Pilar Sordo: “La felicidad no es estar alegres, sino poder aceptarnos”

De paso por Buenos Aires para presentar dos conferencias sobre cómo ser felices en tiempos difíciles –la primera el sábado en el Teatro Coliseo de La Plata y la segunda el domingo en el Teatro Ópera, en CABA–, la psicóloga y conferencista chilena habló con Infobae sobre sus 12 habilidades para alcanzar la paz cuando parece imposible

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Entrevista completa a Pilar Sordo

Pilar Sordo tiene una fórmula a prueba de incrédulos. Habla pausado y dice practicar sus técnicas ella misma, aunque a veces, como todos, también entre en cortocircuito. La psicóloga y conferencista chilena acaba de hacer un cambio drástico en su vida que prueba su resiliencia, pero también una de las herramientas que predica: si queremos estar bien, debemos ser flexibles y abrazar el cambio que, finalmente, es lo único que existe.

Tras sufrir un grave problema de salud, una alteración metabólica severa que le produjo arritmias y sangrados hace ya dos años, decidió dejar su casa de Las Condes y se mudó en busca de paz al Sur de Chile. Después de todo, le dirá a Infobae que la felicidad no es más que eso: “Tiene que ver más con la paz que con el placer, y depende sólo de nosotros mismos”.

Le digo que sus preceptos no son tan distintos de los que enseñaron durante años los gurús de la India –no es casual que a ella la llamen la gurú de la autoayuda–: aceptar que no controlamos nada, anclarnos en el presente. Ella no puede estar más de acuerdo; graduada hace más de tres décadas en la Universidad Diego Portales, está convencida de que ya no alcanza con la psicología: “Las preguntas que hoy tiene la gente son de trascendencia, espirituales”.

–La post pandemia trajo para vos muchas reflexiones, ¿qué es lo que cambió en nosotros al pasar por esa experiencia colectiva?

–Mira, yo fui de las ingenuas que pensó que iba a cambiar la humanidad y nos iba a poner a todos buenos… ¡y nada! Lo que sí siento que dejó la pandemia son muchas preguntas. A mí me impacta en una investigación que estoy haciendo ahora y que acabo de terminar, que es la que vengo a contar a Argentina –donde dará dos conferencias este fin de semana, después de cuatro años de ausencia–, la cantidad de preguntas de todo tipo que se está haciendo la gente: si vivo donde quiero vivir, con quién, qué hago. Yo he llegado a descubrir en esta última investigación que hay tres grandes temas que le están preocupando a la humanidad hoy, que son el tema del amor propio, el tema de los duelos y las pérdidas, y el tema del propósito, del sentido de la vida. Me impresiona la cantidad de gente de entre 35 o 40 años que está como si hubiera salido de la secundaria, que se está preguntando qué quiere hacer, a qué quiere dedicar más tiempo o cómo quiere configurar su vida. No sé si esas preguntas van a llevar a acciones o a respuestas que se depositen en decisiones, sólo sé que la gente se las está formulando.

–Vos misma hiciste muchos cambios en lo personal.

Yo me fui a vivir al sur de Chile, dejé Santiago. Reestructuré mis prioridades, o desde qué lugar quería trabajar. Tuve un tema de salud hace dos años que duró también dos años, entonces eso también ayudó a que esta reformulación fuera más drástica o más definitiva. Así que creo que tengo mucho que agradecerle a la pandemia.

"Tuve un tema de salud
"Tuve un tema de salud hace dos años que duró también dos años, entonces eso también ayudó a que esta reformulación fuera más drástica o más definitiva"

–Esas cosas que pasan cuando nos ocurre algo fuerte en lo personal acá pasaron de manera universal y de pronto todos estuvimos en contacto con la muerte, con lo finitos que somos, aún los que todavía no estaban preparados para pensar en eso, quizá por eso ahora ves que es gente más joven la que se hace estas preguntas existenciales.

–Es que yo creo que, al disminuir el ruido de lo de afuera, aumentó el de adentro, y como generalmente estamos saliéndonos de nosotros todo el tiempo y lamentablemente acá no había donde salirse, porque no había atractivos, eso fue una invitación a volver a mirarnos que algunas personas aprovecharon y potenciaron en un desarrollo maravilloso y otras no. Creo que hay una sensación de inquietud mayor frente a la vida, frente al sentido, frente al si estoy bien o no, y eso fue algo que se despertó incluso en gente que nunca se lo había preguntado.

–¿Nos volvimos un poquito más intolerantes con algunas cosas, como que hay situaciones que ya no aguantamos, un trabajo que molestaba, una persona que era un poco tóxica preferimos alejarnos? Pienso si en ese camino a veces no damos de baja algunas cosas antes de tiempo por las dudas.

–Yo creo que cambiaron las prioridades, eso es lo que siento que ordenamos. Insisto, no todos, pero se produce como un orden donde yo tengo más claro lo que no quiero. No sé si tengo claro lo que quiero, pero lo que no quiero, seguro. Y esa es una definición súper importante que probablemente venía como larvándose antes de la pandemia. De repente siento que le pusimos a la pandemia un montón de cosas más de las necesarias. Lo que sí hizo la pandemia es que mostró cosas que venían mal de antes y que se hicieron evidentes, como que bajó el nivel del agua y quedó clarito donde estaba el barco; siento que decantó un montón de cosas y mostró la falta de habilidades sociales en los niños, las crisis de pareja, las crisis personales y profesionales.

–Me gusta que hables de las crisis y de vos y de tu propio tránsito con tu salud, porque sos una persona a la que le han pasado muchas cosas, y sin embargo mantenés un discurso que tiene que ver casi con que hay una fórmula de la felicidad posible.

–Yo he hecho tres estudios que por alguna razón me llevan al tema de la felicidad, me guste o no me guste. Entonces hoy día tengo más claro que la felicidad tiene que ver con la paz, que en realidad es la ausencia de ruido, que tiene que ver con respirar profundo, con el silencio mucho más que con boliche, la juerga, el disfrute o el placer, eso de la dopamina cortita. Y que esa decisión de ser feliz o de estar en paz, se trabaja todos los días. Como tú bien dices, a mí me ha pasado mucho en la vida, y cada vez tengo más certeza de que depende de mí, porque lo de afuera no lo voy a poder cambiar.

–Ese es el tema, ¿no? Porque vos decís “depende de mí”, pero hay un montón de cosas que también decís –y sabemos– que no podemos controlar.

–De hecho la gran mayoría se nos escapa, no pasa por el control. Lo que sí depende de mí es la actitud con la cual vivo eso, porque pareciera ser que la vida no es tal como la vemos, sino como yo la interpreto en cada situación que me toca vivir.

"Yo he hecho tres estudios
"Yo he hecho tres estudios que por alguna razón me llevan al tema de la felicidad, me guste o no me guste. Entonces hoy día tengo más claro que la felicidad tiene que ver con la paz, que en realidad es la ausencia de ruido"

–Es interesante porque vos planteas esto desde la psicología, desde la ciencia, pero es algo de lo que hablan los gurús espirituales desde hace años: esto es ahora, no podemos controlar el pasado, no podemos controlar el futuro.

–Es que yo creo que la psicología ya no alcanza a explicarlo todo. Creo que las preguntas que hoy tiene la gente son de trascendencia. Tengo un caso real en el que una mamá que en la primera investigación sobre cómo educar me pedía que le dijera cómo hacer para que su hijo le obedeciera, y esa misma mamá en la investigación ahora me pregunta cómo hace para que su hijo desarrolle sus talentos; o sea, para que sea más feliz; y es que el discurso fue mutando. Yo llevo ya dos años estudiando psicología espiritual porque el acompañamiento que tengo que hacer con las personas es desde ese lugar también. Y no estoy diciendo que la psicología no alcance ahí, pero no me basta, no llega a explicarlo todo. Hablar con alguien sobre su propósito de vida es hablar de otras cosas distintas a la psicológicas. Hay algo hermoso que está pasando en una cantidad enorme de personas que es esta sensación de querer aumentar la conciencia, de querer estar más despiertos.

–¿Cómo hacemos para estar más despiertos?

–En la conferencia que voy a dar este fin de semana voy a contar doce habilidades que descubrí en la última investigación y que tienen que ver con cosas que todo el mundo conoce, no se van a sorprender con ninguna, pero están armadas de manera tal que hace que, si yo las tengo conscientes, puedo transitar sin controlar aquellas situaciones que me está costando vivir.

–¡Por favor, las quiero saber todas!

–Esas doce habilidades están enmarcadas en esto que es el no tener control de lo de afuera. Desde ahí, cuando yo defino que lo único que sí controlo es mi actitud frente a lo que vivo, para mejorar esa actitud lo que necesito son micro decisiones. Por ejemplo, te cuento una anécdota de la investigación: yo tenía a un grupo de familias que se levantaban y prendían la televisión automáticamente y miraban el celular, que es lo que hacemos todos. Pero había otro grupo que se levantaba y ponía música, ¡y lo que le pasaba a ambos grupos durante el día frente a las cosas a las que estaban expuestos o cómo transitaban lo que les tocaba –que el auto se les echó a perder, que la reunión que tenían se suspendió o lo que fuera– era tan distinto! Sólo con esa decisión que es una decisión libre y soberana, pero que pareciera casi inevitable, así era la decisión siguiente sobre qué le iban a introducir a su cuerpo. Y no solamente hablo de comida, que también es un tema importante, sino de la mente: qué comés mentalmente todo el día, con qué personas te rodeas y cómo. Y eso es conciencia, es irme dando cuenta de cómo mi cuerpo, mi panza o el órgano que tenga más sensible en mi vida, me va informando que me tengo que correr de ahí, que tengo que cambiar, que tengo que salir de ciertas situaciones.

–O sea que se trata de estar un poco más atentos a nuestras alertas internas.

–Total. Y de ser más protagonista de tus decisiones. Esta cosa del piloto automático no nos está ayudando en nada, nos tiene muy enfermos, muy cansados.

–Al mismo tiempo, llegás a un país como la Argentina, con una inflación galopante, donde la gente no sabe si le va a alcanzar para pagar la cuenta del supermercado, el alquiler o llegar a fin de mes, ¿y cómo se hace para hablar de felicidad?

–Creo que frente al caos externo no queda otra que el orden interno. Para eso son las decisiones, es como decir: “De verdad no tengo idea cuánto me va a salir el pan. Hoy no sé si me va a alcanzar lo que tengo, eso no lo puedo manejar, pero voy a intentar estar desconectada de las cosas que me hacen mal”. Y uno sabe lo que le hace mal, aunque no sea demasiado consciente. Cómo yo me voy desconectando para conectarme conmigo es el requisito y la salvación de esta historia. Es un desafío diario, incluso es casi a segundo a segundo. Porque yo conozco muy bien la realidad de la Argentina, pero en muchas cosas, como en la tensión social o política, somos muy parecidos. Aunque es cierto que la intensidad con la que lo viven ustedes tampoco ayuda mucho, ¿no? Porque yo, humildemente, me siento parte de este país, y veo que todos ponen mucho afuera. Entonces creo que se permiten moverse como en un ascensor, subir y bajar dependiendo de todo aquello que esté ocurriendo. Y también hay que poder desconectarse.

"En la conferencia que voy
"En la conferencia que voy a dar este fin de semana voy a contar doce habilidades que descubrí en la última investigación y que tienen que ver con cosas que todo el mundo conoce"

–Lo de desconectarse suena un poco utópico con esto del telefonito todo el tiempo en la mano, las micro decisiones que tomamos cada vez que mandamos o respondemos un mensaje, esa invasión permanente. ¿Hay algo que se pueda hacer para frenar un poco eso?

–Esta cosa de las redes o del whatsapp generó una falsa autoexigencia porque efectivamente el teléfono es una súper herramienta, pero es una herramienta que debiera estar a mi servicio y no yo al servicio de él, que es lo que ocurre. Entonces el cómo yo administro este aparatito, por ejemplo, si lo miro cuando como o no; o si, en el caso de la educación de los niños, pongo el teléfono arriba de la mesa o no, si los niños me ven desconectarme para que también aprendan a desconectarse ellos… Creo que otra vez volvemos a estas micro decisiones, chiquititas, pero que suman en el día a dia porque te configuran un espacio de paz o no dependiendo de las decisiones que hayas tomado.

–Vos hablas de tus investigaciones y a mí me interesa saber cómo trabajas.

–Son estudios de campo, más cualitativos que cuantitativos. Hay algunas cosas que salen cuantitativas, pero no es mi intención. A mí lo que me interesa es escuchar a la gente, la clínica. Tengo grupos de trabajo en distintos países que afortunadamente ahora con Internet puedo seguir online. De ahí voy sacando ideas, voy escuchando, anotando. Soy muy de anotar, de usar muchos cuadernos, y recibo la información y vuelvo a chequear. Y este ida y vuelta va anidando o generando conceptos que a la larga pasan a ser lo que voy a transmitir en un libro o en una conferencia.

–A la vez hay cosas que a lo mejor la gente no sabe de vos, que es que acompañás a muchísimas personas en lo privado en sus duelos y en situaciones muy trascendentes. ¿Cómo lo llevas?

–Bueno, ¡por eso me enfermé! Yo llevo 25 años acompañando gente en procesos de muerte, cosa que no sabía nadie, ni mis papás, porque es algo que siempre he hecho gratuitamente y que me parecía un espacio sagrado. Hasta que me dan un reconocimiento en la Fundación de la Felicidad, que depende de Naciones Unidas, y como una de las razones por las que me dan ese premio fue esa, esto provocó un tsunami. Después de eso, empecé a contener y acompañar a muchísima gente porque me llamaban todo el tiempo: “Acompaña a mi papá que se muere, o a mí que tengo que pasar por esa experiencia”. Así llegué a contener casi 800 muertes en 15 días, fue terrible. Cuando lo cuento digo, ¿cómo no me di cuenta?, pero no hay por qué darse cuenta a veces de las cosas.

–Bueno, hablando de esa exigencia que te ponés incluso vos, pensaba si esto de la felicidad como propósito no es otra carga, porque a lo mejor la vida no tiene que ser necesariamente eso que imaginamos donde todo nos salga perfecto.

–Es que la felicidad no es alegría. La alegría es una emoción maravillosa, pero es transitoria. Lo que sí me parece es que ahí está sobrevendida la felicidad como esta cosa de estar todo el tiempo arriba de la pelota o efervescente, y que si no estás bien, no puedes no estar bien y ese “vamos que se puede”, este positivismo tóxico que se ha ido instalando y que nos hace tanto daño, porque no nos permite tomar contacto con la verdad, con nuestra verdad. Uno tiene todo el derecho a no estar bien y al tomar contacto con las vulnerabilidades es donde más fuertes somos. Todas esas creencias que nos empujan hacia un exitismo extraño no nos ayudan en nada. Y creo que nos estamos exigiendo desde las redes con esta cosa del filtro en la cara para que no se me vea un cutis tal es como una educación en la mentira y en el autoengaño. Y es brutal, porque hace que la gente diga “Wow, ella está increíble y yo soy un desastre”, o “Ella tiene tanta edad y no tiene ni una arruga”, y resulta que el filtro que se puso se las quitó todas.

"Lo que sí me parece
"Lo que sí me parece es que ahí está sobrevendida la felicidad como esta cosa de estar todo el tiempo arriba de la pelota o efervescente, y que si no estás bien, no puedes no estar bien"

–Parece una paradoja que nos ponemos mil filtros en la cara, pero ya no tenemos filtro desde ese anonimato para decirle cualquier cosa a los otros en cualquier momento.

–Claro, para agredir o mostrar mi vacío interior hacia la vida de otro no hay filtro. Yo creo que estamos llenos de contradicciones y la tecnología ha hecho que se hagan muy evidentes. Y ahí otra vez está la decisión. Yo siempre recomiendo que por lo menos cada tres o seis meses hagamos un detox de redes. Y filtrar en otro sentido, porque lo que te está pasando hoy no es lo que te pasaba hace un año, entonces a lo mejor si te estás separando, estás viendo todas las cuentas de duelos y de separación y hasta el algoritmo te las muestras solo.

–¡Además de las cuentas de tu ex!

–¡Exacto! Hoy día es mucho más difícil terminar una relación que antes, hay que matar el amor de muchas maneras, sacarlo de todos lados. Por eso tengo que ir continuamente chequeando mi propia evolución para ver qué es lo que me hace bien y qué me aporta cada cosa.

–¿Nos podés adelantar algunas de esas doce herramientas para acercarnos a la felicidad?

–La primera y la madre de todas es la aceptación, que tiene que ver con perder las urgencias de querer que las cosas sean como yo quiero que sean. Está también la flexibilidad, la gratitud. También la lentitud, que fue un descubrimiento dentro del estudio que hice, porque funciona como un expansor de conciencia. Tiene que ver con hacer todo lo más lento posible, porque eso te ancla en el presente, pero además te conecta inmediatamente con la gratitud, con decir, “Wow, estamos conversando, ¡qué agradable!”. Eso te abre la conciencia porque al hacer todo lento ves lo que rápidamente no verías. Otras son el orden, la disciplina, el sentido del humor...

–Mi última pregunta tiene que ver con vos y es en qué medida podés aplicar en tu vida esta fórmula que suena tan bien. Si a veces no te encontrás diciendo, no, bueno, acá no puedo.

–¡Claro! Por supuesto que hay días en que no puedo con nada. Mira, yo siento que soy una persona resiliente, pero con mi tema de salud, afortunadamente tuve estas doce habilidades. Hay gente que las tiene puestas en la heladera, en el fondo de pantalla del celular como para verlas todo el rato, y a mí me sirvió mucho estar trabajando estas habilidades para mi propio proceso. Había días en que el circuito se me encendía completo y había días en que sólo aplicaba dos y no podía aplicar las otras 10. Es el camino, a veces se puede, a veces, no, a veces se puede menos, a veces mucho.

–Tiene que ver con una de las primeras cosas de las que hablaste, con la aceptación.

–¡Y con la compasión! Yo siento que nos estamos tratando tan mal, la cantidad de frases o de auto recriminaciones que nos hacemos a nosotros mismos son tremendas. El 90% de tus pensamientos en el día son acerca de ti, y esos pensamientos parten desde que te miraste al espejo, desde que el pelo no quedó como tenía que quedar, eso de “ay, pero por qué no alcancé”, o “yo debería haber hecho”. Estamos tratándonos tan mal que siento que la compasión –pero desde la definición budista, no desde el pobrecita, sino desde esa cosa de abrazarnos y decir “estás haciendo todo lo que puedes y estás intentando hacerlo lo mejor posible”–, es muy necesaria. ¿No te está resultando? Bueno, ok, mañana es otro día y a lo mejor resulta un poquito más. Esto también es por acumulación: uno llega a los objetivos en la medida en que se lo propone y trabaja. No basta con visualizar, que hay tanto de eso ahora y por supuesto que sirve, pero si esa visualización no tiene un trabajo y no tiene decisiones bien jodidas de poder realizar, se desvanece. Hay que conectarse con nuestra inconsistencia, con el decir y no hacer, con eso de decir “hoy no voy a comer chocolate” y meterme una barra en la boca… es como esta permanente sensación de no cumplirnos a nosotros mismos. Yo siempre digo que hay que honrar la palabra, pero la palabra de uno primero, antes de la del otro incluso.

–¿Y si aceptáramos definitivamente que somos contradictorios?

–Sería maravilloso. Se nos acabarían millones de consumos de psicofármacos. Si nos aceptáramos en esa ambigüedad, que está perfecto; que estoy amando, pero tengo miedo; o quiero cuidarme, pero no puedo evitar fumar, y en esta aceptación voy a intentar ver cómo lo hago, me parece que claramente estaríamos muchísimo más en paz. Y eso es lo que más se acerca a la decisión de la felicidad.

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