión y la madre, ama de casa, daba clases particulares de matemáticas. Ambos no pudieron continuar con esas actividades. Un 25 de diciembre a anunciar los servicios de la gomería móvil en Facebook (Gomería Móvil Junior e Hijo) y así empezaron a llegar los primeros pedidos. “Todo fue muy duro para mi familia. Y gracias a mi papá y a mi hermano que se amañaron para tratar de salir adelante durante la pandemia, donde la estábamos pasando muy mal. Nosotros, sin este trabajo, no teníamos qué comer. La pasamos muy duro hasta que comenzaron con este trabajo. Salimos a flote toda la familia, gracias a Dios y a la Virgen”. La joven formoseña dice que recibe del gobierno la AUH y el plan Alimentar, que aclara que son de su hija y que no deja de ser una ayuda, “pero hay que trabajar para el sustento”.
Fueron los “esenciales” quienes les pidieron reparaciones durante la pandemia, como el equipo de la Policía, médicos, enfermeros. “Tenemos nuestros clientes que desde el día 1 que comenzamos a trabajar y nos siguen llamando”, expresa con orgullo.
Actualmente Julieta vive con sus padres y hermano. Y es su mamá, la que ayuda a criar a su hija mientras ella sale a ganarse la vida y a estudiar también. Su madre se ocupa de las tareas domésticas y atiende los pedidos del emprendimiento, mientras le va pasando las ubicaciones por teléfono para que asista a los clientes que llaman. La gomera a domicilio se traslada a todas partes en su moto de 110 cilindradas, vehículo muy utilizado en la ciudad.
Julieta aprendió muy pronto a poner parches en cubiertas de motos. Con su familia trabaja muchas horas, de 8 de la mañana hasta las 10 de la noche. 14 horas. Y además, encuentra tiempo para estudiar en la universidad. Está cursando 3er año de la carrera de Contador Público y está esperando avanzar más, obtener la tecnicatura para empezar a repartir su CV y conseguir un puesto laboral en un banco.
Cuenta que la gente se sorprende cuando ella llega y le dice sin ruborizarse: “Esperaba un hombre, en vez de una mujer”. Y dice que todavía se sorprenden de que ella ejerza un oficio que suele estar asociado al universo masculino. Pusieron en tela de juicio muchas veces la calidad de su trabajo, hasta que vieron los resultados. No solo lo hace muy bien su trabajo, además es veloz. “A esas personas también les sorprende la rapidez de mi trabajo, porque yo para realizar un parche, un cambio de cámara de una moto de 110 cilindradas, tardo en un promedio de 7 a 15 minutos”, asegura.
A pesar del horario extendido, cuando se trata de casos de urgencia, salen al rescate cuando alguien llama por una pinchadura a cualquier hora. “Si es un caso muy extremo, cuando es una persona mayor, o una mujer embarazada, una mujer con hijos y se quedó tarde a la noche en la calle, le ayudamos pasado el horario de trabajo”, detalla.
En post pandemia, Julieta no regresó a su anterior trabajo como peluquera. Y existe una razón: “es muy grande la diferencia de lo que gano”. Y darle todo lo que necesita a su hija es lo más importante. “Le puedo dar los gustos de lo que ella, una nena de cuatro años, necesita. Le doy juguetes. Gracias a Dios hasta hoy en día nunca le faltó nada para comer y ahora más con este frío. Todos los días prácticamente hay que comprar ropa. No le falta absolutamente nada desde que estoy trabajando de esto”, afirma.
Actualmente, la futura contadora tiene novio. “Un novio, no más”, aclara y se ríe. Asegura que él está muy orgulloso de ella. “‘Él feliz”, agrega. Comparte una foto en la que está con su hija sonrientes. Frente a las dificultades, ella dice que siempre hay que buscarle la vuelta y “no tenerle miedo al trabajo. Uno no se tiene que estancar. Siempre hay dos o tres caminos, nunca hay que quedarse con uno solo”, alienta, esta madre ejemplar.
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