Boy George: de la heroína, el secuestro de un taxi boy y la cárcel a un presente que no podía imaginar

El líder de Culture Club, hijo de un obrero violento, fue ícono del pop británico de los 80 con su estilo andrógino. Vivió como okupa, tuvo un romance turbulento con el baterista de la banda y fue idolatrado con una muñeca Barbie hecha a su semejanza. Recién en prisión, encontró la paz interior. Hoy cumple 62 años. Su leyenda continúa

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Desde adolescente, Boy George intentó desmarcarse de esa melancolía. Se sentía vivo en los recitales de Marc Bolan -precursor del glam rock, muerto a los 29 años-, David Bowie y Roxy Music. (Photo by Dave Benett/Getty Images for Warner Music)
Desde adolescente, Boy George intentó desmarcarse de esa melancolía. Se sentía vivo en los recitales de Marc Bolan -precursor del glam rock, muerto a los 29 años-, David Bowie y Roxy Music. (Photo by Dave Benett/Getty Images for Warner Music)

Tal vez las imágenes más exóticas de Boy George, que hoy cumple 62 años, sean de cuando tenía 45: pelada sin apliques, cara lavada, papada, anteojos oscuros, buzo y pantalones negros, zapatillas a tono y chaleco naranja con dos tiras verdes fosforescentes, escoba en mano. ¿La tapa de qué disco? De ninguno. Cumplía una probation: trabajar de barrendero durante cinco días en las calles de Manhattan. La ejecución de la condena por haber denunciado un robo falso y tener cinco gramos de cocaína en su departamento de Nueva York se convertía en un show mediático, con el aporte del propio líder de Culture Club: “No es tan grave -dijo-. Mi madre trabajaba en limpieza y mi padre era albañil. Nueva York está tan limpia que se puede comer comida levantada de la calle. Voy a dedicarme a lo mismo en Londres. Lo único que no me gusta es el chaleco: no me queda bien el naranja”.

Lógico: antes muerto que sencillo, sobre todo para un ícono pop de los 80 que, con su look andrógino y glamoroso, de sombrero y cejas depiladas, tuvo hasta su modelo de muñeca Barbie y de perrito Snoopy de peluche hechos a semejanza. Los datos pueden sonar simpáticos, leves, hasta festivos, pero, fuera de su personaje, Boy George jamás la tuvo fácil. Nació en Londres el 14 de junio de 1961, con el nombre George Alan O’ Dowd, en medio de una familia de origen irlandés: pobre, rígida y violenta. Su padre, Jeremiah O’ Dowd, era obrero de la construcción; su madre, Dinah Glynn, una dublinesa católica exiliada por el estigma de haber sido madre soltera. Tuvieron seis hijos -cinco varones y una nena-; George sufrió el autoritarismo y los golpes de Jeremiah, igual que su madre y hermanos. Ya convertido en celebridad, recordaría aquella infancia como “una triste canción irlandesa”.

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Desde adolescente, intentó desmarcarse de esa melancolía. Se sentía vivo en los recitales de Marc Bolan -precursor del glam rock, muerto a los 29 años-, David Bowie y Roxy Music. “Si en la escuela proponías algo relacionado con la cultura callejera, te ganabas un cero. Esto produjo el efecto contrario: nos rebelamos contra el academicismo y nos lanzamos a las calles”, contó. Lo de la calle fue literal. Abandonó el colegio St Martins, la casa familiar y se mudó a Warren Street, centro de Londres, como okupa, junto con su amigo Marilyn (el cantante británico Peter Robinson) y Stephen Jones. Les excitaba probar nuevos looks con ropas raras, en general femeninas, incluidas de monja, eludir a los punks que intentaban pegarles en el subte e ir a beber y bailar en clubes nocturnos donde la verdadera acción, el sexo y el consumo de drogas, ocurría en los baños.

Boy George cumplía una probation: trabajar de barrendero durante cinco días en las calles de Manhattan. La ejecución de la condena por haber denunciado un robo falso y tener cinco gramos de cocaína en su departamento de Nueva York
Boy George cumplía una probation: trabajar de barrendero durante cinco días en las calles de Manhattan. La ejecución de la condena por haber denunciado un robo falso y tener cinco gramos de cocaína en su departamento de Nueva York

Su lugar en el mundo fue, por un tiempo, el Blitz Club, en Great Queen Street, donde adoptó la androginia, la excentricidad, las anfetaminas y la vocación underground. De día, George trabajaba en una tienda de moda llamada Boy; por las noches atendía el guardarropas del Blitz, donde robaba lo que encontraba en bolsillos y carteras. Ahí conoció a Malcom McLaren, ex manager de los Sex Pistols, que lo sumó como cantante a la banda Bow Wow Wow. Pero no funcionó. Tras un paso por la actuación y la performance, creó un dúo con Mikey Craig llamado In Praise of Lemmings. Poco después sumaron al baterista John Moss y al guitarrista Roy Hay, con quienes formaron Sex Gang Children, finalmente Culture Club, nombre que aludía a la diversidad étnica y de género, en la que fueron pioneros. La banda debutó, claro, en el Blitz.

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Drogas y un amor masoquista

Boy George, convertido en emblema del subgénero New Romantic, y Moss fueron amantes. Tuvieron una relación turbulenta que duró casi cuatro años, en la que no faltaron abusos verbales y físicos de ambos lados. Algunas canciones de Culture Club, como “Do You Really Want To Hurt Me” -que Boy George le dedicó a Moss basándose en una frase que le repetía la madre- se convirtieron en exitazos. Entre 1982 y 1986 lanzaron cuatro discos históricos: “Kissing to Be Clever”, “Colour by Numbers”, “Waking Up With the House on Fire” y “From Luxury to Hertache”. Pero los conflictos en la pareja del cantante y el baterista aumentaron. Boy George lo llamó “el gran romance sin resolver del siglo” y, en una de sus autobiografías, explicó: “Nuestra relación se basó en el masoquismo y las disputas de poder. Nuestro amor, por enfermo que fuera, fue la fuerza creativa detrás de Culture Club”.

A mediados de los 80, Culture Club estaba en la cima. Boy George había entrado en el mundo de los (nuevos) ricos y famosos. Aunque, por otro lado, sufría lo que Freud llamaría: los que fracasan al triunfar. “De repente tenía todo lo que siempre había soñado, pero había perdido el control de mi vida”, iba a decir el músico, que se hundía con varios lastres: la adicción a la heroína y la ruptura sentimental y artística con Moss. En 1985, la pareja ya se había roto, pero el grupo continuó. En 1986 tuvieron que cancelar una gira por los Estados Unidos porque ya no podían sostener la situación; finalmente, la banda se separó. Boy George empezó su carrera solista.

A mediados de los 80, Culture Club estaba en la cima. Boy George había entrado en el mundo de los (nuevos) ricos y famosos. Aunque, por otro lado, sufría lo que Freud llamaría: los que fracasan al triunfar
A mediados de los 80, Culture Club estaba en la cima. Boy George había entrado en el mundo de los (nuevos) ricos y famosos. Aunque, por otro lado, sufría lo que Freud llamaría: los que fracasan al triunfar

En agosto de 1986, Michael Rudetsky, tecladista que había participado en el disco “From Luxury To Heartache”, apareció muerto por una sobredosis de heroína en la casa de Boy George. Los padres de Rudetsky acusaron a George de homicidio culposo: no fue declarado culpable pero el juzgado lo obligó a someterse a un programa de desintoxicación: iba a ser el primero de una larga serie de tratamientos y también de un período de aislamiento. “En realidad, nunca me sentí en casa en ninguna parte, siempre fui un outsider. Hasta en los espacios de los que se suponía que era parte: la cultura gay y la música pop”.

En los 90, Boy George tuvo otro gran éxito con The Crying Game” (El juego de las lágrimas), canción que Dave Berry había grabado en los 60 y que en su nueva versión fue parte de la película homónima de Neil Jordan estrenada en 1992. Tres años después, el músico, DJ y diseñador de moda publicó “Take It Like a Man”, autobiografía en la que contó una aventura amorosa que había tenido en los 80 con Kirk Brandon. Brandon, casado con una mujer con la que había tenido una hija, le inició una demanda judicial por difamación. Aceptaba haber compartido la cama con Boy George, pero negaba cualquier relación homosexual. El juez Douglas Brown desestimó su alegato y sostuvo que las pruebas de que ambos habían mantenido “una breve, apasionada y turbulenta relación física en 1980 y 1981″ eran aplastantes.

El secuestro del taxi boy

A principios del siglo XXI, Boy George gastaba alrededor de 400 dólares diarios en alcohol, tabaco, cocaína y heroína. En 2005 estaba en estado deplorable y terminó detenido en Nueva York, tras una llamada suya al 911 para reportar un robo en su casa de esa ciudad. Al llegar, la policía encontró cinco gramos de cocaína junto a una computadora y lo detuvo. El cantante británico aseguró que la droga era de un amigo y que él se la estaba cuidando. Lou Freeman, su abogado, reforzó: “Era una cantidad pequeña de droga. Él no sabe de dónde provino. Mucha gente ha entrado a su casa. Un hombre que tiene algo que ocultar no llama a la policía”. El músico fue liberado.

Boy George, convertido en emblema del subgénero New Romantic, y Jon Moss fueron amantes. Tuvieron una relación turbulenta que duró casi cuatro años, en la que no faltaron abusos verbales y físicos de ambos lados
Boy George, convertido en emblema del subgénero New Romantic, y Jon Moss fueron amantes. Tuvieron una relación turbulenta que duró casi cuatro años, en la que no faltaron abusos verbales y físicos de ambos lados

En enero de 2008 fue más allá. Contactó a un modelo y taxi boy noruego, Auden Carlsen, en un página de citas masculinas llamada Gaydar y lo citó en su casa con el argumento de que quería hacerle una sesión de fotos para un trabajo de vestuario. El encuentro parecía bien encaminado, fotos eróticas incluidas, hasta que Boy George fue a comprar cigarrillos. Volvió con un hombre fornido: según Carlsen, ambos lo atacaron con una cadena, lo golpearon, lo esposaron a una estufa con radiador, lo amenazaron con un juguete sexual y lo sometieron a vejaciones. El escort noruego logró huir en calzoncillos, y así se presentó ante la policía. Esta vez, los abogados de Boy George adujeron que su defendido había actuado bajo efectos de la droga y que estaba enfurecido porque Carlsen le había revisado la computadora durante su ausencia. El músico fue condenado a 15 meses de prisión: pasó cuatro tras las rejas y luego quedó libre.

Muchos años después. iba a declarar: “Me envié a mí mismo a la cárcel. Visto en retrospectiva, tuve un episodio psicótico. Era adicto a las drogas. Le dije la verdad a la policía: que estaba teniendo un episodio paranoico. Todo fue por las drogas. No hay forma en la Tierra de Dios de que esto sucediera sin haber estado drogado. Nunca digo mentiras y, a veces, eso ha funcionado en mi contra”.

La cárcel, el mejor regalo

Contra todo pronóstico, los meses en prisión no fueron devastadores. “Elton John me ofreció amor y apoyo, y me envió un hermoso reproductor de música. Las únicas veces que me emocioné en la cárcel fue cuando recibía cartas de amigos y de personas en las que antes no hubiera pensado que podía confiar. Fue una lección de humildad. Tuve algunos altercados con presos que eran homofóbicos, pero no fue un shock. No tenía miedo. Me hice amigo de otros detenidos. Trabajé en la cocina, lo que fue genial. Y me acostumbré a estar conmigo mismo, y fue el mejor regalo de mi vida”.

Así fue como se hizo replanteos existenciales que lo llevaron al budismo y a controlar sus impulsos autodestructivos. De hecho, en 2014 dijo: “Jamás volvería a sacrificar todo lo que he conseguido por una copa o por una de esas inyecciones que llegó a arruinar mi vida. Hace poco cumplí seis años desde que superé para siempre esa nociva relación que tenía con las drogas. Estar sobrio me ha dado una nueva perspectiva sobre la vida que me ayuda a afrontar los desafíos con mucha más seguridad en mí mismo, y desde luego con mejor salud”.

A principios del siglo XXI, Boy George gastaba alrededor de 400 dólares diarios en alcohol, tabaco, cocaína y heroína (Photo by Shane Gritzinger/FilmMagic)
A principios del siglo XXI, Boy George gastaba alrededor de 400 dólares diarios en alcohol, tabaco, cocaína y heroína (Photo by Shane Gritzinger/FilmMagic)

Las polémicas, mucho más leves, empezaron a girar alrededor de sus comentarios en Twitter o en entrevistas. Declaró que era incapaz de diferenciar a Lady Gaga de Beyoncé, que Madonna y Kylie Minogue harían muy bien en retirarse, que estaba seguro de que uno o varios o todos los miembros de One Direction eran gays o bisexuales no asumidos. “Y en cuanto a sus tatuajes, eso no los hace más machos, si no mirame a mí”. Le pegó a Eminem por su homofobia y se cruzó duro con las seguidores. Hasta él mismo fue acusado -injustamente- de homofóbico o transfóbico por sectores de la comunidad LGBT cuando tuiteó: “Deja tus pronombres en la puerta”. George lamentó haber sido malinterpretado y se quejó de los excesos de la corrección política. “Existe mucha intimidación en las redes. Ahora todos se ofenden por todo. Da la sensación de que nuestras vidas están siendo manejadas por Internet”.

También tuvo palos -verbales- para la mutante industria musical: “Todos en nuestro negocio están improvisando. Nadie sabe lo que está haciendo. Personas que nunca han hecho un disco te dicen qué tipo de música deberías hacer. Yo tengo mi propio sello y vivo fuera del negocio de la música, así que puedo hacer lo que quiero. Nuestra industria tiende a olvidar lo que sos y lo que hiciste. Está tratando de encontrar algo más joven porque está dirigida por personas con miedo a envejecer. Pronto seré la única persona en el mundo con mi propia cara, sin botox ni rellenos”.

En los últimos años siguió haciendo música y se sumó al jurado del reality show “La voz”, en sus versiones británica y australiana. Lleva vendido más de 150 millones de discos y parece más calmo: “Trato de vivir tranquilo e intento encontrar la felicidad en casi cualquier cosa”.

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