El pueblo no excedía la media milla. Luis Elías Vernet, 38 años, y su familia vivían en una larga casa de planta baja, de paredes de piedra, que incluía una huerta y cuyas ventanas de las habitaciones daban a la bahía. La casa sobrevivió muchos años. Las ruinas del fuerte español, que había sido levantado décadas atrás, lo habían adaptado como corral. En los alrededores convivían el genovés Julio Grassi, encargado de la salazón del pescado y cerca del muelle se encontraba el almacén de Guillermo Dickson. El villorrio contaba con un cirujano, un herrero y un pedrero, entre otros.
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Ese poblado, desde sus inicios en el siglo XVIII hasta 1845 fue el principal asentamiento. Vernet lo había rebautizado como Puerto Luis, era el puntapié inicial del proyecto de colonización de un alemán que se había radicado en estas tierras.
El 10 de junio de 1829, Buenos Aires lo designó gobernador del archipiélago, cuando el gobierno le aprobó su proyecto de colonización del archipiélago. Desde el momento en que había visitado Malvinas no paró hasta lograr que el gobierno se interesase en su empresa, y se le otorgase la concesión para el aprovechamiento del ganado vacuno y lobos marinos en la Isla Soledad.
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La fecha de su nombramiento como comandante político y militar, fue la elegida para conmemorar el Día de los Derechos Argentinos sobre el archipiélago.
De baja estatura, de barba y cabellos castaños, Vernet fue descripto por Ricardo Caillet-Bois como una persona inteligente, emprendedora y por sobre todas las cosas, extremadamente tenaz.
Nació en Hamburgo el 6 de marzo de 1791, en el seno de una familia de origen francés que debió dejar el país por cuestiones religiosas. Siendo adolescente, fue enviado a Filadelfia a trabajar a Bucker & Krumbhaar, una empresa química de capitales alemanes. Con el tiempo se desempeñaría como administrador de cargas navieras.
Luego de realizar varios viajes en distintos buques, en 1817 se radicó en Buenos Aires. Luego de una frustrada asociación con un alemán llamado Conrado Rücker, comenzó a navegar hacia el sur con Luis Pacheco, un capitán retirado del cuerpo de blandengues. Por esos tiempos fue cuando conoció las Islas Malvinas y decidió fundar una colonia, aunque entonces no lo logró.
El 17 de agosto de 1819 se casó con la uruguaya María Sáez. La boda fue oficiada por Julián Segundo de Agüero en la Iglesia de la Merced.
A partir de los planes que le había presentado al gobierno para desarrollar la colonización del archipiélago austral, el 10 de junio de 1829 se oficializó su nombramiento de comandante político y militar. Tenía como atribuciones “observar por la población de dichas islas, las leyes de la República, y cuidar en sus costas de la ejecución de los reglamentos sobre pesca de anfibios”, según establecía el decreto firmado por Martín Rodríguez y Salvador María del Carril.
Se embarcó rumbo al sur en agosto de 1829. Llevó a su esposa, embarazada de dos meses y a sus tres hijos, Emilio, Luisa y Sofía. Allí nacería, el 5 de febrero de 1830, la cuarta, Malvina. Tendrían tres hijos más, Gustavo, Carlos y Federico. También formarían parte de la colonia su hermano Emilio Vernet, y su cuñado Loreto Sáez.
El 15 de julio, día que Vernet y 23 familias arribaron a las islas, su esposa anotó en su diario: “Llegué a las casas y lo primero que vi fue una infinidad de negras chicas y grandes. Salieron a recibirnos haciendo las mismas demostraciones de contento que los negros”.
Le había solicitado al gobierno que por treinta años los colonos estuvieran exentos de pagar impuestos y que debían poseer derechos exclusivos de pesca tanto en las costas de las islas como en Tierra del Fuego. El gobernador Manuel Dorrego accedió a tales peticiones.
El 30 de agosto hizo jurar la bandera y tomó posesión oficial del cargo.
Pobló el archipiélago con colonos santafecinos, entrerrianos, cordobeses, santiagueños y bonaerenses, además de franceses, ingleses y de varios países del continente americano. Se llevaron también a esclavos con la promesa de libertad luego de una década de trabajo y un grupo de tehuelches. Su guía era un ex convicto. Con el tiempo construyó un barco, llamado El Águila, que hasta llegó a Brasil transportando carne salada y cuero.
Lo que lo desvelaba era no poder controlar la pesca, ya que no disponía de buques para ello. Los loberos y los balleneros eran un problema, porque se negaban a pagar los derechos correspondientes. Vernet y los suyos hacían lo que podían, y Buenos Aires no le enviaba la ayuda que solicitaba, haciendo a la situación más apremiante.
Logró detener a dos buques norteamericanos y, si bien uno pudo escapar, dando cuenta a su gobierno del incidente, los otros dos logró detenerlos. Este, a bordo de uno de ellos, la goleta Harriet, con la carga incautada, se dirigió a Buenos Aires, ya que pretendía someter el caso al Tribunal de Presas. Dejó a cargo a su segundo, Enrique Meteaf.
No se imaginaba que no volvería más a las islas.
El cónsul norteamericano protestó y desconoció el reclamo argentino. Hasta puso en duda la soberanía argentina del archipiélago. Exigió indemnizaciones y reparaciones del caso. Colmó la paciencia del gobernador Juan Manuel de Rosas, quien lo declaró persona no grata y le pidió su pasaporte.
El gobierno de Estados Unidos no dejaría pasar la afrenta. En 1831 la corbeta Lexington, al mando de Silas Duncan, destruyó Puerto Soledad (también conocido como Puerto Luis) luego de engañar a los pobladores al enarbolar una bandera francesa. Destruyó lo que quedaba del fuerte, mató animales, saqueó el lugar, detuvo a los pobladores y partió.
El 3 de enero de 1833 las islas, siendo José María Pinedo comandante interino, fueron ocupadas por los ingleses. Vernet y su familia, luego de una estadía en Río de Janeiro, regresaron a Buenos Aires. Los apremios económicos que vivió -”esto es el infierno sobre la tierra”, afirmó- no fueron obstáculo para que siguiese adelante. Tal es así que en 1841 patentó un producto que conservaba los cueros, las pieles y las maderas durante las largas travesías.
Con su familia vivió en el centro porteño, en casas situadas en la calle Florida, y en 25 de Mayo. En 1846 adquirió una quinta en San Isidro, llamada Las Acacias, desde donde podía verse la cúpula de la iglesia. En 1965 la vivienda fue reconstruida y aún pertenece a sus descendientes. Está ubicada en la calle Belgrano 839.
En 1852 viajó a Londres para pedir una indemnización por sus pérdidas en Malvinas. Reclamaba 14.295 libras esterlinas que, con los intereses, ascendía a 28.000. Luego de cinco años de trámites, el gobierno inglés le reconoció solo 2.400 libras.
Aseguran que fue el promotor del establecimiento de la comunidad alemana en nuestro país. Su esposa falleció en 1858 y él, en 1871. Está enterrado en el cementerio de La Recoleta.
Su hija Matilde o Malvina se casó con un diplomático norteamericano. Se dice que era la única argentina en el Teatro Ford la noche que asesinaron al presidente Abraham Lincoln el 14 de abril de 1865. Malvina falleció en San Isidro el 24 de septiembre de 1924.
El 14 de noviembre de 1973 el Congreso estableció que el 10 de junio sea el Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Malvinas, Islas y Sector Antártico Argentino. Y que ese día, y a una misma hora, sea conmemorado en escuelas. Una forma de decir que las Malvinas fueron, son y serán argentinas.
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