No le teme a nada. Alicia Burnowicz decidió vivir su vida a pleno y hoy no imagina qué hubiera sido de su vida si no la pasara arriba de una moto. A los 60 años hizo de su etapa como jubilada la oportunidad de comenzar a cumplir sueños: viajar, vencer miedos y montarse en dos ruedas fue la ecuación perfecta para ella.
Hasta el momento recorrió más de 65 mil kilómetros y en breve sumará lo que le lleve visitar los valles calchaquíes. Lo hizo sola y acompañada, pero, como sea, siempre inspira a otras personas, mujeres sobre todo, a animarse a hacer lo que desean hacer; a desempolvar el cuaderno de los sueños de toda la vida y comenzar a tacharlos.
“Recibo mensajes de muchas mujeres mayores de 60 años que por ahí leyeron sobre mi y dicen que las inspiro. ¡Qué bueno que sea así! Cuento mi vida para que al menos una se contagie y se anime a saldar las deudas con ella misma, a vencer miedos, a hacer lo que realmente desea. Si una me cuenta que comenzó a caminar, la felicito y pido que camine todos los días y cuando camina todos los días, la aliento a que se pregunte: ‘¿quiero caminar más lejos?’”, cuenta entusiasmada sobre la recepción de los mensajes.
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La historia
Nació hace 63 años en Tigre, Buenos Aires, se recibió de Óptica y Contactología en la UBA y ejerció hasta que nacieron sus hijos, cuando se mudó a Bariloche. Allí se dedicó a las artesanías.
En los primeros años en esa hermosa ciudad, realizaba senderismo en la montaña con un grupo. Esa era su pasión y hacerlo, sintió, que le devolvió el aire que necesitaba luego del trabajo. Pero, sus rodillas no la dejaron continuar.
Apenada, en 2008 se subió por primera vez a una Scooter. La experiencia le gustó y convencida se prometió comprarse una cuando regresara a Bariloche. “Me gustó tanto andar ahí que me compré una moto 125, la tuve por dos años”. Subir por primera vez a su moto fue un clic tan fuerte que su vida quedó patas para arriba.
“Lo que sentí cuando subí a mi propia moto fue increíble. Era chica, pero era mía y no la usaba para irme lejos”, recuerda de la que usó hasta que comenzó las reiteradas fallas en la batería hizo que la vendiera.
Recién en 2019, Alicia se jubiló. Cumplió 60 años y no sabía cómo iba a seguir. Lo primero que pensó fue en hacer un viaje y partió a El Bolsón. “Fueron sólo 120 kilómetros, pero en ese momento sentí que iba camino a Alaska”, dice con gracia y miles de kilómetros en su haber.
Esa experiencia fue la que abrió en su mente todos los caminos y que la hizo darse cuenta de lo más importante que sintió como una epifanía: era capaz de hacer lo que se proponía y sola. “Fue el primer viaje sola en la ruta, con todo lo que eso significa. Paraba cuando quería apreciar el paisaje, hacer fotos porque eso también me encanta. Y, lo más lindo, fue descubrir la hermandad motera: estaba parada en la ruta y los moteros que pasaban frenaban para preguntarme si estaba todo bien y en otro momento, que paré para comer, dos frenaron, miraron la moto y me preguntaron si estaba viajando en ella, les dije que si y me dijeron: ‘Entonces nos sentamos a comer con vos, así no comés sola...’. Ese mundo me encantó”, dice.
Gracias a esa experiencia, entre tantas que vivió en marzo de 2019, le hizo entender que quería ser parte de ese mundo en dos ruedas. “Entendí que para seguir viajando y hacer viajes más largo debía comprarme otra moto más grande”, recuerda la decisión de comprarse una Honda 250″.
La motoquera afirmó que cuando era chica le gustaba toda actividad que le genere adrenalina. “Además, somos dos hermanos y mi papá me crió como si fuese el varón. Yo prefería ayudarlo a limpiar el carburador del Fiat 600 antes que jugar con las muñecas. Me parecía mucho más divertido”, sostuvo. Según Alicia, las ruedas y los fierros son parte de su vida: “Me encanta. Además, me casé con un mecánico, que es el padre de mis hijos”, reveló.
Con los viajes largos llegaron las nuevas amistades. “Mis nuevos amigos eran todos hombres, pese a que éste siempre fue un mundo machista, con el tiempo todo fue cambiando. Casi todos ellos tenían motos enormes pero viajaba con ellos. Así que volví a comprar otra moto, esta vez una Kawasaki Versys 650 y llegué a la BMW F-700 GS. A esta no la dejo, es la moto que amo”, asegura.
Siguieron los viajes a Puerto Madryn, Comodoro Rivadavia, El Calafate, Santiago del Estero, y tras 11 mil kilómetros de camino, en 2020 llegó a La Quiaca. “Éramos tres motos, a donde llegó junto a tres motoqueros y no había un camino específico, parábamos donde teníamos ganas de parar, de mirar, de hacer fotos, de descansar... Así hicimos esos miles de kilómetros en 43 días”.
Lo que aconseja a quienes se animan a viajar ”solas, en auto, en bici, en moto, pero a viajar, que lo hagan en temporada baja así el gasto es mucho menor”, avisa. Además, viendo cómo era su vida antes y cómo es ahora, asegura que gracias a la moto es desapegada.
“En el camino conocés personas maravillosas y las ves una sola vez en tu vida. Me di cuenta también que en mi casa tenía gran cantidad de cosas que no necesito porque ahora salgo dos meses sólo con lo que puedo llevar en la moto y es todo lo que necesito. Así que me mudé de mi casa y un lugar mucho más chico y vendí más de la mitad de las cosas porque no eran necesarias. Ese desapego te la da la moto”, asegura.
Motivación para otras mujeres
Hasta ahora, Alicia no se topó con otras mujeres en la ruta ni en los caminos, pero disfruta del intercambio cotidiano con quienes la siguen y escriben en busca de consejos o, simplemente, para agradecerle la inspiración.
“A las mujeres de mi edad, o más de 60 años, les digo que a veces el miedo nos paraliza, pero hay que vencerlo. No importa la edad parta soñar, para reencontrarse cos lo sueños, para ser libres y felices. Tanto hombres y mujeres de más de 60 años, jubilados, en el momento de la vida en el que ya no hay que hacer más que vivir, les pido que se animen. A mi hoy me da miedo pensar en quedarme en mi casa, sin hacer nada. Es la vida la que se nos va”, finaliza.
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