A 42 kilómetros del partido bonaerense 25 de mayo y 272 de Buenos Aires, se encuentra la localidad de Valdés. Son 32 manzanas habitadas por alrededor de 1.000 personas. En este sitio del centro de la Provincia de Buenos Aires cada quien con su historia, conocida por todos sus vecinos, y con algo en común: el orgullo de ser un pueblo que sigue creciendo. La misma pasión con la que un médico rural sentó las bases de lo que luego sería la fundación del lugar, es la que caracteriza a los residentes, que no solo cuidan cada una de sus calles, sino que valorizan sus orígenes históricos. A base de esfuerzo y sentido de la comunidad, hoy sienten que “tienen todo”, tal como expresa su delegado municipal, Maximiliano Laserre.
El cartel de letras blancas en imprenta da la bienvenida a la entrada, con un amplio espacio verde con bancos y mesas para disfrutar de una parada al aire libre. Unos metros más allá una pequeña gruta con una Virgen, palmeras y mucha arboleda perfectamente alineada. La distribución y la limpieza de cada cuadra se repite en cada tramo, y particularmente en las dos Avenidas principales la simetría es única cuando los rayos de sol iluminan las copas de los álamos.
Laserre comenzó su gestión como delegado hace cinco años, y se emociona cuando le preguntan sobre la historia de la localidad. “Es un sentimiento, yo amo este lugar, y desde que era chico que escuchaba la anécdota de cómo surge el pueblo”, le cuenta a Infobae. La versión que suelen contar los residentes comienza en 1880, cuando el doctor Guillermo Valdés, nacido en la provincia de San Juan, se desempeñaba como médico rural de 25 de mayo, y salía a recorrer a caballo las zonas cercanas, con su maletín a cuestas, para atender a sus pacientes.
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De todo lo que vio en sus viajes diarios, el terreno donde hoy está emplazado el pueblo le llamó la atención, y comenzó lo que más adelante sería un polo de desarrollo inédito hasta el momento. Compró varios campos, plantó árboles, tales como eucaliptus, variedades frutales y álamos, luego construyó un aserradero y requirió de mano de obra para la construcción . El contexto de gran inmigración a finales del siglo XIX, combinado con la creación de puestos de trabajo, favoreció la llegada de personas en búsqueda de un empleo que se fueron estableciendo en el lugar. Luego el mismo doctor abrió una fábrica de dulces y pobló sus tierras con ganado, generando aún más posibilidades laborales para trabajadores agrícolas de zonas aledañas.
“Realmente un visionario, porque uno piensa cómo se le ocurrió, qué vio en la inmensidad de estos terrenos despoblados como para imaginarse que tenían potencial, y yo creo que tiene mucho que ver con el acceso por la ruta, con estar cerca de otros pueblos, y conectados con localidades más grandes”, manifiesta Laserre, que recuerda que hay registros de 1898, año en que el Ferrocarril Sur pasaba por allí, pero todavía no existía la estación Valdés.
“Como acá se trabaja mucho el campo y también apostó sabiendo que había mucha gente que podía trabajar y crear un lugar tranquilo, propicio para las familias”, agrega el delegado. La información se torna difusa en los detalles más específicos de la historia, pero varios habitantes afirman que el loteo de la fracción donde hoy está la localidad lo realizó Enrique Alberto Valdés, el menor de los hijos del doctor Guillermo Valdés. Tiempo más tarde la familia del médico donó 16 hectáreas para que se construyera la estación que nombraron con su apellido. La primera vez que funcionó, el 7 de marzo de 1905, representa el hito fundacional de la localidad, y es la fecha que se tomó como referencia para celebrar la fiesta aniversario de la localidad.
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“Para nosotros esa estación es muy importante, por más que ya no funcione, porque hasta 2012 llegaba la línea Roca y facilitaba el traslado y la unión de los pueblos muchísimo; yo mismo me iba hasta Constitución cuando tuve la suerte de jugar en un equipo de inferiores de Buenos Aires”, rememora el delegado de 42 años, que tiene un pasado y presente deportivo, apasionado por el fútbol, tanto para entrar a la cancha a defender los colores del equipo local, –rojo, negro y blanco, representativos del Club Social Pro Fomento- como para dirigir y colaborar con las divisiones que están surgiendo gracias al trabajo en equipo.
A lo largo de 118 años de existencia oficial, Valdés se fue posicionando como una alternativa habitacional en la zona sur del partido de 25 de mayo. “Somos un pueblo amplio que está dividido por dos avenidas, la principal lleva el nombre de Enrique Valdés –en ese boulevard se encuentra la Parroquia que data del año 1938-, y las cuadras se fueron haciendo de forma pareja, cuatro para la derecha, cuatro para la izquierda, cuatro para el fondo y así se fue diagramando”, detalla Laserre.
La propiedad de la antigua estación ferroviaria fue asignada al guardaparques desde que dejó de pasar el ramal que prestaba servicio entre Empalme Lobos, Bolívar y Daireaux. “Ahora está viviendo ahí su hijo con su familia, y ellos están al cuidado del interior, y de la parte de afuera nos encargamos nosotros de mantenerla linda porque tiene que ver con algo tan importante como el surgimiento de nuestra localidad”, explica.
El legado de Valdés
En cuanto a descendientes del doctor, Laserre cuenta que 300 metros después de la zona poblada hay una estancia que pertenece a la familia del fundador, donde siguen trabajando algunos parientes. “Pienso que jamás en la vida lo van a vender porque para ellos es histórico, y hace unos cuantos años, cuando yo tenía una carnicería algunas veces atendí a quienes creo que eran sus nietos, por la edad; hemos conversado un poco y son muy agradecidos, muy buena gente”, revela.
El objetivo de generar interés y oportunidades de trabajo fue la idea pionera que forjó a los valdeseños, y los resultados se reflejan en el crecimiento de la población: según el Censo del 2001 había 519 habitantes, en 2010 alcanzaba los 579, y el gran salto demográfico fue registrado en el relevamiento realizado en 2022. “Dio una cifra de casi 1000 residentes, porque hubo movimiento en esta última década, más que nada de chicos que han tenido que emigrar en otras épocas por sus estudios universitarios, que ahora han vuelto al pueblo, han adquirido terrenos y han construido”, comenta. Y agrega: “También hay gente que vino desde Buenos Aires, personas que se han jubilado, tenían un familiar acá, pudieron comprar, edificaron, y vienen los fines de semana o cada 15 días”.
Pone como ejemplo el caso de los únicos dos peluqueros de la localidad, que se mudaron a Valdés porque encontraron allí la paz y la seguridad que estaban buscando. “Un señor que se vino desde 25 mayo a vivir acá, se puso la peluquería en su casa y trabaja muy bien; y la peluquera es una señora que era de Monte Grande y se vino hace un tiempo atrás a instalarse acá, porque la gente que viene no se va, se afianza, y se queda”, dice con orgullo el delegado. “Otra familia compró un conteiner, se hicieron una casa ahí adentro, que está hermosa, impecable, y disfrutan del pueblo cada vez que vienen”, revela sobre las alternativas de vivienda sin construcción que de a poco se van sumando.
Para el entretenimiento y la dispersión hay dos lugares que son punto de reunión: la enorme plaza central, “Manuela Laffaye”, y el anfiteatro “Cacique Rondeau”, donde tuvo lugar la fiesta de aniversario en marzo último. “Se hizo una apuesta importantísima a través de la Dirección de Cultura por la Municipalidad, para darle un poco de identidad, porque el anfiteatro, que es el único que hay en los pueblos del sur, estaba un poquito deteriorado, y por ahí los recursos a veces tardan un poco más en llegar, porque quizás van destinados a localidades más grandes, pero le encontramos la vuelta y me llenó el alma todo lo que pasó”, relata. Para recaudar dinero y poder comprar la pintura que necesitaban, pusieron en práctica la incorporación de publicidades de los negocios locales, y gracias a eso no solo volvieron a darle color a las paredes, sino que el día de la celebración quienes fueron de visita pudieron conocer todo lo que el pueblo tiene para ofrecer.
“Hicimos el evento un sábado, con artistas locales, chicos que cantaron, números folclóricos, participó la escuela de kárate, que es gratuita, la escuela de patín, del centro cultural que tenemos, se hicieron demostraciones y fue un festejo espectacular; salió magnífica y fue todo el mundo, esta vez sí que no faltó nadie”, sostiene. Consciente de que la juventud también desea hacer otros planes, en lo que refiere a vida social cuenta que los fines de semana muchos van hasta 25 de mayo, a 20 minutos en ruta, sobre todo en temporada de carnavales para disfrutar del corsódromo.
“Tenemos la gran ventaja de tener asfalto hasta la puerta de la localidad, que se hizo en 1990, a 40 kilómetros una salida rápida a 25 de mayo y es una de las razones por las que tendemos a seguir creciendo”, asegura. Cuando hay caras nuevas o autos desconocidos, a Maximiliano le suena el teléfono enseguida porque los mismos vecinos le avisan que tienen visitantes. “Es una comunidad que se cuida mucho, pero también somos buenos anfitriones, no hay nada mejor que dejarle un buen recuerdo a quien está de paso, y que lo que nos defina sea quiénes somos y cómo tratamos a los demás”, sentencia.
Deporte, educación y salud
El lema que resuena desde hace un buen tiempo es “Valdés somos todos”, dejando entrever que la unión es el secreto para la serenidad que inspiran sus paisajes. “Acá te podés pelear con el vecino alguna vez, pero cuando pasa algo, ahí estamos para afrontarlo juntos”, remarca. Cuenta que él nació en San Enrique, un pueblo cercano a 22 kilómetros, con camino de tierra, pero su madre y sus tías son valdeseñas, así que era el lugar al que iba siempre a visitar a su familia. A los 9 años empezó a ir aún más seguido para jugar en torneos de fútbol que se disputaban entre pueblos.
“Valdés abrió una división inferiores a través de la Sociedad Pro Fomento, que es la institución madre de la localidad, nos invitó a participar y después surgió la posibilidad de que a los 12 entré en la Escuela Inchausti, que está a 12 kilómetros, y ya no me fui más”, narra. Hoy es padre de dos hijos, y sigue muy de cerca la gestión que se está realizando en cada uno de los equipos deportivos. “Empezamos con el fútbol femenino, habiendo llegado una vez a semifinales, otra a la final y ahora tenemos de nuevo asegurado un lugar en la final sin tener mucha experiencia porque empezamos el año pasado; y además participan una octava división, una séptima división, una quinta división, una intermedia, y una primera división, pero nos nutrimos con chicos de la localidad vecina de Mosconi, y también de San Enrique”, indica.
La idea de contener a los jóvenes y brindarles oportunidades deportivas sobrevuela como misión, y confiesa es la tarea más dura porque hay problemáticas particulares, pero siguen firmes en esa búsqueda constante. A la hora de mencionar alguien representativo del club, nombra al vecino Oscar Bustamente, quien participó desde que se conformó la primera Comisión Directiva de la Sociedad Pro Fomento hasta el día de hoy. “En todas las renovaciones sigue estando su firma, y obviamente que con su edad, y algunos problemas de salud que tiene, ya no puede venir en persona, pero fue amigo de mi abuelo; es una persona genial, siempre lo veía con su maletín cobrándole a todos los socios, y es alguien muy significativo para todos porque sigue en la localidad”, afirma.
Con satisfacción y orgullo, destaca que cuentan con educación en los tres niveles: el Jardín de Infantes N° 908, Rosario Vera Peñaloza, la Escuela Primaria N°23, Rafael Obligado, y la Escuela Secundaria N°204 Juana Paula Manso. “Y tenemos a 12 kilómetros a la escuela agrícola ganadera Inchausti que depende de la Universidad de La Plata”, agrega. La lista de servicios y lugares de interés incluye también un centro de jubilados, sala de primeros auxilios, dotación de bomberos voluntarios, farmacia, destacamento policial, cajero automático, panadería, carnicería, ferretería y almacenes.
Por esas paradojas de la vida y un conjunto de factores, en la localidad que lleva como nombre el apellido de un médico, durante un tiempo no tuvieron doctor local. “Hasta hace 12 años solo teníamos un botiquín rural muy sencillo, hasta que después de recaudar en cada fiesta de aniversario conseguimos que un muchacho viniera de Laprida y se asentó acá, y a la par logramos tener al lado la casa del doctor con los consultorios”, explica. Y devela que la llegada de otro profesional fue la solución que estaban esperando: “Vino el doctor Claudio Moya desde Rosario con su familia, se acondicionó la propiedad donde está viviendo y es maravilloso tener de vuelta asistencia a la salud todos los días, con su horario de atención, y hasta hace guardias porque en otros lugares cercanos como Mosconi y San Enrique no tienen médico”.
Hay asignaturas pendientes, como contar con gas natural, uno de los proyectos ya presentados, porque todavía utilizan garrafas y tubos de gas de 45 kilos. Tampoco tienen cloacas, pero se aferran a los desafíos que ya atravesaron para confiar en que también podrán con lo que aún falta lograr. “Somos así, muy positivos, proyectamos, organizamos y como se puede, lo hacemos”, enfatiza Laserre. Al menos en este caso, queda desterrado el refrán “pueblo chico, infierno grande”, porque no es lo que caracteriza a Valdés. “No tenemos nada, pero tenemos todo”, simplifica Maximiliano.
Reflexiona sobre la manera en que los valdeseños afrontan las épocas difíciles, y expresa que “actúan desde el corazón”, método que siempre reduce el margen de error cuando hay una buena intención detrás de la acción. “Qué diferente sería si todos pensáramos un poquitito más allá, y no solamente en a dónde llega la pierna derecha cuando damos un paso; hay que buscar la manera, aún sin todos los recursos; ingeniárselas en equipo, uniendo voluntades, porque así es como pasan las cosas”, concluye.
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