Santino Herrera y Martina Sánchez aman bailar. Lo hacen desde muy pequeños porque para ellos la danza es más que la expresión de sus cuerpos: es el sueño por el cual vivir y por el que siempre lucharán. Y que acarician con las puntas de los dedos desde febrero, cuando fueron seleccionados para audicionar en la Princess Grace de Mónaco, una de las escuelas de danza más importantes de Mónaco.
Llegar allí fue posible porque una cadena solidaria hizo que desde el gobierno de la provincia de Salta, los medios locales y hasta innumerables personas de todo el país colaboraran con ellos para realizar el viaje a Francia para audicionar y volver con la satisfacción de haberlo logrado: ganaron una beca anual y ahora Mónaco los espera.
“Fue muy importante haber estado allí y haber ganado la posibilidad de poder estudiar un año. Fue con mucho esfuerzo y dedicación”, le dice Martina, que baila desde los 3 años, a Infobae. Para Santino, que baila hace cerca de dos años, la beca significa un gran logro y desea poder viajar: “Lo que más queremos es convertirnos en bailarines profesionales”.
Conmovida y al lado de su hija, Valeria, mamá de Martina, admite: “Tengo sentimientos encontrados porque deseo que triunfe, que cumpla sus sueños, pero separarme de ella por un año, porque viajarán los dos solitos, o hasta que la pueda visitar, también me genera tristeza”.
Que esto sea posible es también gracias a Andrea Montero, la profesora de danza que tiene un estudio de ballet desde hace muchos años en Salta Capital, que los llevó a audicionar. Y en su propio estudio les da la oportunidad de convertirse en bailarines a chicos de bajos recursos. “A veces hago audiciones para otorgar becas a chicos, que no pueden afrontar el gasto de una carrera como la danza, que es bastante cara, porque además de las clases, entrenamiento y perfeccionamiento, siempre tienen gastos de vestuario y certámenes. Santi entró becado hace dos años y Marti hace cinco o seis años”, explica.
Según Montero, Santino está dotado para convertirse en un bailarín profesional, para asistir a una gran escuela. “Físicamente tiene buenos pies, es elongado, tiene buen salto, buenas piruetas. Es un chico que comprende, tiene musicalidad, que eso es muy importante en un bailarín”, precisa y al hablar de Martina se deshace en elogios: “La nena es también muy dotada. Es muy trabajadora, es muy responsable, también tiene de todo -y dice en términos técnicos- tiene pies, piernas, saltos, giro, puntas, es muy inteligente, es musical. Es bella la pequeña”.
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El sueño de bailar
En esa audición, Martina y Santino, ambos nacidos y formados en Salta, debieron buscar su lugar entre cientos de bailarines de todo el mundo y haberlo ganado, además del orgullo por el premio al esfuerzo, les genera emoción porque ese logro cala hondo por sus historias de vida.
Santino creció con un papá ausente y vive solo con su mamá, Laura, que padece Esclerosis Múltiple avanzada, y reciben ayuda gubernamental además de las de un grupo de personas. Con apenas tres años, se inició en la gimnasia rítmica junto a su mamá.
“Ella era contorsionista y mi abuela bailarina clásica, y cuando me preguntó, hace casi dos años, si quería estudiar ballet, les dije que primero iba a probar si me gustaba, y me gustó”, cuenta. Es un chico de 15 que se maneja solo —cuenta Andrea, su profesora— y asegura que le presta ayuda a su mamá. “Estamos peleando para que salga adelante, está estudiando en el secundario y tiene un grupo de asesoras legales que lo acompañan”, completa.
En el caso de Martina, ella creció rodeada del amor de su familia: vive con su mamá, Valeria Tolaba y dos veces por año viaja para visitar a su papá, Lucas, quien vive en el sur. “Comencé a bailar a los 3 años, porque mi mamá también bailaba y fue mi primera maestra, pero hace 5 años ingresé al estudio de Andrea”, cuenta.
Poder viajar significa para ellos tener la posibilidad de seguir con la carrera. Para completarla, les demandará unos seis años más. “Poder cumplir con la beca implicaría que ya a los 18 o 19 años podríamos ser bailarines profesionales, pero por ahora, estamos tratando de juntar dinero y pedir ayuda para viajar porque nuestras familias no pueden afrontar los gastos necesarios para el viaje y tener dinero para movernos allá”, dice Martina.
La escuela tiene régimen pupilo, por lo que vivirán allí todo el año y los gastos, en ese sentido, son menores. “Deben juntar el dinero hasta los primeros días de julio y la fecha de viaje sería el 8 de septiembre”, cuenta la mamá de Martina que recuerda que viajarán los dos solos y que volverán al país durante el receso escolar, cerca de las Fiestas.
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Las becas de la profesora
Andrea Montero empezó a dar becas en su estudio a raíz de que había personas a las que se les hacía difícil pagar la cuota. Entonces decidió empezar a hacer audiciones a principio de año para ofrecerlas a chicos que realmente no podían pagar. “Pero mi trabajo no es gratis. Yo te doy la beca, pero tenés que venir a trabajar, no faltar, cumplir, ir creciendo, avanzando. Así pagan mi trabajo cuando yo entreno. Porque a mí me duele que haya gente que quiera bailar y no pueda hacerlo por lo económico. Vivo de esto, pero se me cae el alma al saber que hay algún niño que quiere bailar y no tiene acceso”, expresa.
La becas que ofrece la maestra de danza -sin ningún tipo de ayuda-, se ciñe a la preparación, no paga los concursos ni los trajes. Lo que hace es darles su trabajo, pero el caso de Santi dice que es especial. “Prácticamente, además de becarlo, lo adopté un poco, es casi como mi hijo. Yo tengo un nene de 13 años y voy y vengo con Santi a la par del mío. No vive conmigo, pero a veces voy, lo llevo y lo traigo. Me hago cargo de algunas cosas”, explica la maestra de danza clásica.
Los chicos pasan mucho tiempo en su estudio de ballet. “A veces pienso que pasan más tiempo conmigo que en sus casas”, se ríe y no lo dice para despertar celos a las madres. El grupo de chicos que prepara, entran los días de semana a las 5 de la tarde y se van a las 8 y media. Los sábados entran a las 10 de la mañana y se van a las dos, tres de la tarde. El trabajo en intenso.
La escuela Princess Grace de Mónaco es de las más caras del mundo y su ingreso es muy selectivo. De 10 mil aspirantes entran 50 anualmente y ellos además de lograrlo, están becados. Eso significa que no deben pagar los estudios, sí la estadía porque es como un internado y la comida. También deben pagar el seguro médico, gastos administrativos, el trámite de la visa, los pasajes. “Lo que tengamos que conseguir es mucho. Hasta ahora el Gobierno no ha respondido, así que no sé si tendremos suerte. Santi depende mucho de eso, supongo que lo seguirán apoyando”.
Además de lograr ser finalistas en un certamen nacional, salieron becados en más de una escuela. Habían ganado una beca completa en Basilea, Suiza, pero la escuela avisó que cerró. Nati también había recibido una beca para el Royal Ballet de Londres. Por lo que se decidieron por la prestigiosa escuela de Mónaco, para que pudieran ir los dos.
“Yo creo que a esta altura ellos ya pueden volar”, dice la profesora. En dos años, Santino empezó casi de cero, tenía unos meses de aprendizaje en una escuela pública. A los pocos meses lo pasé a intermedio y ya está en un grupo avanzado, donde hoy baila. Avanza rapidísimo y ya necesita urgente otros maestros. Necesita volar y ella también”, enfatiza.
El futuro de ellos depende de esta gran oportunidad. La carrera de los bailarines toma vuelo a esta edad. Y después de una gran escuela, llega una gran compañía. Para ayudar a que estos dos bailarines salteños den el salto más grande de su vida se los puede ayudar con aportes en las siguientes cuentas: SANTI.AMONACO y ALEJANDROSA.934.UALA
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