Si a Jhon Jairo Arias Tascón le hubiesen extirpado la maldad, si fuera posible, de él hubiese quedado un hombre frágil, sensible, que amaba a su esposa y su pequeña hija, leal, y con una cara y una voz aniñadas. Por eso lo llamaban Pinina. Era el nombre que tenía una Andrea del Boca niña en la novela Papá Corazón, emitida en 1973. Otros lo llamaban “Andrea”. El se enojaba con las bromas. Hablaba con balas.
Pero el final de Pinina no se pareció en nada a una novela escrita por Abel Santa Cruz, sino una escena de acción extrema pensada por Quentin Tarantino: el 13 de junio de 1990, hace 33 años, decenas de policías colombianos allanaron su casa en El Poblaco, Medellín, mientras él dormía con su esposa y su beba de seis meses. Ante la llegada de los uniformados, saltó por la ventana del tercer piso del edificio. Por la caída se quebró el tobillo, el brazo derecho y sufrió lesiones en el cráneo. Aun así llegó hasta el sótano y cuando pensaba subir a su auto, vio que el estacionamiento estaba cubierto por más policías. Casi arrastrándose, subió el primer piso. Otro grupo de policías lo enfrentó. Dieron la voz de alto, pero él no se entregó: sacó su arma, disparó y lo llenaron de balazos. Tenía 29 años. Y era el sicario preferido de El Cartel de Medellín de Pablo Escobar Gaviria: se cree que tuvo participación en al menos cincuenta asesinatos.
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Retrato de un sicario
Medía 1,64 y no hablaba por su voz aguda. Ese silencio obligado, para evitar burlas (de hecho ya le valió su apodo), lo volvía un ser misterioso. No consumía cocaína, al igual que Escobar. Le gustaba el cognac y solía llevar una petaca en uno de los bolsillos de su chaleco.
Pinina era el elegido por Pablo Escobar Gaviria para que lo reemplazara en el cartel de Medellín y protegiera a su familia en caso de que lo mataran”, llegó a decir Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye, el sicario más mediático del clan mafioso, fallecido el 6 de febrero de 2020.
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Enfurecido por la pérdida de su sicario más poderoso, y para vengarse, El Patrón del Mal atentó contra la comisaría de El Poblado con un coche bomba que causó graves daños y siguió con su recompensa de un millón de dólares para quienes mataran policías.
El general Miguel Maza Márquez consideró la baja de Pinina de “gran dimensión”, casi tanto como si “hubiese caído” Escobar.
¿Quién era este hombre pequeño que en cada crimen se volvía gigante?
Su infancia fue en la miseria de los barrios marginales de Medellín. Se hizo ladrón de poca monta a los 12 años, pandillero a los 14 y a los 15 sicario. Nunca imaginó que lo que él consideraba un robo más terminaría por catapultarlo en la historia del hampa. Un día salió a robar al parque del cementerio San Pedro, y cometió el hurto de un reproductor de música de un auto que pertenecía a Pablo Escobar, quien ordenó a sus hombres que encontraran al ladrón pero no para ajusticiarlo. Lo quería en sus filas por la habilidad que había demostrado al robar y el coraje de no importarle si ese auto pertenecía a un poderoso.
Lo encontraron y encajó a la perfección. Al mismo tiempo se convirtió en el reclutador de otros jóvenes que vivían en zonas pobres.
Su consagración en el mundo del mal fue haber estado a cargo del primer magnicidio del cartel: el asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla. “Pinina” contrató y pagó a Byron de Jesús Velásquez, Iván Darío Guizao Álvarez y a los demás integrantes de la banda que ejecutó el atentado el 30 de abril de 1984.
Pinina participó en todos los operativos. Su lista negra agigantó su leyenda ante Escobar:
· Crimen del director del diario El Espectador, Guillermo Cano Isaza, en 1986.
· La bomba a El Espectador en 1989.
· El asesinato del coronel Jaime Ramírez Gómez en 1986.
· Secuestro y crimen del procurador Carlos Mauro Hoyos, en 1988.
· Asesinato del gobernador de Antioquia, Antonio Roldán Betancur, en 1989.
· Crimen del coronel de la policía de Antioquia, Valdemar Franklin Quintero, en 1989.
· Colaboró en la organización para el atentado al edificio de DAS en 1989 (52 muertos y más de 600 heridos),
· Uno de los culpables del atentado al vuelo 203 del avión de Avianca el 27 de noviembre de 1989 (110 fallecidos).
· Participó en la muerte de decenas de policías.
· Estuvo involucrado por el atentado al magistrado de la Corte Suprema de la Justicia, Hernando Baquero Borda en 1986.
· Se lo vinculó con el asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Galán Sarmiento en 1989.
· Fue clave en la guerra contra el Cartel de Cali, y en todos los operativos con cochebomba.
Pinina acorralado por la policía
Pero el Ejército y la Policía estaban tras sus huellas. Había una recompensa millonaria por su cabeza. Y quien traicionó al matador “rey” de Escobar fue su empleada doméstica. Ella le dio la ubicación y los horarios de Pinina. Sin embargo, equivocado y cegado por su odio, Escobar mandó a matar a los dos hombres de confianza de su sicario, porque pensaba que ellos lo habían traicionado.
Sin Pinina, Escobar no fue el mismo. Como si hubiese perdido una parte suya,
En su libro best seller, “Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar”, la viuda del capo narco Victoria Henao, hace referencia al sicario en varias oportunidades.
· “El jueves 14 de junio de 1990 quedé sin palabras cuando el noticiero del mediodía dio a conocer la muerte de Pinina, en una operación de la Fuerza Élite de la Policía en un edificio de El Poblado donde vivía con su esposa y su hija”.
· “Lo conocí cuando desde muy joven fue contratado por Pablo para estar a su lado y muchas veces mi marido me dijo que lo apreciaba porque era uno de los hombres más leales que tenía, siempre dispuesto a acompañarlo”.
· “A medida que crecía su fortuna surgió la necesidad de contratar guardaespaldas: el primero fue Pinina y luego Chopo, la Yuca y Pasquín, quienes se convirtieron en nuestras sombras. Con el paso del tiempo llegarían decenas de hombres que conformarían el poderoso ejército de jóvenes —de los sitios más deprimidos de Medellín— que se jugarían la vida por mi marido”.
En otro tramo describe a Pinina como el mensajero entre Pablo y ella, cuando su marido se iba de viaje o estaba en graves problemas, y además cuenta que solía cuidar a su hijo Juan Pablo.
“Por todo esto y pensando en distraer a nuestro hijo, mi marido le regaló una motocicleta Honda de cincuenta centímetros cúbicos, pero como no había quién le enseñara a manejarla le ordenó a Pinina que viajara desde Medellín para estar con el niño. Así ocurrió, y a partir de ahí el guardaespaldas se vestía de blanco y salía a trotar todas las mañanas mientras Juan Pablo conducía la moto”.
El 21 de febrero de 1988 Juan Pablo estuvo a punto de ser secuestrado. Y el sicario tuvo un rol importante para evitarlo. “Ese día mi hijo llegó al apartamento muy asustado por lo que había sucedido cuando su padre lo salvó de que se lo llevaran. Me contó que poco antes de participar en la competencia de velocidad en moto en el complejo de Bello Niquía, al norte de Medellín, varias camionetas se atravesaron en plena pista y de una de ellas bajó Pablo y le dijo que estuviera tranquilo porque se había enterado de que querían secuestrarlo. Mi marido dejó a Pinina con otros muchachos para cuidarlo mientras terminaba la competencia y, luego, lo llevaron de regreso”.
“Pinina hubiese llegado muy lejos. Hubiese sido un Pablo Escobar 2″, dijo una vez Popeye. Su muerte fue un duro golpe para Escobar y para el Cartel, que desde ese momento comenzó a desmoronarse.
Al sicario más silencioso y a la vez el más encumbrado, no lo podía reemplazar un solo hombre. Escobar lo reemplazó por tres: “El chopo” Mario Castaño, Brances Alexander Muñoz Mosquera, alias Tyson, y David Ricardo Prisco Lopera.
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