Sabía, Jorge Lanata, que se venía un debate picante. Se lo dijo en el pase de Radio Mitre a Eduardo Feinmann: “Vamos a discutir”. Y éste recogió el guante: “Con todo gusto”.
Así arrancó la polémica sobre el caso del policía que mató, a quemarropa y por la espalda, al delincuente que le quiso robar su moto luego de ser amenazarlo con un arma casera. En rigor, no “quiso robarla”: ya se la llevaba cuando el uniformado lo disparó. Lo que a Lanata le hizo ruido, y por eso comenzó la charla, es que en los llamados de los oyentes al programa de Feinmann el reclamo repetido fue el de “matar a los chorros”. Lo que pareció espantarlo fue escuchar tantas veces, en boca de muchos ciudadanos, la palabra “matar”.
Feinmann, en cambio, priorizó en la discusión el derecho a defenderse de los delincuentes casi a cualquier precio, aunque coincidió en que “no hay que matar a nadie”. Luego descargó su pensamiento: “Ahora, entre la muerte de un delincuente y la muerte de un policía o de un civil, yo me quedo con la muerte de un delincuente”. Esta vez, el que coincidió fue Lanata. Aunque aclaró: “No discutimos eso”.
El debate, que ya tuvo otros protagonistas en los medios y la política, atraviesa a toda la sociedad: la inseguridad es un monstruo que asusta a todos. En realidad -Hobbes lo explica mejor que nadie-, el miedo lo debería sentir el que transgrede las normas que regulan a una sociedad, y no al revés como sucede.
“Me impresionó mucho escuchar a un montón de gente ‘hay que matar a los chorros’ -dijo el conductor de Lanata sin filtro-. Obviamente que cuando muere un policía es una lástima, una tragedia, porque los policías están para cuidarnos, nadie va a querer que mueran los policías. Yo he dicho mil veces, está todo tan distorsionado que tengo que explicarle a mi hija que el de azul te va a cuidar, no le tengo que decir desconfía del de azul, sino es todo un delirio… Vos sos abogado Eduardo, sabés que el tipo estuvo mal, no puede disparar por la espalda porque eso no es exceso en la legítima defensa. ¿Qué podría haber hecho? Podría haber disparado a la gamba del otro, a la rueda de la motocicleta, pero no tenía que matarlo”.
Y añadió: “En el ‘entrar a matar’ un día nos toca a nosotros, porque no se dieron cuenta y matan a un pibito, al hijo de alguien. Me parece muy indiscriminado. Me pareció fuerte escuchar a la gente diciendo eso. Yo se que van a llamar para putearme”.
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Feinmann le advirtió que durante la mañana había dicho “todo lo contrario que vos. Yo fui políticamente incorrecto. Vos sos políticamente correcto”. Algo que a Lanata, dijo por si a alguien le quedaban dudas, le “importa un pomo”. La admisión que su visión del acto cometido por el policía fue “incorrecta” parece expresar dos cosas: que éste debió obrar de otra manera (al final del debate, algo de esto reconoció el propio Feinmann). Y que el hartazgo de ver una y otra vez como la delincuencia gana la calle y nadie la contiene con la ley en la mano puede generar una reacción brutal.
Luego de repasar el testimonio del policía, y recordar que había sido apuntado con un arma y amenazado con ella, Feinmann argumentó: “¿Sabés cuándo duró la escena? Nueve segundos. Lo que pasa es que vos la ves, y la ves, y la ves, repetida y repetida, y te parece que duró media hora. Nueve segundos. ¿Decime vos qué tenés que hacer, cuando además llevás a tu pareja atrás y pensás que te van a matar a vos o puede matar a tu pareja?”
Para Lanata, la clave para analizar este caso es el rol que hombre que disparó: es policía. “El tipo se estaba yendo… Le disparás a las gambas, no le des cuarenta disparos por la espalda”
Entonces Feinmann lo invitó a ver el video donde un hombre fue baleado en una verdulería de Córdoba, a pesar que el delincuente ya había conseguido su botín. Lanata diferenció este caso: “Estoy viendo el video, es horrible… Imaginate que el tipo que está tirado saca un arma en ese momento, se da vuelta y le pega un tiro al chorro, todo bien, eso es legítima defensa, ni siquiera es exceso”.
El conductor de Alguien tiene que decirlo le preguntó: “¿hay que dejarse robar? ¿Hay que alegremente hay que dejarse robar?”. La respuesta es de esas que dividen opiniones: “Mirá entre que te maten o dejarte robar, sí hay que dejarse robar, no hay nada que yo tenga encima que cueste mi vida”.
Por momentos, parecía que ambos hablaban de dos hechos distintos. En otro segmento de la charla (que fue amable en sus diferencias, lejos del tono áspero que le imprimieron los periodistas Paulo Kablan y Diego Brancatelli a su discusión) Feinmann eligió la acidez para describir la motivación de cada actor del desgraciado suceso: “El policía no salió a matar. El que salió de caño a trabajar -porque viste que los delincuentes dicen ‘yo voy a laburar loco’, y salen de caño-, es el delincuente. Y en todo trabajo existe lo que se llama el accidente de trabajo. Y te puede pasar maestro. Vos elegiste ese laburo y tiene riesgos. Si salís de caño, alguien puede, del otro lado, también estar enfierrado. Y es lo que elegiste en la vida”.
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Lanata insistía con que ese no era el punto: “El problema con el policía es otro. El Estado le da al policía un arma. No nos da a todos un arma. Y le pone algunas condiciones para tener el arma. Tener el arma lo hace más responsable, no menos. Las condiciones es que cumplan algunas reglas”.
Pero Feinmann insistió: “La función de un policía es defender su propia vida y la de los demás. Y eso es lo que hizo”. Y luego acotó: “Entre una víctima y un delincuente me pongo de parte de la víctima… En este caso el policía fue una víctima”.
“Pero el tipo lo boleteó… -respondió Lanata, poniendo el foco en lo que deseaba discutir, en definitiva-. No es comparable. El tipo le dispara cuando el otro se está yendo. No nos vamos a poner de acuerdo”.
Sin mucho convencimiento en su tono de voz, y como para terminar el tema -el pase se había extendido- Feinmann concedió: “Es posible que haya habido un exceso en la legítima defensa, ponele… Pero yo insisto: me parece una barbaridad que estemos debatiendo esto. Los debates son siempre cuando muere un delincuente”.
Lanata le puso el punto final: “Estamos en la selva”.
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