Ernesto Guevara antes de ser el Che: una fecha de nacimiento dudosa, la rebeldía y los viajes que le cambiaron la vida

Figura que nació el 14 de junio de 1928, hace 95 años, pero hay versiones encontradas sobre el verdadero día de su nacimiento. Hijo de una familia atípica y errante, pasó primeros años desafiando los límites que le imponía el asma. A los 18 recorrió el norte argentino en bicicleta. Desde entonces no se detuvo: sus viajes lo llevaron a conocer el lado oscuro a América latina. Cómo se convirtió en paradigma del guerrillero latinoamericano

El Che, a poco de nacer en Rosario (Crédito: Gentileza Revista Barullo)

El único dato cierto, concreto, documentado sobre el nacimiento de Ernesto Guevara, el niño que sería el Che, es el certificado que dice que llegó a este mundo en la maternidad del Hospital Centenario de Rosario, anexo a la Facultad de Medicina, la madrugada del 14 de junio de 1928.

Así lo consigna su inscripción en el Registro Civil, que tiene como testigos a un tío del recién nacido, Raúl, y un taxista brasileño, conductor del auto que llevó a sus padres hasta allí. Sobre este dato se edifica la “versión oficial” del nacimiento de Ernesto Guevara, la que dice que sus padres, Ernesto Guevara Lynch y Celia de la Serna, venían bajando desde Misiones en un barco por el río Paraná con destino a Buenos Aires dos meses antes de la fecha prevista para el parto, con la idea que el niño naciera en la capital argentina, pero que la urgencia del chico por ver la luz los obligó a desembarcar en Rosario.

Si se hace el cálculo, entonces, Ernesto Guevara nació antes de tiempo, sietemesino, cuando sus padres llevaban exactamente siete meses de casados.

Los padres de Ernesto, con él en brazos, sentados en el parque Independencia (Crédito: Gentileza Revista Barullo)

Hay, sin embargo, otra versión que, aunque mantiene la fecha del 14 de junio, revela otra historia que alguna vez Celia les contó a sus hijos Ana María y Juan Martín. Les dijo que Ernesto no era sietemesino, sino que se había casado embarazada, algo inconfesable en esos años para los cánones morales de la clase social a la que pertenecían.

Una tercera versión habla de otra fecha. La escritora Julia Constenla –autora de una biografía de Celia de la Serna y de otra del Che– dice que la propia madre de la criatura le contó: “Ernesto no nació el 14 de junio sino el 14 de mayo. Yo me casé embarazada, Mis tías viejas hubieran muerto de saberlo. Así, apenas casados, nos fuimos a Misiones con mi marido. Y más tarde, cuando estaba por dar a luz, A Rosario, donde me atendió un primo de Guevara”.

Ernesto en brazos de su madre, una mujer adelantada para su época

Según este último relato, Ernesto habría transcurrido su primer mes de vida indocumentado, hasta que sus padres lo inscribieron el 14 de junio, cuando ya podían hacerlo pasar por sietemesino, con la complicidad del primo médico Raúl y la colaboración inocente del taxista que los llevó hasta el Registro Civil.

Casi un siglo después –porque, según esa partida de nacimiento, Ernesto Guevara de la Serna cumpliría hoy 95 años– esas narraciones contradictorias sobre el origen se pueden leer como una prefiguración del mito que envolvería, muy a su pesar, la vida del Che, el hombre se convertiría en paradigma del guerrillero latinoamericano.

Una familia atípica

La familia también resultó determinante, con un padre capaz de emprender cualquier negocio o industria, sobre todo si le parecían quiméricos, casi siempre condenados al fracaso, y una madre audaz que rompió con un catolicismo que casi la lleva a ser monja para convertirse en una mujer avanzada para su época, que desafió los cánones sociales y fue una de las primeras en fumar en público y manejar un auto.

Desde ese origen, la adolescencia y las peripecias del propio Ernesto Guevara antes de convertirse en el Che también contribuyeron a la construcción de esa imagen revulsiva y osada del revolucionario que luchó en la sierra cubana y las selvas del Congo y Bolivia.

UNSPECIFIED - OCTOBER 21: Ernesto Che Guevara (1928-1967) c. 1950 when he was a doctor (Photo by Apic/Getty Images)

El Che fue desde su primera juventud un aventurero, vagabundo y romántico. Tragador de tierra ajena, paracaidista en territorios desconocidos, practicante de una ética de las emociones que mandaban sobre los límites oscuros de la razón. Esas tres grandes virtudes, matizadas, moderadas por la experiencia y las derrotas, lo acompañaron a lo largo de su vida”, escribió Paco Ignacio Taibo II en su monumental biografía, “Ernesto Guevara, también conocido como el Che”.

De esos años de Guevara antes de convertirse en el Che, se destacan dos líneas –confluyentes– para prefigurar esa transformación.

Una de ellas es el desafío constante a las limitaciones que le imponía su físico, acosado por el asma desde la primera niñez, un desafío que lo llevó a practicar el rugby, deporte en el que se destacó y que le dio sus dos primeros apodos: “Chancho”, por su manera sucia de jugar, y “Fuser”, abreviatura del “Furia de la Serna”, con que lo bautizó su amigo Alberto Granados.

La otra –elegida para esta nota– son sus viajes por la Argentina primero y por América latina después.

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El ciclista y el marinero

Después de una infancia y una adolescencia en la provincia de Córdoba, donde terminó el secundario, en 1947, a los 18 años, Guevara ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Ese año y los dos siguientes fue aprobando materias sin mayor esfuerzo. Ya estaba acunando sus primeros planes viajeros.

A finales de 1949, cuando algunos de sus compañeros le propusieron estudiar juntos para dar los finales de tres materias cuyas cursadas habían aprobado, les respondió: “Mientras ustedes se quedan acá preparando esas tres asignaturas, yo pienso recorrer la provincia de Santa Fe, el norte de Córdoba y el este de Mendoza, y de paso estudiar algunas asignaturas, para aprobarlas”.

Ernesto Guevara en su bicicleta con motor, imagen que luego sería utilizada en una publicidad que salió en la revista El Gráfico

Salió el primero de enero de 1950 con una bicicleta a la que le había adaptado un pequeño motor de fabricación italiana marca Cucciolo, para no tener que andar pedaleando todo el tiempo. De esa partida contaría después, en su diario de viaje: “Iba lleno de dudas sobre la potencialidad de la máquina que llevaba y con la esperanza de llegar pronto y bien al final de la jornada”.

También cuenta que, a los pocos días de andar, “el cuerpo pide a gritos un colchón, pero la voluntad se opone y continúo la marcha”.

En el trayecto visitó a su amigo Alberto Granado en San Francisco del Chañar, a sus compañeros de la infancia en la capital cordobesa, y siguió después hacia el noroeste para conocer las provincias más pobres y atrasadas del país, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, y volver por San Juan, Mendoza, San Luis.

No se consideraba un turista sino un viajero, como dejó constancia en su “Cuaderno de viaje”: “Por lo menos no me nutro con las mismas formas que los turistas y me extraña ver en los mapas de propaganda de Jujuy, por ejemplo: el Altar de la Patria, la catedral donde se bendijo la enseña patria, la joya del púlpito y la milagrosa virgencita de Río Blanco y Paypaya. No, no se conoce así un pueblo, una forma y una interpretación de la vida, aquello es la lujosa cubierta, pero su alma está reflejada en los enfermos de los hospitales, los asilados en la comisaría o el peatón ansioso con quien se intima, mientras el Río Grande muestra su crecido cauce turbulento por debajo”, escribió.

Recorrió 4.500 kilómetros en total, llevando al límite de la resistencia a su cuerpo asmático.

La empresa le ofreció publicar un aviso publicitario con una foto suya en la bicicleta. Guevara aceptó y fue publicado en la página 49 revista El Gráfico –por entonces de enorme tirada– del 19 de mayo de 1950

A su regreso a Buenos Aires, escribió una carta a los fabricantes del motor, contando que “ha funcionado a la perfección durante mi largo viaje y solo observé que hacia el final perdía compresión, razón por la cual la envío a usted para su reparación”.

La empresa Cucciolo no solo se lo reparó gratuitamente, sino que le ofreció publicar un aviso publicitario con una foto suya en la bicicleta. Guevara aceptó y fue publicado en la página 49 revista El Gráfico –por entonces de enorme tirada– del 19 de mayo de 1950.

Al año siguiente, mientras seguía avanzando en la carrera de Medicina, Guevara se ofreció –y fue contratado– como enfermero para la flota de YPF. Se embarcó el 9 de febrero de 1951 y realizó varios viajes, en los que tocó puertos de Trinidad y Tobago, Curazao, la Guyana Británica, Venezuela y Brasil.

Volvió con la idea de recorrer América latina, pero antes se propuso cursar otro año de la carrera.

Latinoamérica con “La Poderosa”

“Prometeme que lo vas a cuidar y que va a volver para recibirse… Un título nunca sobra”, le pidió Celia de la Serna a Alberto Granado.

“Despreocúpese señora, que volverá para convertirse en el médico que todos quieren que sea”, le respondió Granado mientras un impaciente Ernesto Guevara lo esperaba ya montado en la Norton 500 a la que los dos amigos habían bautizado “La Poderosa”.

Ernesto tenía 23 años y le faltaban pocas materias para recibirse de médico, Alberto tenía 29 y ya era bioquímico. Para Guevara, el viaje duraría siete meses, aunque todavía no lo sabía.

Che Guevara y su novia Maria del Carmen Chichina Ferreyra

Partieron el 4 de enero de 1952 y el plan, después de visitar a Chichina, la novia de Ernesto, en Miramar, era recorrer América latina, cruzar América Central y llegar a los Estados Unidos. “La Poderosa” no resistió tanto, debieron abandonarla –ya inútil e irrecuperable– en Santiago de Chile.

La moto ya había empezado a fallar en el pueblo de Lautaro, donde Guevara le pagó con mala moneda al mecánico que se la arregló. Lo cuenta así en su diario de viaje:

Partieron el 4 de enero de 1952 y el plan era recorrer América latina, cruzar América Central y llegar a los Estados Unidos. “La Poderosa” no resistió tanto, debieron abandonarla –ya inútil e irrecuperable– en Santiago de Chile

“Resolvimos tirar una cana al aire en compañía de unos ocasionales amigos que nos convidaron a tomar unas copas. El vino chileno es riquísimo y yo tomaba con una velocidad extraordinaria, de modo que al ir al baile del pueblo, me sentía capaz de las más grandes historias (…) Uno de los mecánicos del taller, que era particularmente amable, me pidió que bailara con la mujer porque al él le había sentado mal la mezcla, y la mujer estaba calentita y palpitante y tenía vino chileno y la tomé de la mano para llevarla afuera; me siguió mansamente pero se dio cuenta de que el marido la miraba y me dijo que ella se quedaba; yo ya no estaba en situación de entender razones e iniciamos en medio del salón una puja que dio como resultado llevarla a una de las puertas, cuando ya toda la gente nos miraba, en ese momento intentó tirarme una patada y como yo seguía arrastrándola le hice perder el equilibrio y cayó estrepitosamente. Mientras corríamos hacia el pueblo, perseguidos por un enjambre de bailarines enfurecidos, Alberto se lamentaba de todos los vinos que le hubiera hecho pagar al marido”.

A dedo y a pie

Desde Santiago siguieron a dedo, viajaron como polizontes en un barco de carga, y pidieron hospitalidad en campos y ciudades hasta llegar a Antofagasta, donde recorrieron la zona minera.

Allí conocieron a un minero comunista que les contó la política de represión y explotación a los que eran sometidos por una compañía inglesa.

Guevara anotó en su diario: “Realmente apena que se tomen medidas de represión para personas como éstas. Dejando de lado el peligro que puede ser o no para la vida sana de una colectividad, el gusano comunista que había hecho eclosión en él no era más que un natural anhelo de algo mejor”.

Guevara y Granado durante su viaje en motocicleta

El 23 de marzo salieron de Chile. En menos de un mes y medio, Ernesto y Granado llevaban recorridos más de 3.500 kilómetros de sur a norte.

Entre el 24 y el 31 de marzo de 1952, los dos viajeros recorrieron el lago Titicaca y avanzaron lentamente hacia Cuzco. Comían lo que conseguían y se alojaban dónde pueden. En una casa de campesinos se presentaron como dos médicos argentinos. Años después Granado contará que, al escucharlos, el dueño de casa les contestó: “De la tierra de Perón y Evita, donde no joden a los indios como aquí”.

Visitaron Cuzco, un hospital de leprosos en Huambo, y llegaron a Lima el primero de abril. Estaban exhaustos, pero allí los esperaba el médico Hugo Pesce, con quien Ernesto había hecho contacto desde Buenos Aires antes de partir.

Descansaron diez días en su casa, donde se recuperaron. El futuro Che no se muestra muy agradecido al despedirse. Paco Taibo II cuenta un episodio que muestra a un Guevara poco considerado con su benefactor. Pesce le había dado para que leyera su libro “Latitudes del silencio”. Al despedirse, le pregunta su opinión. “Ernesto no resiste y lo crucifica. Le dice que es un mal narrador”, relata.

Granado lo quería matar. Pesce acababa de regalarles dos trajes nuevos para que reemplazaran los harapos con los que habían llegado a Lima.

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Navegantes y directores técnicos

Después de Lima se internaron en la Amazonia. En una carta a sus padres, Ernesto les dice: “Si dentro de un año no tienen noticias nuestras, busquen nuestras cabezas reducidas en algún museo yanqui, porque atravesaremos la zona de los jíbaros”.

Navegaron en dos barcos por el río Amazonas hasta llegar al leprosario de San Pablo, en medio de la selva. Allí, el 14 de junio, Guevara celebró su cumpleaños número 24. Para festejarlo, se largó a cruzar el Amazonas a nado, hacia una isla de leprosos.

En el Leprosario de San Pablo, el 14 de junio, Guevara celebró su cumpleaños número 24. Para festejarlo, se largó a cruzar el Amazonas a nado, hacia una isla de leprosos. Luego, en balsa, llegaron a Colombia

Unos días después, navegando en una balsa que les fabricaron los leprosos, llegaron a Leticia. Ya estaban en Colombia.

En Leticia consiguieron el mejor trabajo de todo el viaje y de pura casualidad. Mientras caminaban por el pueblo, los interceptó el gerente del club Independiente Sporting de Leticia, que tenía un equipo de fútbol. “Si son argentinos, saben de fútbol”, les dijo el hombre y los invitó a dirigir el equipo. “Jugaban como los argentinos en la década del 30, con el arquero clavado bajo los palos, los zagueros metidos dentro del área y la línea media corriendo toda la cancha”, recordará Granado años después.

En pocos días, Ernesto y Alberto les enseñaron a marcar hombre a hombre y les hicieron practicar delanteros contra defensores. Pero no solo eso, también se metieron a jugar en el equipo: Guevara de arquero y Granado de delantero.

Llegaron a jugar un torneo relámpago y ganaron el primer partido con un gol de Granado, a quien los hinchas ya habían bautizado “Pedernerita”, por el histórico delantero de la selección argentina. Perdieron la final por penales, pese a que Guevara logró atajar uno, pero todos festejaron como si hubieran ganado la copa.

Les ofrecieron un contrato para quedarse como entrenadores de equipo, pero lo rechazaron y siguieron viaje a Bogotá.

El 14 de julio cruzaron a Venezuela. Estaban nuevamente sin dinero y Granado empezó a presionar a Ernesto para que volviera a Buenos Aires y terminara la carrera, como le había prometido solemnemente a su madre. El 31 de julio de 1952 se despidieron. Ernesto tomó un vuelo con escala en Miami y destino final en la capital argentina

En la capital colombiana todavía repercutían los efectos del “bogotazo”. La policía patrullaba las calles con armas largas y cualquier gesto de un civil podía leerse como una provocación. Ernesto, como fue una constante en el viaje, se mete en líos.

“Por una tontería se enredan con las arbitrariedades de la policía colombiana, que los detiene, amenazándolos con la deportación. Una noche, Ernesto estaba haciendo un plano en la tierra con un pequeño puñal para orientarse en Bogotá, cuando unos policías los detiene y les requisa el cuchillo. Al tratar de reclamar al día siguiente, son detenidos de nuevo y amenazados, tratados en forma vejatoria. Granado se indigna no sólo por los abusos policíacos, sino también por la apatía de la gente, que les recomienda que no se metan en líos”, relata Paco Ignacio Taibo II en su biografía del Che.

El 14 de julio cruzaron a Venezuela. Estaban nuevamente sin dinero y Granado empezó a presionar a Ernesto para que volviera a Buenos Aires y terminara la carrera, como le había prometido solemnemente a su madre.

El 31 de julio de 1952 se despidieron. Ernesto tomó un vuelo con escala en Miami y destino final en la capital argentina.

El viaje que lo hizo el Che

Ernesto Guevara volvió a Buenos Aires dispuesto a recibirse lo antes posible para volver a viajar. Dio las materias que le faltaban, obtuvo el título de médico que su madre ansiaba más que él y se dispuso nuevamente a partir. Ese nuevo viaje será el que le cambie para siempre la vida.

En julio de 1953 salió con su amigo Carlos “Calica Ferrer en tren rumbo a Bolivia. Llegó a La Paz en medio del proceso revolucionario iniciado el año anterior por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR).

Ernesto Guevara y su primera esposa Hilda Gadea

Allí conocieron a Ricardo Rojo, que luego integraría un grupo de viajeros argentinos que se iría ampliando. Ernesto y “Calica” siguieron camino a Puno, Cuzco y Machu Picchu, para luego dirigirse a Lima, donde volvió a ver al doctor Pesce. De Lima viajaron en ómnibus a Guayaquil, Ecuador, en autobús.

Allí se separaron. Calica viajó a Venezuela para encontrarse con Alberto Granado, mientras Ernesto viajaba a Guatemala, donde el coronel Jacobo Arbenz, presidente de la república, encabezaba un proceso revolucionario que afectaba a los intereses norteamericanos en la región.

Sosteniendo que se trataba de un gobierno comunista, Estados Unidos comenzó a operar entonces para desestabilizar Guatemala y derrocar al gobierno de Arbenz.

Hilda fue detenida y Ernesto se refugió en la embajada argentina donde fue incluido entre los “refugiados comunistas”

El golpe de Estado se inició el 18 de junio de 1954, con el bombardeo de la ciudad por aviones militares y la invasión desde Honduras de un ejército golpista al mando de Carlos Castillo Armas y el apoyo desembozado de la CIA.

Para entonces, Guevara llevaba seis meses viviendo en Guatemala y estaba en pareja con Hilda Gadea, su primera mujer. Los dos se sumaron a la resistencia contra el golpe de Estado.

En esos días le escribió a su madre: “La traición sigue siendo patriotismo del ejército, y una vez más se prueba el aforismo que indica la liquidación del ejército como el verdadero principio de la democracia”.

Hilda fue detenida y Ernesto se refugió en la embajada argentina donde fue incluido entre los “refugiados comunistas”. A fines de agosto le llegó el salvoconducto que le permitía salir del país, pero en lugar de repatriarse abordó un vuelo a México.

Fidel Castro junto al Che Guevara, enero de 1960 (AFP)

Allí trabajó como médico y como fotógrafo. También conoció al hombre que cambiaría definitivamente su vida. Era cubano, se llamaba Fidel Castro Ruz y estaba exiliado en México después de intentar una rebelión contra el dictador Fulgencio Batista.

El día que se conocieron, a mediados de 1955, Ernesto Guevara, el joven aventurero y errante de 27 años, comenzó a transformarse en “El Che”, el comandante de Sierra Maestra, el ministro de Industrias de Cuba, el combatiente en el Congo y guerrillero en Bolivia, donde fue capturado el 8 de octubre de 1967 y asesinado al día siguiente.

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