Los seis días de Juan Pablo II en la Argentina en 1987, la última visita de un Papa

El papa polaco llegó el 6 de abril y se marchó el 12. Fue el único sumo pontífice que estuvo en nuestro país. Lo hizo dos veces: estuvo 30 horas en 1982, dos días antes de firmarse la rendición en Malvinas. Cinco años después, su visita se extendió por seis agotadoras jornadas. Visitó 10 provincias y pronunció 26 discursos. Su palabra a empresarios y trabajadores, y la homilía en Córdoba en tiempos de debate por la Ley de Divorcio

La multitudinaria misa de Juan Pablo II en la 9 de Julio el domingo de Ramos el 12 de abril de 1987

El 6 de abril de 1987, a las 16 horas, el avión que llevaba a Juan Pablo II tocó tierra argentina en el Aeroparque Jorge Newbery. De dos saltos, el Sumo Pontífice, que tenía 67 años, bajó la escalerilla, se inclinó y besó el asfalto de la pista. Una multitud lo esperaba apretujada en las rejas de la terminal aérea. Era la segunda vez que Karol Wojtyla llegaba a nuestro país: en el lapso de los seis días que permaneció, visitó la Capital y 10 provincias y ofreció 26 discursos.

Seis años antes, en su primera visita, la situación era muy distinta: la guerra de Malvinas propició su paso por un país atribulado. Fue relámpago: duró apenas 30 horas, entre el 11 y el 12 de junio. Pareció más un abrazo al pueblo argentino antes del desenlace inevitable de la contienda. Cuarenta y ocho horas después de su partida, el general Mario Benjamín Menéndez firmó la rendición.

Fue el último Papa -y el único durante su pontificado- que llegó a nuestro país, considerado uno de los más católicos del mundo. El próximo año será la ocasión de una nueva visita, la más esperada, la del Papa Francisco. Así lo anunció Su Santidad este 25 de mayo, cuando se lo preguntaron en el encuentro que sostuvo junto a José María del Corral y Enrique Palmeyro y a la comunidad de Scholas Occurrentes, durante la inauguración de la nueva sede del CBC de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que funciona en la comunidad de Scholas del Barrio Mugica.

La llegada de Juan Pablo II en 1987 al país fue la culminación de un viaje que incluyó también a Uruguay y a Chile. En su discurso en la estación aérea, expresó su “profunda alegría y una gran emoción al pisar por segunda vez esta bendita tierra de la Argentina. Vuelvo ahora en visita pastoral para seguir cumpliendo la misión que el Señor me ha encomendado, de evangelizar y ser Maestro de la fe, ejerciendo a la vez, como sucesor de Pedro, el ministerio de confirmar a mis hermanos”.

La llegada de Juan Pablo al país. Lo hizo en el Aeroparque Metropolitano el 6 de abril de 1987 a las cuatro de la tarde

A bordo del Papamóvil (hubo más de uno, que lo acompañó en cada traslado terrestre en aquella visita), se dirigió a la Catedral Metropolitana, donde saludó al clero. Luego cruzó la Plaza de Mayo hacia la Casa de Gobierno. Allí, el presidente Raúl Alfonsín lo aguardó en la escalinata sobre la calle Rivadavia y juntos subieron a su despacho para sostener una conversación privada. Alfonsín le obsequió un rosario confeccionado en plata y rodocrosita, la piedra nacional. En el Salón Blanco esperaban al Papa los dirigentes políticos del gobierno, las cámaras legislativas e integrantes del Poder Judicial. En sus palabras, y recordando su anterior visita, redondeó el sentido de esta presencia en el país, por “un sentido peculiar de gratitud al Señor por el don de la paz”. Ante ellos, también señaló: “Corresponde ciertamente al Estado prestar una particular atención a la moralidad pública, a través de oportunas disposiciones legislativas, administrativas y judiciales, que aseguren un ambiente social de respeto de las normas éticas, sin las cuales es imposible una digna convivencia humana. Es ésta una tarea particularmente urgente en la sociedad contemporánea, ya que se ve afectada en lo vivo por una grave crisis de valores que repercute negativamente en amplios sectores de la vida personal y de la misma sociedad”.

Luego sucedió lo inevitable. El Papa se asomó al famoso balcón de la Casa Rosada y saludó a una impresionante multitud que se había congregado en Plaza de Mayo. Más tarde, sonriente por el grito de “¡Juan Pablo II, te quiere todo el mundo!” que repetía la gente, marchó a la Nunciatura Apostólica, donde se alojó y tuvo un encuentro con los 65 jefes de misión del cuerpo diplomático.

Al día siguiente, la actividad comenzó temprano. A las 8 voló a Bahía Blanca, donde lo recibieron 130 mil personas. Allí habló sobre la “evangelización del mundo rural”. A las 13.30 ya estaba en Viedma, donde lo esperaba el obispo de la capital rionegrina, monseñor Hesayne. Sin descanso, trepó al avión y a las 16.45 llegó a Mendoza, donde lo homenajeó un coro de 250 personas con una canción de cuna polaca. Allí oró por la paz. El Papa, que asumió su pontificado en 1978, fue clave para la solución pacífica del conflicto por el Beagle con el país vecino. A las 19.00 dejó la provincia cuyana y viajó a Córdoba, donde pasó la noche.

Juan Pablo II junto al entonces presidente Raúl Alfonsín, en su segunda visita a la Argentina en 1987 (Télam)

En la capital mediterránea tuvo lugar uno de las anécdotas más repetidas del viaje. Después de orar en la capilla privada de la Curia, sintió los gritos de la multitud que reclamaba afuera un último saludo. Cerca de la medianoche, agotado por una larga jornada, se asomó y les preguntó: “¿Es cierto que en Córdoba de noche no se duerme?”... La respuesta fue un “sí” rotundo. “Pero el Papa es normal y sí duerme…”, les dijo con una sonrisa antes de bendecirlos y retirarse.

En la ciudad de Córdoba, la primera actividad fue recibir en la Catedral a un grupo de 300 enfermos e inválidos. Desde allí, a bordo siempre del Papamóvil, presidió una misa en el Área Material Córdoba, donde el cardenal Raúl Primatesta le dio la bienvenida. En el país ardían los debates por la sanción de la Ley de Divorcio, y aunque había sobrevolado el tema en la Casa Rosada, en la capital mediterránea fue más explícito cuando dijo que “El Papa ha venido para pediros, en nombre de Dios, un empeño particular: que toméis con sumo interés la realidad del matrimonio y de la familia en este tiempo de prueba y de gracia; porque “el matrimonio no es efecto de la casualidad o producto de la evolución de fuerzas naturales inconscientes; es una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio”. Y advirtió que veía “signos preocupantes de degradación en relación con algunos valores fundamentales del matrimonio y la familia”.

Por la tarde partió a Tucumán, donde 80 mil personas lo aguardaban. Bajo una cruz de hierro en el palco del aeropuerto, brindó una homilía sobre los cristianos y la Patria. El día finalizó en Salta, donde en el hipódromo de Limache recibió un poncho tradicional y habló sobre “el V Centenario de la evangelización de América Latina”: lo oyeron 1500 representantes de comunidades de pueblos originarios. En la ciudad norteña durmió en el Arzobispado.

El 9 de abril, fuera de su agenda, visitó a la Virgen del Milagro, donde oró junto a la imagen de Jesús. De allí viajó a Corrientes. Lo esperaban 100 mil fieles bajo una lluvia intensa que demoró su arribo. En la tierra del Gauchito Gil, su homilía se refirió a la religiosidad popular. Por la tarde se dirigió a Paraná, donde lsu anfitrión fue el arzobispo Estanislao Karlic. En la ceremonia que tuvo lugar en el mismo aeropuerto -que presidió una campana de bronce de 314 kilos, obra de un artesano santafesino-, le habló a una multitud sobre la inmigración. Desde allí regresó a Buenos Aires.

La misa que ofreció Juan Pablo II en Mendoza

No bien llegó a la Capital marchó a la Nunciatura para descansar. Pero como en Córdoba, una gran cantidad de gente reclamaba un saludo y debió salir para bendecirlos. Por la noche, tuvo allí mismo un encuentro con representantes de la comunidad judía.

El viernes 10, el día empezó a las 8.15 sobre el Papamóvil rumbo al estadio de Vélez Sarsfield, donde celebró misa ante 30 mil personas, entre los que había dos mil sacerdotes, 1700 seminaristas, 3 mil religiosas y unas 400 monjas de clausura.

La siguiente posta fue la catedral Ucraniana de Buenos Aires, donde lo esperaba unas mil personas de esa comunidad y niños con trajes típicos. El eparca Andrés Sapelak lo acompañó en la coronación de un ícono de la Virgen de Prokov. Más tarde regresó a la Nunciatura para almorzar.

Luego de una breve siesta se dirigió a uno de los encuentros más esperados, que tuvo lugar en el Mercado Central de Buenos Aires. Alrededor de 300 mil trabajadores y los popes de la CGT, con el secretario general Saúl Ubaldini a la cabeza, se reunieron para una misa y la bendición de la recién construida capilla del centro de abasto. El obispo de San Justo, monseñor Rodolfo Bufano, fue el anfitrión y el discurso de Juan Pablo II se refirió a la evangelización del mundo laboral. Allí, dijo: “Insisto en que no podéis conformaros con unos objetivos de corto alcance, cuya única finalidad se reduzca a la concertación colectiva de las remuneraciones y a la disminución de las horas laborales. Ante los problemas de la sociedad moderna, tampoco podéis aceptar que los mayores esfuerzos del asociacionismo laboral se esterilicen en inoperantes litigios políticos, que en ocasiones instrumentalizan vuestros anhelos con el fin de alcanzar posiciones ventajosas. Es justo que exista una noble contienda sindical, pero encaminada a conseguir los objetivos propios del mundo laboral, dirigida a fortalecer la solidaridad y elevar el nivel de vida material y espiritual de los trabajadores”.

Juan Pablo II con un poncho salteño. El sumo pontífice visitó 10 provincias argentinas

Más tarde, en el Luna Park, se reunió con la comunidad polaca. Hubo un discurso en su idioma natal y el día finalizó en la Nunciatura, donde les habló, por radio y televisión, a quienes estaban privados de su libertad.

El sábado 11, a las 8 de la mañana, voló desde el aeroparque hacia Rosario. En el Monumento a la Bandera celebró misa. Su homilía fue dirigida a la misión de los laicos en la Iglesia. Allí almorzó en el arzobispado, y más tarde regresó a Buenos Aires.

Luego del almuerzo en la sede arzobispal voló a Buenos Aires, en el último de los trayectos de cabotaje. Durante el vuelo, monseñor Eduardo Martínez Somalo, de la Secretaría de Estado vaticana, se acercó a la cabina del comandante de todos los vuelos del Papa en el país, el comodoro Alberto Vianna, con un pedido de Juan Pablo II: quería sobrevolar la Basílica de Luján. Vianna pidió autorización para descender por debajo de los 300 metros, y él mismo le informó al Papa lo que harían. Mientras pasaban sobre la basílica, Juan Pablo II reunió a los cardenales Aramburu y Primateste y los tres rezaron el Rosario.

Al llegar a Buenos Aires, se trasladó al Luna Park, donde habló ante 10 mil empresarios. A ellos les dijo: “Es justo que den gracias a Dios por la fertilidad de vuestros campos, por la abundancia de vuestros ganados y de tantas otras riquezas naturales, o fruto de las manos del hombre y sobre todo, por el espíritu emprendedor y la capacidad de trabajo con que Él los dotó, para que, junto a tantos hombres y mujeres que contribuyen a sacar adelante vuestras empresas y proyectos, sirváis al bien común en el vasto y complejo campo de la producción de bienes y servicios. Si no vivieseis esta primera obligación de justicia con el Padre común, Dios, tampoco seríais justos con vuestros hermanos los hombres, ni podríais llevar a cabo con espíritu humano y cristiano, las grandes tareas en que diariamente estáis empeñados”.

A las seis de la tarde, en la Nunciatura, se reunió con representantes de la comunidad islámica. Por la noche, en las últimas actividades que tuvo, se subió al Papamóvil para llegar a la avenida 9 de Julio, donde se llevaba adelante la Jornada Mundial de la Juventud. Se calcula que 60 mil extranjeros llegaron para oír sus palabras.

El Papa Juan Pablo II en la misa en la 9 de Julio durante el cierre de la Jornada Mundial de la Juventud el domingo 12 de abril

El domingo 12 de abril a las 8 de la mañana, Juan Pablo II tuvo un encuentro ecuménico. Unos 35 representantes de las confesiones cristianas que existen en nuestro país fueron recibidos en la Nunciatura. Las palabras del Papa fueron, en esa ocasión, para los “hermanos separados”.

Al mediodía, un millón de personas lo aguardaban en la 9 de Julio para el cierre de la Jornada Mundial de la Juventud y la misa de Ramos. Fue la primera vez que un Papa no la celebró en el Vaticano. En el altar se colocó la imagen auténtica de la Virgen de Luján, que los jóvenes habían llevado en procesión desde la Basílica, y el presidente Raúl Alfonsín se encontraba presente. Luego de la misa, le entregó cinco crucifijos a los jóvenes que representaban los cinco continentes. Y consagró a la Virgen de Luján antes de rezar el Ángelus.

Desde allí fue hasta Suipacha 1034, donde inauguró la nueva sede de la Conferencia Episcopal Argentina. Almorzó allí y tuvo un encuentro con los obispos.

El entonces mandatario Raúl Alfonsín le presenta al expresidente Arturo Frondizi a Juan Pablo II

La última actividad tuvo lugar en el Teatro Colón, donde lo recibieron representantes de la ciencia y la cultura argentina. Conocedor de nuestra historia, agradeció a la universalidad de la Educación Laica, Gratuita y Obligatoria que imperaba en el país desde casi un siglo atrás. Les dijo que era “una decisión visionaria tomada por las autoridades desde hace mucho tiempo, la de esforzarse por llevar la educación a todos los sectores de la población”.

Luego llegó el momento de la despedida, desde el coliseo marchó al aeropuerto de Ezeiza. A las 19.30, en un Boeing 747 de Aerolíneas Argentinas, partió hacia Roma. Parecía que en el país, luego de la presencia de Juan Pablo II, quedaría por bastante tiempo un clima de paz y de unidad. Pero no. Apenas tres días después, en el Jueves Santo, comenzó la asonada de Semana Santa encabezada por Aldo Rico.

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