Florencia Luggren nació con agenesia. Es un término médico que define la falta de desarrollo de un órgano o un miembro. En el caso de ella, parte de su brazo izquierdo. Pero también afloró otra condición: la resiliencia. “Siempre digo que nací con la capacidad de hacer extraordinario lo ordinario, como poder atarme los cordones o cortar la carne con una mano… y una manito”.
Cuando ella llegó al mundo hace 35 años, no había demasiada información sobre la agenesia. Sus propios padres no recibieron muchas explicaciones por parte de los médicos. Para ellos fue sorpresivo. “Se enteraron en el parto. Ese momento, que debe ser mágico para los papás, de pronto acá se transformó en un drama”, cuenta.
La niñez de Florencia, recuerda, fue feliz. Ella naturalizó la falta del miembro, algo que explica como “inocencia”, pero el entorno no dejaba de marcárselo. En esos años, cuenta, “hasta que alguien no venía y me lo decía, no me daba cuenta. Y ahí uno se tira un poquito para atrás. Te empieza a dar vergüenza no ser lo que los demás son”.
Hoy ya no le molesta que la miren. Pero durante su adolescencia, recibir la constante mirada de los demás era fuerte. En la charla con República Z, Florencia explica: “Entiendo la curiosidad, pero hay que naturalizar que todos somos diferentes”. Desde esos años juveniles, hasta los 27, lo sufrió. “Fue un camino difícil. Tuve una crisis. Fue una etapa de depresión que no exterioricé. Busqué ayuda en Internet tratando de entender qué era lo que tenía, porque hasta ese momento ni siquiera tenía un nombre”
Lo que sucedió fue luminoso. Florencia encontró a un grupo constituido por personas con agenesia. “Gente que nació como yo. Mamás y papás de bebés que nacieron como yo. Ahí entré a un mundo nuevo, que me mostró un propósito, a entender por qué me pasaba todo eso”.
Florencia descubrió que tenía una total identificación con ese grupo de personas y eso cambió su vida. “Yo tenía inseguridad porque no veía a gente como yo, porque los medios no mostraban gente así exitosa o trabajando simplemente, como lo hago yo, que son una persona común y corriente que tiene un trabajo. Pero en ese momento, para mi nada de eso era visible.”
-A lo mejor sentías que no podías hacer nada porque te faltaba una mano.
-No, ya trabajaba en YPF. Pero tenía mucha inseguridad, era muy tímida. Si hubieras conocido a la Florencia de hace 15 años atrás… era muy calladita, trataba de pasar desapercibida.
Pero a partir de ese momento, Florencia se empoderó. Hoy habla suelta, y puede confesar sus angustias en aquellos momentos: “Yo decía ‘no sé si voy a formar una pareja, quién me va a querer así’”.
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Era un miedo muy profundo el que tenía, y a partir de la conexión con ese grupo pudo dar vuelta la página y fortalecerse. Pero atención, porque para Florencia ese concepto (“hacerse fuerte”) trae pegado la mirada que pone la sociedad sobre ellos. “Nosotros podemos ser fuertes, aunque no todo el mundo tiene la misma capacidad. La sociedad tiene que tratar que las cosas sean más fáciles también”.
La ilusión de Florencia es “que la discapacidad se naturalice y que los chicos vean gente como ellos haciendo de todo, para que puedan soñar libremente, porque a lo mejor cuando son chiquitos no pueden soñar libremente”.
Toda esa claridad, finalmente, la volcó en una charla TED que llevó adelante hace unos años en YPF, frente a todos sus compañeros: “Después de ese proceso de transformación me animé… La verdad es que tuve una repercusión muy linda. Me escribían internamente diciendo que se habían emocionado, que les había llegado un montón. Incluso un compañero que trabaja en los pozos de Neuquén me escribió que su sobrinita había nacido como yo y que a él le había llegado mucho. Ahí me puse en contacto con la familia de esa nena”.
Y entonces se dio cuenta que no solo había que generar esa fortaleza en los niños, sino también en sus padres. Esa contención que los suyos no tuvieron. “Los padres son los primeros que sufren. Esperan un bebé y de pronto es otro. Y hay que hacer ese duelo y ayudarlos a transitarlo”. A ellos, les diría “que se den el espacio para sentir la angustia, que no la repriman. Y una vez que liberen esa angustia, que vean que su hijo va a poder hacer lo que quiera, lo que se proponga”.
Y también enfatiza en lo importante que es llegar de una forma más natural al lugar al que ella arribó a través de Internet. “Es importante que sean visibles. Que conozcan a personas como ellos para poder empoderarse”. Pero así como mira lo que sucede con los niños y con sus padres, sabe que ella es parte de una generación bisagra en estas cuestiones, que pudo romper con el aislamiento, algo que los adultos mayores quizás no pudieron: “Es gente que quizás lo pasó recluida en su casa. Les diría que se acepten y que se animen a soñar. Que derriben los miedos y los prejuicios que hay en el medio para poder ser libres de ser como son. Todos somos diferentes”.
Si de sueños se trata, el suyo es lograr una sociedad “en la que una persona como yo no llame la atención en la calle, que sea común verla en cualquier lugar, en los medios de comunicación. La clave es la libertad. Yo nací así y tengo que tener la libertad de ser lo que sea con este cuerpo…”. Y agrega luego su mirada sobre lo que sucede en la actualidad: “Los chicos nuevos vienen con otro chip totalmente distinto, y la generación nueva viene más libre de esos tabúes que traíamos. Vienen libres en todos los sentidos y está buenísimo”
Con el grupo de Internet, Florencia sigue colaborando. Una vez al año hacen un gran encuentro que se llama “Celebremos las diferencias”. Y agradece que sus compañeros de YPF sean los primeros en colaborar con ellos.
Luego de sus cambios internos, Florencia se tatuó en su antebrazo derecho su frase de cabecera: “Los sueños no se agarran con las manos”. ¿Y ella, entonces, con qué los agarra? Su respuesta interpela e inspira: “Con el corazón”. Sucede que ella nunca pensó en tener la mano que le falta. Jamás creyó que ahí se podrían acabar los problemas. “Yo no pienso en tener las dos manos. Pienso en viajar por el mundo, en hacer otras cosas, y esas cosas no tienen que ver con mi mano”. De hecho, nunca usó prótesis. “Quizás a otras personas les funcione. A mi me la probaron cuando era chica, pero no funcionó”.
A YPF ingresó hace 15 años a través de una pasantía para personas con discapacidad. Ella estudiaba para ser Contadora y aplicó para ese programa. Fue la oportunidad que necesitaba. “Ese es el gran tema de la discapacidad. El prejuicio. No es casualidad que los tengamos, pero dar una oportunidad es derribar prejuicios”. Hoy le toca liderar un equipo. En realidad, tenía el camino allanado desde hacía años: ella era líder de su propia vida antes de tomar esa oportunidad. Con la empresa que le dio esa oportunidad desarrolló un hondo sentido de pertenencia: “YPF es mi familia. Tengo muchísimos amigos. Entré a los 20 años, viví mi proceso de transformación. Es mi casa”.
A toda su implacable lucidez, Florencia la volcó en un libro. ¿Cómo se llama? Es fácil de adivinar: “Los sueños no se agarran con las manos”.
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