Los templos desaparecidos: la increíble iglesia flotante, los dos que sepultó el agua y el que tragó un médano

Durante el siglo pasado, llegar con la Fe a lugares más o menos inaccesibles era un desafío. No obstante, por las donaciones de particulares o el empeño de algunos sacerdotes, existieron capillas en esos lugares, aunque más tarde fueron borradas del mapa. Qué sucedió con la Iglesia Flotante Cristo Rey, las de Epecuén y San Roque y el final de la parroquia Medalla Milagrosa de Ostende

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La Capilla Flotante Cristo Rey,
La Capilla Flotante Cristo Rey, en el Delta del Paraná, donde sirvió durante 27 años como templo católico

Templos en ruinas, abandonados o que sufrieron los embates del tiempo y la naturaleza hubo muchos en nuestro país. Pero algunos fueron dejados de lado en circunstancias extraordinarias, como los que vamos a enumerar.

Argentina tuvo una “iglesia flotante”, o un “templo barco”. Y no es una imagen poética: era un templo con todas las de la ley, sobre un barco que navegaba por las aguas del delta del Paraná por la zona del Tigre. Dicha iglesia estaba bajo la advocación de Cristo Rey. Con la llegada de los inmigrantes al delta del Paraná a fines del s. XIX y comienzos del s. XX, surgió la necesidad de que la nueva población, en su mayoría de confesión católica, contara con un servicio pastoral y un lugar para celebrar misa y cumplir con los sacramentos. Por lo tanto, el arzobispado de La Plata le pidió a los padres de la Compañía de Jesús que enviaran misioneros a la zona. La designación cayó sobre el R. P. Luis Isola SJ, que llegó desde El Salvador entre los años 1908/1911 (no se sabe con exactitud la fecha de su arribo). El Padre Isola emprendió su viaje en el vapor llamado “La Fe”. Este barco efectuaba un recorrido por las islas hasta el Paraná Guazú, sirviendo como base la isla del Almirante Álvarez de Toledo. Hizo varias misiones, bautizaba, casaba, y dispensaba los demás sacramentos propios de la fe católica. Siguiendo su itinerario misionero pasó luego al Río Carabelas y a la Isla del señor Juan Jaurreguiberry, donde concluía su misión el domingo de Pascua, celebrando la misa pascual.

Más adelante se le unió el R.P. Juan Marzal SJ. Éste emprendió otra misión por las Islas del Delta, en vísperas de la fiesta de Reyes. Se construyó una capilla puesta bajo la advocación del Sagrado Corazón, que estaba ubicada en Paraná Miní, y desde ahí recorría numerosas islas para realizar bautismos, comuniones y matrimonios. A fines de 1910, el padre Luis Isola fue destinado a Córdoba, donde permaneció como misionero hasta 1922, pero durante las temporadas de verano, se acercaba para misionar a los isleños.

Pero el tema de la llegada a la isla donde estaba la capilla era un grave problema, sumado a esto que el vapor “La Fe” ya no daba para más. Pero la providencia posee sus extraños caminos. En 1924 Rómulo Ayerza, quien junto con Luis Dodero eran administradores de la “Compañía de Navegación Nicolás Mihanovich”, cayó gravemente enfermo. Hombre de fe, prometió que si se curaba, haría una donación para un fin benéfico, y así fue. Don Rómulo sanó, y por esas cuestiones se cruzó con el Padre Isola, quien le comentó el lamentable estado de su embarcación. Entonces y en cumplimiento del voto realizado, compró y entregó al padre Isola una lancha para poder llegar a todas las islas del Delta del río Paraná con el fin de evangelizar.

El interior de la Capilla
El interior de la Capilla Flotante

El casco fue construido en Glasgow, Escocia, y tenía 33 metros de eslora. Sirvió en Argentina como transporte de pasajeros con el nombre de «Tacuarí», llamado después «Concorde» y «Vesta». Al recibirlo, el padre Isola lo renombró, llamándolo «El Salvador». Pero tuvo una idea: dado que la gente muchas veces no podía llegar a la isla y a la capilla, la iglesia iría hacia ellos. Y así fue. Como el único medio de comunicación entre los isleños y la tierra firme era el diario “Delta” cuyo director era Sandor Mikler, le solicitó que publicara una columna con la idea de una “iglesia Flotante”, algo descabellado. Pero Sandor, viendo el entusiasmo del padre, publicó la nota. Y tuvo la suerte que llegara a los oídos de las autoridades del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, que avaló el proyecto. Luis Dodero donó el casco y el campanario fue importado de Inglaterra. El mismo presidente Agustín Pedro Justo dio la orden que todo se ensamblara en la isla de Marchi y así fue. Doña Adelia Arríalos de Olmos, marquesa pontificia, donó todo los paramentos litúrgicos para los oficios de la misa, bautismos y demás ceremonias.

El 21 de Agosto de 1936, el nuncio apostólico, monseñor Felipe Cortesi, bendijo la Iglesia Flotante “Cristo Rey”, segunda en el mundo en su tipo. La primera había sido construida en los Estados unidos de Norteamérica por el Instituto Eclesiástico de Marineros de Nueva York y Nueva Jersey (SCI), y pertenecía a la Iglesia episcopal.

Al acto asistieron el presidente de la Nación, Agustín P. Justo y su esposa, Ana Bernal, quienes, además, fueron los padrinos de la nave. El 23 del mismo mes a las 10 horas se ofició en ella una misa solemne, convrtiendo en realidad el sueño del P. Isola.

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La Capilla Flotante en plena
La Capilla Flotante en plena construcción en la Isla De Marchi. De fondo se observa el transbordador de La Boca

La iglesia poseía 33 metros de eslora y la capilla tenía capacidad para 150 feligreses, con bancos encastrados en la pared y sillas móviles,. Poseía 5 ventanas de cada lado en estilo gótico. El pintor argentino Juan Fusilier fue el encargado de decorar el templo con diferentes obras de arte. Sobre el altar había una pintura de Cristo Rey, rodeado de la Virgen María, San José, y los Santos Jesuitas. El retablo era de madera estucada y fileteada en oro, el comulgatorio también era de madera y los techos eran de estilo gótico isabelino. Además, tenía sacristía, despacho parroquial, comedor, cocina, tres camarotes y cuarto de baño para los sacerdotes, y dos camarotes y servicio para la tripulación. Al frente del techo de tejas rojas de la capilla y por detrás de la popa del barco se erguía imponente un campanario de formas góticas hermosamente trabajadas con dos grandes campanas. En la “Iglesia flotante” se llevaron a cabo 1360 bautismos, 720 confirmaciones, 18700 confesiones, 33720 comuniones y 230 matrimonios y regularizaciones.

Ver aparecer entre los arboles de alguna isla un campanario moviéndose y luego ver todo un templo navegar sobre uno de los ríos del Delta era extraordinario. Pero nada es eterno, y luego de 27 años de servicio, la Iglesia Flotante comenzó a deteriorarse. Además, ya se habían abiertos diversas capillas en varias islas del Delta del Paraná. Dado que los arreglos y puesta en valor del navío eran demasiado costosos, se decidió su desguace. Los elementos litúrgicos fueron repartidos por las capillas recién fundadas, el campanario se encuentra en el cuartel central de la dirección de islas, ubicado entre la confluencia de los ríos Carapachay y Paraná. El Padre Isola falleció en 1947 y nunca dejó las islas, salvo el breve periodo en Córdoba.

Pero no sólo hubo una Iglesia sobre el agua. Existen dos que quedaron inundadas. Y una que fue sepultada por médanos de arena.

Los restos de la Capilla
Los restos de la Capilla Santa Teresa de Epecuén

Epecuén era una prospera ciudad balnearia al orilla del algo homónimo. Sus aguas curativas estaban casi al mismo nivel de salinidad que el Mar Muerto. El 12 de enero de 1930, se colocó a piedra fundamental de la capilla Santa Teresita de Epecuén, y en 1932 estaba terminada. Las obras estuvieron a cargo de Plácido Paghera. La capilla tenía una superficie de casi 300 m2, y estaba en la calle Rivadavia, entre Talcahuano y Avda. de Mayo. En 1938 se levantó la torre campanaria y se ubicó en ella la única campana del templo. En 1970 se revocó todo el templo. Nadie, el día de su inauguración, iba a suponer que la capilla quedaría sepultada bajo el agua de la laguna. El 10 de noviembre de 1985, el balneario de la Villa fue azotado por la crecida del lago, el terraplén de contención cedió y el agua tapó a la ciudad. El desastre provocó que Epecuén quedase cubierto por 8 metros de agua. Como resultado los pobladores debieron abandonar sus casas, sus hoteles, y sus comercios con la mayor rapidez posible. Se rescató del templo lo que se pudo.

Sobre la ciudad desaparecida, tragada por la laguna, solo se veía por sobre el agua el campanario con su campana, hasta que también este cedió y se desplomó en 1987. La campana quedó sepultada muchos años, hasta que fue rescatada en 1991 y llevada a la parroquia de Ntra. Sra. de los Desamparados de Carhué, junto a otras imágenes religiosas de la capilla. La campana volvió a sonar nuevamente en varias oportunidades cuando las aguas bajaron, en el lugar donde se encuentran las ruinas de la capilla de Epecuén.

Durante años, con la bajante,
Durante años, con la bajante, se podía observar el campanario de la capilla de Epecuén, hasta que se desmoronó

En Córdoba, por su parte, descansa bajo las aguas del embalse del dique San Roque la capilla homónima, junto con el primer casco de la estancia Santa Leocadia, que posteriormente daría origen a la ciudad de Carlos Paz. La capilla fue construida por Pedro Lucas Cabanillas en 1860. Era muy sencilla, con un techo de tejas y estaba pintada de color blanco. Tenía una pequeña espadaña con dos campanas, que fueron retiradas junto con todo el mobiliario. También las imágenes fueron puestas a salvo: una de vestir de san Roque, un Cristo crucificado y una imagen de la Virgen María, también de vestir. Esto se hizo antes del embalse de las aguas, y fueron trasladadas a la actual capilla de San Roque de Villa Bustos. Quedaron, bajo las aguas, las tumbas del pequeño cementerio que se encontraba adyacente a la capilla. Cuando eñ nivel del lago baja, se puede ver lo único que queda de la capilla de san Roque, su pavimento, dado que sus muros, al ser de materiales de fácil degradación, se perdieron con el paso del tiempo y los movimientos de las aguas.

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Un detalle de la parroquia
Un detalle de la parroquia San Roque, que fue tapada por el agua cuando se hizo el embalse del dique junto a la localidad cordobesa de Carlos Paz

Pero el caso más extraño es el de la capilla de Ostende, el balneario turístico de la costa atlántica argentina que pertenece al Partido de Pinamar, siendo la localidad más antigua del mismo. En 1912 comenzó a construirse la ¨Rambla sur¨. La empresa “Hotel Termas Ostende” construyó en 1913 un hotel que lleva el mismo nombre y fue inaugurado el 13 de diciembre de ese año. El mismo consta de casi ochenta habitaciones y sigue en pie hasta hoy, conocido como “Viejo Hotel Ostende”. Acá aparece en escena un italiano, Domenico Repetto, inmigrante genovés oriundo de Cavi di Lavagna (Liguria), quien ingresó al país en febrero de 1883 con sus padres Antonio Repetto y María Victoria Sturla. Don Domenico donó una capilla dedicada a Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa a la nueva localidad de Ostende. Fue la primera del actual municipio de Pinamar. Su construcción se llevó a cabo entre los años 1913 hasta 1917. En 1917 comenzó a funcionar para dar atención espiritual a los lugareños de este nuevo caserío. A cada costado de la capilla había una casa de veraneo para Repetto y su familia,y la casa de los sacerdotes que concurrían al servicio de la pastoral. Domenico falleció en 1925, y la capilla se quedó sin su mejor patrocinador y cuidador.

Ostende tenía un grave problema: lo médanos. Estos recién fueron controlados por el ingeniero hidráulico belga Paul-Vincent Levieux y el paisajista Jean-Claude Nicolás Forestier cuando Jorge Bunge fundó Pinamar en 1943. La capilla, mientras funcionó, era atendida por sacerdotes salesianos que llegaban desde la ciudad de Gral. Madariaga, también recién fundada en 1908, y con más habitantes que las poquísimas familias que vivían en Ostende, ciudad balnearia que se activaba solo en el verano. La parroquia de Gral. Madariaga estaba dedicada al sagrado Corazón de Jesús, y su piedra fundamental había sido colocada el 27 de febrero de 1909, donada por el Dr. Carlos Madariaga y doña Josefa Anchorena de Madariaga. Por lo tanto, la prioridad pastoral para la atención era Madariaga y otras localidades con más vecinos.

La Iglesia Nuestra Señora de
La Iglesia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa de Ostende. Algunos dicen que fue tapada por un médano que luego fue fijado y sobre él se edificó

La ciudad de Gral. Madariaga y Ostende están a 30 kilómetros de distancia. En esa época no había rutas como hoy. Los inviernos eran por demás crudos y ventosos, y muchas de las construcciones del balneario quedaban sepultados por los médanos, sobre todo en la época invernal, donde casi nadie habitaba el caserío. Al parecer eso ocurrió con la capilla. Se supone que estos temporales de viento movieron los médanos hacia la construcción, y por las aperturas entro tanta arena que hizo colapsar el templo; otra versión dice que está sepultada integra debajo de un médano, al cual hoy sería imposible de excavar dado que sobre él mismo y luego de las fijaciones llevadas a cabo, se construyeron propiedades.

Por estos días, los descendientes de Repetto están reconstruyendo la primitiva capilla de la Medalla Milagrosa gracias a las fotografías que había de esta. Sea que colapsó o quedó sepultada, esta intención de don Domenico Repetto servirá de raíz para que la nueva capilla florezca y dé buenos frutos, tal y como lo pensó el donante. Sus descendientes comprendieron su mensaje, y desean que continúe.

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