Hacia fines de 1971 el lugar de Jorge Daniel Paladino lo había ocupado Héctor José Cámpora y Juan Perón llegaría a la Argentina el 17 de noviembre de 1972. En los días que pasó en Buenos Aires intentó anudar un acuerdo político con la Unión Cívica Radical y por cuestiones internas y externas en los dos partidos no pudo concretarlo. Sin embargo convino con el radicalismo una conducta que se observaría con la asunción del futuro mandatario: “El que gana gobierna y el otro ayuda”. En esos días se constituye el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) y el jueves 14 de diciembre Perón se marcha de visita a Paraguay, deja constituida la fórmula Cámpora-Vicente Solano Lima y vuelve a su casa en Puerta de Hierro en Madrid. Una vez de regreso en España, en una entrevista con Clarín, dirá que “en 48 horas yo hice el acuerdo que el gobierno no pudo lograr en dos años”. Luego, desde Madrid da a conocer un severo mensaje dirigido al gobierno militar y al mismo tiempo observa que las elecciones son apenas un medio y que en las actuales circunstancias no alcanza con asumir el gobierno “sino que será indispensable poder gobernar con garantías de éxito.” Insiste, además, que en virtud de la gravedad de la situación nacional “el gobierno de un solo partido político no estará ni siquiera en condiciones de encararla”. Contemporáneamente, el 29 de diciembre, desde El Chocón, Lanusse observa que 1972 será considerado un año histórico porque “se han descorrido todos los velos” que ponían un punto final a la “tragicomedia” que se sucedió a partir de 1930. Garantiza elecciones libres el 11 de marzo de 1973, aunque reconoce que “los candidatos representan épocas ya agotadas”.
Tras la última reunión del año del gabinete nacional, que se realizó la noche del 27 de diciembre de 1972, Lanusse dió a conocer la derogación de la pena de muerte, implantada por la ley Nº 18.701 del 2 de junio de 1970 (tras el secuestro de Pedro Eugenio Aramburu). Nunca había sido aplicada, aunque las organizaciones armadas continuaban sentenciado ciudadanos: el 28 de diciembre, mientras salía de hacer unas compras en el supermercado Disco de Lomas de Zamora, fue asesinado de tres disparos el contralmirante (RE) Emilio Rodolfo Berisso. El marino fue muerto por la espalda por un comando de las FAR. La primera reacción condenatoria del hecho surgió en Rosario con un comunicado conjunto de las 62 Organizaciones y la regional de la CGT de Santa Fe. Este hecho criminal recién comenzó a aclararse 53 días más tarde, cuando el 19 de febrero de 1973, el general de división Alcides López Aufranc habló públicamente sobre un allanamiento fiscalizado por miembros de la Cámara Federal Penal de la Nación (“Camarón”) en la provincia de Buenos Aires y sobre lo que se había descubierto. Informó de las detenciones de los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) Francisco Reynaldo Urondo (a) “Paco” o “Jordán”; Claudia Urondo (a) “Josefina”; Mario Lorenzo Koncurat (a) “Sebastián” o “Jote” y Lidia Angélica Mazzaferro de Lafferrere, concubina de “Jordán” (sic). Desde el Salón San Martín del Comando en Jefe del Ejército contó una historia que hoy, a cinco décadas de ocurrida, suena a tragedia, pero la dirigencia argentina no quería escuchar. “Posteriormente -dijo López Aufranc- se detiene a Julio Roqué (a) Mateo”. A continuación señaló que “desde Rosario se había identificado a Roqué como integrante del grupo que asesinó al general (Juan Carlos) Sánchez” (ex comandante del Cuerpo II). También comenzaría a esclarecerse el asesinato del contralmirante Emilio Rodolfo Berisso, según “fuentes policiales”, y el plan para atentar contra el general Jorge Cáceres Monié (que se llevaría a cabo en diciembre de 1975). El 25 de mayo de 1973 todos los detenidos fueron amnistiados y tres de ellos intervendrán en el asesinato de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT, el 25 de septiembre de 1973.
En materia económica, el gobierno militar tuvo que reconocer que durante 1972 el índice del costo de vida había aumentado 64,1%, acompañado por una notable desaceleración del ritmo de crecimiento (comparación entre el 37,3 % del primer semestre, con el 19,6% del segundo). En cuanto a la deuda externa, La Opinión del 2 de enero de 1973 informa de un incremento de la misma en comparación con la de 1971: “5.400 millones de dólares contra 4.200 de 1971. Esta es deuda de capital, pero agregando intereses, la cifra global para 1972 alcanzaría a unos 6.200 millones de dólares, lo que equivale a tres años de exportaciones, o a una cuarta del producto bruto anual.” La política argentina se ponía en movimiento con miras a las elecciones nacionales del 11 de marzo de 1973. Dado el clima de la época y las posibilidades cada día más concretas de una victoria del FREJULI, aún se recuerda el vaticinio del Ministro del Interior, Arturo Mor Roig, y merece recordarse: El gobierno de Cámpora “sería un gobierno efímero y complicante.”
Como Lanusse no concretó el Gran Acuerdo Nacional que propugnaba y Perón no se encontró con la Junta de Comandantes en su viaje de noviembre 1972, desde el gobierno militar comenzó a deslizarse la posibilidad de que las agrupaciones políticas acordaran un acta de garantías sobre determinados temas puntuales: legislación penal para acotar la actividad subversiva, la negativa a una amnistía generalizada, y el futuro del Poder Judicial, eran algunos de los temas que interesaban a las FFAA. Era la única opción que le quedaba a Lanusse quien, a mitad de enero de 1973, imaginó la posibilidad de postergar las elecciones de marzo. Enterado Perón de esta posibilidad, solo comentó: “Vetar al Frente Justicialista sería más grave que proscribirlo al Justicialismo, y en ese caso, ¿con quién harían las elecciones? ¿En los cuarteles?”
Al respecto existen varios documentos que trataron esta posibilidad. Por ejemplo, el 12 de enero de 1973 la SIDE elevó a la Casa Rosada un largo informe sobre las “razones que aconsejan la cancelación de la convocatoria a elecciones nacionales para marzo próximo”, en el que el general Hugo Miatello realizó un largo análisis sobre informaciones brindadas por una fuente -que no identificó- advirtiendo que “los sectores subversivos marxistas infiltrados en campos decisivos de la vida argentina, con el pretexto de trabajar por y para el afianzamiento de las ‘instituciones democráticas populares’, no sólo alientan el desprestigio de las Fuerzas Armadas sino –lo que es más grave aún—el enfrentamiento de las mismas y aún su destrucción”. Otro trabajo del mismo organismo avanzaba un tanto más y tenía como título:”¿Qué consecuencias traería aparejadas la proscripción del Partido Justicialista? Diferencias entre candidatos y Partido”. También se analizó la posibilidad de que Lanusse abandonara el poder para facilitar la suspensión del proceso eleccionario.
Fue en ese momento que José Ignacio Rucci, jefe de la CGT, advirtió que “los intentos de Lanusse de chantajear con su amenaza de renuncia no surtirán efecto, porque la mayoría de las Fuerzas Armadas es partidaria de llevar el proceso electoral hasta sus últimas consecuencias.”La maniobra dilatoria --o proscriptiva-- desapareció al no contar con el apoyo militar necesario y, en especial, tras una carta que el general de división Jorge Carcagno le envió al Presidente el 8 de enero de 1973, en la que le recordaba la conveniencia de cumplir con la palabra empeñada de las Fuerzas Armadas de reinstaurar la vigencia de la Constitución Nacional. El jefe del Vº Cuerpo advertía sobre la inconveniencia de “continuar desgastando a las FF.AA.” mostrando “al país una imagen en la que aparecen las FF.AA. como aferradas al poder, contrastando con las nobles inspiraciones que en un momento las llevaron a asumirlo.” Todo hacía prever que iba a ganar el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) y que “la Revolución Argentina había pasado para nada”. En medio de la contienda electoral, las organizaciones terroristas habían redoblado sus operaciones: asesinatos, robos, secuestros, atentados y extorsiones que servían para nutrirse económicamente una gimnasia que les permitiera asegurarse un lugar de privilegio en el futuro reparto del poder. Para no dejar nada flotando en el vacío, el martes 6 de febrero la Junta Militar prohibió el regreso de Perón a la Argentina “hasta tanto asuman el poder las autoridades que el pueblo elija en las próximas elecciones”.
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En los medios periodísticos de febrero de 1973 comenzó a hablarse del tratamiento de una proyectada “Acta Institucional” más conocida como de “los cinco puntos”. El borrador del texto había sido preparado por el Estado Mayor Conjunto, a cargo del brigadier Osvaldo Cacciatore, y analizado por la Junta Militar y los altos mandos del Ejército el 24 de enero. Una semana más tarde la Junta no pudo ponerse de acuerdo sobre la conveniencia del documento, especialmente la Fuerza Aérea pidió tiempo para analizarlo. Pero el miércoles 7 de febrero por la mañana, Lanusse citó a los generales en actividad y los presionó para firmar “el compromiso que asume el Ejército” con el país. Dos generales de brigada solicitaron 48 horas para analizar si lo firmaban o no. Uno fue el general Horacio Aníbal Rivera, ex jefe de la Casa Militar del presidente Roberto Marcelo Levingston y en ese momento director de Producción de Fabricaciones Militares, quien lo firmó al día siguiente. El otro, el jefe de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército, Ibérico Saint Jean, lo rechazó y pidió su retiro el mismo miércoles por la noche. El acta finalmente fue convenida varios días más tarde por los tres comandantes en jefe. El documento, además de “sostener en el futuro la total vigencia de las instituciones democráticas”, la independencia del Poder Judicial, “descartar la aplicación de amnistías indiscriminadas”, consideraba: ”Compartir las responsabilidades dentro del gobierno que surja de la voluntad popular como integrantes del Gabinete Nacional, según la competencia que le fijen las leyes y demás disposiciones, en especial en lo que hace a la seguridad interna y externa, respetando las atribuciones constitucionales para las designaciones de los ministros militares por parte del futuro Presidente de la Nación, de conformidad con la legislación vigente el 25 de mayo de 1973″. Con su expresión de deseos de los “cinco puntos” Lanusse intentó mantener la influencia de las FFAA en el poder, porque entendía que el próximo gobierno sería de “transición”.
Con justeza y no menos confusión, desde Salta, Cámpora respondió, el 17 de febrero de 1973, “nosotros tenemos una Constitución y a ella nos sometemos, para no confundirnos le preguntaremos al pueblo cuál Constitución prefiere”. En la Babel argentina nadie imaginaba que el gobierno que iba a nacer el 25 de mayo apenas duraría 49 días. Ninguno cumplió nada y nadie pudo frenar el clima de descontrol que se vivió en el período de Héctor J. Cámpora. Los primeros en no cumplir lo acordado fueron los propios militares, dejando a la intemperie a los jueces federales que entendieron sobre los delitos del terrorismo. Además todo lo que propugnaba el Acta no se cumplió.
El 2 de marzo, con la partida de Lanusse de Madrid, luego de su inesperado viaje oficial a España, Perón volvió a la capital española. Lo esperaba el periodismo en Barajas y ante las preguntas dijo que las elecciones argentinas “no me conciernen” y puso un gran signo de interrogación sobre su viaje a Paraguay y la entrada a territorio argentino antes del 11 de marzo. En esas horas lo esperaba en Madrid Juan Manuel Abal Medina, el Secretario General del Movimiento, precisamente, para intentar convencerlo de que se desplazara para ayudar a Cámpora. Los analistas de su campaña estimaban que la fórmula del FREJULI podía bordear el 50% de los votos y querían asegurarse un punto más para no ir al ballotage. La crónica de “La Opinión” sobre el arribo de Perón a Madrid es llamativa porque guarda relación con lo relatado por Abal Medina años más tarde. Fue en ese viaje que Abal Medina observó algunos signos preocupantes en la salud de Juan Perón: “Los primeros síntomas de complicación se presentaron en febrero de 1973. Perón estaba siendo operado de próstata en la clínica de Puigvert, en Barcelona, y tuvo un paro cardíaco en la intervención. Por esas cosas del destino, yo no me enteré en ese momento: estaba en Madrid y, porque los horarios del vuelo a Barcelona me demoraban el regreso a la Argentina, donde estábamos en plena campaña electoral, no fui a ver a Puigvert. De haber hablado con él nos hubiésemos enterado qué frágil estaba Perón. López Rega lo supo y comenzó a organizar su avanzada. Se guardó el secreto y empezó su tarea de deterioro a Cámpora. El primer aliado que buscaba López Rega no fue la derecha, fue la izquierda peronista. Nadie le hizo caso. Me buscó a mí, porque yo estaba situado más a la izquierda, y me comenzó a hablar mal de Cámpora. Volví alarmado de Madrid”.
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El domingo 4 de marzo, a una semana de los comicios, el matutino de Timerman ofreció un sondeo en su contratapa. El promedio general adjudica a los primeros 4 candidatos lo siguientes porcentajes: Cámpora 43%; Balbín 23; Alende 10,80%; Manrique 9,60%. El FREJULI cerró su campaña en la cancha de Independiente con una asistencia de 70.000 personas; Alende, en Atlanta, movilizó 50.000 y Balbín lo hizo en Parque Lezica con un acto calificado de modesto. El 11 de marzo de 1973 la fórmula Héctor Cámpora-Vicente Solano Lima se impuso con holgura. Alcanzó el 49,58% y su seguidor, Ricardo Balbín 21,29%. Manrique (Alianza Popular Federalista) obtuvo 14,90%. La coalición de izquierda que encabezaban Alende y Sueldo llegó al 7,43. Los demás no llegaron, cada uno, al 3% del padrón electoral. Desde lo más alto del justicialismo, Juan Perón envió un mensaje a todo el pueblo argentino: “Los adversarios políticos del presente, deben convertirse en los mentores y realizadores del porvenir patrio. Tenemos una causa común y esa causa se llama…la patria”.
El lunes 12 de marzo de 1973, frente a la contundente victoria del FREJULI, Lanusse se inclinó ante las evidencias. Aunque no se atrevió a reconocer que el ballotage estaba de más, dijo que “las cifras que se disponen hasta el momento no le adjudican a esa conjunción política la mayoría absoluta, pero su porcentaje es tan aproximado a ello y su diferencia con el segundo partido es tan apreciable, que prácticamente se estima que no sería temerario considerar como la fórmula triunfante a la que integran los doctores Héctor José Cámpora y Vicente Solano Lima”. También, con fecha 12 de marzo de 1973, se le entregó a Lanusse un informe militar “Secreto” aconsejándole “permanecer en el cargo” hasta el 25 de Mayo, demostrando “acatamiento del PEN al veredicto popular expresado en las condiciones fijadas en las reglas de juego dictadas por el Gobierno de la Revolución Argentina (GRA)”, reteniendo dentro del Ejército “la culminación de un proceso que se inició y desarrolló bajo su responsabilidad primaria”. De lo contrario, rechazar los resultados podría “desencadenar una guerra civil”.
El 25 de marzo de 1973 el presidente electo partía a Roma a entrevistarse con Perón y volvía a repetirse la misma hoja de ruta de noviembre anterior: tomar a la capital italiana como centro de atención de la Argentina, estableciendo ahí la cabeza de puente para contactos empresarios italianos y comunitarios que, decían, intentarían invertir en la Argentina. Era notorio que el reiterado gesto dejaba al margen al gobierno español y sus intereses (todavía no pertenecía a la Comunidad Económica Europea). Sin decirlo, también había un mensaje para el gobierno de Richard Nixon, porque la idea “camporista” era tomar distancia de la influencia económica de los Estados Unidos.
El 24 de marzo, “La Opinión” publicó una crónica de ese desplazamiento, escrita por Emilio Abras (meses más tarde Secretario de Prensa del presidente Perón), sosteniendo que el expresidente durante gran parte del tiempo había hablado sobre su “preocupación principal: cambiar la estructura vigente en Iberoamérica, terminando con todo tipo de dependencia y logrando la unidad de los países ubicados al sur del río Bravo”. Las gestiones en Italia primero y París después intentarían poner a la Argentina en la privilegiada ruta de las inversiones de origen europeo, algo que una década más tarde volvería a ensayar sin éxito el radical Raúl Ricardo Alfonsín. Hay que entender estas declaraciones desde el punto de vista de Perón: para él la campaña no había terminado y cabalgaba sobre el antiamericanismo del electorado argentino, además de las sugerencias de Licio Gelli y sus seguidores de la secta Propaganda Due (P2).
Los datos de la realidad expresaban que en 1971 la Argentina tenía una balanza comercial favorable con los nueve países de la Comunidad Europea. Bordeó los 1.300 millones de dólares, con un superávit de 220 millones de dólares, y en 1973 la expectativa era 2.000 millones de dólares de intercambio. Perón, durante sus jornadas en Roma, escuchó a la mayor cantidad de empresarios. Antes de cualquier emprendimiento, los europeos deslizaban tres condiciones: seguridad y continuidad para sus inversiones. Tres, la capacidad del Estado de velar por la integridad física de sus habitantes, el monopolio de la fuerza para el cumplimiento de las leyes. Perón sabía que podían alcanzarse estableciendo las reglas del juego interno argentino. Para comenzar, tras el 25 de mayo de 1973 los fusiles debían silenciarse…y ahí estaba el meollo del problema. ¿Qué garantía tendrían los europeos en un país donde el año anterior se había asesinado a Oberdam Sallustro? ¿Y el secuestro del cónsul inglés Stanley Silvester? ¿Qué papel jugarían en el futuro las formaciones especiales? Preguntas simples, respuestas difíciles. Por el momento, Cámpora decía que con el gobierno constitucional se terminaría la violencia terrorista, ya que la extrema izquierda “no será un problema para mi gobierno porque realizaremos un programa que satisfará las negociaciones populares”. La realidad sostendría algo diferente. Al finalizar la agenda en Roma, el sábado 31 de marzo de 1973, Perón y Cámpora viajaron a Madrid respondiendo al deseo del gobierno español. Luego de llegar a España, en la sala de prensa del aeropuerto Cámpora enfrentó a un centenar de periodistas para formular unas pocas declaraciones bajo la atenta mirada de Juan Domingo Perón: “Como presidente electo argentino, próximo a ejercer el Gobierno y el poder en mi país, he de tener una preocupación constante: acrecentar las relaciones entre Argentina y España, no digo sus sentimientos, porque siempre han sido permanentes e inextinguibles a través del tiempo y del espacio”. Quizá sus palabras habían brotado desde lo más profundo de su corazón, pero había cometido un error singular. Había fundido en su propia persona el gobierno y el poder, cuando el lema de la campaña prometía que él llegaría al gobierno y Perón al poder. Posteriormente, Cámpora junto con Perón, se dirigió al palacio El Pardo para mantener un encuentro con Francisco Franco. Luego, tras almorzar en Navalmanzano 6 de Puerta de Hierro, abrazó a Perón, se despidió del canciller López Bravo y volvió a subirse al Mystere DA-20 para llegar a Roma y de ahí, el mismo día, a Buenos Aires en un avión de línea. Para el presidente electo había llegado la hora de prepararse para asumir la Presidencia de la Nación el 25 de mayo de 1973 y, posteriormente, concretar el retorno de Juan Domingo Perón a la Argentina.
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