La nave lucía espléndida. Pero al capitán de fragata Atilio Porretti había un detalle que no le cerraba: el mascarón de proa de la flamante fragata ARA Libertad. Era una bella imagen hecha en bronce por el talentoso escultor Luis Perlotti que representaba a la República. Era un muy buen trabajo, pero tenía un detalle que le jugó en contra: su rostro no miraba al horizonte, sino al agua.
Al principio no le hicieron demasiado caso pero de tanto insistir, los altos mandos de la Armada le dieron la razón y acordaron quitarlo. De esta forma a las cuatro de la tarde del miércoles 19 de junio de 1963, cuando el capitán Horacio Ferrari dio la orden de soltar amarras en medio del júbilo general, la fragata zarpó en su primer viaje de instrucción alrededor del mundo sin su mascarón de proa.
Había sido el presidente Domingo Faustino Sarmiento quien se propuso modernizar el Ejército y la Marina. De su iniciativa salió la Escuela Naval y la reorganización de la marina de guerra.
En 1894 el jefe de la escuadra el entonces capitán de fragata Martín Rivadavia -que pasaría a la historia como Comodoro Rivadavia- fundamentó porqué el buque escuela de la Armada debía ser un velero. “…no podrá hallarse mejor escuela que la navegación en un buque de arboladura para desarrollar la actividad moral e intelectual, formar el carácter, la previsión, la perspicacia, el ojo marinero, el valor de la responsabilidad y la prontitud en las resoluciones difíciles: cualidades todas altamente útiles e indispensables en el marino de guerra de nuestros días”.
El primer buque escuela con el que contó el país fue el vapor de guerra General Brown, construido en 1868 en Escocia. Prestó servicio entre 1872 y 1881. La cañonera corbeta Uruguay lo reemplazó entre 1877 y 1879. Luego le tocó a la corbeta La Argentina que sirvió entre 1884 y 1891. Y después, la corbeta Chacabuco -que no era otra que la Brown modificada- que navegó entre 1891 y 1893.
Nuevamente, el comodoro Rivadavia recomendó tener un buque más moderno y así nació la fragata Presidente Sarmiento, construida en astilleros ingleses, que entre 1899 y 1939 realizó 37 viajes alrededor del mundo.
En 1949 se originó el proyecto de tener un nuevo buque escuela velero. A la hora de diseñarlo, se inspiraron en el buque escuela español Juan Sebastián Elcano. En noviembre de 1953 el ministro de Marina autorizó su construcción y en diciembre el presidente Juan D. Perón colocó el primer remache en la quilla.
El 27 de abril de 1956 se le impuso el nombre: se llamaría Libertad y al mes siguiente se botó el casco en los astilleros de Río Santiago. La madrina de la botadura fue Sara Herrera, la esposa del presidente Pedro Aramburu.
Se diseñó un buque de 104 metros de eslora, 14,3 metros de manga, con una superficie total de 2652 m² de velamen, 3635 toneladas de desplazamiento a carga completa y una altura máxima en su palo mayor de cincuenta metros. Posee tres palos de acero -trinquete, mayor y mesana- y tiene 27 velas.
Su casco responde a las líneas de un clíper, hecho con chapas de acero remachados con roblones y posee dos motores. Tiene tres cubiertas, más dos más pequeñas y dos plataformas inferiores.
Luego de las idas y vueltas por el mascarón, Porretti debió encargarse de buscar a un nuevo escultor. Se lo encargaron al artista Carlos García González, quien se había autoimpuesto el apodo de “gallego” porque según él ser gallego significaba ser dos veces español. El hombre se inspiró en su esposa Úrsula, quien falleció antes de su colocación. Fue tallado en cedro paraguayo en los arsenales navales de Retiro y mide seis metros.
El capitán de fragata Atilio Porretti, con experiencia en navegación a vela, fue el encargado de seleccionar al personal de gavieros -personal que se encarga de los palos del barco- y recurrió para ello a los viejos contramaestres de la fragata Sarmiento. El 28 de mayo de 1963 fue entregada e incorporada oficialmente a la Armada y recibió la bandera de guerra. En los días siguientes se completó el alistamiento necesario para poner al buque en óptimas condiciones para afrontar la campaña de casi seis meses que lo llevaría por diversos puertos extranjeros.
Previo al inicio de esa travesía, entre el 14 de agosto y el 3 de septiembre de 1962 se realizó una navegación de prueba de máquinas hasta Golfo Nuevo. Estando fondeados en Puerto Madryn soportó un temporal con vientos de 60 nudos, que la hizo escorar hacia el viento.
Minutos previos a la partida, el entonces presidente José María Guido leyó desde la cubierta de la fragata la correspondiente orden de zarpada para dar inicio a un nuevo derrotero: “Este viaje se realiza al amparo de una palabra sagrada para el hombre: “libertad”. Por ella luchan en la guerra y en la paz todos los pueblos de la tierra; a su conjuro se concretaron las hazañas más señaladas de la historia, y podría decirse que el objeto fundamental de la vida es la libertad”.
“Un Buque Escuela es un pedazo de la República que se desplaza por entre la hostilidad de los mares, para decir a los países que recorren nuestra realidad institucional, técnica, educacional y política, y para llevarles un mensaje de paz y confraternidad. El mar no debe ser sino un camino para los pueblos, los caminos separan o unen; el mar debe ser el camino que conduzca a un mayor acercamiento, a una más profunda comprensión, a una más efectiva fraternidad entre los hombres”, expresó el primer mandatario.
Embarcaron cadetes de la promoción 90 del último año de la Escuela Naval Militar con el propósito de completar su formación profesional y egresar como guardiamarinas. También se encontraban aspirantes navales cumpliendo su último ciclo de instrucción para recibirse como cabos primeros.
Su comandante fue el capitán de fragata Horacio Ferrari quien, en realidad, era el segundo comandante. El jefe era el capitán de navío Eduardo Lockhart quien, cuando ocurrió el enfrentamiento entre dos facciones del Ejército, que pasó a la historia como el conflicto entre “Azules y Colorados”, dispuso que la fragata se alejase del muelle para preservarla. Por su decisión, fue separado de su cargo, recordó a Infobae el capitán de navío retirado Carlos Zavalla, integrante de ese primer viaje de la nave. “Lockhart fue un extraordinario marino y profesional”, remarcó Zavalla.
Zavalla contó que el viaje, en realidad, comenzó al día siguiente. Porque el 19 partieron y fondearon frente a la ciudad de La Plata. Ese 20 de junio, un día de lluvia y frío, mientras el buque se movía de un lado para el otro, juraron la bandera dos conscriptos y un contador.
Ese primer viaje comprendió 66 días de puerto, 104 días en el mar y unas 18.257 millas náuticas navegadas, visitando puertos del Atlántico como Recife (Brasil), Boston (Estados Unidos), Lisboa (Portugal), Boulogne Sur Mer (Francia), Londres (Inglaterra), Dakar (Senegal), entre otros, contando entre sus invitados a los becados de las Marinas de los Estados Unidos, Paraguay, Perú, Brasil y Uruguay y los representantes del Ejército y de la Fuerza Aérea.
En cada uno de los puertos, los gavieros permanecían de pie sobre las vergas en rol de honores, tal como es la costumbre en la mayoría de las armadas que poseen este tipo de buque escuela.
Lo primero que experimentaron los cadetes era el calor insoportable en el lugar donde dormían, ya que justo arriba había una caldereta. Muchos optaban por descansar en la cubierta. En el primer puerto, compraron ventiladores gigantes.
Fue memorable la recepción que les brindó la alcaldesa de San Juan de Puerto Rico, con una fiesta descomunal en un hotel.
Durante la estadía en el puerto de Hamilton, capital de las Bermudas, soportó los embates del huracán Arlene con vientos de 160 kilómetros por hora. El ojo del huracán, que pasó exactamente sobre ese punto, fue claramente visible en el radar de la fragata y a pesar de los destrozos que provocó en la isla, el buque salió ileso.
De ese primer viaje participó el profesor de análisis matemático Juan María Alessi, a quien el comandante le encargó registrar acontecimientos del viaje.
Zavalla, un sanjuanino que en la campaña de 1993 fue el comandante de la fragata, contó que en cierta medida, el buque estuvo involucrado en las alternativas de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Cuando partieron del primer país, desde Bermudas a Europa fueron arrojando cargas de profundidad para medir el impacto del sonido bajo el agua, porque existía un proyecto de una universidad que estudiaba la posibilidad de armar una red de hidrófonos para transmitir mensajes.
En el puerto de Hamburgo estuvieron quince días por reparaciones. Tuvieron que tomar todos los recaudos porque en esos días se había hallado una mina que había sido colocada durante la segunda guerra mundial.
Regresaron el viernes 6 de diciembre de ese año. Desde su primer viaje a la actualidad, la fragata ARA “Libertad” recorrió más de 900 mil millas náuticas alrededor del mundo y fuera de su apostadero ha pasado el equivalente a 17 años en el mar. Por sus cubiertas han pasado y se han formado alrededor de 12 mil marinos de la Armada Argentina.
Zavalla no participó de la guerra de Malvinas porque en esos meses se encontraba en Alemania, en los astilleros donde se estaba construyendo un submarino que el país había comprado: el San Juan. Zavalla sería su primer comandante.
A la inauguración del monumento a José de San Martín en Boulogne sur Mer el 24 de octubre de 1909 viajaron en el buque Pampa 120 granaderos. Uno de ellos Juan Rabuffi falleció en ese país víctima de una enfermedad pulmonar. En el viaje que la fragata realizó en 1967, si bien no estaba previsto, se hizo una escala y se trajeron al país sus restos.
El pasado 27 de mayo inició su viaje de instrucción número 51. Se calcula que para el 22 arribará a Puerto España, en Puerto Rico. Para los más ansiosos que quieran seguir minuto a minuto su derrotero, lo pueden hacer a través de este link http://www.armada.mil.ar/FRLI/index.html
Al mascarón de proa original, si bien nunca navegó, se lo puede apreciar en el Museo Naval de Tigre. En ese mismo predio se conserva el puente de mando del Aviso Alférez Sobral, atacado el 3 de mayo de 1982 durante la guerra de Malvinas. Allí fallecieron ocho tripulantes, entre ellos su comandante Sergio Gómez Roca, quien había sido uno de los cadetes de ese primer viaje de instrucción de la fragata, que tanto nos identifica.
Fuentes: Fragata Libertad. Una escuela en el mar, de Marcelo C. Tarapow; Prensa Armada
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