Salir de compras, sentarse para comer en cualquier bar son actividades comunes y simples que cualquier persona que goza del sentido de la vista puede hacer sola y donde quiera. No es igual para aquellas con discapacidad visual que se bastan de su bastón para movilizarse y llegar a esos comercios en los que sí o sí deben apelar a la ayuda del personal para, por ejemplo, saber dónde está aquello que busca o qué opciones de comida tiene.
“Al entrar a un bar sé qué puedo pedir, lo usual, pero no cuál es el menú del día, por ejemplo, y entonces debo preguntarle al mozo y apelar a su gentileza de leérmelo. O si voy a comprar un jean tengo que preguntar al vendedor de qué colores hay y hasta si el que me probé me queda bien”, cuenta Lautaro Pereti, un joven de 23 años que perdió la vista a poco de nacer y que suma su experiencia cotidiana como no vidente al proyecto Puntos de vista.
El artífice de la idea fue su profesor Fernando Prato, que deseó “dejar una huella en el mundo” e inició la propuesta para que Córdoba se convierta en la primera provincia que incluya a las personas ciegas como realmente lo necesitan. Así nació la agrupación de la localidad de Villa María que tiene como objetivo que el sistema braille se expanda en toda la provincia.
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Puntos de vista
“Es un proyecto institucional que apunta a la inclusión y difusión del sistema braille”, resume Lautaro, flamante periodista que cursa el último año de la licenciatura en Comunicación Social. ¿Cómo lo hacen? Desde tres puntos de acción: señaléticas comerciales en braille en el ingreso a los locales para que la persona ciega o con visión reducida sepa con qué rubro se encuentra e información relevante del lugar; menú braille en locales gastronómicos y charlas informativas y formativas sobre este sistema y la discapacidad visual que brindan a instituciones.
Con ese enfoque surgió en 2010 la idea de Prato, profesor y orientador de personas con discapacidad visual y diseñador gráfico, que comenzó a diseñar algunos objetos con inscripción en braille. El hombre fue el maestro integrador de Lautaro en la escuela primaria y secundaria.
“Un día se preguntó qué era lo bueno de su trabajo, qué le gustaba del diseño y le surgió esa necesidad de dejar una huella en la sociedad, en el mundo; y pensó en el braille. Así comenzó a hacer pulseras plásticas que podían llevar en braille el nombre de la persona que la quería o cualquier palabra, esa fue su manera de acercar el sistema de lectura y escritura táctil a las demás personas”, resume el futuro comunicador social.
A esa idea se unió Lautaro en 2019 y su aporte fue fundamental ya que es, ni más ni menos, la necesidad que tiene una persona ciega cuando realiza las distintas actividades. Al año, se sumó Ariel Figueroa, comunicador institucional y empresarial. Desde finales de 2020, los tres llevan adelante la propuesta.
“Todas estas visiones a las que apunta el proyecto antes no estaba visibilizado, no era común que una persona con discapacidad visual saliera sola o anduviera sola en la calle valiéndose nada mas que de su bastón y con total independencia. Creo que si veían a una persona con bastón pensaban que mendigaba, por suerte esto cambió mucho y fue gracias a la tarea de personas como Fernando que nos han permitido desarrollar actividades cotidiana como cualquier persona”, asevera.
En ese sentido, agrega: “Nosotros también utilizamos la tecnología que no es algo ajeno o rival del braille sino que son recursos complementarios que cuando uno los empieza a utilizar le contribuye de buena manera y eso hace que cada día estemos más incluidas en la sociedad y que desarrollemos actividades como cualquier otra persona, acorde, por supuesto, a la edad”.
Con eso se refiere, por ejemplo a las apps lectoras de pantalla que las ayuda para manejarse con un celular y una computadora, por ejemplo. “Es una voz que lee todo lo que sale en la pantalla”, explica. “Hay cada vez más avanzados que permiten mejor uso, lo tengo en la computadora y los utiliza para hacer un texto universitario”.
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Más allá de su experiencia personal, el joven pide la colaboración de otras personas ciegas para que opinen si lo que van logrando sumar les sirve o no. “La idea es aprovechar las dificultades y usarlas como trampolín para resolverlas”, asevera.
Del otro lado, en los comercios hay muy buena predisposición para sumarse a la propuesta y ser parte de esa huella que el grupo anhela dejar. “La respuesta es muy buena. Hay quienes desconocen que una persona con discapacidad visual lee y escribe, e incluso que puede estudiar, comprar y cuando en las charlas cuento lo que hago, y que es lo que hace cualquiera personas de mi edad, al ser ciego logra otro impacto, y esa repercusión es buena”.
Tanto fue que llegaron a Perú y México, y contaron lo que están haciendo mediante charlas virtuales. “Eso fue increíble. Dimos charlas informativas a los Bomberos de Villa María. Esto lo planteamos a nivel regional y alrededores; por suerte se va expandiendo y ayuda la tecnología. Lo que anhelamos es que la sociedad sea mucho más inclusiva: que el mundo avance desde un montón de aspectos y no sólo respecto a la discapacidad sino que hay empatía e inclusión”, pide.
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El sueño
Lautaro se recibió de periodista el año pasado en Villa María y poco le queda para terminar la licenciatura. Además de estar de lleno en el proyecto Puntos de vista, es columnista un programa de radio en el cual habla de braille y otros temas.
“Nací a los 8 meses, a mis pulmones le faltaban maduración y con el transcurrir de los días me derivaron a neonatología donde tuve un desprendimiento de retina, que fue lo que generó la ceguera. Pero, gracias a Dios, siempre lo recalco, si no fuera por mi familia, por mis amigos, mis afectos y la cantidad de personas buenas con las que me rodeé y rodeo hoy no sería quien soy. De chiquito me han estimulado para valerme por mi mismo y eso me permite llevar una vida, no voy a decir normal porque bueno... pero hoy por hoy es una vida convencional y pudiendo ejercer diferentes actividades e incluso mi profesión de manera efectiva”, dice.
Cuando tiene que responder cuál es el máximo sueño a lograr mediante este proyecto, suspira, vuelve a tomar aire y responde: “Nací en el 2000 y deseo que cuando a mis 40 años, en 2040, una persona ciega no tenga que golpear las puertas para que se nos incluya; que cuando queramos buscar un trabajo, por ejemplo, la empresa a la que vamos inmediatamente pregunte qué estás buscando y en caso de tener una entrevista laboral, que esa persona pueda ingresar porque haya alguien que la recibirá sin estar pensando desde los prejuicios o cuestiones que la lleven a pensar negativamente respecto a lo que no puede hacer sino lo que sí puede”.
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