En toda banda que se precie de tal cosa hay un bajo. Por lo tanto hay un bajista casi en cada banda, así que es una gran cantidad para hablar de bajistas.
Desde mi mirada, el gran bajista del rock argentino, por permanencia y estilo, es Alfredo Toth. Sin desmerecer a nadie, cuando tengo que dibujar un bajista empiezo por él. A pesar de esos heroícos bajistas de los comienzos de la historia Emilio del Guercio de Almendra o Alejandro Medina de Manal, tan grosos como Alfredo, o más quizás. Ni hablar de Sr. Flavio, el pulmón de los Fabulosos Cadillacs, Christian Basso de La Portuaria, Fricción y Las Ligas de Charly García. Cachorro López en Los Abuelos de la Nada ha hecho escuela, mismo Diego Arnedo, el mas volado de todos, es en Divididos material de estudio, ya en Sumo marcó diferencias con el resto. Me quedo corto obviamente. Pero recalar en Alfredo Toth es llegar al cenit hablando del asunto.
Bajista, cantante, compositor y productor entre otras cosas, Alfredo Toth fue parte de Los Gatos cuando tenía 17 años. Grabó todos los discos del grupo, así que obviamente fue parte del genial Rock de la Mujer Perdida, la gema de 1970 que marcó el ritmo de lo que vendría después, un álbum por demás decisivo y reconocido en el mundo del rock en español. Y además esa canción... Rock de la Mujer Perdida, justamente.
Mis primos, las amigas y hasta alguna tía que tenía eran hippies. Crecer entre hippies no era de los mas saludable para un niño en esos años. Pero era ciertamente mas divertido que para otros párvulos de mi edad. Se escuchaban muchos discos todos los días, puedo acordarme perfectamente de la semana que llegó al tocadiscos a mi casa y ese LP. La tapa me llamaba mucho la atención, esa mujer sin edad precisa, lejos del estereotipo de “chica de tapa” que tan bien enarbolaban en sus portadas revista Gente y los discos de Fausto Papetti.
Esta era rara.
Y las canciones que traía el long play eran mas raras aún. Me acuerdo claramente de estar sacando la bicicleta del patio, donde después de comer empezarían a llegar los amigos hippies de mis primas, cuando de repente, de la nada empieza a sonar una guitarra enloquecida sobre una batería y el bajo, ese bajo que me hacía mover la cabeza sin dominio. Al rato supe que eso que había escuchado se llamaba Rock de la Mujer Perdida y era lo nuevo de Los Gatos.
Lo peor fue días después, ver a esos hippies descabezándose tratando de tocarla con sus guitarras baratas. Había uno con bajo Kuc sin equipo que intentaba hacer sonar algo parecido a lo que hacía Toth. Ni parecida les salía, lo cual me llenaba de preguntas, tan difícil no parece, aunque ninguno, ni siquiera uno que se llamaba Capitán Memo y un año después sería plomo de Pescado Rabioso se le acercaba al groove enloquecido de esa canción.
No llegué a ver Los Gatos en vivo, pero éstos iban todo el tiempo a verlos. En los bailes del club del barrio, en teatros de todo tamaño, en boliches y sociedades de fomento. Los Gatos tocaban siempre y bien, eran nuestros Beatles.
El resto de los temas estaban a la altura, pero por algo la obra se llamaba Rock de la Mujer Perdida. Pasado el tiempo Litto Nebbia aclaró que el nombre original era Rock de la Mujer Podrida, pero los de la grabadora lo frenaron a tiempo. Ese fue el último disco de Los Gatos, su canto del cisne elevadísimo.
Entre 1967 y 1969 sacan 4 discos. Los Gatos Vol I y II, Seremos Amigos y Beat Nro 1. Todos geniales, por momentos mas cerca del beat que del rock propiamente dicho. En el final, definen el rock argentino.
Fueron desde el comienzo Litto, Kay Galiffi en guitarra, Oscar Moro en la batería, Ciro Fogliatta tecladista y el niño bajista Alfredo Toth, de Avellaneda Town, apenas salido de la secundaria. Aunque ya había estado en una banda, tocando en el patio de la iglesia.
Llegado el momento en medio de toda esa parafernalia musical, Kay abandona la banda. Es reemplazado por un jovencísimo guitarrista que había tocado solamente con Miguel Abuelo en los primitivos Abuelos de la Nada, le decían Pappo y era descollante. El primer disco de este quinteto fue Beat Nro 1 que estaba buenísimo, algo mas rocker y psicodélico que los anteriores, con una zapada interminable que se llamaba Fuera de la Ley, 11minutos a puro groove, fue el presagio de lo que vendría.
En 1970, con circunstancias inmejorables para el grupo, donde ya se les permitían la experimentación sonora y un espacio de libre creatividad, privilegios de los que disponían gracias a las monumentales ventas de shows y discos, graban Rock de la Mujer Perdida consagrándose para siempre.
Aunque todas las composiciones eran parejas, algo detonó con el tema que daba nombre al álbum. Podría ser la rítmica, también la letra perfecta, la belleza interpretativa de los cinco o simplemente que la base del bajo y la batería era imbatible. Ahí es donde se engrandece el nombre de Alfredo Toth, porque junto a Oscar Moro eran la plataforma desde donde Pappo, Ciro y Nebbia se apoyaban para lucirse cada quien en lo suyo.
”Mujer, vas a entender
Que hoy, hoy mas que ayer,
Necesito tenerte a mi lado hasta el amanecer.
Mujer, vas a encontrar
Gente que te ame igual,
Pero hoy necesito tenerte a mi lado otra vez”.
Eso alcanzó para hacer historia, unas inspiradas palabras envueltas en un vertiginoso ir y venir de riffs y solos que inevitablemente te trasladan sensorialmente a un lugar que no conocés.
Se me hizo menester una charla privada con Alfredo Toth, ese gentilhombre pura onda atrás de un bajo, para despejar toda duda que se puede manejar cuando estamos frente a una masterpiece.
”Si bien todos los discos que grabamos con Los Gatos fueron increíbles, Rock de la Mujer Perdida marcó otra época, desde la composición hasta todo. Fue el disco mas rocker que hicimos y fue el último también. Un discazo absoluto. ¿Vos querés saber que es desde mí? Grabarlo fue una experiencia tremenda. Nos habíamos instalado en New York Ciro, Moro y yo casi un año. Ahí vimos bandas de todo tipo, Santana, Frank Zappa con los Mothers of Invention, The Who haciendo Tommy su opera rock. Todos los fines de semana íbamos a un teatro que se llamaba Fillmore East donde veíamos a todos estos, que sonaban increíble, era impresionante todo lo que pasaba, la época en todo sentido explosiva.
“Cuando volvimos ya no estaba Kay Galiffi, que fue suplantado por Pappo, así hicimos Beat Nro 1. Escuchando el disco notás que la banda estaba en un momento muy groso. Si bien en todos los discos las canciones de Los Gatos eran bárbaras, en éste último eran mejores por la onda de composición, primero, donde Litto escribió unos temas buenísimos, el Rock de la Mujer Perdida, pero también están Los Días de Actemio, Mujer de Carbón, No fui hecho Para Esta Tierra que tiene un beat de batería extraordinario...”
“Escuchando ahora el disco - agrega Alfredo Toth- no te digo que es como si hubiese sido ayer, pero se me hace inolvidable todo. La compañía, como habíamos vendido tanto, nos había alquilado un estudio. No ensayábamos las canciones, pasábamos todo el tiempo en el estudio trabajándolas. Las componíamos ahí, las mejorábamos ahí y las grabábamos ahí.
“Fíjate, que Rock de la Mujer Perdida tiene dos solos que para mí son los dos mejores del rock argentino. El solo de Pappo es insuperable y el de Ciro es tremendo, todo en ese tema, que es una bomba atómica. El álbum era el cierre y la separación de una época alucinante, tenía que salir un disco increíble”.
Y sí, le digo yo, aportando poco al relato pero sabiendo que estamos hablando de algo seriamente trascendente. ¿Lo del viaje a New York fue una iluminación no?, le pregunto.
Sigue Alfredo, entonces.
”Después de haber estado en USA, y de comprar equipos, hasta un órgano Hammond, todo fue decisivo para cambiar el sonido de los shows. Teníamos muchísimos y trabajar con todo lo que habíamos traído nos cambió la logística absolutamente. Para transportar los equipos, el Hammond por ejemplo, necesitábamos dos millones de personas. Imagínate lo que era para subir semejante artillería, tocar, bajar todo eso otra vez...
“Las presentaciones a veces se limitaban a 20 minutos, media hora digamos y listo. No daba extendernos porque pensábamos que después había que desarmar todo ese embrollo gigantesco... y sobre todo el órgano de Ciro que llevábamos a todos lados, eso era una locura. Ahora, Los Gatos sonaban de putamadre, pasábamos momentos indescifrables. Tengo tantos recuerdos que a veces no los recuerdo. Todos esos años con Los Gatos es una experiencia que agradezco diariamente haber vivido. Ser parte de algo así, que no le pasa a cualquiera. Aunque por otro lado sé que la luchamos mucho para vivirla, siempre pensando en adelante”, dice.
Y cierra con emoción: “Haber conocido a estos músicos impresionantes -Litto, Ciro Fogliatta, Oscar Moro, Pappo- ellos me hicieron pasar grandes momentos hasta que nos separamos, donde cada uno rumbeó distinto sin perder el amor. Nos tomamos un tiempo para encarar nuestras carreras propias. Ciro grabó un par de discos divinos, Litto se largó solista y ya sabemos lo que pasó, Pappo ni hablar, Moro terminó tocando en Serú Girán por ejemplo, una banda que me rompió la cabeza cuando apareció. Por mi parte toqué bastante con Nito Mestre, con León Gieco, con Raúl Porchetto donde conocí a Pablo Guyot y Willy Iturri, grabé un disco con Santaolalla. Antes de todo eso toqué en Sacramento con Ciro, gran proyecto, donde estaban tambien Gustavo Jelicie, y Bocón Frascino después de Pescado Rabioso, musicazos. Han pasado demasiadas cosas en este camino. Por eso agradezco siempre la música, mis proyectos, las personas que he conocido, tocar y producir discos, algo que jamás hubiese pensado. Y lo de hoy, con Pablo después de separaciones y discusiones volvimos a ensayar con GIT. No sé dónde irá a parar todo esto, pero agradezco siempre”.
Hablar con Alfredo Toth resulta además de gratificante, aleccionador. Es el número uno como bajista y es inmenso como persona. Mucho más que lo contado es Toth. Siempre jugando en primera, rindiendo y sosteniendo mucho en las grandes bandas que integró. Invicto en lo suyo. De su generación es uno de los que mejor está, no solo musicalmente sino desde lo personal, da gusto verlo siempre... y escucharlo, obvio.
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