La mujer tiene miedo. “Si liberan a ese monstruo no voy a vivir tranquila”, dice. Nunca vivió tranquila, admite después. Es una pesadilla que comenzó el día en que su hermano fue asesinado mientras dormía.
“Si sale, tengo miedo de que me mate... nos puede matar”, dice aterrorizada. Esa mujer, que no quiere dar su nombre por seguridad, es la hermana de una de las víctimas. El monstruo es Carlos Eduardo Robledo Puch.
“Mi hermano era sereno y estaba por dejar ese trabajo. Apareció la hiena esta y lo mató a sangre fría. Nunca nos recuperamos. Pasó el tiempo pero el dolor sigue”, cuenta.
Puch mató a once personas por la espalda o mientras dormían. Ocurrió en 1972. Está preso desde entonces. Su abogado, Jorge Alfonso, está cerca de obtener la libertad del mítico y oscuro criminal, aunque la Justicia de San Isidro no está de acuerdo más allá de que el condenado haya cumplido la pena.
“Es lógico el temor de esas personas, pero mi defendido ha dicho que no cometió ningún asesinato. Y es un persona que sufrió todo tipo de maltratos y humillaciones en prisión. Está muy mal de salud. Ni el mismo puede lastimarse”, dice Alfonso.
La hermana del sereno no es la única. Familiares de Jorge Antonio Ibáñez, el amigo y primer cómplice de Robledo, también están en contra de la posible liberación. Ibáñez murió el 5 de agosto de 1971, a los 17 años, y sus últimos segundos los pasó como acompañante de Carlos Eduardo Robledo Puch, de 18, que en ese momento manejaba el Siam Di Tella de su padre antes de chocar contra un taxi en la avenida Cabildo y Quesada, en Núñez. El asesino con cara de ángel saltó del auto antes del impacto, pero su amigo murió en el acto.
La familia de Ibáñez siempre estuvo convencida de que Robledo mató a su amigo y simuló un accidente de tránsito.
Tras el hecho, su comportamiento fue errático: salió corriendo y se llevó los documentos de su amigo. La comisaría 35a de la Policía Federal cerró la causa como accidente.
“Fue un crimen planificado. A Carlos siempre le gustaba chocar, contra árboles o contra ovejas en las rutas, y practicaba saltar antes de salir golpeado, tenía una gran habilidad. Pero esa vez con Jorge creemos que armó todo. Lo mató y sabemos los motivos”, dijo a Infobae un pariente de Ibáñez, pero no quiso dar detalles.
“Encima culpó a Jorge y a su hermano Florencio, que murió hace seis años. Lo raro que el día que se cumplió una fecha de su muerte, le hackearon la cuenta de Facebook”, dijo.
La sobrina nieta de Higinia Rodríguez, asesinada de ocho balazos por Puch, es otra de las que ruega que no salga en libertad. “Nadie nos garantiza que busque a los familiares de sus víctimas. No puede estar libre”.
La beba que estaba en la cuna cuando Robledo disparó mientras Ibáñez violaba a la madre de la criatura, Dora Bianchi, hoy tiene 52 años y nunca habló con los medios. Es la única sobreviviente del asesino.
El temor de algunos familiares de las víctimas de Robledo creció cuando un enigmático joven comenzó a escribir en Facebook a favor del asesino. Se presentó como Alejandro Puch y hasta amenazó al cronista de Infobae. Sus datos ya están en el área de Ciberdelitos de la Policía de la Ciudad. “Traidor, te voy a arruinar. Te colgaste de Robledo Puch. Pedazo de violado. Mediocre. Ventilas cosas ajenas”, dice Puch en uno de los mensajes que ya es analizado por la Justicia.
Como varios familiares de Robledo Puch se mutilaron el apellido, hay más de un Puch que es pariente del llamado Ángel Negro. “Desmiento que esa persona tenga parentesco o relación alguna con mi defendido”, dijo el abogado de Robledo Puch, Jorge Alfonso. Una prima del asesino, que no tiene relación con él pero lleva los dos apellidos, también coincidió en que el supuesto Alejandro Puch “es un loco que debería ser investigado porque anda molestando a varias personas para perjudicar a mi primo”.
Robledo Puch está al tanto y no le gustó nada que se hicieran pasar por un familiar suyo y para perjudicarlo, más allá de que este cronista fue amenazado por el famoso criminal. “Cuando salga le voy a meter tres cuetazos en la nunca”, le dijo a Julián Zalloechevarría, uno de los ladrones del robo del siglo al banco Río de Acassuso, cuando se lo cruzó, hace ocho años, en el sector de Sanidad de la cárcel de Sierta Chica.
Robledo Puch sigue en su laberinto. Si bien es la primera vez que mantiene a un mismo abogado y lucha por su libertad, por momentos siente que su maldición es morir en la cárcel.
Confía ciegamente en un abogado. A otros no los escuchaba, los despedía después de la primera visita o él quería llevar adelante la defensa. Alfonso, que pidió la libertad del asesino, logró que una persona se presentara como garantía para recibirlo en una casa y falta la decisión de la Justicia.
“Confío en vos”, le dijo Robledo y le da libertad al penalista para la defensa judicial y la mediática.
“Cuando salga voy a cumplir mis sueños pendientes. Ni se cómo es la calle. Viví veinte años afuera y cambió todo. Quiero ver los autos. Ver el cielo y no desde el patio de un penal o de un ventiluz. Meterme en el río. Andar en bicicleta. Oler lo que huelen los que están en libertad, mi terror es morir en la cárcel”, le dijo Robledo a un compañero de pabellón. Después de sus años intensos en Sierra Chica (entre ellos el motín de Sierra Chica de la Semana Santa de 1996), Robledo está alojado en la Unidad Penal número 26 de La Plata.
“Robledo está entusiasmado y sueña con la libertad. Hay obstáculos, él ya tendría que estar libre, pero no vamos a dejar de luchar para que se cumpla lo que tendría que haber pasado hace tiempo”, dijo Alfonso, de vasta experiencia.
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