La muerte de los pilotos Casco y Farías en Malvinas: un ataque al límite, la última carta y una increíble señal

La historia de los dos valerosos tenientes que, a pesar de las condiciones climáticas adversas, continuaron con su misión a bordo de sus aviones Skyhawk. La desolada isla al norte del archipiélago donde se estrellaron.

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El teniente Jorge Casco a la derecha observando a su compañero el alférez Carlos Codrington. Fotografía Museo Nacional de Malvinas.
El teniente Jorge Casco a la derecha observando a su compañero el alférez Carlos Codrington. Fotografía Museo Nacional de Malvinas.

Ese domingo 9 de mayo de 1982, desde San Isidro, donde vivía en la casa de sus suegros junto a sus dos pequeños hijos, Ivone quiso hablar con su marido, el teniente Jorge Casco, piloto de Skyhawk, destacado en la base aérea de San Julián. Le respondieron que no se encontraba y no le dieron más explicaciones.

Se habían conocido en Córdoba cuando él se formaba en la Escuela de Aviación Militar y ella era estudiante de bioquímica. Los presentó una amiga y en una fiesta, esas donde los hombres iban impecables de traje y las mujeres de largo, él le pidió que lo acompañase. Y no se separaron más.

Se casaron en enero de 1980 y fueron a vivir a Mendoza, donde primero nació Guillermo y luego Julieta, que era una bebé de pocos meses cuando su papá fue movilizado.

El teniente Jorge Farías, en su herramienta de trabajo. Fotografía Museo Nacional de Malvinas.
El teniente Jorge Farías, en su herramienta de trabajo. Fotografía Museo Nacional de Malvinas.

La última vez que se vieron fue el domingo de Pascua cuando, luego de la misa, partió a la brigada.

Ese 9 de mayo, en Malvinas, el estado del tiempo era malísimo. Las fuertes lluvias disminuían en casi a cero la visibilidad. Los británicos, sabiendo que el clima era su mejor aliado contra los ataques de los aviones argentinos, a las diez y media de la mañana comenzaron a bombardear la pista de Puerto Argentino y las posiciones del batallón de infantería de marina número 5.

Isla Jason. En una de las laderas de la colina se estrellaron los pilotos argentinos. Fotografía gentileza Ivone Dentesano.
Isla Jason. En una de las laderas de la colina se estrellaron los pilotos argentinos. Fotografía gentileza Ivone Dentesano.

Las naves inglesas habían delatado su posición, que llevó a la Fuerza Aérea a diseñar diversas misiones de ataque a esos objetivos navales. Sin embargo, todos los aviones terminarían regresando por la mala meteorología.

Entre esas misiones, cuatro Douglas A4-C Skyhawk despegaron a la una de la tarde, armados con una bomba de mil libras cada uno. Los piloteaban el capitán Jorge García, los tenientes Jorge Farías y Jorge Casco y el alférez Gerardo Isaac.

Documento histórico: el avión de Casco reabasteciéndose en vuelo en la fatídica misión del 9 de mayo. La fotografía fue tomada por el suboficial Hugo Suárez, que iba en el Hércules. Museo Nacional de Malvinas.
Documento histórico: el avión de Casco reabasteciéndose en vuelo en la fatídica misión del 9 de mayo. La fotografía fue tomada por el suboficial Hugo Suárez, que iba en el Hércules. Museo Nacional de Malvinas.

Luego de haberse reaprovisionado en el aire con un Hércules, el avión de García debió regresar por falla de trasvase de combustible; Casco le ordenó a Isaac regresar cuando se le voló una tapa de inspección del lado derecho del fuselaje en el momento en que se estaba reabasteciendo. Isaac sería uno de los pilotos del ataque conjunto aeronaval al portaaviones Invincible el 30 de mayo. Pero esa es otra historia.

La misión continuó con las dos máquinas restantes. Casco, 27 años, nacido en Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco y Farías, 25 años, oriundo de Córdoba, se dirigían hacia un punto del norte de la isla Soledad, donde se creía que había buques enemigos.

La carta que Farías escribió tres días antes   de su última misión. Gentileza Museo Nacional de Malvinas.
La carta que Farías escribió tres días antes de su última misión. Gentileza Museo Nacional de Malvinas.

Farías, junto a los tenientes Ricardo Lucero, Oscar Cuello y Néstor López eran conocidos como “los plateros”, porque los cuatro eran morochos, flacos y andaban siempre juntos. López falleció en la acción del 21 de mayo cuando su avión fue alcanzado por un misil Sidewinder, y Lucero logró eyectarse el 25 de mayo al ser derribado por un misil Rapier. Falleció en marzo del 2010 en un accidente mientras fumigaba. Cuello es el único sobreviviente de ese cuarteto de amigos.

Tres días antes, Farías le había mandado una carta a su esposa Nora y a su pequeña hija. Decía que las extrañaba y que soñaba con estar con ellas. “Espero que esto termine muy pronto, que no se derrame más sangre y quiera la Virgen Santísima detener esta guerra y que de una vez por todas se haga justicia y no nos mutilen más nuestro territorio. Yo se que a este gran problema no lo iniciamos nosotros sino que reclamamos lo que es nuestro, lo que nos corresponde. Espero con fe que la providencia sepa escuchar nuestro ruego para capitular esta guerra”, escribió.

Telegrama de octubre de 1982 informando del hallazgo de los restos de Casco. Al lado uno de los escudos que llevaba en su uniforme. Gentileza Museo Nacional de Malvinas.
Telegrama de octubre de 1982 informando del hallazgo de los restos de Casco. Al lado uno de los escudos que llevaba en su uniforme. Gentileza Museo Nacional de Malvinas.

Volaban muy bajo, bajo pésimas condiciones. Al no hallar al objetivo y al no tener las islas a la vista, solicitaron al oficial de control aéreo táctico que les reconfirmase la posición del blanco. De la base respondieron que el objetivo estaría más al este. Tiempo después se sabría que en la zona estaba el destructor Coventry, buque que sería hundido el 25 de mayo.

Continuaron el vuelo volando a baja altura, en medio de un intenso chubasco. En un punto del trayecto, se perdió contacto con ambas máquinas.

Ese 9 de mayo fueron a la casa de San Isidro un sacerdote, acompañado de un compañero de su marido. Ivone comprendió todo, pero la noticia sería aún peor. Le informaron que su marido estaba desaparecido, lo que generó una rara mezcla de vaga esperanza y de incertidumbre sin fin.

Los restos de Casco y de su avión fueron hallados en octubre de 1982 en la ladera de una colina en la isla South Jason, conocida también como “Islas Las Llaves”, en el noroeste de la isla Soledad. Los que lo encontraron describieron su mameluco que tenía la insignia de un halcón blanco sobre fondo dorado arriba de la Cruz del Sur sobre fondo negro con el lema “Regresad con honor”.

Ivone junto a restos del Skyhawk, en la isla Jason. Fotografía Ian Strange. Gentileza Ivone Dentesano y Museo Nacional de Malvinas.
Ivone junto a restos del Skyhawk, en la isla Jason. Fotografía Ian Strange. Gentileza Ivone Dentesano y Museo Nacional de Malvinas.

No se hallaron ni el avión ni los restos de su compañero Farías.

La familia tardó en enterarse, ya que las comunicaciones se realizaban a través de la Cruz Roja. Los restos, identificados, fueron inhumados en el cementerio de Darwin.

La sorpresa sobrevino en 2009 cuando le informaron que se habían encontrado más restos. Fueron traídos al continente para realizarle análisis de ADN en el Hospital Durand y se cotejaron con sangre de su mamá, Ofelia Cadutti.

A la esposa le advirtieron que no se podía enterrar un cuerpo en dos lados distintos. Le dieron a elegir llevarlos al continente o inhumarlos en Darwin. Ella se volcó por la segunda opción. Quiso que su marido descansase en las islas porque por ellas había luchado y había muerto y era una forma de honrarlo.

En un viaje solventado por el Estado, viajó con sus hijos y con su suegra, llevando la urna. Si bien ella ya había visitado la tumba de su marido en uno de los primeros viajes humanitarios que se organizaron para los familiares de los caídos, confesó a Infobae que había sido una situación muy difícil de asimilar.

Fue enterrado con honores militares.

Como encontró que una de las autoridades locales se mostraba proclive a ayudarla, ella le manifestó su su deseo de visitar el lugar donde su marido había fallecido. El le respondió que era posible, que le hiciera saber cuándo viajaría, que haría los arreglos, ya que el único medio para llegar a la isla era en helicóptero.

Ivone temió que la persona que le facilitaría el trámite fuera trasladada y decidió emprender el viaje ese mismo año. Viajó sola y estuvo una semana, alojada en una casa particular.

La acompañó Ian Strange, un escritor y conservacionista británico, casado con una argentina radicada en las islas desde la década del setenta y que tomó la ciudadanía británica. Este hombre, ya mayor, fue el que la asistió en los trámites con las autoridades locales. Ambos fueron en helicóptero a la isla Jason y juntos buscaron el lugar del impacto, donde aún permanecían algunas pequeñas partes esparcidas por los alrededores, entre ellos una rueda y chapas.

Se presume que del otro lado de la colina estarían los restos de Farías y de su avión, en una zona de pajonales que asemejan a un maizal.

Cuando los británicos hallaron el avión, vieron que tenía la bomba. Al intentar desactivarla, se desató un incendio con lo que se perdieron valiosos elementos que podrían haber echado luz sobre el impacto.

El helicóptero partió y ella quedó unas horas a solas. Admitió que ese viaje había sido sanador y que le sirvió para cerrar un capítulo muy doloroso de su vida. El no haber visto un cuerpo le había costado hacer un punto aparte. Recordó que cuando murió su marido era una mujer de 26 años con dos hijos muy chicos, y que le había sido fue muy difícil encarar su nueva vida.

Describió a su marido como un gran hombre, de principios, y que gracias a él se había convertido en una mejor persona.

Sumida en sus pensamientos, la mujer no percibió que a sus costados permanecieron dos aves, contemplándola. Fotografía Ian Strange. Gentileza Ivone Dentesano y Museo Nacional de Malvinas.
Sumida en sus pensamientos, la mujer no percibió que a sus costados permanecieron dos aves, contemplándola. Fotografía Ian Strange. Gentileza Ivone Dentesano y Museo Nacional de Malvinas.

Luego de recibirse de bioquímica, estudió artes plásticas y es una talentosa artista, que expone en el país y en el extranjero. Dijo que en algún momento intentó plasmar en una obra la temática Malvinas, pero sintió que estaba demasiado involucrada.

El día del entierro le entregaron el casco; no tenía la visera y estaba rayado, lo que hizo suponer que había intentado eyectarse. Ella, en retribución, les dejó uno de los distintivos de su marido. En un almuerzo por el día de la madre en su casa de la ciudad de Córdoba, donde hace años vive, tomó la decisión. Creyó que guardarlo en un ropero no era lo adecuado, sino que debía exhibirse para que pudiera ser contemplado. Así fue como lo donó, junto a otras pertenencias, al Museo Nacional de Malvinas, en la ciudad cordobesa de Oliva.

Oliva, 2 de abril de 2019: mientras se tocaba el minuto de silencio, Ivone -en primer plano-junto a su nieto y su hijo, mantienen sus manos sobre el casco. A la izquierda Candela Fioni, encargada de Protocolo del Museo Nacional de Malvinas
Oliva, 2 de abril de 2019: mientras se tocaba el minuto de silencio, Ivone -en primer plano-junto a su nieto y su hijo, mantienen sus manos sobre el casco. A la izquierda Candela Fioni, encargada de Protocolo del Museo Nacional de Malvinas

En la ceremonia de conmemoración del 2 de abril de 2019 que se realizó allí, cuando se tocó a silencio, Ivone, su hijo y su pequeño nieto mantuvieron sus manos apoyadas en el casco, el único día del año en que se lo saca de la urna donde se lo conserva. El director del museo, Gabriel Fioni le otorga un significado que va más allá de cualquier valor que se le pueda dar; dice que ese casco conserva el ADN de un soldado que murió en defensa de la Patria.

En todo el tiempo en que estuvo sumida en sus pensamientos en esa isla desolada, no se percató que Strange le tomaba fotografías. Al regresar a la ciudad, se sorprendió al ver una de ellas. Dos avutardas se habían posado una a cada lado y la contemplaban, sin moverse. Estuvieron así hasta que el ruido del motor del helicóptero que los llevaría de regreso las espantó.

Ivone Dentesano en el lugar donde cayó su marido. Detrás, una de las avutardas que nunca se movió del lugar. Fotografía Ian Strange. Gentileza Museo Nacional de Malvinas
Ivone Dentesano en el lugar donde cayó su marido. Detrás, una de las avutardas que nunca se movió del lugar. Fotografía Ian Strange. Gentileza Museo Nacional de Malvinas

Como los aviones que volaba su marido y su compañero se llaman Skyhawk (halcón del cielo), a ella le gusta imaginar que, en una forma, esas dos aves eran ellos que quisieron darle el último adiós.

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