“En la villa son todos vagos”, “la gente de la villa es peligrosa”, “los pibes andan en la droga”, “si vas ahí estás regalado”; esos son algunos de los prejuicios que busca derribar una cuenta de Instagram: Motocarro. Brian y Osvaldo son unas de las tantas voces e historias que difunde la red social para mostrar otra cara del barrio.
Se acerca el mediodía, el sol se hace sentir como un día de verano. Las viviendas del Barrio 31, también conocido como Barrio Padre Carlos Mugica, se imponen con sus colores estridentes dentro de las calles angostas. Hay mucho movimiento; algunos chicos vuelven de la escuela con sus delantales blancos, otras personas atienden sus negocios a la espera de clientes y otros, simplemente, comparten una charla de vecinos. Ellos son los verdaderos protagonistas que fundan el espíritu de Motocarro.
“Hay un montón de gente, historias de vida y tradiciones que merecen ser contadas para que se pueda conocer la 31 por dentro. La mejor manera de hacer esto es charlando con sus habitantes en primera persona. La diversidad cultural del barrio es única. Lo que pasa en este barrio no pasa en ningún otro y por eso @_motocarro muestra eso que nadie ve”, explican desde el canal de Instagram que sigue en vigencia desde hace más de dos años.
El origen del nombre proviene del único medio de transporte que entra a la perfección a todos los pasillos del Mugica y permite recorrerlo sin problemas: el motocarro. Sirve para transportar mercadería, materiales y también personas.
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Dentro del Barrio 31, cerca del paseo comercial, se encuentra la fábrica de la primera cerveza artesanal originaria del lugar. Osvaldo Salazar fue uno de los principales pioneros en llevar adelante este emprendimiento. Tiene 39 años, nació y se crió en el barrio mucho tiempo antes de que se haya iniciado la urbanización, cuando los pisos no estaban asfaltados. Durante su niñez y juventud asistió a un colegio ubicado en el barrio de Belgrano, un gran contraste con el lugar de donde él venía. “Se me complicaba decir que yo vivía en un barrio humilde, entonces trataba de no decirlo de chico”, confiesa y agrega convencido, “ahora eso ya no me importa”. Más adelante, Osvaldo logró terminar el secundario junto a sus compañeros y es hasta el día de hoy que se siguen viendo.
Hincha de Boca, vive con su mujer y sus dos hijas, la mayor de 20 y la menor de 15 años. Además de ocuparse de la cervecería que armó en el garaje de su casa, trabaja en la construcción y ayuda a su esposa con el funcionamiento de la pastelería que está al lado de su hogar.
Fue antes de que azotara la pandemia, que la inquietud por hacer cerveza se despertó en Osvaldo. Había concluido un curso de la Escuela de Cerveceros en Don Torcuato y le propuso a sus amigos esta idea innovadora. Al principio juntaron plata para comprar un kit básico, sin embargo, la falta de conocimientos y experiencia dieron marcha atrás la iniciativa. “No conocíamos lo que era una cerveza artesanal, porque estábamos acostumbrados a lo que es una cerveza industrial. Toda la vida tomando industrial y bueno, era raro el cambio a una artesanal que es muy diferente”, recuerda el emprendedor y acaricia a uno de sus cuatro perros que se acerca cariñosamente.
Luego de ese tropezón, algunos de sus socios se encontraban desalentados por el fracaso y abandonaron. Sólo quedaron tres de los diez que eran al principio, uno de ellos es Salazar. Sin bajar los brazos y con mucha confianza en este desafío, él y sus amigos decidieron invertir para comprar mejores maquinarias y así lograr una mejor producción.
“Hace más de 3 años estamos produciendo 100 L, 200 L por semana. Estamos vendiendo acá en el barrio, venta al público en botella de vidrio, tenemos también un servicio de barril por litro”, aclara con presición. En honor al nombre del barrio, la cerveza Mugica es una gran oportunidad para “ayudar a que sea más visible el barrio y más a la vista al público, que es algo que nos representa, que sepan que es de acá”.
Al hablar sobre planes a largo plazo, junto a sus socios tienen en mente expandirse y crecer. Muy entusiasmado expresa, “ahora tenemos una olla de 100 L, tendríamos que pasar a una de 500 L. También queremos agrandar los fermentadores para tratar de producir más y abrir un bar de venta al público. Esa es la idea a futuro y bueno todo lo que implica dar trabajo va a estar muy bueno para el barrio y para la gente”.
Mientras espera que llegué la moto de Pedidos Ya con su almuerzo, Osvaldo insiste en que las personas tienen que animarse a venir al Barrio Mugica a pesar de los estigmas o miedos: “está lleno de varias culturas, eso es lo más bueno que tiene, que es una diversidad cultural muy grande acá en el barrio y es lo que nos enriquece a todos. También la infraestructura es diferente a la que hay en todos lados, se puede pasear, no hay ningún problema” y con una pícara sonrisa termina su sugerencia, “están todos invitados a tomar la cerveza Mugica”.
A diferencia de Salazar, Brian Mayhua López llegó a la 31 en marzo del 2016. Oriundo de Perú, tiene 29 años, es artista plástico y se considera uno de los principales difusores en el barrio del torito de Pucará, una escultura que data del siglo XV y que surgió en la cultura pucará de la cuenca norte del lago Titicaca. Esta pieza era utilizada en los ritos y ceremonias que los sacerdotes hacían para ofrendar la tierra y es símbolo de protección, felicidad y fertilidad.
Antes de iniciar su camino por la Argentina, el joven se recibió en la carrera Electrónica Industrial en Lima y se desempeñó como profesional en diferentes empresas. La última fue una transnacional, la cual le aportaba cierta estabilidad económica, pero no lo completaba. “Siempre me sentí como vacío, regresaba a casa muy de noche después de trabajar hasta casi las diez, once de la noche. Esa rutina diaria no me satisfacía, en cambio sí lo hacía el arte”.
En sus tiempos libres se dedicaba a pintar y dibujar, uno de sus pasatiempos preferidos. Muchos de sus compañeros de trabajo se dieron cuenta del gran talento de Brian para las artes y se sorprendían cuando él les mostraba sus dibujos por sus colores y formas originales. Incluso sus profesores de la universidad vieron que estaba más inclinado a las artes plásticas que a la electrónica.
“Fueron pequeños indicios de que yo debería dedicarme al arte. De todas formas, yo ya estaba trabajando y tenía una presión social para ayudar a mi familia, porque mis papás nunca terminaron el colegio. Entonces, tenía que convertirme en el primero de la familia en ser universitario”, relata el artista, quien en ese momento, a sus 21 años, estaba en el dilema de seguir en una profesión con una amplia salida laboral o dejarlo todo por su pasión al arte plástico.
Su tía Dora López, fotógrafa y residente de la ex Villa 31, los visitaba a él y a su familia en Lima y siempre impulsó a su sobrino a seguir adelante con lo que le gustaba. Luego de reflexionarlo, Brian optó por la valiente resolución de cerrar el ciclo con su carrera de Ingeniería Electrónica. “Lo más difícil fue renunciar a esa empresa y decirle a mi jefe que me iba, pero hay que tomar decisiones para que se concrete lo que uno sueña”, concluye lejos de estar arrepentido.
Al arribar al Barrio Mugica, se sorprendió de la energía alegre que circulaba por cada rincón. La gente bailaba, jugaba al fútbol, compartía comidas en la calle, los chicos corrían de un lado a otro, todo a una gran velocidad; un ritmo al que no estaba acostumbrado a ver en Lima, donde era más pausado. Para agosto del 2016, el joven comenzó a estudiar Arte en la Universidad Nacional de las Artes. A partir de allí, ganó premios, becas y concursos, tales como el conocido Prilidiano Pueyrredón de la UNA, y participó con sus obras en varias exposiciones. Un gran trayecto para aquel joven que aspiraba a ser artista.
Sentado afuera de una cafetería, Brian enseña el toro que produjo con sus propias manos y expone cada detalle: “el torito que yo trabajo recoge un poco de lo que he analizado y estudiado. Me hacía preguntarme cómo la migración también se va relacionando en Mugica, y de qué manera ese sincretismo surge con la cultura de Bolivia, de Perú, Paraguay, de Venezuela, de Senegal, que es esa mixtura que hace a nuestro barrio singular, y esa singularidad me gusta muchísimo”.
Inspirado en el reconocido Benito Quinquela Martín nacido en La Boca, López tiene como meta para 2023 la creación de la escultura del Toro en el sector de viviendas nuevas, que va a ser una escultura de fibra de vidrio de 2m de alto y 2,50m de largo. De esta manera, aspira a combinar la historia del torito junto a la convergencia de culturas que le presentó la 31.
Al igual que Osvaldo, Brian invita a conocer Mugica a aquellas personas que tengan prejuicios en torno al barrio. “Para poder dar un juicio de valor, primero hay que conocer la otra mirada y no dejarse influir por lo que se escuche a través de otros medios o mismo desde la imaginación que uno pueda tener. Capaz si uno recorre el barrio por ahí todo eso desaparezca. Mi consejo sería que recorran el barrio primero y tal vez se lleven una gran sorpresa”, resume el artista.
Como busca transmitir Motocarro desde sus inicios, “es a través de las tradiciones de cada vecino, su cultura, sus historias de vida y sus orígenes donde se logra capturar la esencia del Barrio 31″.
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