David English nació en el estado de Oklahoma en 1970. A los pocos años, se mudó junto a sus padres y su hermano a Nashville, la ciudad referente de la música country en los Estados Unidos. Tras pasar una infancia y adolescencia feliz, a sus 29 años, en busca del “sueño americano”, se mudó a Nueva York, donde ingresó a trabajar en una empresa de telecomunicaciones. La mañana del 11 de septiembre de 2001, como cualquier día, tomó el subte que lo dejaba en la estación que estaba debajo de las Torres Gemelas. Cuando salió a la calle vio un cielo repleto de cenizas: el primer avión había impactado en la Torre Norte.
La segunda colisión fue unos minutos después. El estruendo le generó un gran desconcierto que le hizo pensar que iba a morir aplastado.
El devastador atentado contra las Torres Gemelas, el más grande de los tres que ocurrieron ese día, convirtió a una parte de unas de las ciudades más visitadas del mundo en escombros y cenizas. El complejo World Trade Center contaba con siete edificios, entre ellos los dos más altos del mundo. La Torre Norte tuvo un saldo de cuatrocientas once muertes y la Sur cuatrocientas nueve. El total de víctimas tras el atentado llegó a ser de casi tres mil y un cuarto de millón de heridos. Aproximadamente dieciséis mil personas se encontraban en las zonas de impacto al momento de los ataques. La gran mayoría de ellos sobrevivió debido a la labor de evacuación antes del derrumbe. Además, cinco edificios del complejo resultaron destruidos o dañados, cuatro estaciones del metro de Nueva York y la iglesia cristiana ortodoxa de San Nicolás.
Cuando el primer avión impactó, David corrió junto a muchas personas y en su caminó encontró un teléfono público. Decidió llamar a su padre para avisarle que estaba a salvo. Esa llamada quedó guardada en la grabadora de la casa de Nashville en la que su padre registraba todo. “Durante 40 años grabó cada llamada telefónica que tuvo. Además, filmaba nuestras cenas y hasta cuando nos llevaba en auto al colegio”, cuenta.
David continuó con su vida en la Gran Manzana pero ya nada fue lo mismo. “Vivía justo al otro lado del Río Hudson, en frente de la Zona Cero. Los días posteriores al atentado conviví con ese espantoso olor, que era una mezcla entre incendio eléctrico y tres mil personas muertas.”, relata. Esa incomodidad se fue profundizando con el pasar de los días y decidió que iba a mudarse lo más lejos posible de Nueva York. Ya había visitado muchos países: estuvo en Japón, Australia y Europa en distintas oportunidades. Pero decidió que Argentina iba a ser su destino. “Había viajado para un intercambio estudiantil en 1998. Estuve seis semanas. Visité la Patagonia, Mendoza y Buenos Aires. Me hospedé en casas de familia. Había sido una experiencia muy enriquecedora que hizo que me enamorara de este país, de su gente y su cultura”.
Llegó a la Argentina en 2001 esperanzado, con una sensación de renacimiento. “El país estaba en crisis pero yo lo viví como una gran oportunidad”. Decidió instalarse en Mendoza porque creía que había mucho por hacer. “Tenía muchas ganas y deseo de cumplir mi sueño de tener mi propio negocio y la provincia me dio esa oportunidad”. Comenzó a organizar intercambios con estudiantes de universidades de Estados Unidos que vienen durante todo el año para aprender cómo funciona la industria vitivinícola y para conocer de cerca las costumbres y la cultura argentina. “El vino y la enseñanza me apasionan”, sostiene. Formó su familia, conoció nuevos amigos y fue padre: Benji, su hijo, nació a los pocos años de su llegada. Pero además aprendió a vivir como un argentino y a disfrutar de lo más importante de la vida que tiene que ver con la calidez humana. “Para mi hoy la felicidad no está en lo material ni en la eficiencia sino en las personas”.
A partir de julio, David recorrerá la Argentina junto a Infobae para descubrir el maravilloso país que eligió para vivir y las razones por las que lo sigue eligiendo.