Cuando terminó la secundaria, el estadounidense Liam Garner emprendió lo que llamó “la mayor aventura de su vida”. A los 17 empezó su viaje en bicicleta, con un objetivo en mente: pedalear desde Alaska hasta Ushuaia. De ascendencia mexicana, quería reencontrarse con sus raíces latinoamericanas, así que se propuso que México sería una de las primeras paradas. En el camino cumplió años dos veces, le robaron otras cinco, y tuvo un accidente en Colombia. Luego de 527 días, atravesar 14 países y recorrer más de 32.000 kilómetros, logró la meta, que coincidió con un momento inolvidable junto a su novia Chloe. En diálogo con Infobae, comparte sus anécdotas de viaje y transmite su deseo, de que las personas con síndrome de Asperger como él, sepan que son capaces de lograr cosas increíbles.
El 1° de agosto de 2021 Liam partió desde Prudhoe Bay, Alaska, y el 10 de enero de 2023 llegó a Tierra del Fuego. Antes de eso, vivía en Long Beach, California, y su primera experiencia en bici fue en una escapada desde Los Ángeles hasta San Francisco. Lo inspiró todavía más el libro “To Shake the Sleeping Self: a Journey from Oregon to Patagonia”, de Jedidiah Jenkins, y supo que ni bien terminara la preparatoria, iría tras su sueño. Le comentó a su madre que estaba pensando en ir hasta Tierra del Fuego, pero sonaba tan lejano que en un principio ella no lo tomó en serio.
Te puede interesar: Tiene 80 años y busca su tercera estrella en el Mundial de Ciclismo de Nueva York: “Hay que dejar al viejo guardado”
“Los primeros ocho meses fueron muy difíciles para mi mamá, y a mi papá se lo dije recién cuando estaba por salir a la ruta en Alaska”, revela. Cuenta que sus padres están separados, y que ambos le expresaron sus miedos, pero con el correr del tiempo comprendieron su entusiasmo y dedicación, y siempre estaban atentos a sus reportes diarios de cómo le estaba yendo.
A través de sus redes sociales -en Instagram y en TikTok @liamtheimpale, donde tiene más de 350.000 seguidores- fue registrando y compartiendo varias de las paradas en distintos destinos. Se acuerda del momento en que subió a su bicicleta de montaña KHS Zaca, con algunas provisiones básicas: una tienda de campaña, un saco de dormir, comida, agua, un botiquín, baterías portátiles, e insumos para prever reparaciones. “Con certeza fue la mejor decisión de mi vida”, afirma, y atesora cada uno de los paisajes que vio a medida que avanzaba por la Panamericana.
Durante su infancia había ido a México varias veces, a visitar familiares de su madre, pero no había aprendido español porque eran estadías cortas. “Era muy importante para mí conectarme con lo que también es mi cultura, hablar más del idioma, y por eso me quedé un buen tiempo ahí, para poder conocer los 14 estados mexicanos”, cuenta. Y reflexiona: “Una de las razones más importantes por las que decidí viajar en bicicleta fue porque nunca encajé bien en la sociedad y la rutina; siempre me metía en problemas en la escuela y soñaba con escaparme cuando me graduara y viajar por el mundo”.
Asegura que muchos le decían que debía “ser millonario” para cumplir ese anhelo, y asegura que afortunadamente no fue así. “Me mantuve con un presupuesto de no más de 430 dólares al mes”, comenta, y aclara que lo hizo “a su ritmo”, tomando muchas veces algunos caminos más largos para disfrutar de cada lugar. Trae a colación la famosa frase de que “lo importa es el viaje y no el destino”, y expresa que lo entendió cuando fue atravesando países, como Guatemala, Ecuador, Nicaragua, El Salvador, Colombia, Perú, y aunque cada vez estaba más cerca de la Argentina, el proceso en sí mismo ya le parecía la mejor vivencia hasta el momento.
En esos instantes donde se sintió más feliz que nunca confirmó aquel presentimiento de que iba a lograrlo. ”Me parecía que la universidad no era adecuada para mí, no podía imaginarme en los salones de clases de nuevo, y siempre me gustó acampar en la naturaleza; son las únicas veces en las que me sentí ‘normal’ y ‘feliz’, por eso andar en bicicleta por la ruta fue el momento más liberador de mi vida”, sostiene. En este sentido, confiesa que durante toda su adolescencia ocultó el diagnóstico de Síndrome de Asperger, y solo lo sabían sus padres y su mejor amigo.
“En Estados Unidos hay mucha discriminación y prejuicios hacia las personas con autismo. Mientras estaba de viaje chateaba con Chloe, y en esas conversaciones me di cuenta de que no es algo para esconder o avergonzarse. Estoy orgulloso de quién soy y de lo que he hecho, y si no fuera por mi autismo, nunca hubiera ido en bicicleta a Argentina”, sentencia. Esas charlas fueron la base de lo que comenzó como una relación de amigos -se habían conocido en Estados Unidos antes de que Liam comenzara su travesía- y poco a poco se transformó en un romance a larga distancia que pronto tuvo una cita programada en el Fin del Mundo.
“Acordamos que cuando llegara a Ushuaia, ella volaría hasta ahí, y por fin nos veríamos”, explica. En el camino, sucedieron varias cosas, como las cinco veces que le robaron pertenencias de su mochila, y la que más preocupó a su familia, que sucedió en Colombia. Había conocido a Logan, un chico que se convirtió en su compañero durante ocho meses, y fue quien estuvo para asistirlo cuando iban cuesta abajo y se accidentó. “Tuve la mala suerte de que no vi un bache, íbamos en bajada en una pendiente y terminé aterrizando sobre mi cabeza, por lo que me partí la oreja y tuvieron que hacerme una cirugía y darme varios puntos”, cuenta. Estuvo 15 minutos inconsciente, y también sufrió cortes en el hombro y la cadera, por lo que la recuperación le llevó un mes en total.
Su seguro cubrió gran parte de los gastos médicos, y su madre lo ayudó económicamente los días adicionales que tuvo que hospedarse en Cali. Como viajero, admite que el temor a que alguna vez le sucediera algo así había estado en sus pensamientos, y aunque tuvo algo de miedo de volver a subir a la bici, lo enfrentó. “El itinerario puede cambiar inesperadamente, podés tomar todas las precauciones, y aún así algo puede pasar, así que era el sacrificio que estaba dispuesto a hacer”, expresa. Luego de eso, Logan siguió su camino hacia otra ruta, y Liam retomó su meta en solitario.
No hubo más percances, y continuó hasta que pudo decir la frase que tanto soñó, ya en suelo argentino: “Tras 527 días y 32.000 kilómetros, yo, Liam Garner, soy la persona más joven que pedaleó desde Alaska hasta Ushuaia”. Ya con 19 años, y un sinfín de anécdotas, lo considera uno de los momentos más importantes de su existencia. “Llegar a Ushuaia lo era todo, pero lo mejor fue que finalmente logré la meta que me había propuesto y me probé a mí mismo que era capaz de logros increíbles. Amo Tierra del Fuego y la Patagonia; realmente ocupa un lugar especial en mi corazón haber visto la pampa interminable con los guanacos; es un lugar único en la tierra”, manifiesta conmovido.
“Lo único que no me gustó fueron los vientos que eran muy fuertes, y hubo algunos días en los que apenas podía andar en bicicleta”, cuenta y agrega: “Igual cada vez que tenía un descanso, comía tantas facturas como podía para seguir adelante”. Terminar la travesía tenía otro premio incluido: el reencuentro con su pareja. “Hablar a larga distancia con Chloe durante tanto tiempo fue casi más difícil que ir en bicicleta a Argentina”, dice con humor. Dos días después de su memorable llegada, la joven voló hasta Ushuaia, y se vieron por primera vez frente al lugar que alquilaron para quedarse unos días.
Te puede interesar: Lo diagnosticaron con Asperger a los 43 y creó una liga de apoyo: “Es un mito que todos somos tecnológicos”
“Esa noche bailamos juntos frente a las montañas y el Mar austral. Nunca olvidaré a Ushuaia como el lugar donde volví a ver a mi amor”, revela. Define nuestro país como “increíblemente único y distintivo”, y cuenta que pudo recorrer Salta, Tucumán, Catamarca, Neuquén y Mendoza. “Nunca conocí a un grupo de personas más orgullosas de su país, y aunque es gigante, creo que la gente se siente muy unida a su cultura y hay un gran sentido de comunidad, por lo que en cada provincia me trataron como a un amigo”, indica. Eso sí, también admite que el acento de cada región le resultó muy difícil de entender: “La mayoría del tiempo no tenía ni idea de lo que me estaban diciendo, pero me trataron tan bien, siempre estaban felices de invitarme un asado, de darme un poco de fernet, e incluso dormí gratis en algunas gasolineras donde los trabajadores me dejaron estar para que pudiera descansar”.
“Mi ciudad favorita fue Mendoza, e hice muchos amigos increíbles ahí”, agrega. Se lamenta porque justo unos días antes de la final de la Copa del Mundo cruzó a Chile y no pudo estar en la gran celebración que se vivió a nivel nacional. “Cuando llegué a Argentina acababa de empezar el Mundial, y en Estados Unidos el fútbol no es muy popular, por lo que nunca antes había visto un partido de fútbol”, confiesa. La pasión que se vivía por la camiseta celeste y blanca era algo completamente nuevo para él.
“Cada partido que jugaba Argentina me invitaban a un asado para verlo y me encantaba. Por eso me hubiera encantado estar en Argentina durante la final, pero me aseguré de ir al bar más grande de Coyhaique, Chile, para verlo”, relata. Y continúa: “Cuando ganó Argentina yo era el único que celebraba en todo el lugar. Todos los chilenos querían que ganara Francia, y aunque no estuve, vi los festejos en Buenos Aires en mi celular y me alegré mucho por todos porque creo que ganar el campeonato del mundo es algo que el pueblo argentino necesitaba”.
Estos últimos cuatro meses estuvo como mochilero junto a Chloe, haciendo la misma ruta aunque ahora en sentido contrario, para volver a Estados Unidos. “Envié mi bicicleta desde Chile después de que terminé, así que ahora está segura en mi casa, pero este no es el final de mis viajes en bici”, anticipa. Eligió volver a ver los paisajes dos veces, ahora acompañado, y se sorprende de que mucha de la gente que conoció en el camino lo reconoce cuando los visita. Desde Costa Rica, calculan que les faltan otros dos meses para llegar a su hogar, y ya están planeando una aventura en dos ruedas juntos.
“El próximo año queremos ir en bicicleta de Europa a Asia. Probablemente nos llevará otro año y medio terminarlo, así que necesitamos tiempo para organizarlo y encontrar patrocinadores, así que mientras tanto haremos trayectos más pequeños y lo seguiré compartiendo en mis redes”, asegura. Pese a los obstáculos que fueron surgiendo, cuenta que se mantuvo firme por la pregunta que se hizo justo antes de iniciar la aventura: “¿Qué te va a hacer realmente la mejor persona que puedas ser?”. La respuesta, en su caso, estaba muy clara, y por eso motiva a otros a que escuchen su voz interna.
“Solo porque hay un cierto camino que deberías tomar para comenzar tu vida adulta, no significa que sea lo mejor para vos; para algunos es asistir a las instituciones a las que todos hemos estamos acostumbrados, y para otros, podría ser un viaje en bicicleta en dos continentes”, argumenta. Y reflexiona: “Pienso en los meses en casa donde no podía discernir una semana de la otra, las horas y días que pasaba mirando mi teléfono, perdiendo el tiempo, y de repente ya era un año nuevo. Nadie debería vivir de una manera en la que un día es solo algo que transcurrir”.
Otro de los grandes aprendizajes personales que lleva consigo, es la de hablar de los trastornos del espectro autista en voz alta. “Espero que la gente aprenda lo que realmente significa el autismo en cada caso particular, y me gustaría que otras personas con autismo sepan que son capaces de cosas increíbles, porque todos somos diferentes de maneras asombrosas, y aún así, todos compartimos más cosas en común de las que imaginamos, sin importar de qué parte del mundo seamos”, concluye.
Seguir leyendo: